martes, 18 de septiembre de 2012

Antes y despues de odiarte capitulo 26


Camino de la cocina, Peter se detuvo ante la puerta entreabierta de la habitación de Gaston. La empujó con suavidad para no molestar a su amigo. Sabía que se había levantado muy temprano, igual que el día anterior, para aprovechar el mayor número de horas del fin de semana.
Lo encontró sentado ante su escritorio, con los pies descalzos sobre la madera, los vaqueros y una de las gruesas camisas que utilizaba los días más fríos para ir al trabajo.
Se apoyó en el quicio de la puerta, cruzado de brazos, y durante un buen rato le observó trabajar.
—¿A qué hora te has levantado? preguntó al fin.
Gaston se sorprendió del tono amable y conciliador. Apretó la espalda contra el respaldo de la silla y estiró el cuerpo y los brazos.
No lo sé. Aún no había amanecido. Las pinturas me llamaban bromeó como si nunca hubieran estado enfadados. tomó el paquete de cigarros, de una esquina de la mesa, y prendió uno que inspiró con ganas.
Deberías verte cuando dibujas comentó sin moverse del umbral. Eres otro. Relajado, feliz. Te olvidas de que existe el tabaco.
Tienes razón. Sonrió observándolo humear entre sus dedos. No me había dado cuenta, pero es comprensible. Me aficioné a los pitillos cuando, después de intentarlo, descubrí que no podía dibujar allí dentro. Pero no necesito nada cuando estoy creando. Nada reiteró al recordar que nunca se había sentido más completo que cuando la tenía a ella y además podía plasmarla en sus cuadernos.
Deberías buscar trabajo en algo relacionado con esto dijo Peter.
Primero tendrían que desaparecer mis antecedentes penales y eso no va a ocurrir. Observó los últimos trazos que había dado. Recordaban a las salpicaduras espumosas de un rompiente de olas. Esto es algo muy puntual que no volverá a repetirse. Pero no importa. Me he adaptado a cosas peores.
No te rindas sin haber ofrecido pelea. No es digno de ti. Puedes presentar un currículum brillante.
Un currículum brillante que un día se cortó bruscamente porque ingresé en prisión. ¿Cuál de las dos cosas crees que pesaría más?
En un empresario inteligente, la primera, que sería la que usarías para hacer tu labor.
Si lo intentara... Abandonó el cigarro entre sus labios para sujetar con las manos el dibujo. Si lo intentara tendría algo más reciente para añadir a mis antiguas creaciones dijo sin mucho convencimiento.
Esa es la actitud con la que ya una vez avanzaste. ¿Por qué no puedes hacerlo de nuevo?
Entonces todo fue distinto. Cerró lentamente los ojos. No, el humo no adormecía el cerebro, ni siquiera atenuaba el dolor que provocaban los recuerdos. Entonces tenía algo por lo que luchar. Pasó a sostener el pitillo con los dedos. Quería que Manu viviera en un sitio decente. No podía hacerlo siendo un mediocre. Luché por conseguir mi sueño de trabajar en una gran compañía, pero no solamente por mí. Si yo ganaba, mi hermano ganaba. Ahora... Calló mientras aplastaba el cigarro en el cenicero.
Ahora debería ser igual. Siempre dices que le debes el cobrarte la venganza. ¿No le debes también salir a flote? ¿Crees que le gustaría verte así?
Gaston continuó haciendo trizas los restos de tabaco. Esta vez no le molestaban los consejos de Peter. Los sentía nacer del aprecio, sin ningún tipo de saña.
—Pensaré en ello —dijo deseoso de cambiar de conversación.
Se angustiaba cuando recordaba a Manu y sus últimos instantes de vida entre sus brazos.
Peter asintió en silencio. Después suspiró antes de decir:
Voy a poner el desayuno, que parece que soy el único que recuerda que hay que alimentarse. Gaston sonrió aceptando su culpa. Te aviso cuando esté listo añadió al tiempo que se apartaba de la puerta.
Lo siento. La disculpa de Gaston le detuvo en el último instante. Siento mucho mi comportamiento de los últimos días.
Yo tampoco puedo presumir del mío. Introdujo las manos en los bolsillos, incómodo. Perdóname. Sé que no es fácil aguantar a un bocazas como yo.
Eso es cierto bromeó retomando el rotulador negro con una sonrisa que revelaba que no estaba de acuerdo.
—¡Lo olvidaba! añadió Peter con un brillo cómplice en los ojos. He invitado a comer a Lali.
Lali... También a ella le debía disculpas. Esa mujer se lo entregaba todo y él no terminaba de hallar la forma de correspondería.
Me parece bien murmuró mientras se volvía hacia el dibujo.
Unos segundos después, volvía a sumergirse en los trazos azules y blancos con los que trataba de simbolizar la incorpórea y pura esencia del mar.


