A la mañana
siguiente, serví el jugo de naranja en un vaso grande y tomé un sorbo mientras
sacudía la cabeza al ritmo de la música que descendía de mi iPod. Me había
despertado antes de que saliera el sol, y luego me retorcí en el sillón hasta
las ocho. Después de eso, decidí limpiar la cocina para pasar el rato hasta que
mis menos ambiciosos compañeros se despertaran. Había cargado el lavavajillas,
barrido y trapeado, y luego limpié los mostradores. Cuando la cocina estaba
reluciente, agarré la cesta de ropa limpia y me senté en el sofá, doblándola
hasta que hubo más de una docena de pilas de ella rodeándome.
Murmullos
provinieron de la habitación de Peter. Lali rió y luego se quedó en silencio
unos minutos más, seguido por ruidos que me hicieron sentir un poco incómoda
estar sentada sola en la sala de estar.
Apilé los montones
de ropa doblada en la cesta y la llevé a la habitación de Gaston, sonriendo al
ver que no se había movido del lugar donde cayó la noche anterior. Dejé la
cesta en el suelo y tiré de la sábana sobre él, ahogando una risa cuando se dio
la vuelta.
—Ven, Pajarita
—dijo, murmurando algo inaudible antes de que su respiración se tornara lenta y
profunda.
No pude evitar verlo
dormir, sabiendo que él estaba soñando sobre mí envió una emoción a través de
mis venas que no podía explicar. Gaston se quedó en silencio, así que tomé una
ducha, esperando el sonido de que alguien despierto calmaría los gemidos de Peter
y Lali y los crujidos y los golpes contra la pared. Cuando apagué el agua, me
di cuenta de que ellos no estaban preocupados de quién los pudiera escuchar.
Me peiné, poniendo
los ojos en blanco ante los gritos de Lali, más pareciendo a un perro de lana
que a una estrella de porno. El timbre de la puerta sonó y agarré mi bata azul
y ajusté el cinturón, trotando a través de la
habitación hacia la puerta. Los ruidos de la habitación de Peter
se detuvieron de inmediato y abrí la puerta para encontrarme con un Pablo sonriente.
—Buenos días —dijo.
Retiré mi pelo
mojado hacia atrás con los dedos. — ¿Qué estás haciendo aquí?
—No me gustó la
forma en que nos despedimos ayer por la noche. Salí esta mañana para buscar tu
regalo de cumpleaños, y no podía esperar para dártelo. Así que —dijo, sacando
una caja brillante del bolsillo de la chaqueta—, feliz cumpleaños, rochita.
Puso el paquete en
mi mano y me incliné para besarlo en la mejilla. —Gracias.
—Ábrelo. Quiero ver
tu cara cuando lo hagas.
Metí el dedo por
debajo de la cinta en la parte inferior de la caja y luego retiré el papel,
entregándoselo. Una pulsera de brillantes diamantes reposaba en la caja.
—Pablo. —susurré.
Sonrió. — ¿Te gusta?
—Por supuesto —dije
sosteniendo el brazalete en frente de mi cara en admiración—, pero es
demasiado. No podría aceptar esto aunque hubiésemos estado saliendo por un año,
mucho menos a la semana.
Pablo hizo una
mueca. —Pensé que dirías eso. Busqué de arriba a abajo toda la mañana por tu
perfecto regalo de cumpleaños, y cuando lo vi, supe que sólo había un lugar
donde debía pertenecer —dijo, tomándolo de mis dedos y colocándolo alrededor de
mi muñeca—. Y tenía razón. Se ve increíble en ti.
Levanté mi muñeca y
sacudí la cabeza, hipnotizada por el brillo de colores que desprendían a la luz
del sol. —Es lo más hermoso que he visto. Nadie nunca me había dado algo tan… —caro
vino a mi mente, pero no quería decir eso—, elaborado. No sé qué decir.
Pablo se echó a reír
y luego besó mi mejilla. —Di que lo llevarás mañana.
Sonreí de oreja a oreja.
—Lo llevaré —le dije, observando mi muñeca.
—Me alegro que te
guste. La expresión en tu rostro vale la pena por las siete tiendas a las que
fui.
Suspiré. — ¿Fuiste a
siete tiendas? —Él asintió con la cabeza y tomé su rostro entre mis
manos—. Gracias. Es perfecto —le dije, besándolo rápidamente.
