El aire estaba lleno de humo, pero cálido. La
música resonaba desde el sótano y Gaston asentía con la cabeza al compás de
ella. Todo el mundo volteó simultáneamente. No estaba segura si estaban mirando
porque Gaston estaba en una fiesta de parejas, porque llevaba pantalones de
vestir, o por mi vestido, pero todos nos estaban mirando.
Lali se inclinó para
susurrarme en el oído: —Estoy tan contenta de que estés aquí, Rochi. Me siento
como si hubiera despertado en una película de Molly Ringwald.
—Me alegro de poder
ayudar —me quejé.
Gaston y Peter
tomaron nuestros abrigos y luego nos guiaron a través de la sala a la cocina. Peter
tomó cuatro cervezas de la nevera y le dio una a Lali, y después a mí. Nos quedamos
en la cocina, escuchando a los hermanos de fraternidad de Gaston discutir su
última pelea. Las hermanas de la fraternidad acompañándolos resultaron ser las
mismas rubias tetonas que siguieron a Gaston en la cafetería la primera vez que
hablamos.
Pauie era fácil de
reconocer. No podía olvidar el aspecto de su cara cuando Gaston la empujó fuera
de su regazo por insultar a Lali. Ella me miraba con curiosidad, estudiando
cada una de mis palabras. Sabía que estaba curiosa del por qué Gaston Dalmau
me encontró irresistible y me encontré a mí misma tratando de
demostrárselo. Mantuve mis manos sobre las de Gaston, añadiendo bromas
inteligentes en los momentos precisos de la conversación, y bromeando con él
sobre sus nuevos tatuajes.
—Amigo, ¿tienes el
nombre de tu chica en tu muñeca? ¿Qué diablos te poseía para hacer eso? —dijo
Brad.
Gaston
orgullosamente volteó su mano para revelar mi nombre.
—Estoy loco por ella, —dijo, mirando con ojos cálidos.
—Apenas la conoces.
—se burló Pauie.
Él no quitó sus ojos
de los míos. —Pasamos todo el tiempo juntos. La conozco. —Frunció el ceño—.
Pensé que el tatuaje te había molestado. ¿Ahora estás presumiéndolo?
Me incliné para
besar su mejilla y me encogí de hombros. —Cada vez me gusta más.
Peter y Lali se
dirigieron escaleras abajo y nosotros los seguimos, tomados de la mano. Los
muebles habían sido empujados a lo largo de las paredes para así formar una
improvisada pista de baile, y cuando bajábamos las escaleras, una canción lenta
comenzó a tocar.
Sonreí y presioné mi
mejilla contra su pecho. Él extendió su mano contra mi espalda, cálida y suave
ante mi piel desnuda.
—Todo el mundo te
está mirando en este vestido —dijo. Miré hacia arriba, esperando ver una
expresión tensa, pero él estaba sonriendo—. Creo que es genial… estar con la
chica que todo el mundo quiere.
Puse los ojos en
blanco. —Ellos no me quieren. Sólo están curiosos por saber por qué tú me
quieres. Y de todos modos, lo siento por cualquiera que piense que tiene una
oportunidad. Estoy desesperadamente y completamente enamorada de ti.
Una mirada de dolor
oscureció su rostro. — ¿Sabes por qué te quiero? No sabía que estaba perdido
hasta que tú me encontraste. No sabía lo que era estar solo hasta la primera
noche que pasé sin ti en mi cama. Tú eres lo único que he hecho bien. Tú eres
lo que he estado esperando, Pajarita.
Me estiré para tomar
su rostro entre mis manos y él envolvió sus brazos alrededor de mí,
levantándome del suelo. Apreté mis labios contra los suyos, y él me besó con
toda la emoción de lo que acaba de decir. Fue en ese momento que me di cuenta
de por qué se había hecho el tatuaje, por qué me había elegido a mí y por qué
yo era diferente. No era sólo yo, y no era sólo él, la excepción era que
estábamos juntos.
Un ritmo más rápido
vibró a través de los altavoces, y Gaston me puso sobre mis pies. — ¿Todavía
quieres bailar?
Lali y Peter
aparecieron junto a nosotros y yo levanté una ceja. —Sólo si piensas que me
puedes seguir el ritmo.
Gaston sonrió.
—Pruébame.
Moví mis caderas
contra las de él y pasé la mano por su camisa, desabrochando los primeros dos
botones, Gaston se echó a reír y sacudió la cabeza, y me di la vuelta,
moviéndome contra él al ritmo de la música. Me agarró de las caderas y estiré
mi mano, agarrando su trasero. Me incliné hacia
adelante y él hundió los dedos en mi piel. Cuando me levanté,
colocó sus labios en mi oído.
—Sigue así y nos
vamos a ir temprano.