Comenzaba a oscurecer cuando el comisario llegó a la gasolinera.. Empujó la puerta y, al no poder abrirla, golpeó tres veces con los nudillos, aguardó un breve espacio de tiempo y volvió a dar otros tres golpes idénticos. La contraseña funcionó. El chico sin nombre le dio acceso y volvió a atrancar la puerta en cuanto estuvo dentro.
—¿Qué pasa, por qué tanta prisa en que nos viéramos hoy? preguntó Pablo con gesto agrio. Odiaba los imprevistos; nunca traían nada bueno.
Lo dejo. Me voy dio por toda respuesta, con las manos temblonas y la frente sudorosa.
—¿Pero qué estás diciendo? ¿Cómo que lo dejas?
Muy fácil. Frunció los labios con un gesto nervioso y burlón. Me largo, desaparezco, dejo esta mierda antes de que esos cabrones me den matarile.
—¡Quieres tranquilizarte y decirme qué pasa! gritó cogiéndole de los brazos y zarandeándole.
Sospechan algo aseguró apartándose de él. Presiento que saben que tienen un chivato dentro y que antes de empezar a moverse van a eliminarlo.
—¿Y por qué van a pensar que eres tú? clamó con impotencia al ver que todo podía venirse abajo.
—¡Porque soy yo, joder, porque soy yo! Se pasó las manos por la cabeza mientras movía su angustia de un lado a otro. El mismo cabrón que les dio el soplo de la redada les ha podido contar que yo soy el delator que buscan.
Nadie lo sabe aseguró recostándose en la pared y cruzándose de brazos como si no hubiera de qué preocuparse. Ni las personas en las que más confío saben nada de ti. Si no haces tonterías estarás a salvo, pero si ahora te acojonas y te mueves, sabrán que eres tú, te encontrarán dondequiera que corras a esconderte y entonces sí que acabarán contigo.
—¿Seguro que nadie sabe de mí, ni mi nombre, ni mi alias ni nada?
Seguro. Tranquilízate. Si no pierdes los nervios todo saldrá bien.
Si me pillan también será jodido para usted, ¿no? preguntó receloso, secándose la cara con la manga de la chaqueta.
—¡Exacto, chaval! Le puso la mano en el hombro y sonrió para infundirle confianza. Yo soy una parte interesada en que esto salga bien. Y saldrá, siempre que actúes como lo has hecho hasta ahora.
El soplido de alivio del joven le tranquilizó, pero no lo suficiente.

