Rocío no podía moverse, ni respirar. No podía dar crédito a las palabras
de Gastón.
Había mentido. Y estaba de más decirle que se trataba de una relación
seria. ¿Cómo se imaginaba que iba a tener un lío pasajero para darle celos?
Estaba indignada, pero también aterrada de que Gastón pudiera hacerle daño a
Santiago.
- Piénsalo seriamente. Casi pierdo la cabeza – le confesó Gastón de
pronto.
Y Rocío se dio cuenta de que repentinamente se le había pasado la rabia,
como por arte de magia.
- De acuerdo – dijo ella suavemente, odiando a Gastón con todas sus
fuerzas -. No me he acostado con él, pero...
- ¿Y quieres que te diga por qué? Un griego se divorciaría de una esposa
infiel. Tú has llegado hasta donde has podido, no más allá. Lo único imprudente
que has hecho en tu vida es haberte casado conmigo. ¡Qué idiota he sido! ¡Por
un momento he pensado que te arriesgarías a perder tu status como esposa mía!
- ¡Eso es precisamente lo que quiero perder! ¡No te quiero! ¡Quiero mi
libertad! – le grito desesperada.
- ¡No te creo! ¡No sobrevivirías ni un momento en el mundo real! ¡Te
morirías como un bebé indefenso sin tus tarjetas de crédito!
- ¡Cómo te atreves!
- Sólo te digo las cosas como son. Eres una creación de Max, un adorno
hermoso y frágil, la esposa perfecta para un hombre rico...
- ¡Eres un desgraciado! – dijo ella indignada.
- Eso no quiere decir que no seas buena en tu papel, excelente como
anfitriona... Una verdadera dama. Pero si quieres de verdad tu libertad...
- ¡Sí, la quiero! – gritó Rocío.
- ¿Si? Deberías preguntarte por qué me compras los calcetines todavía –
se rió Gastón cínicamente, y salió de la habitación.
- ¿Qué tenían que ver sus calcetines en todo eso? No
era más que una tarea trivial de la que se había ocupado desde los primeros
tiempos de su matrimonio; y la seguía haciendo sin pensar demasiado en ello.
Mientras Rocío se ponía el albornoz, pensaba que debía conseguir que
Gastón la escuchase y hacerlo comprender.
Gastón estaba en la habitación principal. Rocío se detuvo ante el umbral
de la puerta, porque Gastón estaba a medio vestir, un hecho que la violentaba.
- ¿Y ahora qué? – preguntó con impaciencia.
- Quiero que me escuches – Rocío se cerró más el escote del albornoz, y
lo miró a los ojos-. Amo a Santiago. Quiero el divorcio.
Gastón atravesó la alfombra de la habitación en dirección a Rocío.
- Eres mi esposa – dijo en tono suave -. ¿Y por qué eres mi esposa?
Porque querías serlo a cualquier precio.
- ¿No has escuchado lo que he dicho? ¡Lo amo! – dijo ella con los
dientes apretados por la rabia.
- ¿Le compras calcetines también? – preguntó él con sorna.
Rocío le dio una bofetada sin pensarlo. Pero luego se sintió consternada
ante lo que había hecho. No era habitual en ella una reacción semejante. Se
apartó de él con temor, al verlo acercarse a ella, con furia en la mirada.
- ¡No! – atinó a gritar.
- Aunque una bofetada no te vendría mal, puedo contenerme. Eres
demasiado pequeña, demasiado frágil. Si fuera el tipo de marido que pega a su
mujer, ¿no crees que te habrías enterado a estas alturas?
Nik tiró de ella con fuerza. Otro gesto amenazante de Nik, además de la
mirada oscura y penetrante en el escote del albornoz, que en ese momento
mostraba un hombro desnudo.
Mi idea del entretenimiento es muy distinta, es más íntima. La violencia
no me gusta. Hay cosas más satisfactorias.
- ¡No te atrevas a tocarme!
- Una noche larga y tibia en mi cama es lo que te hace falta – le dijo
Nik llevando su mano al hombro de Leah.
- ¡No seas desagradable! – Rocío gritó desesperada.
- No rechaces lo que aún no has probado – Gastón se rió mientras bajaba
la cabeza y acercada su cara a la de Rocío, tocándole el labio con la otra
mano.
- ¡Basta!
- Me siento tan intimidado... – se burló él, apartándole un mechón de
cabello rubio de la mejilla en un gesto casi tierno.
Rocío se estremeció.
- Gas...
La boca de él fue a la búsqueda de la de ella, y le separó los labios.
Ella se quedó sin aliento. La estrechó aún más, haciéndole sentir todos los
músculos de su cuerpo viril. Ella se arqueó involuntariamente, aumentando ese
contacto. La lengua de Gastón exploró el interior de la boca de Rocío. Un fuego
salvaje se alzó en todo su cuerpo femenino. Rocío se estremeció, se apretó contra
él, y rodeó el cuello de Gastón con sus brazos. Cerró los ojos, y sintió un
calor intenso recorriéndola.
Después Gastón liberó su boca y la miró con impasividad.
- ¿Cuál es su nombre? – preguntó de pronto.
- Su... ¡Oh! ¡Dios mío! – dijo Rocío llevándose un dedo a su boca roja e
irritada. Se le aflojaban las piernas.
- Te has equivocado en tus prioridades. Yo soy tu esposo.
Rocío pensaba en alguna respuesta, algo en su propia defensa. Pero era
incapaz. Sentía un torbellino de emociones violentas. Gastón se quitó la
camisa, dejando al descubierto unos músculos dorados y fuertes. Rocío no quería
mirar, pero se le iba la vista sin quererlo.
Gas abrió la puerta y, bruscamente, sacó a Rocío al corredor.
- Hablaremos más tarde, a la hora del desayuno.
La puerta se cerró en su cara. ¿Se estaba volviendo loca? ¿Era una
pesadilla las últimas veinticuatro horas que había vivido?
Rocío
se metió en la cama, adoptando la posición fetal. Gastón era un extraño. No lo
reconocía. Y tampoco se reconocía a sí misma.

me encantaa
ResponderEliminarLalee gracias por dejar el cap! me encantò.. eres una genia! espero que el proximo seaa pronto y perdon mi insistencia ajaj! Te amo <3 Lucia
ResponderEliminarno me gusta la actitud grosera de Gastón
ResponderEliminarPero me encanta que Rochi empieze a sentir cosas por Gas
Oh, bueno, mepa, qe paso aca. A Gaston no lo entiendo es medio bipolar el loco que onda jajajajaja. Esta interesante esto. Sacalo a Santiago no sirve ya jajajajaja.
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