Realmente no tienes que llevarme a casa —digo
cuando estamos fuera.
—¿Mi auto tiene algo de malo? —dice, mirándome, y yo empiezo a
decir ―no --y entonces lo veo sonriendo.
—Es horrible —le digo mientras entro en él—. Para empezar, no es
de color naranja como el que me han prometido desde hace tanto tiempo y estoy
segura de que en realidad nunca voy a tenerlo, y por otro lado, ¿Dónde están
las abolladuras? ¿Cómo no puedes manejar un auto que tenga abolladuras que
signifiquen que tu madre ha estado distraída pensando en tortillas y pizzas con
salsa de judías?
—¿Pizza con salsa de judías?
—Sip —digo—. Después de que mi madre rayara el costado en la
tienda de comestibles cuando se estacionaba, ella anotó su receta para la Pizza
de tortilla mexicana.
—Ella ha hecho cosas geniales. Incluso recuerdo esas galletas de
tortuga que hizo para tu cumpleaños número ocho.
—Esas cosas son difíciles de olvidar cuando la madre de alguien
crea un rio de salsa de chocolate y haciendo que todos esperen a comer mientras
ella crea las tortugas en su ―hogar —digo—. La peor. Fiesta. De cumpleaños. De
siempre.
—De ninguna manera —dijo—.
Eso fue lindo.
—Hacer que las personas esperen para comer galletas y luego decir
que no hay pastel no es lindo. Creo que la gente tomó sus regalos y se fue.
—Bueno, yo puedo
superar eso. Tuve que llevar ese aparato ortopédico en mi décimo cumpleaños.
—¡No lo hiciste! Él asiente. —Si los llevé.
Oh, oye, mi block de dibujo está dirigido en tu camino. Giramos en una esquina
y éste se resbala del salpicadero a mi regazo. —¿Tú manejas y dibujas? — digo,
ondeando un dedo hacia él, se siente tan bien hacer esto, hablar y estar
coqueteando. Lo sé, pero es solo un poco. Él sonríe, sus dientes brillan
mientras conduce por las calles oscuras, dirigiéndose a mi casa. —Estoy
tratando de conseguir algunas abolladuras e improvisar la imagen del auto. Rio
y tomo el block de dibujo. —¿Aún estás haciendo esos dibujos a lápiz como los
del año pasado?
—¿Recuerdas eso?
—él dice, sonando sorprendido, y mirándome. Lo hago, y me pregunto si no
debería aún saber que él tenía un montón de sus dibujos presentados y exhibidos
en la escuela de papá el año pasado. Yo los miré y le dije que me gustaban
cuando terminamos parados en la línea del almuerzo al mismo tiempo, pero eso
fue el año pasado, y como una persona no—interesada—en—él, ¿puedo admitir
recordar eso? Lo dudo. Pongo el block de dibujo de vuelta en el salpicadero
y digo:
—Tienes algunos
dibujos en la escuela, ¿recuerdas? Papá siempre nos arrastra a mamá y a mí a
mirar cosas. —Si —dice—. Eran míos. Probablemente no lo recuerdas, pero me
dijiste el año pasado que te gustaban, y yo pensé, bueno, que eso era realmente
lindo de tu parte. ¡Él lo recuerda! Uno mis dedos juntos tratando de
evitar temblar. Eso no luciría muy bien. —¿Así que, aún haces cosas como esas?
—Si —él dijo—. Solo hice estas
series de manos. Encontré todas estas fotos de mis abuelos; mi abuela tocaba el
piano y mi abuelo el violín, y sus manos cuando están tocando, son
sorprendentes. Solo… es como si ellos hablaran con ellas, como si yo pudiera
escuchar la música y querer tratar de mostrar eso —aclara su garganta—. Lo
siento, sé que es aburrido.
