Capitulo 5:
24 de Febrero del 2009
Un mes había transcurrido desde aquel abrazo con Eugenia. Hoy, te encontrabas de diez semanas, según tus cálculos a partir de que tú doctora te informó de cuanto estabas.
La dependencia ya no te agradaba tanto, habías buscado trabajo y tenías en mente ahorrar para tu propio departamento. La maternidad te había hecho sentar cabeza, ya no solo te preocupabas por la ropa, y cosas sin relevancia, ahora pensabas en el bienestar de tu futuro hijo por sobre todas las cosas.
Gracias a la ayuda de Candela, habías descubierto aquel bar frente a una de las playas del centro. Allí buscaban moza, por lo que, no dudaste en entrar y probar a ver si te tomaban. Por suerte te creyeron todas las habilidades que enumeraste, algunas ciertas- otras para sumar- y quedaste. Vos estabas feliz, a quién no le agradó mucho la idea, fue a tu hermana, que te repitió millones de veces que podía ayudarte. Que con su trabajo era suficiente. Que vos no necesitabas hacer ese tipo de cosas, y un montón de palabras más. Aún así, no rechazaste el empleo. Al principio te ibas a escondidas. Cande te cubría. Después, entendió que eso te hacía bien. Y es al día de hoy, que no escuchaste ninguna queja más.
Con respecto a Gastón, seguías en la misma posición. Lo veías, pero poco y nada. Solo para contarle como te sentías, como iba evolucionando aquella pequeña cosita que llevabas en tu panza.
Y eso se te hacía difícil, y muchas veces quisiste abalanzarte sobre sus brazos, y jamás dejarlo ir. Porque querías vivir cada segundo de tu vida con él, pero tus infinitos no, siempre reaparecían y te contenías las ganas. Te ibas con millones de palabras guardadas, y un nudo en la garganta que hasta te oprimía el pecho. Sí, seguías llorando por él en las noches, otras solo lo recordabas como lo más lindo que te sucedió.
- Buenas tardes, ¿Qué desea pedir? – Te encontrabas en pleno trabajo. Atendías
una mesa cerca de la ventana.
- ¿Una charla con usted está en la carta? – Y cuándo viste su rostro, no pudiste evitar sonreír.
- Gastón, ¿Qué haces acá?
- Quiero hablar con vos. De otra forma no me dejás acercarme.
- Ahora no puedo, estoy trabajando. – Volteaste, y seguiste con otra mesa.
Vos seguías como si el no estuviera. Pero, en realidad, te sentías más nerviosa que lo usual. Sentías como su mirada recorría el lugar de punta a punta, intentando encontrarte en cada recoveco del mismo.
Ya estaba atardeciendo, pero Gastón seguía allí. Te esperaba, aunque no quisieras.
- ¿Cómo es eso que llorás por mí? – Te seguía, y rápidamente camino a tu lado.
- Yo no lloro por nadie. – Orgullosa como ninguna.
- ¿Y tu hermana miente acaso? – Lo miraste sorprendida – Estuve hablando con ella hoy. Fui a buscarte a tu casa, pero ya estabas en el trabajo.
- Si miente, y mucho. – Caminabas a pasos agigantados. Ya ni siquiera sabías por que habías llevado la relación a este punto.
- Rocío, no te comportes como una nena. Hablemos. Sabés que ambos necesitamos de esta charla.
- No, Gastón, no. – Cruzaste la calle, y el dejó de seguirte.
Cuando te sentiste lo suficiente lejos, comenzaste a disminuir la velocidad, y entraste en una de las playas. Había demasiado viento para estar cerca del mar, por lo que, la gente no abundaba allí. Y vos podías llorar tranquila.
- Sabía que ibas a estar acá. – Y la tranquilidad te duró apenas unos minutos. Él estaba ahí. Se acomodó a tu lado, y miró el horizonte con vos.
No dijiste nada. Lo dejaste, porque en algún punto necesitabas sentirlo cerca.
- No me respondiste la pregunta
- Si te contesté, yo no lloro por nadie.
- ¿Y ahora? – Tus lágrimas se seguían deslizando.
- Lloro para descargarme.
- ¿De qué? – Iba a llegar a lo profundo.
- De nada, y de todo. – Respuestas que vos solo entendías.
- Vos, y tus respuestas complicadas… ¿Sabés?, le hace falta un poco de tu complicación a mi vida. – Cubriste tu cara con tus manos - ¿Por lo menos puedo abrazarte?
Y no fue necesaria una respuesta. Apoyaste tu cabeza en su hombro, y Gastón te envolvió con sus brazos. Vos seguías llorando en ellos. Sentías como le causabas escalofríos. Si había algo que detestaba en el mundo era verte llorar.
Te hacía caricias. Te masajeaba con delicadeza la espalda. Te pedía que dejaras el llanto. Te recordaba lo linda que te veías al sonreír.
- Te extraño. – Lo agarraste desprevenido, y te aferró más a su cuerpo.
- Rocío, dejá de llorar por todo esto. Sabés que nunca me fui ni te dejé. Que desde hace un mes espero que deshagas esa regla inútil que te impusiste. – Levantó tu mirada – Estás sufriendo, y no te hace bien.
- Estamos mejor así. – Ni vos te entendías.
- ¿En serio me lo decís?, Perdóname, pero yo te veo destruida. Y con un gran escudo encima para tapar todo eso que sentís, y sabés que lo que digo es verdad. – No te dio lugar a que refutaras sus palabras - ¿Por qué te gusta sufrir Rocío?
- No me gusta, peor me sale así. El miedo me cierra, y hago cualquier cosa. Ya te dije, no quiero arrastrarte conmigo. – No querías entender, eras una cabeza dura.