Hacía rato que Gaston no escuchaba los comentarios de Peter. Respondía con monosílabos mientras echaba furtivos vistazos al reflejo en los cristales de los escaparates que se sucedían a su izquierda. A esa hora de la tarde, con los comercios a punto de cerrar, la Gran Vía era un devenir de transeúntes apresurados.
Se fijó en la puerta abierta de una conocida tienda de ropa íntima femenina. Empujó con brusquedad a Peter y prácticamente lo arrastró al interior. No prestó atención a sus protestas, menos aún a sus observaciones sobre los sugerentes modelos que acapararon su atención. Tiró de él hasta conducirlo a la trasera de un expositor de batas y camisones de seda. Le pidió que mirara hacia la calle y le señaló a dos tipos con hombros del tamaño de un armario ropero.
Lo único extraño que Peter observó, además de la aparatosa cicatriz que cruzaba la mejilla izquierda del más fuerte, fue su actitud. Sin detener el paso alargaban el cuello para otear sobre los transeúntes mirando con impaciencia hacia los lados.
—¿Qué pasa con ellos? preguntó cuidando de no asomar demasiado la cabeza.
Nos siguen comentó Gaston con tranquilidad. Lo vienen haciendo desde hace rato.
Estás de mofa, ¿no? ¿Para qué van a seguirnos unos tipos como esos?
—¿Debes algo a alguien? consultó mirándole con guasa. ¿Te has acostado con la mujer de alguien? Una sonrisa aturdida fue la respuesta. ¡Lo que sospechaba! Entonces me siguen a mí —aseguró sarcástico.
Peter no rio la broma. Abrió los ojos de par en par y con preocupación.
—¡El comisario!
—¿A quién, si no, iba a importarle lo que hace alguien como yo? dijo sin dudar mientras volvía la atención hacia la calle. Además sus caras me suenan. Me suenan mucho. Sobre todo la del que tiene la cicatriz.
Trató de hacer memoria. Tenía la sensación de haberlos visto alguna noche, cerca de la cárcel, en actitud de estar aguardando el paso de alguien. Pero además los recordaba de algún otro lugar que no conseguía rescatar de su memoria.
Esto puede ser jodido opinó Peter mirándole con enfado. Te advirtió que no te acercaras a esa poli y no le hiciste ni puto caso. No se puede tocar los cojones a un tío como ese, porque si quiere complicarte las cosas lo hará.
Los tipos desaparecieron entre el gentío, pero Gaston no bajó la guardia. Tenía el presentimiento de que andarían oteando hacia los lados y también a sus espaldas.
No, si no me pesca haciendo algo ilegal aseguró pensativo. Solo tengo que cuidarme mientras preparo ciertas cosas.
El encuentro que iba a tener con agustin, esa noche, tendría que aplazarse.

