Se despertó sobresaltada. Las luces estaban encendidas, y pestañeó
insistentemente como para saber si era un sueño o la realidad. No se acordaba
siquiera de dónde había dormido, y cuando se sentó en la cama aún estaba
totalmente desorientada. Pero entonces vio a Gastón, algo alejado de la cama.
Tenía un aspecto horrible, ése fue el primer pensamiento de Rocío, luego atinó
a taparse su desnudez con la sábana. Le brillaba el pelo rubio, estaba sin
corbata, y tenía la blanca camisa de seda medio desabrochada, lo que permitía la
visión de un pecho masculino ancho y bronceado, adornado con ricitos de pelo rubio.
Los rasgos tensos, la piel pálida. Parecía estar bajo los efectos de un shock.
- ¿Qué ocurre? ¿Ocurre algo malo? – musitó ella a la vez que bostezaba y
descubría en su reloj que era casi de madrugada.
- Me has deshonrado – dijo con un acento quebrado.
Rocío lo miró medio dormida aún.
- No comprendo, ¿qué dices?
- Mi mujer con otro hombre... – le dijo con una expresión de ferocidad
en los ojos.
Pero Rocío estaba más asombrada por la frase “mi mujer”, que había
pronunciado, que por el descubrimiento de su infidelidad. Jamás usaba ese
término. Y era ofensivo y ridículo incluso en el contexto de ese matrimonio.
- No lo niegas – agregó.
¿Qué pensaba? ¿Qué iba a estar como Penélope, esperando a su marido? Era
cierto que había estado así durante casi cinco años, pero eso no podía durar
eternamente. ¿Y qué le importaba además?
- ¿Cómo lo has descubierto? – preguntó ella no tan firmemente como
hubiera querido.
- Parece que no te das cuenta de la magnitud de tu ofensa.
- ¿Has estado bebiendo? – preguntó Rocío débilmente, pensando que tal
vez fuera el motivo de su reacción melodramática.
- ¿Qué tiene que ver eso? ¡Te he oído hablar por teléfono con tu amante!
¡Y no podía creerlo!
- ¡Oh! – debía haberlo imaginado. Pero él era tan retorcido, que no
había demostrado nada en su momento.
- Tengo las facturas del teléfono y también el número al que has llamado
desde aquí, y es el mismo número.
- Te lo habría dicho si me lo hubieses preguntado – Rocío sentía una
extraña sensación desagradable que no podía identificar.
- ¿Qué me hubieras hablado de él? ¿No tienes vergüenza?
- ¿Por qué tengo que avergonzarme? – pero curiosamente la actitud de Gastón
la hacía sentirse culpable, y eso la irritaba terriblemente.
- Tú eres... mi esposa – dijo con violencia.
Instintivamente, Rocío se puso en el extremo opuesto de la cama. La
rabia iba transformándose en miedo. Hubiese querido gritarle que ella era una
extraña para él cuando le había dicho que era su esposa, pero no se atrevió viendo
el estado de ánimo de Gastón.
Hubiese sido echar leña al fuego.
- Tal vez mañana cuando estés más razonable – le dijo ella.
- ¿Por qué lo crees? – preguntó Gastón acercándose a ella reptando por
la cama.
Rocío intentó alejarse, pero él le sujetó el brazo.
- ¿Qué estás haciendo? – preguntó ella, desconcertada y temerosa.
Él dijo algo en griego y la sujetó con el otro brazo.
Rocío estaba aterrada.
- ¿Cuántas veces has estado con él?
- No sé. No... las... he contado.
- ¡Dios! ¡Lo mataré! Puede que esté vivo aún, pero lo mataré.
- ¡No digas cosas como ésa!
- ¿Y tu qué? ¿Qué hago contigo?
- ¿Conmigo? – Rocío estaba horrorizada.
- ¿Dónde lo has conocido?
- ¡No voy a decirte nada de él! – dijo ella acordándose de sus amenazas.
- Santiago Ramundo .
Tiene veintiocho años. Es vendedor a tiempo parcial, y medio artista. Es hijo
único, pelo negro, ojos azules, alto y ambicioso. No necesito que me cuentes
nada de eso.
Rocío estaba aturdida.
- ¿Por qué te comportas de este modo? Yo no soy realmente tu esposa...
- ¿No? Llevas mi nombre. Usas mi anillo. Vives en mi casa. Te alimento,
te visto, te mantengo...
- ¡Y yo te odio! – dijo dolorida Rocío.
- Si eso es cierto, vas a odiarme aún más en lo que te queda de vida a
mi lado – dijo él severamente.
- ¡Déjame marchar! – murmuró Rocío temblando.
- No lo volverás a ver – juró él clavándole la mirada llena de odio -.
Pero jamás te perdonaré esto – dijo finalmente, soltándola.
- De acuerdo. Yo tampoco te perdonaré jamás – atinó a decir entre la
almohada, sollozante.
Fue un error, porque Gastón se
dio la vuelta y le dijo:
- Vas a decirme la verdad ahora.
- ¿Qué verdad?
- Que ésta es una maniobra para que te preste atención. Has dejado
pistas que hasta un ciego puede ver. Hasta has hablado con la puerta abierta.
- ¿Qué?
- Y lo has conseguido – dijo él con una sonrisa de hielo -. ¿Ni siquiera
te has acostado con él, no? Perfecto. Has llegado al punto justo para sacarme
de mis casillas, pero no te has atrevido a más.
Rocío estaba indignada por su vanidad. Entonces se le escapó una
mentira:
- ¡Sí me he acostado con él! ¡Y me da igual que te enteres o no, porque
no me importas en absoluto!
- ¡Si ha puesto un solo dedo sobre tu piel desnuda, es hombre muerto!
¿Lo comprendes? Esto no es un juego, pequeña. Te lo advierto. Si te has
entregado a él, lo mato.

que tiernooo gas celosoooo!! me encanta quiero masss!! :)
ResponderEliminarme mato el Gas celoso.
ResponderEliminartengo miedo por Ro
Ayyy Gas celosita.. me muero de ternura! Lo quiero YA!! Lale espero el proximo capitulo.. te amo y lo sabes! Lucia ;)
ResponderEliminarOKEY. Ah, hola, siempre leo y nunca comento, hasta no supe porque :( la cosa se nos puso interesante, matalo!!!! okno :( jajajajajajajajaja.
ResponderEliminarSe que gaston esta celoso!!. pero porque tanta violencia? pobre ro, esta muerta de miedo!!
ResponderEliminar