Sacudo mi cabeza
—No lo es. Desearía poder dibujar, pero una línea recta es todo lo que sale de
mí. —¿Qué hay sobre esos cubos que haces en clase? —dice, y lo examino,
sorprendida, y feliz, de que él notara lo que hago en clase. Especialmente
desde que nosotros no hemos estado juntos por un tiempo. —Bien, puedo dibujar
cubos —digo—. Quizás debería dejar la escuela. Podría viajar alrededor del
mundo dibujando cubos sobre cosas como puentes o bancas. Mis padres podrían usar
el dinero de mi universidad para ahorro. Ellos amarían eso. Él ríe otra vez y
dice: —Tal vez puedas conseguir un inicio en casa. Dibujar cubos en la entrada
de tu casa o algo así. —Espera, ¿ya estamos aquí? —digo, y entonces rápidamente
agrego—, quiero decir, gracias por traerme a casa. —Fue divertido —dice gaston,
que es una cosa linda para decir, una cosa linda de él, pero cuando lo miro,
una mirada más antes de que él vuelva a la fiesta, con mi mejor amiga, él está
mirándome como… Bueno, como si él quisiera mirarme. Como si a él le gustara lo
que ve, y él está sonriendo y sus ojos son tan azules, incluso en el débil
resplandor de la luz de la entrada ellos brillan, y asiento muda, ciegamente,
entonces alcanzo a tientas la manija de la puerta, intentando apartar la mirada
y todavía sin ser capaz de hacerlo. —rocio —él dice, suavemente, casi con
vacilación, mi corazón golpeando, latiendo fuerte, y esto pasa cuando tú
quieres a alguien que no puedes tener. Querer a alguien que incluso no deberías
mirar. Esto es incorrecto, muy incorrecto, estar aquí, pero el anhelo carcome
mi interior hasta que es todo lo que soy, hasta que soy una cáscara temblorosa
balanceándome hacia él. Escucho el suave y lento silbido de mi cinturón de
seguridad mientras se extiende, el débil eco martillando en mi cabeza,
palpitando en mis dedos y mis pies, rugiendo en mis oídos, y él está tan cerca,
y luego más cerca aún, parpadeos de destellos de sus ojos azules mirándome
antes de que sus pestañas bajen más y mis ojos se agiten cerrados, encerrando
el mundo. Y entonces nos besamos. Es un universo extenso, una eternidad de su
boca moviéndose suavemente contra la mía, lenta exploración que hace que mi
interior se encienda, y quiero perderme en esto, en él, y nunca regresar.
Su cinturón de
seguridad cruje mientras él se inclina más cerca, una mano tocando mi cabeza, y
me escucho respirando, lo escucho respirando. Nosotros dos, solo nosotros dos,
excepto que eso no debe ser. Él es de eugenia, mi mejor amiga. —gaston —mi voz
sale como una bola raspando el aluminio, y él descansa su frente contra la mía.
Sus dedos aún están tocando mi cabello. Puedo sentirlos temblando. —rocio —él
dice otra vez, y allí hay tanta dulzura en su voz, en él, y lo he probado y
quiero hacerlo otra vez y otra vez y otra vez hasta que no piense en nada más
ni en nadie más. —Lo siento —digo, y él empieza a agitar su cabeza, su cabello
tan suave contra mi piel, su frente aún tocando la mía, y mi corazón gritando
que no lo siento del todo y que quizás él tampoco. Pero entonces él dice: —No
tenía intención… —su voz es tranquila, y no, por supuesto él no tenía intención
de hacerlo. Él no tenía intención de que esto sucediera. Él no tenía intención
de que nos besáramos. Él tiene a eugenia. —Está bien —digo incorporándome y sonrío
con la sonrisa que uso cuando uno de los novios de eugenia vienen a mí molesto,
la sonrisa que dice que escucharé y entenderé porque eso es lo que hago—. Sé
que las cosas están un poco extrañas entre tú y eugenia ahora, y la cosa es, eugenia
piensa que estás enojado con ella —digo, recordándome que tengo una mejor
amiga, que este es su novio, y que... bueno, ¿y qué más hay?—. Sé que no estás
enojado, pero ella solamente está…—trago—. A ella realmente le gustas mucho, y
está tan preocupada. gaston aparta la mirada de mí entonces, mirando fijamente
al parabrisas sobre el oscuro jardín delantero. —Yo no estoy… yo no estoy
enojado con ella. Solo… rocio, realmente no tenía intención… —Lo sé —digo tan
rápido como puedo, porque no quiero que él diga algo más. No quiero escuchar lo
que viene después de ―realmente no tenía intención, especialmente cuando lo ha
dicho dos veces. Y quizás mi voz saliera un poco demasiado alta, quizás un poco
precipitada, pero no puedo sentarme aquí en la tranquila oscuridad del auto de gaston
con esto. No quiero escuchar que eso fue un error, incluso aunque…
No lo fue. No para mí, y saliendo
del auto entonces, digo: —Gracias otra vez —sin mirar atrás, sin golpear la
puerta pero cerrándola y alejándome.
No me giraré y miraré. No lo veré irse. No lo hice, pero estoy temblando cuando consigo entrar. Temblando por lo que sucedió. De querer lo que no debería. De cuán feliz estuve de hablar con él. De cuán fácil fue estar con él. De este beso. De esta noche, en la fiesta, él mencionó la semana pasada, y un momento que he querido olvidar. Pero no he sido capaz de hacerlo.

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