Durante los días siguientes centró su interés en confirmar si le vigilaban. Pensar en la posibilidad de volver al presidio para no salir en años le angustiaba. No soportaba la idea de empezar a morir de nuevo tras esos muros, especialmente si lo hacía sin haber conseguido arrastrar a Rocio en su derrumbe.
Por eso debía tener cuidado en que no le siguieran cuando se encontrara con agustin o con el tipo que le conseguiría la mercancía. Saber que no era el mismo joven incauto de entonces le hacía sentirse más seguro, pero no lo suficiente.
Cuando tuvo la certeza de que nadie le seguía, entró en el bar en el que se había citado con agustin.
Así que el proveedor no tiene que llamarte por teléfono cuando tenga tu mercancía y quieres que te la entregue en un local muy concurrido que tenga salida trasera repitió agustin en un momento de la conversación. ¿Eso significa que alguien te sigue los pasos?
No estoy seguro reconoció Gaston ofreciéndole un pitillo. El chico lo rechazó señalando su copa medio vacía. Pero estoy tomando precauciones. No quiero problemas ni para vosotros ni para mí.
—¿Quién te puede estar siguiendo? preguntó haciendo una señal al camarero para que se acercara.
Es una larga historia. Sujetó con los dientes la boquilla de un cigarro y lo sacó del paquete. Lo más probable es que no lo esté haciendo nadie y que yo esté perdiendo la razón, pero hay que ser cautos. Lo encendió y se llenó los pulmones con una primera inhalación.
Descuida. Sé lo que necesitas y conozco el antro perfecto.
Hay algo más que me gustaría decirte señaló cuando volvieron a quedarse solos. Manu tendría ahora tu edad. Cuando te miro... Carraspeó emocionado. Cuando te miro le veo a él. Cuando te saludo con un abrazo, cierro los ojos y siento que le estoy abrazando a él.
Si vas a sermonearme, yo...
No. No se trata de eso. Buscó en el bolsillo interior de su cazadora y sacó una fotografía. Pensé que te gustaría tenerla.
agustin la sujetó entre los dedos. Tomó aire al encontrarse con tres rostros que le sonrieron desde el papel. Manu, vicco y él mismo sentados en un banco de la plaza.
Gracias dijo con voz entrecortada. No llegaron a pasarme esta foto.
Dieciocho años musitó apenado. Los tres teníais dieciocho años en ese momento. Ellos no cumplieron ni uno más.
—¡La vida es una mierda! masculló entre dientes sin dejar de contemplar la imagen.
No siempre. Hizo rodar el extremo candente del pitillo por el centro rugoso del cenicero. Calculo que tu hermano ronda ahora los dieciocho, ¿no?
Algo así respondió agustin sin mucho ánimo.
Y pasa la mayor parte de su tiempo contigo.
—¿Estás queriendo decir que le llevo por el mal camino?
Yo, precisamente, no soy el más apropiado para reprochar algo como eso afirmó con cruel resentimiento hacia sí mismo. Estoy tratando de decirte que si no dejas de vivir de esta forma, es muy posible que cualquier día una bala agujeree el cuerpo de tu hermano y muera entre tus brazos. O puede que lo encuentres en una escombrera porque alguien lo ha arrojado como si se tratara de basura. Hizo una pausa para digerir sus propias palabras. Y te aseguro que si algo de eso ocurre no podrás perdonarte nunca.
No voy a currar siempre en esto se defendió—. Es provisional. Lo dejaré cuando haya ganado una pasta.
Piénsalo bien. Mírame a mí, mira en lo que me he convertido por acercarme a ese tipo de gente y piensa si existe una riqueza que te compense el riesgo. Con mucha suerte, en lugar de muerto se puede acabar encerrado en una apestosa cárcel para un montón de años. Esos años que deberían ser los mejores de una vida.
Lamento lo que te ocurrió. Me cuesta imaginar lo que tuvo que ser para ti. Pero no siempre tiene que terminar de la misma forma.
Nunca piensas que puede pasarte algo así. Pasó la mano por su cabeza, desde la frente hasta la nuca, con los ojos cerrados y la mandíbula tensa. No lo piensas, pero pasa.
No, si te sabes cuidar. Y yo sé hacerlo aseguró orgulloso.
Gaston se frotó el dolor que le palpitaba bajo los párpados y volvió a mirarle.
—¿Y un chaval de dieciocho años puede saber lo mismo que tú? ¿Supieron cuidarse Manu o vicco?
No estoy tan metido en esto como crees pareció disculparse de pronto. Solo hago de enlace ocasional.
Una sola vez puede bastar para joder tu vida o la de quien confía en ti. Sus ojos brillaron vidriosos.
No conozco otro trabajo en el que se gane tanta pasta razonó en voz baja y tensa.
Esta noche, cuando llegues a casa, mira a tu hermano y mira a tu madre. Se interrumpió un instante, frustrado al no dar con las palabras que le hicieran despertar. Míralos bien y pregúntate qué vida quieres para ellos y qué quieres para ti.
No creo que tú pienses mucho en la vida que quieres para ti contraatacó sin ganas.
Yo no tengo vida. La expresión vacía en sus ojos confirmaba la penosa realidad. Ya lo sabes. La perdí la tarde en la que murió Manu.                                                                   adap A.Iribika

1 comentario:

  1. Ay Gaston, cada día peor, y Rochi, que onda Rochi? quiero que se encuentren, quiero algo. Me desespera esta situacion.

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