Capítulo 16
Gaston estaba furioso. Rocio no había dado señales de vida en toda la semana. Y lo que era peor, Victorio tampoco. Seguramente estarían juntos. Se había olvidado de él por completo y prefería pasar todas las horas del día con su novio. Y allí estaba él, en su cama acostado, mirando al techo esperando que un milagro pasase y ella se dignase a llamarlo o ir a verlo. Colocó los brazos bajo la nuca y siguió mirando al techo. La echaba de menos.
La puerta se abrió de repente y una Rocio abatida y malhumorada entró por ella. Se tendió sobre él, lo abrazó por la cintura y hundió la cara en su pecho. Gaston no se movió. Levantó las manos en el aire, mostrándose completamente accesible y perplejo mientras la miraba con incredulidad ¿Estaría soñando? ¿Tan mal estaba ya que empezaba a alucinar?
- La nueva chica es ¡mbécil.
No era un sueño, esa era su Rochi. Ignoró el comentario despectivo sobre la nueva sirvienta de su casa y la abrazó con todas sus fuerzas, esbozando la mayor de las sonrisas.
- ¿Qué te ha dicho? -preguntó comprensivo y sonriente.
- Me ha hecho todo un interrogatorio para dejarme entrar -contestó irritada Rocio.
- Es su tercer día, se está acomodando -la justificó Gaston con tono tierno.
- ¿Por qué no me has llamado estos días? ¿Te ocurre algo conmigo? Pensé que a lo mejor le habías ordenado a la... chica esa que no me dejará entrar por eso se había puesto tan impertinente conmigo -explicó ella frunciendo el ceño.
- ¿Qué? ¿Cómo crees? Te he llamado como mil veces al celular y nada, que no me lo cogías -la regañó él con fingida irritación.
- Pero si le dije a la chica que me cogió el teléfono en tu casa que te dijera. Perdí mi celu y te he estado llamando a tu casa toda la semana para contarte ¿No te han avisado? -preguntó extrañada.
No, no lo habían avisado. Ahora si pensaba que esa maldita sirvienta era ¡mbécil. Nada más llegar todos los días lo primer que hacía era preguntar si había algún recado para él, y la respuesta todos los días era la misma "No, ninguno". Se trago la rabia he intento disimularla. Aún no sabía por qué había estado desaparecida y no quería que supiese lo desesperado que estaba por verla.
- Seguramente se le olvidó comentarme o lo apuntó en un lugar en el que yo no lo vi -la justificó de nuevo Gaston.
- Esa chica es tonta -espetó Rocio con gesto de asco. Él estaba totalmente de acuerdo.
- ¿Por qué has estado tan desaparecida? -preguntó Gaston haciéndole nudos en el pelo y deshaciéndolos a continuación.
- ¡Uy, no te he dicho! -exclamó ella incorporándose para mirarlo a la cara con una gran sonrisa- ¡Esta semana ha pasado de todo! El lunes me llamó Cande y le dije que fuese a la universidad para tomarnos algo juntas cuando Victorio se fuese a la oficina y tú a tu entrenamiento, y así le contaba lo que me había pasado -explicó Rocio ansiosa.
- ¿Qué te ha pasado? -interrumpió él curioso.
- Espera, por partes. El caso es que después de hablar con ella no sé donde coloqué el celu que ya no lo encontré más. Lo estuvimos buscando y nada. Y después te estuve buscando a ti y tampoco -refunfuñó Rochi con evidente frustración.
- Me encontré con Candela y te estuvimos buscando -informó Gaston relajado.
- Ya hablé con ella y le conté ¿Pasó algo entre vosotros? La encontré muy rara. Siempre que se escabulle de contestar algo es porque no quiero hablar de algo negativo -afirmó ella preocupada.
Rocio conocía muy bien a Cadela. Ella siempre estaba para escucharla, a veces le contaba intimidades cuando quería consejos, pero lo normal era cerrarse en banda ante todos. Con mucho esfuerzo Rocio estaba logrando descifrar la vida de su amiga. Supo nada más empezar a hablar con ella que ocultaba algo. Dijo con mucho nerviosismo que había estado con Gaston buscándola, por tanto, tenía que ser con él con quién le había pasado algo, dedujo Rochi.
- Nada importante. Mejor cuéntame esas "muchas cosas" que te han pasado esta semana -solicitó Gaston mientras la acomodaba de nuevo sobre su pecho.
- Pues... -comenzó a relatar Rocio mientras se acurrucaba contra él y pasaba una pierna sobre las suyas.
Gaston fue incapaz de escuchar una sola palabra. Estaba concentrado en la cercanía de sus cuerpos, la intimidad de su abrazo, su olor, la manera en la que ella le acariciaba el duro pecho con la mano, la suavidad de su tono al hablar,... Estaba embriagado por todo. Tenía que admitirlo, necesitaba a esa mujer ¡A toda ella! No solo a la amiga que lo escuchaba y pasaba buenos ratos. La curiosidad por saber que tipo de mujer era empezaba a cobrar terreno en su interior devastándolo todo. Él no quería estropear su amistad pero... ¡Maldita sea! Se moría de ganas de recorrer con caricias su cuerpo desnudo. Era un mal amigo, pensó Gaston. Pero no podía evitar preguntarse cómo sería bajo esa ropa ancha.
- ¿Qué te parece? -preguntó feliz Rocio, sacándolo de su éxtasis.
- Que mal ¿no? -dijo Gaston sin pensar. Lo normal es que Rocio se quejará de su familia, estudios o trabajo, y esa era su contestación para cada queja. Así que lo dijo automáticamente sin pensar.