Me abrazó fuerte. —Tengo que irme. Tengo un almuerzo con mis
padres, pero te llamo después, ¿de acuerdo?
—Está bien.
¡Gracias! —Llamé detrás de él, mirándolo trotar por las escaleras.
Me apresuré a entrar
en el apartamento, sin poder apartar los ojos de mi muñeca.
— ¡Mierda, Rochi!
—Dijo Lali, tomando mi mano—. ¿De dónde sacaste esto?
—Pablo lo trajo. Es
mi regalo de cumpleaños —le dije.
Lali me miró
boquiabierta y luego hacia a la pulsera.
— ¿Él te compró una
pulsera de diamantes? ¿Después de una semana? Si no lo supiera mejor, ¡diría
que tienes una entrepierna mágica!
Me reí en voz alta,
comenzando un ridículo festival de risa en la sala de estar.
Peter salió de su
habitación, viéndose cansado y satisfecho. — ¿Sobre qué están chillando los
pastelitos de frutas?
Lali levantó mi
muñeca. — ¡Mira! ¡Su regalo de cumpleaños de Pablo!
Peter entrecerró los
ojos y después se agrandaron.
—Vaya.
— ¿Verdad que sí?
—dijo Lali, asintiendo con la cabeza.
Gaston tropezó en la
vuelta de la esquina, pareciendo un poco enfermo. —Ustedes son jodidamente
ruidosos —gimió, abotonándose sus vaqueros.
—Lo siento —le dije,
tirando de mi mano del agarre de Lali. Nuestro casi-momento se deslizó en mi
mente y parecía que no podía verlo a los ojos.
Se tomó el resto de
mi jugo de naranja y luego se secó su boca. — ¿Quién diablos me dejó beber
tanto ayer por la noche?
Lali se burló. —Tú
lo hiciste. Te fuiste a comprar un quinto después de que Rochi se fuese con Pablo
y arruinaste todo el asunto cuando ella regresó.
—Maldita sea —dijo,
sacudiendo la cabeza—. ¿Te divertiste? —Preguntó, mirándome.
— ¿Hablas en serio?
—Pregunté, mostrando mi ira antes de pensarlo.
— ¿Qué?
Lali se echó a reír. —La sacaste del coche de Pablo, viendo
todo rojo cuando los sorprendiste acaramelados como estudiantes de secundaria.
¡Empañaron las ventanas y todo!
Los ojos de Gaston
se desenfocaron, buscando los recuerdos de la noche anterior en su mente. Traté
de sofocar mi temperamento. Si él no recordaba sacándome del coche, entonces no
recordaría que estuve a punto de entregarle mi virginidad en una bandeja de
plata.
— ¿Qué tan cabreada
estás? —preguntó, haciendo una mueca.
—Bastante. —Estaba
furiosa de que mis sentimientos no tenían nada que ver con Pablo. Apreté la
bata y pisoteé por el pasillo. Los pasos de Gaston estaban detrás de mí.
—Pajarita —dijo,
capturando la puerta cuando la cerré en su cara. Poco a poco la abrió y se puso
delante de mí, esperando para sufrir ante mi ira.
— ¿No recuerdas nada
de lo que me dijiste la noche anterior? —Le pregunté.
—No. ¿Por qué? ¿Fui
grosero contigo? —Sus ojos inyectados de sangre estaban cargados de
preocupación, lo que sólo sirvió para amplificar mi ira.
— ¡No, no fuiste
grosero conmigo! Tú… nosotros… —Cubrí mis ojos con mis manos y luego me congelé
cuando sentí la mano de Gaston en mi muñeca.
— ¿De dónde salió
esto? —dijo, mirando la pulsera.
—Es mía. —le dije,
alejándome de él.
Él no quitaba los
ojos de encima de mi muñeca. —Nunca la había visto antes. Parece nueva.
—Lo es.
— ¿De dónde la has
sacado?
—Pablo me la dio
hace unos quince minutos —le dije, mirando su expresión pasar de la confusión a
la ira.
— ¿Qué diablos
estaba haciendo ese imbécil aquí? ¿Pasó la noche aquí? —Preguntó,
levantando la voz con cada pregunta.
Me crucé de brazos.
—Él fue de compras en busca de mi regalo de cumpleaños esta mañana y lo trajo.
