miércoles, 1 de agosto de 2012

Antes y despues de odiarte capitulo 18


Gaston aceleró la marcha de modo inconsciente. Lali alargó el brazo para alcanzar el borde de su cazadora y tiró hacia sí. Él se detuvo riendo por su torpeza de cometer una y otra vez el mismo error y aguardó a que ella avanzara los pasos que le había sacado de ventaja. La estrechó por la cintura y la pegó a su costado.
Continuaron en dirección al piso de Lali, en la plaza. Esa tarde Gaston había tenido un interés especial en que se vieran. Había algo que necesitaba contarle, algo que no podía arriesgarse a revelar por teléfono.
Alumbrado por la luz amarillenta de una farola, Gaston echó un rápido vistazo a su reloj de muñeca, inquieto porque el tiempo avanzaba y aún no había comentado nada.
—¿Ya es la hora? preguntó Lali.
Diez minutos. Ni uno más, si quiero firmar a tiempo de evitarme dificultades.
Lali ajustó la alarma de su propio reloj, para asegurarse de que eso no ocurriera, y volvió a pegarse a él para que la abrazara de nuevo.
Tengo otro problema dijo Gaston de pronto.
—¿Qué tipo de problema? preguntó con sus grandes ojos negros abiertos de par en par.
Algo que descubrí el sábado, cuando pensaba que todo se ponía en marcha. No te lo había contado aún porque he estado tratando de dar con la solución.
Por lo que veo no lo has conseguido. ¿Qué es lo que pasa? insistió adelantándose para detenerse frente a él y hacer que se detuviera.
Que no es tan sencillo como yo había supuesto indicó mientras ella le rozaba con mimo los arañazos de su mejilla. El domicilio es sagrado. El juez no emite una orden de registro sin un motivo muy poderoso, y un chivatazo no basta por muy fiable que este sea. Según están las cosas, pienso en otro lugar o lo olvido todo.
Lali reaccionó como si hubiera recibido la mejor noticia que podía desear.
Tal vez eso sea lo mejor opinó animosa. Sabes que nunca me ha gustado esto de la venganza.
Gaston resopló. Le pasó el brazo por los hombros, la acercó a su costado y comenzó a caminar de nuevo junto a ella.
No voy a desistir, Lali, y lo sabes. No hagas lo mismo que Peter.
Aceleró el paso al entrar en la plaza.
Tú mismo has dicho...
He dicho que tengo que pensar otra forma de hacerlo. La condujo hacia la zona ajardinada, apartada de la acera y los peatones, y se detuvo ante un banco vacío. Al parecer, si metiera la droga en un coche o un negocio no habría problemas dijo en voz baja. Ahí sí que actuaría la poli en cuanto recibieran el aviso.
Ella tiene coche musitó apagada, como si se resistiera a darle ideas.
Lo tenía entonces aclaró él. Ahora no lo sé. No se lo he visto. Tendría que vigilarla de nuevo para comprobarlo.
Lali se encogió de hombros y suspiró. Pensar en que él volviera a pasar horas acechando a Rocio la angustiaba.
Olvídalo insistió sin demasiadas esperanzas.
Está su tienda de decoración continuó Gaston sin prestarle oídos. Pero Peter dice que ni se me ocurra pensarlo. Que no es tan sencillo entrar en un comercio como hacerlo en un piso.
Sacó el tabaco del bolsillo de su cazadora. Lali le observó, pensativa, encender un cigarro y dar una larga y profunda calada.
Entonces, ¿qué vas a hacer? preguntó al tiempo que le veía expulsar el humo.
No lo sé. Seguramente planear otra cosa. Tiene que haber algo.
Si consiguieras un contrato de trabajo y un domicilio fijo en otra ciudad, ¿dejarían que te desplazaras a vivir donde fuera?
Imagino que sí respondió confuso. Tendría que informar y esperar una decisión, pero no creo que pusieran impedimentos.
—¡Vayámonos! dijo de pronto. Vayámonos lejos.
Lali... musitó como una súplica. No puedo construir mi futuro huyendo de mi pasado. Puedo ser muchas cosas, pero nunca un cobarde.
Eso no es huir. Es cambiar de vida.
Pero es que mi vida siempre ha estado aquí y la he perdido. La he perdido. ¿Entiendes lo que eso significa? Se volvió hacia las luces del centro de la plaza, arrojó con rabia el pitillo al suelo y lo aplastó con el pie. Nunca recuperaré mi vida si me marcho.
Perdona. Introdujo las manos en los bolsillos de su abrigo. No caí en que... Lo siento.
Gaston se volvió hacia ella al percibir la pena en el tono de su voz.
No te disculpes. Le rozó la barbilla con los dedos. Solo estabas pensando en lo que consideras mejor para mí, y te lo agradezco. Te agradezco toda la ayuda que me prestas.
No es ayuda lo que te doy. Es amor susurró.
Amor a cambio de nada.
Amor a cambio de tenerte conmigo. Con eso me basta.
No debería ser así...
Ella siseó para acallarlo a la vez que le colocaba un dedo sobre los labios.
Ya hemos hablado suficiente sobre esto. No volveremos a hacerlo. Te amo y me quieres. Eso es lo único que importa.
Gaston la abrazó por la cintura mientras ella se colgaba de su cuello besándole en la boca. La alarma sonó en el reloj de Lali. Se iniciaba la cuenta atrás para que Gaston acudiera a pasar otra noche de reclusión.


