martes, 10 de enero de 2012

Inesperado Capítulo 2


Capitulo 2:
Luego, de pasar una tarde entre llanto y sonrisas, con Gastón decidiste volver a tu casa. Prácticamente habías estado fuera de ella todo el día. Ya era hora de volver.
Tu novio te acompañó unas cuadras, y después continuaste tu camino sola.
Mentiría si dijera que no se te aflojaron las piernas, cuando viste el frente de tu hogar. Que no te temblaron las manos cuando tuviste que buscar la llave para ingresar, y que debiste tomar varias bocanadas de aire para no desmayarte ahí mismo, de la presión, el miedo, y los nervios que tenías en ese momento. Nunca en tu vida te habías sentido así.
Y encima, tu mamá tocaba el piano en la sala. Como siempre, saludaste con tu mejor cara.

-    ¡Mamá! – Te sentaste a su lado, y ella dejó un beso en tu cabeza. – Qué raro vos acá. – Frunciste el ceño, y ella sonrió retomando la melodía.

-    Siempre es bueno volver. Ya lo extrañaba. – Tu madre era profesora de piano. Siempre amo la música. - ¿Y a vos como te fue? Te fuiste, y no avisaste nada.

-    Si, perdón, se me pasó. Fui a visitar a Euge, y me quedé a almorzar en su casa. Y viste como es, siempre tiene algo para hablar. – Vos también tenías mucho para contar. – Y hasta hace un ratito, estuvimos con Gas, en la plaza.

-    ¡Ese chico te tiene loca! – Lo dijo con humor, y rió al final.

-    Y, sí. – Te estaba costando horrores fingir tanta felicidad. – Bueno Má, te dejo tranquila. Me voy a dar un baño, si llama alguien después lo llamo. ¿Si?

-    Bueno, yo le digo Rochi. – Y siempre llevaba ese tono maternal con sus hijas.

Emilia Attias de Igarzabal. Tu mamá. Era alegre, y totalmente sencilla. Había dedicado su vida a la música. Era profesora de piano, y hasta hace unas semanas, daba clases en varios colegios. Vos, también habías heredado un poco del arte de ella. Hacías magia, cuando tus dedos tocaban las teclas de ese instrumento musical.
Aunque era una buena persona, también tenía sus defectos. Las apariencias, el qué dirán. Toda su vida se había basado en eso, por lo que, nunca se salía del libreto. Siempre en composé, con lo que sucedía fuera de su hogar.
En cambio, Nicolás Igarzábal Vázquez, tu papá. No le importaba mucho. Era como era, y punto. Y a decir verdad, no le fue mal. Tanto en lo personal, como en lo laboral había alcanzado la mayoría de sus deseos.
Él siempre había sido el cómplice de Eugenia y vos. Eran el trío del lío, como los llamaba tu mamá. Cuando apenas eran unas nenas, se encargaban de dar vuelta la casa en un segundo, él se complotaba con ustedes, y Emilia ponía el grito en el cielo.

Ambos tenían lo suyo, pero aún así, los querías con locura. Y deseabas con tu corazón, que te comprendieran. Te acompañaran.

Ya te habías duchado, y te habías vestido con ropa cómoda. Aprovechaste, el tiempo que faltaba para la cena para recostarte un ratito, y descansar. Lamentablemente, el silencio duró poco, tu celular comenzó a sonar con esa música estruendosa, que semanas atrás habías optado.


-    Hola, Hola – Candela, alias alegría constante, del otro lado del celular. Tú mejor amiga.

-    Candelita, ya me parecía raro que no llamaras. – Si no se veían, ella siempre llamaba para dar señales de vida.

-     ¡No me llamés así!, me hacés acordar auna vela. – Y la imaginaste, poniendo alguna de sus caras tan típicas en ella. - ¿Yo no soy como una vela no? - ¡Dios, no te podías reír más! Ella era la cuota de locura, que tu cuerpo reclamaba día a día.

-    No, ¿Sabías qué?, ¡No sos un palito de flaca! – Te encantaba molestarla.

-    Bueno, se acabó el chiste. – Y encima, se ofendía. – Contame, algo de tu vida, porque la verdad ni rastros me diste.

-    Candela no seas exagerada, hablamos ayer. – Reíste, y ella con vos – Igual, mucho no te perdiste. Fui a visitar a mi hermana, y después pasé la tarde con Gastón. Nada más. – Y no te sentías segura de contarle la noticia. Primero, querías hablar con tus papás.

-    Claro, una hermana y un novio, ¡eso me tenía que pasar a mí! – Claramente se quejaba – Me tenés abandonada. No más salidas de amigas, ni tardes de película, ni noches de descontrol, ¡Nada! – Te reías, pero también sabías que a muchas de esas cosas ibas a tener que renunciar por un tiempo.

-    No exageres, ya van a volver.

-    Y me lo decís tan tranquila.

-    ¡Basta Candela! – Explotaste. – ¡No tengo ganas, no estoy de humor, estoy metida en un quilombo importante! – Y otra vez, hablaste de más. Tu amiga había quedado helada.

-    ¿En que andás? – Revivió después de unos segundos.

-    Vas a ser tía, amiga. – Lo susurraste. Candela, prácticamente era como tu hermana.

-    ¿Qué? – Ibas a perder tu oído, en un instante. - ¿Un bebé?, ¿Vos, amiga?

-    Si, yo Cande. – Y esa horrible sensación de miedo otra vez.

-    ¿Y cómo te sentís?

-    Feliz, y mal. No sé. Tengo un miedo que me está matando. Encima, mis papás no saben todavía.

