miércoles, 19 de septiembre de 2012

Una Princesa En Casa Cap 3

 Perdón Chicas por la demora, se me daño el cargador de mi portatil y apenas puedo ingresar a Internet, pero igual trato de seguir presente como ven, cada vez q pueda tendra capitulo de esta maravillosa nove que estoy adaptando y pronto espero estar subiendo en Amigos Desconocidos, les recuerdo que las que deseen que les avise cuando suba pueden dejar su twitter para ir creando la lista de "Una Princesa En Casa" o agregar en Amigos Desconocidos, espero que les guste sin más novela


Capitulo 3

Rocio siguió a Gastón por las escaleras hasta un pasillo interminable. Si iba a vivir allí, iba a necesitar un mapa y unas cuantas horas para explorar toda la casa.


Gastón aminoró el paso y la miró de reojo.

-Hablaba en serio cuando te he dicho que no tomes una decisión definitiva hasta después de conocer a los niños. Lo mejor que puedes hacer es ir a casa, pensártelo bien y enviarme tus referencias. Y mañana, si los dos seguimos pensando que este trabajo puede convenirte, volveremos a hablar -tomó aire antes de abrir una puerta y le dijo-: Este es el cuarto de juegos.

Rocio no estaba segura de qué clase de horror esperaba encontrar, pero aquella alegre y luminosa habitación, llena de libros, juegos de mesa y juguetes le pareció encantadora. Había una enorme chimenea, un vídeo y un televisor, en el que en ese momento se veía una película de Walt Disney.

Gastón entró en la habitación, apagó el televisor y se acercó a un intercomunicador que había en una de las paredes. Apretó un botón y se inclinó hacia el micrófono.

-Aleli, pensaba que te había pedido que te quedaras esta tarde con Monito en la habitación de juegos.

A través del intercomunicador, se escuchó la voz de una jovencita enfadada.

-Y he estado con él. Pero se ha puesto a morder sus correas...

¿A morder sus correas? Rocio estaba espantada. Y Gastón tampoco parecía muy complacido.

-¿Cuántas veces te he dicho que si lo tratamos como a un niño se portará como un niño y...? -sacudió la cabeza, exasperado-. Ven aquí -le ordenó-, quiero que conozcas a alguien.
-¿Correas? -repitió Rocio con un hilo de voz.
-Son correas imaginarias -contestó Gastón rápidamente-. No soy el padre del año, pero jamás se me ocurriría atar a mis hijos. El problema es que Monito cree que es un perro.

La habitación de Aleli debía de estar justo al lado porque la adolescente había llegado en cuestión de segundos. Permanecía en el marco de la puerta, con los brazos cruzados. Iba completamente vestida de negro, con unas mallas y un jersey de cuello alto que le llegaba hasta las rodillas y unas botas de cuero. El pelo lo tenía también negro, y Rocio estaba completamente segura de que se lo había teñido. Llevaba perfilada la línea de los ojos, que contrastaba con su pá-lido rostro y con sus labios pintados de rojo. El efecto no estaba mal, aunque quizá fuera un poco exagerado para una niña de trece años.

-¿Un perro? -repitió Rocio.
-Sí - la miró muy seria-. Ya sabes, guau, guau -se volvió hacia su padre-. Gastón, si lo silbas, seguro que viene inmediatamente.
-No pienso silbarle para que venga porque no es un perro.

Aleli se volvió en ese momento hacia Rocio.

-Tú debes de ser la niñera número cuatro mil quinientos quince -la miró con expresión crítica-. Ese traje está bien, la largura de la falda le da un aspecto un tanto retro, pero deberías quitarte la blusa, dejarte solo la chaqueta y ponerte uno de esos sujetadores de encaje del catálogo de Victoria's Secrets. Y quizá ponerte unos zapatos de tacón...
-Yo no lo creo -la interrumpió Gastón.
-Lo imaginaba -replicó Aleli con un suspiro exagerado-. Pero tú hace años que no sales con nadie, a no ser que hayas estado saliendo a escondidas y yo no me haya enterado, claro.

