viernes, 24 de agosto de 2012

El hijo del Magnate Capítulo 28


Para leer el capítulo hacé click en leer más...


 Cap 28
Sin embargo, en lo de los regalos y las flores tenía razón. Gastón había sido muy generoso con Rocío, mucho más de lo que su contrato exigía. Ahora era propietaria de un reloj de diamantes, de todo un juego de maletas de diseño y de un anillo con un diamante enorme que volvió loca de celos a Eugenia. Por si eso fuera poco, Gastón la había llamado por teléfono todos los días. Sin embargo, él se limitaba a hablar de sus negocios o de su equipo de fútbol. No hizo el menor comentario, ni una sola vez, sobre la atracción que sentían. Y cuando pasaban a otros asuntos, era para hacerle preguntas que, en lugar de animarla, la aterrorizaban.
— ¿Con cuántos hombres has salido? —le preguntó un día.
—Con uno o dos —acertó a responder—. ¿Y tú? ¿Te has enamorado alguna vez?
— ¿A qué te refieres con lo de enamorarse? ¿A estar obsesionado por una mujer? Si es así... no, nunca me he enamorado —le confesó.
—Entonces, ¿por qué te casaste con tu primera mujer?
—Porque era la mujer más bella que había conocido hasta entonces —respondió él sin dudarlo.
Sus conversaciones telefónicas no sirvieron para que lo conociera mejor. Como mucho, aumentaron la curiosidad de Rocío y convirtieron a Gastón en un personaje mucho más enigmático para Rocío, en un libro absolutamente cerrado, en un hombre imprevisible. Necesitaba saber qué le gustaba, qué le enfadaba, qué cosas le hacían feliz. Y sus evasivas la irritaban cada día más.
Cuando llegó la hora de marcharse, se despidió de Eugenia y de su madre. Gastón le envió un coche con dos guardaespaldas que la recogió en la puerta de la casa. Su teléfono móvil sonó durante el trayecto al aeropuerto. Sorprendentemente, era su padre.
—Tu madre me ha dicho que te marchabas esta tarde —le informó—. Estoy en el aeropuerto y necesito hablar contigo.
— ¿En el aeropuerto?
—Sí. Tómate un café conmigo, te lo ruego —respondió Camilo Igarzabal—. He venido sólo para verle a ti. Hace tanto tiempo que no hablamos...
Unos minutos después, Rocío entró en la cafetería del aeropuerto con un abrigo negro y unas botas nuevas.
Camilo se levantó y se acercó a Rocío para saludarla, pero los dos guardaespaldas se interpusieron en su camino.
—No os preocupéis —dijo Rocío—. Lo conozco. Os podéis tomar un descanso.
Los guardaespaldas cruzaron una mirada, se encogieron de hombros y se apartaron. Camilo Igarzabal, un hombre rubio y atractivo que aparentaba mucha menos edad de la que tenía abrazó a su hija con fuerza y desesperación, como si tuviera miedo de perderla.
—Gracias por venir, Rocío . Sabía que tú no podías ser tan dura e inflexible como tu hermana.
—Si pretendes que te perdone por lo que has hecho, olvídalo. No puedo, papá. Es demasiado pronto para eso —le confesó—. Pero a pesar de todo, sigues siendo mi padre.
—Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que nos vimos...
Rocío  tuvo que contenerse para mantener la calma. El encuentro con su padre la había emocionado tanto, que estaba a punto de romper a llorar.
—Eso no es culpa mía, papá. Nos abandonaste.

2 comentarios:

  1. Me encanta!!! espero mas!!

    ResponderEliminar
  2. Eugenia solo le importa lo material, pero aguante que la inscribio a Rochi en esto akjshakhsa, a ver que onda el papa, quiero que ya llegue a donde esta Gaston ajhsjhsd

    ResponderEliminar