-    Hay amiga, te juro que iría a tu casa, y te abrazaría fuerte. Pero ahora no puedo ir hasta allá. Igual, no te preocupes. Vas a ver que va a estar todo bien. Yo te voy a ayudar en todas, ¿Sabés?

-    Gracias Cande, y sí te voy a necesitar muchísimo. Te quiero amiga.

-    Yo mucho más, ¿Qué tal si caminamos por la playa más tarde, y me contás bien todo?

-    Me parece perfecto, arreglamos por mensaje, tengo que bajar a comer.

Rápidamente, te contestó que sí y te mandó un beso. Vos otro, y dejaste el celular en la mesa de luz. Pestañeaste varias veces para sacar esa lágrimas que tenías acumuladas, pero que no se habían deslizado por tus mejillas. Luego, fuiste a sentarte a la mesa.

Fue una cena tranquila, y con temas de conversación variados. Vos, solo habías acotado pequeñas frases, o tan solo un sí o un no. Estabas en la mesa sentada con tus padres, pero tu mente no. Por eso decidiste hablar, porque la situación no la tolerabas más, y sentías que tenías algo que necesitabas sacarlo de adentro tuyo. Liberarte de tanta presión.
Estabas soltando las primeras palabras, pero hasta tu cuerpo se había vuelto oportuno en este instante. Tenías unas irrefrenables ganas de vomitar, por lo qué tuviste que retirarte de la mesa hacia el baño.
Soltaste aquello que te causaba tanto malestar, y luego, te lavaste los dientes y la cara. Cuándo saliste del baño, tú mamá te esperaba allí afuera. La miraste con tus ojos color miel, y la abrazaste. Necesitabas uno de sus cálidos abrazos.

-    ¿Estás mejor Rochi? – Habías vuelto a la cama. Ella estaba sentada a tu lado, y acariciaba tu pelo.
-    Mamá, yo…tengo que decirte algo. – Te sentaste, y una vez más, volviste a mirarla.

-    Ya lo sé hija, estás embarazada. – Y tus ojos no se salieron de sus orbitas porque es imposible, pero estabas sorprendida. – Dejaste tu bolso en la cama, vine a dejarte tu ropa limpia, y vi la cajita que sobresalía del bolso. – Eso respondía a tu duda existencial.

-    Perdón, perdón. – Y fue lo primero que te salió pronunciar.

-    Ya está, Ya está. – Te abrazaba, vos llorabas en su hombro como cuando eras chiquita. – Hay que seguir adelante amor. Ya pasó, y no se puede hace nada. Quiero que sepas, que voy a estar para todo lo que necesites, ¿Si? – Tomó tu cara, y ella también tenía sus ojos cristalinos. – Voy a ser abuela – Y te sonrió abiertamente, y volvió a abrazarte. Respirabas con un poco de paz, ahora.

-    ¿Papá lo sabe? – Negó. – Vamos, tengo que decirle. – Todavía tenías que dar un paso más.

Tu mamá besó una de tus mejillas, y ambas fueron hasta la cocina. Allí, él terminaba de juntar la mesa.
Emilia, le pidió que se sentara un momento, y ella también lo acompañó. Vos preferiste mantenerte de pie. Y, una vez más comenzabas a hablar. Tu papá te observaba con una sonrisa, pero al escuchar esas dos benditas palabras, observaste como su cara cambió, de un segundo a otro. Tardó solo un instante, en ponerse de pie, y comenzar a gritarte cosas que jamás hubieses imaginado. Tu mamá intentaba intervenir, pero era inútil.

-    ¡Yo no sé que pensaba cuando dejaba que te fueras horas, y horas de esta casa!, ¡Mirá como terminaste! – Caminaba de un lado a otro.

-    Papá, yo… ¡Ya estoy embarazada!, ¿¡Qué querés que haga?!

-    ¡Y así me lo decís!, ¡No terminaste el colegio!, ¡No fuiste a la universidad!, ¡No trabajás!, ¡Y vas a tener un hijo Rocío!, ¿Vos entendés eso?

-    ¡Sí lo entiendo!, ¡Pero ya no puedo cambiar nada! Pase lo que pase, lo voy a tener igual. – Y te sentías orgullosa de decirlo. Tenías miedo, y un montón de dudas, pero aún así ibas a asumir esa responsabilidad.

-    ¡No, Rocío!, Yo no lo puedo permitir. No vas a tener un hijo a los diecisiete años. ¡No te vas a arruinar la vida! – Furia, eso es lo que sentiste al escuchar sus palabras.

-    ¡Me importa muy poco lo que me digas!, ¡Yo lo voy a tener, y punto!

-    No, mientras vivas en esta casa. – Eso fue lo peor que pudiste oír.

-    ¡Bien!, Si ese es el problema, me voy ahora mismo de acá. Yo no tengo nada más que hacer con ustedes. Lo lamento por mamá, ¡pero yo a vos no te veo nunca más en mi vida! – Y fue lo último que dijiste, porque corriste a tu habitación a hacer el bolso.

Te ibas de tu casa, y ni tu mamá, pudo retenerte un segundo más.

4 comentarios:

  1. Que triste Aguss como la va echar o decirle q no tenga el bebe,que le pasa a Nicolas ushhh
    Cande y Emilia son hermosas como la apoyaron más lindas, espero el proximo

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  2. me encantó! amé la relación con cande!
    después emi apoyandola también, una geeenia!
    nicolás no me cae xD
    espero el próximo, un beso!

    p.d.: agus te llamás, no? una opinión nomás, tendrías que saber esta adaptación y la novela Rameria al foro at, ahí la va leer un montón de gente.
    un beso!

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  3. me encanta la nove segui subiendo xfaa me encanta rameria y gastochi

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