El camarero puso sobre la mesa dos cafés y una copa de coñac, y volvió a dejarlos solos. Pablo sacó su tarjeta de crédito y la colocó sobre la bandejita plateada que contenía la cuenta. Rocio no protestó. Con los años había comprendido que él pagaría siempre, aunque la invitación hubiera partido de ella. Tenía una idea muy particular de lo que debería ser un caballero cuando acompaña a una mujer.
—¿Cómo va el asunto de Carmona? preguntó ella mientras rasgaba el sobrecito de azúcar y lo vertía en su café.Siempre caen los últimos de la cadena, los más pringados dijo con aire ausente y girando aún la cucharilla en el interior de la taza.
Pablo bebió de su copa mientras la estudiaba en silencio.
Vas a desgastar la porcelana del fondo musitó. Ella levantó la cabeza volviendo al presente—. No me has invitado a cenar para hablar de Carmona, ¿verdad? Te conozco lo bastante como para saber que quieres pedirme algo.
Hemos cenado juntos muchas veces se disculpó—, y lo hemos hecho por el simple placer de vernos y conversar.
Muchas repitió satisfecho. Y si por mí fuera lo haríamos las trescientas sesenta y cinco noches de cada año, sin olvidar la del bisiesto bromeó tratando de contrarrestar el nerviosismo que traslucía Rocio. Pero hoy es diferente, lo sé. Así que, comienza. Le cubrió una mano con las suyas para infundirle ánimo. Dime qué quieres, porque sabes que no puedo negarte nada.
Está bien. Soltó por fin la cucharilla, a un lado del plato. Es cierto que necesito tu ayuda. Clavó en él su mirada sincera. Quiero la dirección de Gaston.
Por un instante la sorpresa dejó paralizado al comisario. Su sonrisa se transformó en unos labios finos y apretados, en un semblante tenso.
—¿Para qué la quieres? preguntó arrugando el ceño y afilando la mirada.
Tengo... Mery y yo tenemos un trabajo perfecto para...
Ya tiene un trabajo interrumpió con sequedad. Y no me digas que el que pretendes ofrecerle tú es más adecuado. Eso no debería preocuparte.
Rocio traqueteó sobre la mesa con las yemas de los dedos. No le sorprendía la reacción de Pablo. Había pedido su ayuda porque la necesitaba casi con desesperación, no porque hubiera dado por hecho que la conseguiría.
No quiero discutir contigo. No tendría ningún sentido. Solo necesito que me digas dónde está viviendo.
—¿Cómo puedes pedirme eso cuando sabes que lo considero un peligro para ti? Si, por la razón que sea, ese cabrón ha dejado de molestarte, no voy a ser yo el que vuelva a acercarte a él. Es un mal tipo y los dos lo sabemos.
Soy una mujer adulta, Pablo dijo con gesto de fastidio. Sé cuidarme sola.
Pues no lo parece respondió él con la misma aspereza. Hay una frase que mi abuela solía repetir a mi hermana cuando la veía insistir con algún chico. «El ratón corriendo detrás del gato», decía mientras se santiguaba. Algunas veces esa frase es muy cierta, como en este caso. Me cuesta creer que tú, una mujer inteligente, quieras convertirte en ese insensato ratón.
Siempre dices que no puedes negarme nada le recordó, ignorando el resto de sus comentarios.
Y es cierto. Pero esta vez me has pedido lo único que no puedo concederte suspiró tratando de recuperar la serenidad. Entiéndeme, por favor. No puedo hacer otra cosa.
Di más bien que no quieres le desafió mirándole a los ojos.
Durante un momento Pablo se mantuvo inmóvil y pensativo, como si estudiara hasta dónde llegaría en esta ocasión la terquedad de Rocio.
No quiero susurró despacio. No quiero que te haga daño.
Sabes que encontraré el modo de dar con él, con o sin tu ayuda.
La decepción se unió a la impotencia que ya dominaba en los sagaces ojos marrones del comisario.
Está bien. Ya que insistes te diré dónde puedes encontrarle. Tomó un trago de coñac y después observó con detenimiento el líquido cobrizo Dejó la copa sobre la mesa y volvió a mirarla. En la puerta de la prisión, de lunes a jueves, cinco minutos antes de las nueve de la noche. Nunca se atrasa, porque, aunque no lo parezca, es un preso y sigue cumpliendo condena. Pero eso ya lo sabías comentó con sorna. ¡¿Quieres evitarle la humillación de esperarlo a la salida o la entrada de su centro de internamiento?! Esa estupidez no cambiará la clase de hombre que es.
Gracias por la detallada información ironizó cogiendo su bolso de la silla de al lado.
El comisario la atrapó por la muñeca para retenerla.
Lo siento. Lo siento mucho. La soltó confundido por su propia brusquedad, y se frotó con rabia la frente. ¡Maldita sea! ¡¿Por qué tiene que ser siempre ese tipo el causante de que me comporte como un cabrón contigo?! Lo único que quiero es verte feliz. Por favor rogó al ver que ella no abandonaba la idea de irse. Al menos espera a que me cobren la cuenta para que pueda llevarte.
Rocio resopló mirando hacia otro lado. Volvió a sentarse rígida, sin soltar la correa del bolso, que apoyó sobre sus muslos. Cuidó que su espalda no rozara el respaldo. Confiaba que cuanto más incómoda se mostrara ella, peor se sintiera él.
Estoy cansada y quiero volver a casa manifestó con frialdad.
Como quieras. Tú mandas.
Y realmente mandaba, pensó mientras hacía un gesto al camarero para que se aproximara. Él se moría por complacerla siempre, sin importarle lo que tuviera que hacer para conseguirlo. Pero no esta vez. No para acercarla a ese cabrón del que sabía que no recibiría nada bueno.