Por un terrible momento, Gastón pareció a punto de estrangular a su hija, o de ponerse a gritar. Pero Gastón consiguió dominar todos sus sentimientos y preguntar con una voz totalmente carente de emoción:

-¿Qué te hecho yo para merecer algo así?

Aleli sabía perfectamente que había sobrepasado los límites de la buena educación hablando de aquella forma a su padre delante de una desconocida.

-Solo era una broma -contestó a la defensiva-. Alegra esa cara, Gastón.

Oh, Dios santo. Era evidente que a Gastón le había molestado que se dirigiera a él de esa forma, y Aleli lo sabía. Rocio podía ver que la niña había aprendido a sacar de quicio a su padre.

-Si yo soy la niñera número cuatro mil quinientos no se qué -dijo Rocio, inten-tando mediar en la pelea-, supongo que esto puede ser un poco abrumador para vosotros, y también para Monito. Así que, ¿por qué no empezamos otra vez? -miró a Gastón-. ¿Por qué no le das un descanso a tu hijo y silbas para que venga? Es evidente que él quiere que lo hagas. En cuanto a ti -se volvió hacia Aleli-, ¿te importaría dejar que esto transcurra de la forma más agradable posible, sin necesidad de hacerle pasar un mal momento a tu padre? -le tendió la mano, mientras Gastón suspiraba y dejaba escapar de sus labios un penetrante silbido-. Me llamo Rochi Gutiérrez, ¿qué tal estás? Estréchame la mano y dime:«bien, gracias».

Aleli le tendió la mano con una frialdad glacial, pero a sus labios asomó algo casi parecido a una sonrisa mientras contestaba:

-Bien, gracias.
-Excelente -Rocio sonrió y le estrechó cariñosamente la mano-. Creo que es importante que sepas que tu padre está considerando la posibilidad de contratarme durante algunos meses, hasta que encuentre a alguien que pueda quedarse con vosotros durante más tiempo. Yo, le enviaré mis referencias lo antes posible y supongo que tú también querrás leerlas. Y si tienes alguna pregunta que hacerme, estoy dispuesta a intentar resolver todas tus dudas. 
-¿Montas a caballo?

Un movimiento procedente del sofá más lejano a ella, llamó la atención de Rocio. Vio dos enormes ojos castaños fijos en ella, que rápidamente desaparecieron. Rocio se volvió nuevamente hacia Aleli. 

-Me temo que no muy bien, ¿y tú? 
-Odio los caballos. ¿Ese acento es auténtico?

Gastón cerró los ojos. 

-Aleli...
-Más auténtico que el color de tu pelo -replicó Rocio
.
Monito volvió a asomarse tras el sofá, y en aquella ocasión Rocio no lo miró abiertamente. Se limitó a permitir que la mirara.
Aleli se apoyó contra la pared, fingiendo desinterés, pero con un nuevo brillo en la mirada.

-¿No te gusta mi pelo? 
-El estilo sí, pero el color no. En cualquier caso, el pelo es tuyo, así que tienes derecho a llevarlo como quieras.
-¿Llevas tatuajes? -preguntó entonces la niña.
-No, estoy libre de tatuajes. Y también de cualquier tipo de piercing.
-¿Ni siquiera llevas pendientes? ¿No te hicieron agujeros en las orejas?
-Ni siquiera en las orejas -contestó alegremente.
-Estás bromeando. ¿Y también eres virgen?
-Aleli -intervino Gastón-. La idea es que le hagas a Rochi preguntas relacionadas con su trabajo. Pero si prefieres volver a tu habitación, puedes hacerlo ya -se dirigió a grandes zancadas hacia la puerta-. ¿Dónde está Monito?
-Supongo que aparecerá cuando esté listo -Rocio miró al niño con una sonrisa.

