Para leer el capítulo hacé click en leer más...
Cap 23
Se dirigieron a otra boutique, donde les sirvieron champán y les hicieron un pase de modelos para que Rocío pudiera elegir. Rocío se probó un vestido rojo y una chaqueta. Le quedaban muy bien y desde luego eran menos atrevidos que la ropa de su hermana.
Contenta con la elección, salió del probador para que Gastón la viera.
—Me encanta —dijo él con humor—. Si le añades algo con pelo, serás una versión femenina y extraordinariamente bella de Santa Claus.
— ¿En Rusia también hay Santa Claus?
—Lo llamamos Ded Moroz, que vendría a significar algo así como Abuelo Escarcha. Llega el día de Año Nuevo, acompañado por una mujer a la que llamamos la Doncella de la Nieve —explicó—. Pero mientras estés conmigo, puedes celebrar las Navidades como quieras. Yo ni siquiera conocía lo de Ded Moroz hasta que me mudé a vivir con mi abuela.
Mientras estés conmigo. Cuando Rocío oyó esa frase, pensó que Gastón lo había dicho para recordarle de un modo sutil que su relación iba a ser breve. Automáticamente, se sintió vulnerable: pero él la miró de los pies a la cabeza con tanta intensidad, que Rocío sintió un ardor creciente en la zona de la pelvis.
Se probó todo tipo de ropa. La mitad del tiempo, Gastón estaba hablando por teléfono con algún subalterno o socio: pero a pesar de eso, no le quitaba los ojos de encima. Era una sensación maravillosa. Rocío tuvo que resistirse al impulso, cada vez más irresistible, de posar para él y de pavonearse. Él ya no era el hombre con el que se iba a casar por dinero. Empezaba a ser algo muy diferente y mucho más peligroso.
Una hora después, el chófer de la limusina llevó un paquete a Gastón. Rocío salió del probador en ese momento, con un vestido de noche, largo y de color turquesa, que le quedaba maravillosamente.
Gastón la miró y se excitó sin poder evitarlo. La seda que le cubría los pechos era demasiado fina para ocultar sus pezones, que se habían endurecido y parecían dos fresas maduras.
Suspiró y le hizo un gesto para que se acercara a él. Rocío se acercó, pero se detuvo a unos metros.
—Acércate más —le dijo.
Cuando se detuvo ante el sillón, Gastón se levantó, sacó un pañuelo, lo llevó a sus labios y le quitó el
carmín.
—Menos es más —murmuró él.
Rocío lo miró con ojos muy abiertos y esperó, completamente excitada, el inevitable beso posterior.
Rocío tomó su boca con la fuerza de un huracán. Su deseo estalló en el interior de Gastón de tal forma que casi se sintió mareada. Pero era insuficiente. Quería más. Hasta la última fibra de su cuerpo ansiaba apretarse contra él.
—Un momento perfecto y en un lugar equivocado, Rocío —comentó Gastón, adivinando sus pensamientos.
Rocío sintió una frustración insoportable.
—Anda, abre la boca —continuó él.
— ¿Que abra la boca? —preguntó, sorprendida.

No hay comentarios:
Publicar un comentario