- Y yo quiero que entiendas, que así no vamos a ningún lado. Vos estás mal, yo estoy mal. No es necesario esto…Podemos vivir el embarazo en paz, y juntos. Eso es estar mejor.
- Pero… - Te interrumpió.
- Y mis problemas no te incluyen a vos. Vos sos la solución a todos ellos, porque es donde encuentro mi cuota de felicidad diaria. Y en él o ella. – Acarició tu panza - ¿Empezamos otra vez?
Y como una puerta nueva que se abre, secaste tus lágrimas y sonreíste. Sonreíste por saber que eras una privilegiada en tener a tu lado a alguien como él. Y que sí, era un desperdicio de tiempo, sufrir por alguien que en realidad te aguardaba con los brazos abiertos y todo el amor que existe.
Lo besaste, y esa fue tu respuesta. Si, sin pensarlo dos veces.
- Te amo chiquita. Y no me llorés más, prefiero tu sonrisa.
- Gracias por esperar a una loca como yo. – Otra vez mostraste tu gran sonrisa, y él se perdió en tu boca una vez más.
Salieron de la playa, y pasaron por un supermercado. Compraron unas gaseosas, y los ingredientes necesarios para preparar una pizza. No habíamos mencionado que Gastón también cocinaba.
Una vez que tuvieron todo continuaron el camino hasta su casa. Mientras, también le avisabas a Eugenia que no ibas a ir. Que no se preocupara, que estabas con Gastón. Rió, y se halagó a ella misma por haber hablado sobre lo que te sucedía a diario.
- ¿Ves?, Mezclas todo esto así. – Estaban en su departamento. Él insistía con sus clases de cocina.
- ¡Gastón soy un desastre en la cocina! – Reías porque sabías que eras un caso perdido.
- Lo siento amor, pero vas a tener que aprender, ¿O vas a vivir del delivery?
- No estaría nada mal, ¿No? – Levantaste tu ceja con diversión. Él te miró, y claramente era un no rotundo. – Bueno, tampoco para tanto. – Y alargaste la última vocal. – Pará, ¿Esto vale? – Y le llenaste la cara de harina.
- ¡No Rochi!, ¡Vas a ver cuando te agarre! –Estaba terminando de amasar la masa.
- ¿Hay que me vas a hacer a ver? – Te acercabas divertida, mientras te burlabas.
- ¡Vos esperá!, Ya vas a conocer mi lado oscuro.
- ¿Tenés?, ¡No sabía!
Diez minutos más tarde, vos estabas tranquila en la computadora. De repente, unas manos te llenaron la cara de harina, y luego, bajaron hacia tu panza para hacerte cosquillas.
- ¡No, no!, ¡Gas no seas malo! – Gritabas histérica intentado escapar de sus manos.
- ¿Y no te dije yo que era malo? – Frenó las cosquillas, ahora vos estabas colgada de él.
- Malo, mirá lo que son mis pelos. – Lo corroboraste frente al vidrio de un mueble. – Ahora, voy y te uso el baño.
- Como quieras, no me molesta. – Detestabas su tranquilidad en tus momentos de histeria.
- Bueno, chau. No uses el agua, me voy a bañar. – Hacías de cuenta que estabas en tu propia casa.
Le robaste un toallón de su armario, y te metiste al baño a darte una ducha. Unos minutos más tarde, ingresaste a su habitación, y le robaste una remera del cajón. Vos tenías un cuerpo chiquito, por lo que, te quedaba enorme, y de vestido. Te miraste al espejo, y reíste, porque parecías una loca así.
Volviste a la cocina, y lo encontraste concentrado buscando alguna canción agradable para escuchar. Y por lo visto no tenía resultado. Él mismo se declaraba incompatible con la tecnología.
- ¿Estamos complicado? – Te apoyaste en el marco de la puerta.
- No empieces de nuevo. – Te amenazó con diversión – Bien, veo que también te adueñaste de mi ropa. – Te observó de arriba a bajo
- Mirá Ti, no nos quejemos porque vos empezaste. Lo lamento, pero yo no voy a andar toda la noche enharinada.
- ¡Y encima yo empecé!, ¡No tenés cara Rochi! – Arrugó su frente, vos le sacaste la lengua.
Te acercaste, y se hizo a un lado. Con gran rapidez encontraste algo lindo para escuchar, y al compás de esa melodía, buscaste los cubiertos y los platos de madera para armar la mesa.
Gas cuidaba que no se quemara la comida, pero se tomaba el tiempo necesario para perderse en tus curvas, y en ese carisma incomparable que tenías. Si, lo tenías enamorado en lo absoluto.
- ¿Qué mirás? – Levantaste la ceja, y cortaste dos hojas del rollo de cocina.
- A vos
- Basta, Gastón. – Loca y todo, pero te daba vergüenza.
- ¿Qué tiene?, Si sos la más linda.
- Si, claro. - Ironizaste.
Y la cortó ahí. Prefería mirarte antes que discutir eternamente sobre tu belleza.

me encanto alfin estan juntitos los dos k bien espero mas ennn me encanta gracias =)
ResponderEliminarHola, volví estaba muriendo de nostalgia por este blog!
ResponderEliminarHe leído todos los capítulos, ahora esperar más .. todos los capítulos son muy buenos!
besos: *
holaaa¡¡¡¡ plis subi ya me muero por saber k vaa pasaar no puedo mas.
ResponderEliminarxfaaa telo pido me arias muy feliz
wenoooxaoo bsbs graciaspor subir novelas tan divertidas e intrigantes como estas gracias de verdad desde Sevilla (ESPAÑA)
Posta las noves por favor!
ResponderEliminar