El hijo del Magnate Capítulo 21

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 Cap 21
Eso fue todo. Ni lo pidió ni lo preguntó; se lo ordenó y, acto seguido, cortó la comunicación.
Naturalmente, Rocío le dijo a su hermana lo que opinaba de él.
— ¡Por supuesto que es un mandón! —Se burló Eugenia—. No ha ganado todo el dinero que tiene siendo un blandengue. Es rico y poderoso. Sabe lo que quiere y cuándo lo quiere.
—Sea como sea, no tengo mucho tiempo. Será mejor que me vista.
Eugenia suspiró, irritada.
—Sí, será mejor. Pero tienes tan poco estilo que tendré que acompañarte y echarte una mano.
Mientras Eugenia le elegía el vestuario, Rocío  notó que su hermana estaba extrañamente tensa.
— ¿Te ocurre algo? —preguntó.
—Me siento como si me estuvieras robando mi vida —contestó Eugenia—. Un multimillonario te va a llevar de compras... Esto es increíble. Yo soy quien debería ir con él. No tú.
—Vamos, Eugenia, te vas a casar muy pronto con Nicolás. Él te ama, tú lo amas y vais a tener un hijo maravilloso —le recordó—. Lo de Gastón y yo es una farsa; durará muy poco tiempo.
—Lo sé, pero cuando veo una fotografía de Gastón Dalmau, me siento celosa. Y no estoy acostumbrada a sentir celos de ti... ¿Cuántos hombres te han mirado a lo largo de tu vida cuando yo estaba cerca? Ninguno. Yo siempre he sido la gemela guapa, la más popular.
El timbre sonó. Rocío estaba tensa, dolida y desconcertada por la declaración de su hermana: estuvo a punto de responder mal y decirle que podía ocupar su lugar cuando quisiera, pero no podía. Además, era cierto que Eugenia siempre había sido la más atractiva de las dos; la más delgada, la más avispada, la elegante, la que atraía a los hombres como la miel a las moscas. Y era tan cierto ahora, en el presente, como lo había sido en el pasado, durante su adolescencia.
Abrió la puerta y  Victorio la acompañó al coche. Rocío seguía pensando en las palabras de Eugenia y en su propia vida sentimental. Sólo se había enamorado una vez, de Peter, el novio de su hermana; pero naturalmente, él no le hizo caso nunca; y por su parte, Rocío se sentía avergonzada y desleal por haberse encaprichado del novio de Eugenia. Más tarde, cuando Eugenia
empezó a traicionar a Peter con otros hombres, Rocío se lo calló. Podría habérselo dicho y haber aprovechado la circunstancia para conseguir lo que quería, pero el sentimiento de culpa por haberse enamorado precisamente deCuando entró en la limusina, Gastón estaba sentado en el asiento de atrás. Parecía más guapo y más grande que nunca. En cuanto lo miró, sintió un revoloteo en el estómago y la boca se le hizo agua.
—Rocío...
Gastón la observó con detenimiento. Parecía irritada y algo deprimida. Se había puesto una faldita corta que le causó algún problema cuando quiso sentarse y unas botas de tacón alto. Estaba impresionante, aunque él volvió a pensar que su forma de vestir era excesivamente atrevida.