Una sonrisa que el niño no le devolvió, pero al menos en aquella ocasión no volvió a esconderse.
-Tengo entendido que tocas el clarinete -comentó Rocio, acercándose hacia el sofá y sentándose. Como si se tratara de un auténtico perro, dejó caer la mano para que Monito se la olisqueara-. Yo tocaba el oboe.
-¿El oboe? Caramba, es realmente difícil... -Aleli se interrumpió y se aclaró la garganta al darse cuenta de que se había dejado llevar por el entusiasmo.
-¿Y usted, señor? -le preguntó entonces a Gastón-. ¿También es músico?
-Será mejor que dejes de llamarme así.
-Gastón tocaba el piano -contestó Aleli por él-, pero últimamente solo se dedica a sus negocios.
-Cuando me llamas señor -continuó Gastón, ignorando el último comentario de su hija-, me haces sentirme como si estuviéramos en el medievo -en ese momento vio a su hijo, que se había asomado lo suficiente para olfatear la mano de Rocio, aunque no para tocarla-. Ahí estás -se dirigió a grandes pasos hacia el sofá y tomó a su hijo en brazos-. Monito, esta es Rochi Gutiérrez. Rochi, este es...
El niño, terriblemente tímido, enterró el rostro en el hombro de su padre.

-Monito-terminó Gastón en tono de disculpa y abrazó al niño-. Vamos, Monito, ¿no quieres conocer a Rochi?

Monito sacudió la cabeza.

-No importa -dijo entonces Rocio-. Ya tendremos oportunidad de conocernos. De momento, por lo que de él he podido ver, me gusta. Y también Aleli... -se volvió hacia la niña-. Creo que nos llevaremos bien, ¿a ti qué te parece?
-Supongo que sí -contestó Aleli encogiéndose de hombros. Miró a su padre-. ¿Puedo irme ya?
-Claro -dejó a Monito en el suelo y los dos niños abandonaron la habitación a la velocidad del rayo.

A Rocio también le habría gustado marcharse, pero Gastón se sentó frente a ella como si estuviera agotado. Estiró las piernas, apoyó la cabeza en el sofá y fijó la mirada en el techo.

-Ya los has visto -rio sin humor-, has tenido ocasión de conocerlos en todo su esplendor -fijó en ella la mirada, sin poder disimular su desesperación-. No soy muy buen padre -admitió con una sonrisa de pesar-. Supongo que es obvio.

Rocio se mordió el labio pensativa.

-Lo que es obvio es que los quieres. Y que desde luego son -no pudo evitar una sonrisa-únicos.

Gastón le devolvió la sonrisa y se levantó. Rocio lo imitó.

-Te agradezco que nos hayas dedicado tanto tiempo, Rochi. No quiero entretenerte más.

Rochi. Sus hermanas la llamaban así de vez en cuando, pero nadie más lo hacía. 

Siempre había sido la princesa Rocio. Y le resultaba extraño oír su nombre de infancia en los labios de un hombre.
En los labios de un hombre muy atractivo, por cierto.
Su masculinidad parecía vibrar en todo su cuerpo. Incluso en ese momento había algo en sus ojos que no le permitía olvidarse de que él era un hombre y ella una mujer.
Rocio quería que la contratara porque quería localizar a Pitter Lanzani. Y también quería ayudar a Gastón a salir del apuro en el que se encontraba. Y, sí, tenía que ser completamente sincera, también le gustaba que la miraran y le hablaran como si fuera una mujer normal. No una princesa ante la que hubiera que inclinarse y a la que hubiera que tratar con una educación exquisita.

-Enviaré mis referencias en cuanto pueda -le dijo-. Esta noche si es posible.
-Puedes hacerlo mañana, no hace falta que te des tanta prisa. Siempre y cuando decidas...
-Ya lo he decidido.
-Puedes tomarte algún tiempo para pensártelo mejor.
-No necesito tiempo. Enviaré el fax esta noche. Y si mis referencias te sirven, no veo ninguna razón por la que no pueda empezar mañana mismo a trabajar

Continuara...

*Mafe*

3 comentarios:

  1. lo ame al capitulo!
    Ya quiero que empieze a trabajar así ella y Gas terminen juntos

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  2. Amo esta novlea.. asi que no hace falta decir mas sobre el cap! :) .. Mafe volve con Amigos desconocidos tambien!! :) jaajaj

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  3. Pensé que alelí sería más revoltosa, estoy en estado "tengo que ir a domir, pero quiero seguir leyendo"
    Muy buena historia y que buena adaptación ;D

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