- ¿Mal? ¿Me has estado escuchando? -musitó Rocio mientras se levantaba para fulminarlo con la mirada.
Eso no le gustó, pensó Gaston. La agarró y la apretó de nuevo muy fuerte contra él. Mucho mejor, se afirmó disfrutando de la cercanía.
- Era irónico -mintió Gaston sin deshacer la sonrisa en su cara de satisfacción.
- ¡Estás muy raro! -afirmó Rocio haciendo círculos con el dedo sobre el pecho de él.
- ¿Estás cansada?- se preocupó él al verla bostezar.
- ¿Ves como no me escuchabas? -replicó ella bostezando de nuevo- He estado de mudanzas y con el nuevo trabajo en la empresa no tengo mucho tiempo para dormir. Pero tengo que aprovechar esta oportunidad.
Rocio había empezado a trabajar en la empresa de publicidad más importante de la ciudad. El dueño era conocido suyo de hacía ya tiempo, al enterarse de que era su último año de carrera, le dijo que la llamaría para que comenzase a coger algo de experiencia. Lógicamente era una mera ayudante. Pero trabajar en publicidad era su sueño y estaba feliz de estar tan cerca de conseguirlo. El lunes la habían llamado para solicitar su colaboración unas horas todas las tardes de lunes a viernes y cuando llegó a su casa la informaron de que la casa,siempre soñada su madre, al fin era suya. El préstamo que siempre le habían negado a su padre, había sido concedido. Rocio supo que se debía a que ella había pagado todas sus deudas, pero era lo menos que podía hacer. Ganaba mucho dinero y sus padres lo necesitaban.
- Entonces -dijo Gaston alzándola hasta pegar su mejilla contra la frente de ella- si estás cansada, duerme un poco -sugirió él y ella asintió.
Medio adormilada Rocio comenzó a explicarle un poco del trabajo que hacía. Le contó que no había visto a nadie, no solo porque no tenía tiempo sino porque además Victorio había comenzado a volcarse más con su empresa y el poco rato libre que tenía coincidía con el de ella y lo aprovechaban cenando juntos. A Gaston no le hizo gracia escucharlo pero lo entendió. Había intentado ponerse en contacto con él pero no había podido así que el poco tiempo libre que tenía lo aprovechaba para disfrutar un poco y si él no estaba... Maldijo de nuevo a la insensata sirvienta.
Gaston notó las variaciones en la respiración de ella. Se había quedado dormida. Rodó con ella en brazos para acostarla a un lado de la cama pero cuando quedó sobre ella fue incapaz de separarse. Cada parte de su cuerpo estaba en contacto con el de ella. Cara a cara no pudo evitar mirarla y perderse en cada rasgo. Observó como la luz iluminaba sus pómulos, las largas pestañas que escondían un mar infinito y sus labios carnosos, que de repente se convirtieron en apetitosos. Sus pensamientos empezaban a enloquecerle. Se dejó caer por frustración. Escondió la cara en su pelo para no verla. Pero fue mucho peor. El contacto era extremo. Llegó a notar... ¡sus pechos! Se levantó muy rápido y se la quedó mirándola de nuevo. Ella se removió al sentirse libre del peso y se acurrucó sobre sí misma. Gaston observó como la camiseta se le había remangado al moverse y dejaba al descubierto una mínima parte de su espalda. Sin pensarlo la agarró de nuevo y la abrazo dejándola hecha un ovillo sobre su pecho. Una de las piernas de ella estaba apoyada sobre él bajo vientre de él. Dirigió su mano para evitar que el muslo de ella se encontrase con la prueba de su excitación pero su mano no le obedeció. Antes de que se pudiese dar cuenta estaba acariciándole el muslo. Parpadeó nervioso por lo que estaba haciendo. Entonces las dudas comenzaban a amontonarse con la curiosidad y el deseo. Paseó su mano por el muslo, la cadera hasta su cintura.
Rocio se movió debido al contacto y Gaston se paralizó. Pero ella se estirazó a lo largo del cuerpo de él, quedando tendida completamente sobre él, abrazándole por el cuello y apoyando la cabeza sobre su cuello. Gaston respiró aliviado porque no se despertó pero se tensó aún más al notarla tan expuesta a él. Colocó una mano a cada lado de su estrecha cintura y fue subiendo suavemente por debajo de su camiseta. Su piel era tan sedosa que le daba escalofríos. Un estremecimiento le avisó de que debía dejar lo que estaba haciendo o acabaría intentado hacerla suya allí mismo. Estaba horrorizado por sus pensamientos y el corazón estaba a punto de escapársele por la boca. No podía creer que pudiese estar sintiéndose así con ella. Cerró los ojos y al abrirlos volvió a ver el techo. Pero el cuerpo que le hacía tensarse más de lo que nunca había estado seguía allí, encima de él. No pudo más y la apretó más contra su miembro, giró para quedar sobre ella y comenzó a besarle el cuello apasionada y enfurecidamente.
Rochi emitió un quejido y Gaston se separó horrorizado. La miró y vio como intentaba abrir los ojos dañados por la luz.
- ¡Me aplastas! -exclamó Rocio frunciendo el ceño.
Gaston se separó de ella como si de repente quemase y se cayó de la cama. La miró boquiabierto y con los ojos como platos, para después salir corriendo para el baño y encerrarse allí.
- ¡Pobre!, pensó Rocio soltándose en carcajadas. Tendría que haber fingido que se despertaba mucho antes.
Fin Capi...
*Mafe*

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