viernes, 21 de septiembre de 2012

El hijo del Magnate Capítulo 43


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 Cap 43
Cuando por fin volvieron a la fiesta, se sentía tan avergonzada, que creyó que no lo podría soportar. La gente la miraba con humor y complicidad, porque todo el mundo sabía que, si Gastón desaparecía con una mujer, sólo podía pasar una cosa. Pero a pesar de ello, disimuló y mantuvo el aplomo.
Al ver que Ines le sonreía, se acercó a darle conversación. Por suerte, estaba con un hombre barbudo que resultó ser un profesor jubilado que vivía en el pueblo de la anciana y que conocía su idioma, de modo que les sirvió de intérprete. Antes de que se diera cuenta, Rocío  se sorprendió hablando a Ines sobre el divorcio de sus padres. Gastón se unió a ellos y charló un rato con su abuela antes de tomar a su esposa de la mano y llevarla a la pista de baile. Rocío  contempló su atractivo rostro, y se estremeció. Se sentía vulnerable e insegura. Su relación había cambiado de un modo tan repentino, que no sabía qué hacer.
Al cabo de un rato, Gastón la sacó de la pista y la llevó hacia una puerta lateral del edificio.
— ¿Adónde vamos? —preguntó Rocío.
—Nos marchamos de aquí. Ines tiene razón; pareces agotada —respondió él—. Estás blanca como un fantasma, Rocío.

Cuando subieron a la limusina, Gastón notó el rubor repentino de Rocío y le puso un dedo debajo de la barbilla para que lo mirara a los ojos.
—Veo que sigues enfadada conmigo.
—No, no estoy enfadada; ni voy a decir más tonterías infantiles. Soy consciente de que lo que ha pasado entre nosotros ha sido cosa de los dos —dijo Rocío, bajando los párpados.
Gastón sonrió. Evidentemente, Rocío  seguía enfadada con él e intentaba ocultarlo, pero era tan transparente que no lo conseguía. Aquello le pareció muy atractivo; no estaba acostumbrado a que las mujeres se comportaran de ese modo. Además, su carácter seguía siendo un misterio para él. En más de un sentido, Rocío  era todo lo contrario a lo que había leído en los informes psicológicos. En lugar de ser fría, era cálida; en lugar de indiferente, apasionada; y en lugar de ser superficial e individualista, era profunda y adoraba a su familia. De hecho, se había comportado maravillosamente bien con su abuela. Se sacó una cajita del bolsillo y dijo:
—Tengo un regalo para ti.
— ¿Otro regalo? —preguntó Rocío con incredulidad.
—Siempre recompenso la excelencia —explicó él—. Y hoy has superado todas mis expectativas.
— ¿En la boda? ¿O en la cama? —ironizó.
Gastón soltó una carcajada.
—En todas partes
A regañadientes, Rocío abrió la cajita y encontró un collar de diamantes tan fabuloso que parecía una de las joyas de la Corona que se exhibían en la Torre de Londres. Había decidido que no se mostraría impresionada, pero no pudo evitarlo; las piedras eran perfectas, preciosas, y entre todas ellas destacaba el colgante, en cuyo centro había una esmeralda enorme.
Rocío  pensó que, si su hermana hubiera recibido un regalo como ése, se habría arrojado sobre él y lo habría cubierto de besos. Pero Rocío no era Eugenia.

3 comentarios:

  1. Me mata el caracter de Rochi, lo juro. Y Gaston es un tierno, tambien me encanto como Ro se comporta con Ines, muy graciosa toda la situacion. Quiero más jkahgsaghsñ.

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