Peter nunca imaginó que pasaría una tarde de sábado a solas con Lali. Ni siquiera lo pensó cuando abrió la puerta y se encontró con ella, que llegaba buscando a Gaston.
Creí que estaba contigo le había dicho él.
No sé dónde está, pero lleva todo el día con el teléfono apagado había respondido ella con sus preciosos ojos negros pugnando por contener las lágrimas.
Se le había partido el corazón al verla triste. En aquel momento deseó tener cerca a su amigo para agarrarle del cuello y advertirle que no volviera a hacerla sufrir. Pero lo que hizo fue rogar a Lali que no se fuera. Pedirle que pasara a tomar algo mientras esperaban a que Gaston llegara.
Él se sirvió una copa. Ella pidió que le preparara una infusión.
A veces necesita estar solo comentó, un poco después, con intención de animarla. Tantos años encerrado, siendo un simple número, sin ningún control sobre sí mismo. Todo eso destroza el cerebro del hombre más fuerte. Ahora precisa tiempo para poner orden en su cabeza, seleccionar lo que quiere recordar y decidir qué debe sepultar. Quemar puentes nunca es fácil.
Créeme que lo entiendo, pero a veces me duele que no busque mi compañía en esos momentos de flaqueza.
Él te quiere murmuró sin dejar de mirarla.
Un lánguido brillo en los negros y exóticos ojos de Lali enterneció a Peter.
—¿Te habla de mí? preguntó ella con una tímida sonrisa.
Muchas veces. Advirtió la ansiedad con la que esperaba oír algo agradable. Dice que tú eres su paz, su norte.
Es bonito que sienta eso.
Sí, es bonito que alguien te necesite de esa forma.
La sonrisa de Lali se apagó. Se acercó el vaso a los labios, olió el contenido con los ojos cerrados y volvió a mirarle.
Tú sabes que no está enamorado de mí, ¿verdad?
No hay secretos entre nosotros dijo correspondiendo a su franqueza.
—¿Qué opinas de nuestra relación?
No opino. Nadie puede valorar las relaciones de los demás. Cada uno vivimos como queremos, como podemos, como nos dejan. Todos perseguimos la felicidad y cada cual lo hace a su manera.
Ella se quedó en silencio. Bebió de su infusión con la mirada perdida en la pared blanca que tenía enfrente.
Peter pensó que ese era el momento de cambiar de conversación, de hablarle de cosas que no le hicieran daño.
—¡Cinco idiomas! exclamó con admiración. Tu trabajo debe de ser apasionante.
Sí que lo es. Peter fingió no ver las dos lágrimas que ella se enjugó con los dedos. Sobre todo porque es diferente cada día y eso me permite conocer a personas muy interesantes.
—¿En qué cambia? preguntó con verdadera curiosidad.
La empresa ofrece toda clase de servicios de traducción suspiró bajito y volvió a frotarse los párpados. Mi trabajo consiste en ir a encuentros y reuniones y traducir al mismo tiempo que los clientes conversan.
—¿Es por eso que viajas a menudo?
Es otro de los aspectos que me atrae. Esbozó un amago de sonrisa. Ya sabes que viajar me encanta.
En unos momentos Peter pasó de hablar para hacerle olvidar el mal rato a escucharla fascinado. Volvió a envidiar a Gaston, que podía disfrutar de la compañía de esa mujer siempre que quisiera. Cuanto más la conocía, menos entendía que no le apeteciera hacerlo a todas horas. Estaba seguro de que, si él estuviera en su lugar, jamás se cansaría de mirarla.                                                                     adap A Iribika

1 comentario:

  1. Me lei la historia completa, y me encanta, me atrapo como ninguna. Me parece muy feo lo le hizo Rochi a Gaston y es comprensible que él sienta odio por ella, pero tambien la ama, y si le dejara hablar a Rochi capaz entenderia un poco, quiero un encuentro lindo entre ellos, Pablo y Lali me caen mal, que dejen de meterse en lo que no les importa. ESPERO EL PROXIMO!!!!!!!!!

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