—No es tu
cumpleaños, todavía. —Su rostro se volvió en un intenso color rojo mientras
intentaba mantener su temperamento bajo control.
—No podía esperar.
—dije, levantando la barbilla con orgullo.
—No es de extrañar
que tuve que arrastrar tu trasero de su coche, parece que tú… —Se detuvo,
presionando sus labios.
Entrecerré los ojos.
— ¿Qué? Parece como si estuviera, ¿Qué?
Su mandíbula se tensó y tomó una respiración profunda,
soplando a través de su nariz. —Nada. Estoy cabreado e iba a decir algo que no
quería decir.
—Nunca te has
detenido antes.
—Lo sé. Estoy
trabajando en ello —dijo caminando hacia la puerta—. Dejaré que te vistas.
Cuando tomó el pomo,
se detuvo, frotándose el brazo. Tan pronto como sus dedos tocaron el morete
purpura que se acumulaba bajo su piel, levantó su codo y vio la contusión. Él
la miró por un momento y luego se volvió hacia mí.
—Me caí en las
escaleras la noche anterior. Y tú me ayudaste a llegar a la cama… —dijo,
analizando las imágenes borrosas en su mente.
Mi corazón latía con
fuerza y tragué saliva cuando noté que lo había recordado. Sus ojos se
estrecharon. —Nosotros —comenzó, dando un paso hacia mí, mirando el armario y
luego a la cama.
—No, no lo hicimos.
No pasó nada —dije, sacudiendo la cabeza.
Se encogió, la
memoria, obviamente, repitiéndose en su mente. —Empañaron las ventanas de Pablo,
te saqué del coche y después traté de… —dijo, sacudiendo la cabeza. Se dio la
vuelta hacia la puerta y cogió el pomo, sus nudillos blancos—. Estás
volviéndome en un jodido psicópata, Pajarita —gruñó sobre su hombro—. No puedo
pensar bien cuando estoy cerca de ti.
— ¿Así que es mi culpa?
Se dio la vuelta.
Sus ojos se posaron en de mi rostro a mi bata, a mis piernas y luego a los
pies, después volviendo a mis ojos. —No sé. Mi memoria es un poco confusa… pero
no recuerdo que dijeras que no.
Di un paso adelante,
dispuesta a discutir ese hecho irreverente, pero no pude. Él estaba en lo
cierto. — ¿Qué quieres que diga, Gaston?
Miró la pulsera y
luego a mí con ojos acusadores. — ¿Estabas esperando que no lo recordara?
— ¡No! ¡Estaba
furiosa porque se te olvidó!
Sus ojos verdes se
clavaron en los míos. — ¿Por qué?
—Porque si yo… si
nosotros… ¡No sé por qué! ¡Sólo lo estaba!
Él atravesó por la
habitación, deteniéndose a centímetros de mí. Sus manos tocaron cada lado de mi
rostro. — ¿Qué estamos haciendo, Pajarita?
Mis ojos comenzaron
en su cinturón y luego se deslizaron sobre los músculos y tatuajes de su
estómago y pecho, reposando, finalmente, en el cálido color verde de sus ojos.
—Tú dímelo.
adaptacion Jmcguire

me encanto el capitulo de verdad k lindos mis rubios pero en serio sacame del medio a pablo ya se k m dijistes k se venian cosas lindas pero no m gusta para nada pablo ay pero bueno como se k sos re gastochi confio en vos lo unico k te pido k me me pongas ningun rock entre pablo y rochi por favorrr nl m seas mala jajaja besossss
ResponderEliminarQuiero el siguiente, me encanta tu nove :)
ResponderEliminar´maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas
ResponderEliminarque se venga el besoooooo!!!
ResponderEliminarQue se valla Pablo no lo quiero ni ver jaja
Me parece que Rochi le importa la plata y esas cosas, osea, a quien no? pero el amor no se basa en regalos caros y ese tipos de cosas, Gaston le puede dar amor, Y DEL VERDADERO, y eso vale más que nada, eso, me enoje con Rochi, pero ese final, sinceramente, no podes dejarlo ahi, me mataste, y de mas esta decir que quiero el otro, dale.
ResponderEliminaraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, soy nuevaa leyendoo la nove, y es demasiadoo buenaaaa maaaas
ResponderEliminar@RochiMyWorld_