Hola chicas!! Se que estoy medio colgada con el blog y les pido mil perdones, estas últimas dos semanas no estuve muy bien de salud y con un montó de cosas que hacer. Les prometo que ahora me voy a poner a escribir caps de Una Nueva Vida para intentar volver a la normalidad.
Esta nove que les presento acá es en realidad una adaptación, yo ya la leí entera y la verdad es que me encanto. Mientras la leía me decía a mi misma: "Esta nove fue creada para ser gastochi!!" y es por eso que decidí adaptarla. Espero que les guste y las atrape pomo a mi que la terminé de leer en muy poco tiempo y eso que es larguita jaja.
Dicho todo lo que tenía que decír o en realidad escribir, las dejo con el primer cap de esta fascinante historia.
Capítulo1
23 de Enero del 2009.
Era una mañana soleada, totalmente opuesta a la del día anterior. Pero a pesar de todo, tu vida, no iba tan bien como aquel día reflejaba.
Hacía horas que caminabas sin rumbo, observando como miles de personas pasaban a tu alrededor. Algunas con traje, otras haciendo ejercicio, madres saliendo con sus chicos del colegio, nenes buscando despavoridos alguna cara conocida, a la cual poder correr a sus brazos. Y ahí te detuviste por un momento, observando a esas madres, y a esos hijos. Imaginabas, los años próximos llevando a tu hijo -o hija- al colegio. Ir a esperarlo con una sonrisa, y que él te recibiera con otra. Suspiraste, porque sabías que la vida no iba a ser tan fácil. Se podría decir, que te bajaste de la nube, a la cual te habías subido, cuándo recapitulaste que ni tus padres lo sabían aún, y que solo eras una joven con diecisiete años.
Una mezcla rara recorría tu cuerpo. Angustia y felicidad. Ganas de evitar lo que te sucedía. Alegría, porque en definitiva, ibas a traer vida al mundo.
Estabas harta de caminar, por lo que, optaste ir a la casa de tu hermana, a pesar de que fueran las doce del mediodía. Tomaste un taxi, y en apenas unos minutos llegaste a destino.
Y si, como lo imaginabas, tuviste que derribar la casa a timbrazos, hasta que Eugenia te abrió la puerta. En un principio, solo se trató de las miles de quejas que tu hermana largaba sin ni siquiera respirar medio segundo. La habías despertado, y tenías que pagar las consecuencias.
Luego, ya más calmada, te ofreció algo para tomar, y te negaste a la invitación. Ya bastante habías tenido que beber, para hacerte el bendito test.
- ¿Qué pasó ahora? – Te preguntó apoyando un codo sobre la mesa. Te había sacado la ficha. – Porque no me vengas a decir que tenías ganas de visitarme, y que se yo que más. – Reíste. Ni te había dejado hablar, que ya se defendía.
- No, quédate tranquila, esto es importante. ¡Ni loca me como semejante espamento, por visitarte! – Entre tu mezcla rara de emociones, todavía te quedaba un poco de humor.
- Me estás poniendo nerviosa, al grano Rocío. – Impaciente, era el segundo nombre de Eugenia.
Preferiste mostrar, antes que hablar. Colocaste una mano sobre tu panza, y la observaste fijamente a los ojos. Al instante, tuviste respuesta. Ella había comprendido a la perfección.
- ¡Decime que estoy soñando, que me estás haciendo una joda! Rocío vos no podés estar embarazada. – Recorría la sala de un lado a otro. Realmente no lo creía. Vos no sabías donde meterte, porque sí, era real.
- Euge, por favor, vos no. – Necesitabas la compañía de tu hermana. – No sé como pasó, pero pasó y… te necesito conmigo. No sé como seguir con todo esto. – Las lágrimas ya rodaban por tus mejillas. Te sentías muy mal.
- ¡Sí, sabés como pasó Rocío!, ¡Una noche con Gastón, eso pasó! – Se sentó aún sin creerlo. – ¡Rochi, tenían que cuidarse! – Suspiro ofuscada.
- ¡Ya lo sé, y lo hicimos!, pero no sé pasó. – Lo repetías, y eso hacía poner peor a tu hermana. – Pero sabés qué, no importa. Yo vine a buscar alguien que me ayudara, que me apoyara. Pero veo que me equivoqué. – Agarraste tu bolso, y secaste tus lágrimas.
Estabas furiosa. Eugenia, siempre había estado en todo momento para vos, y no imaginabas que te iba a soltar la mano en esa instancia de tu vida. Por cierto, demasiado difícil para vos.
- Rochi, Ro…Esperá – Eugenia te seguía por el pasillo. – Perdón, por tratarte así. Es qué no me diste tiempo para procesarlo. – A pesar de todo, logró sacarte una sonrisa – Entendeme, venís a las doce del mediodía, yo totalmente dormida. Nos sentamos, y de golpe y porrazo, me entero que voy a ser tía, ¿Cómo querés que me ponga? – Y ahora sí, era la dulce de tu hermana en persona.
Una vez más, volvieron a la sala, pero esta vez más tranquila comenzaste a explicarle todo. Cuándo comenzaste a sentirte mal, y tu período, claramente no llegaba. Al principio, creías que era normal que se atrasara un poco, pero con el pasar de los días, y los síntomas que tenías, tuviste que tomar como opción el embarazo. Te costó aceptarlo, pero al final, decidiste sacarte la duda, y fuiste a la farmacia a comprar un test de embarazo. Y ahí fue, cuándo debiste beber, casi dos botellas de agua, porque de otra forma te hubiera resultado imposible saber el resultado. Luego, viste las dos rayitas, y el resto de la historia Euge ya la sabía.
- Bueno, tranquila, tranquila. – Estabas hecha un bollito, llorando en una de las esquinas del sillón. Ella estaba a tu lado, acariciándote la cabeza. – Vos sabés, que voy a estar en todas, y bueno, lo hecho, hecho está. Ahora hay que seguir. ¿Mamá lo sabe?
- No, me enteré hoy a la mañana en el baño de una cafetería, y no volví. Tengo miedo Euge.
- Y yo tengo miedo por vos. – El comentario no fue muy conciliador, pero era la verdad. Tenían unos padres muy correctos, y no sabían como iban a tomar semejante noticia.
- ¿Qué hago ahora? – Te sentías la persona más chiquita del mundo.
- Primero, hablar con Gastón, y bueno, después con nuestros papás. Y después, venís al ginecólogo conmigo. – Sonrió satisfecha. Vos la miraste, con miedo.
- ¡Y encima me sonreís!, Como si fuera tan fácil gritar a los cuatro vientos, que voy a ser mamá. ¡Ni el colegio terminé!, me quiero morir, Euge. – Tenías una crisis. Estabas cayendo en picada, sobre todo lo que te esperaba.
- ¡Ponele un poco de pila a la situación!, Si te quedás sentada llorando en un sillón, no vas a ir a ningún lado. – Ella era toda una revolución. - ¡Mirá que yo quiero ver a mi sobrinito, o sobrinita! – Del enojo que tenía anteriormente, había pasado a una felicidad inexplicable por ser tía. Eugenia, era muy bipolar cuando quería.
- Euge…yo no sé si quiero tener a este bebé. – Y la congelaste en un instante.
- ¿Rocío en que estás pensando? – Y otra vez preferías haber cerrado tu boca. - ¿En abortar? – Levanto sus cejas, y te observó fijamente.
- Si – Respondiste con un hilo de voz.
- Desde que te escuché hablar, fue la respuesta más absurda que me diste en tu vida. – No te gritó, ni nada.
- Euge, tener un hijo implica muchas cosas. Muchas responsabilidades, y yo no sé si estoy lista para hacerme cargo de todo eso. No quiero que mi bebé sufra.
- Perdóname que te diga pero va a sufrir igual, y sin ni siquiera haber visto tu cara.
- No me hagas sentir peor. – Observabas el suelo. Estabas avergonzada.
- Te digo la verdad. Si hiciste las cosas ahora, hay que hacerse cargo. Y me parece muy cobarde, que te metas con alguien tan chiquito que no tiene la capacidad de defenderse, ¿No te parece?
Euge, te había dejado pensando. Y definitivamente había descartado esa opción. Te parecía muy cruel, y demasiado egoísta de tu parte.
- Ahora, si seguís mi consejo, sabé que tenés una hermana que te va a bancar en todas, y que ese bebé va a tener una tía excepcional.
- Yo sé que vas a ser la mejor tía. – La abrazaste.
Te invitó a comer a su casa, y esta vez, no rechazaste la invitación. Comer allí, verdaderamente era un placer. A Eugenia, le faltaba un año para recibirse de chef, y eso se notaba. Además, de que te quitó la presión de tener que enfrentar a tus padres en el almuerzo.
Más tarde, estabas despidiéndote de tu hermana, para ir a encontrarte con Gastón, en la misma plaza de siempre. Esa que les quedaba a mitad de camino, a ambos.
Sentías la necesidad de mascar un chicle, para calmar tanto nerviosismo. Revolviste tu bolso, y con suerte, encontraste un paquete por la mitad. Aún así, no te calmabas pero continuabas caminando, y te encontrabas cada vez más cerca.
El miedo te invadió, cuándo lo viste sentado en uno de los bancos del lugar. Sentiste ganas de salir corriendo, pero ya te había visto, y te saludaba desde allí con una perfecta sonrisa.
- Hola – Él dejó un beso en tus labios. ¡Qué raro a esta hora por acá! – Y sí, vos también era de las que dormía hasta tarde.
- Gas, te algo importante que decirte. – Ibas a ir directo al tema. Hablabas ahora o nunca.
- Tranquila, ¿Qué pasa? – Te abrazó por la espalda, y tus ganas de llorar aumentaron.
- Vamos a ser papás, Gas. – Levantaste tu cabeza, y tus ojos cristalinos chocaron con los suyos. No llevaba expresión alguna. Solo silencio. - ¡Décime algo, por favor! – Te impacientaba, y te llenaba de miedos.
Él siempre había sido un chico de pocas palabras, y esta vez no fue la excepción. Te abrazó fuerte, y así permanecieron por varios segundos.
- ¿Me vas a dejar? – Y esa sensación horrible, recorría cada parte de tu cuerpo.
- ¿Me creés capaz? – Acarició tu mejilla, secando tu rostro.
- No sé. – Tu voz era casi inaudible.
- ¡Estás loca! – Río, por tu expresión. – Esto, lo hicimos los dos, y de acá nos vamos los dos. – Y morías de amor, con cada palabra que escuchabas.
- Gracias. – No sabías porqué, pero necesitabas decírselo. Te sentaste sobre sus piernas, y él te besó. Colocó una de sus manos sobre tu vientre, y sentiste una sensación extraña. Pero que te causó ternura.
Gastón Dalmau. Era tu novio hace un año y medio. Su relación en un principio, no había sido la mejor. Se conocieron por amigos en común, y la verdad, que mucha química no habían pegado. -Por no decir ninguna-.Pero bueno, el tiempo, y la frecuencia en la que se juntaban los fue llevando a otro nivel.
De auténticos desconocidos a amigos; de amigos a novios; y de novios a futuros padres. Asombrosa fue la evolución entre ustedes.

LOVED IT ♥
ResponderEliminarya ya ya quiero el próximoooo!
(y también de la novela rameria jaja) beso!