Me di la vuelta y
sonreí, echando mis brazos alrededor de su cuello. Él se pegó a mí y saqué su
camisa de sus pantalones, deslizando mis manos por su espalda, presionando mis
dedos en sus fuertes músculos y tuve que sonreír al oír el ruido que él hizo
cuando probé su cuello.
—Jesús, Pajarita, me
estás matando, —dijo, agarrando el dobladillo de la falda, tirándola hacia
arriba lo suficiente para acariciar mis muslos con sus dedos.
—Creo que sabemos lo
que es la atracción sexual. —se burló Pauie detrás de nosotros.
Lali se dio la
vuelta, dirigiéndose hacia Pauie en pie de guerra. Peter la sostuvo justo a
tiempo.
— ¡Dilo otra vez!
—dijo Lali—. ¡Te reto, perra!
Pauie se escondió
detrás de su novio, sorprendida por la amenaza de Lali.
—Será mejor que le
pongas un bozal a tu cita, Brad —Gaston advirtió.
Dos canciones más
tarde, el cabello detrás de mi cuello estaba pesado y húmedo. Gaston besó la
piel justo debajo de mi oreja.
—Vamos, Pajarita.
Necesito un cigarrillo.
Él me llevó por las
escaleras y luego agarró el abrigo antes de guiarme al segundo piso. Salimos al
balcón para encontrar a Pablo y a su cita. Ella era más alta que yo, su corto y
oscuro cabello estaba recogido hacia atrás con un solo broche. Me di cuenta de
sus tacones de aguja puntiaguda de inmediato, con su pierna enganchada
alrededor de la cadera de Pablo. Ella estaba con su espalda contra la pared de
ladrillo, y cuando Pablo nos vio, él sacó su mano debajo de la falda de la
chica.
—Rochi. —dijo,
sorprendido y sin aliento.
—Hola, Pablo, —le
dije, reprimiendo una sonrisa.
—Cómo, eh… ¿cómo has
estado?
Le sonreí
cortésmente. —Genial, ¿Y tú?
—Uh —miró a su
cita—, Rochi ésta es Amber. Amber… Rochi.
— ¿Rochi Rochi? —Preguntó.
Pablo dio una rápida
inclinación de cabeza, incómodo. Amber me estrechó la mano con una mirada de
disgusto en su rostro, y luego sus ojos viajaron a Gaston como si acabase de
encontrarse con el enemigo
—Amber. —advirtió Pablo.
Gaston se echó a
reír una vez y luego abrió las puertas para dejarlos caminar. Pablo tomó la
mano de Amber y entraron a la casa.
—Eso fue… extraño,
—dije, sacudiendo la cabeza mientras crucé los brazos, apoyándome en la
barandilla. Hacía fría y sólo había un puñado de parejas a fuera.
Gaston era todo
sonrisas. Ni siquiera Pablo podría estropear su estado de ánimo. —Al menos dejó
de tratar de ganarte de vuelta.
—No creo que él haya
estado tratando de tenerme de vuelta tanto como tratando de mantenerme lejos de
ti.
Gaston arrugó la
nariz. —Llevó a casa a una sola chica una vez. Ahora se comporta
como si hubiera hecho un hábito recoger y salvar a cada estudiante de primer
año que he bolseado.
Le lancé una mirada
irónica desde la esquina de mi ojo. — ¿Alguna vez te he dicho lo mucho que detesto
esa palabra?
—Lo siento —dijo,
tirando de mí a su lado. Encendió su cigarrillo y aspiró profundamente. El humo
que sopló era más espeso que de costumbre, mezclándose con el aire de invierno.
Volteó su mano y lo miró su muñeca—. ¿Qué tan extraño es que este tatuaje no es
sólo mi nuevo favorito, pero que también me hace sentir en paz al saber que
está ahí?
—Muy extraño.
—Gaston levantó una ceja y me reí—. Estoy bromeando. No puedo decir que lo
entiendo, pero es muy dulce… al estilo, Gaston Dalmau.
—Si se siente tan
bien que esté en mi brazo, no puedo imaginar cómo se sentirá el poner un anillo
en tu dedo.
—Gaston…
—En cuatro años, o
tal vez cinco. —agregó.
Tomé un respiro.
—Tenemos que tomarnos las cosas con calma. Muy, muy en calma.
—No empieces esto, Pajarita.
—Si seguimos a este
ritmo, estaré descalza y embarazada antes de graduarme. No estoy lista para
mudarme contigo, no estoy lista para un anillo, y definitivamente no estoy
lista para sentar cabeza.
Gaston tomó mis
hombros y me dio vuelta para mirarlo de frente.
—Esto no es el ―creo
que debemos ver a otras personas, ¿verdad? Porque no te voy a compartir. De
ninguna jodida manera.
—No quiero ver a
nadie más. —le dije, exasperada. Él se relajó y liberó mis hombros, agarrándose
de la barandilla.
— ¿Qué estás diciendo, entonces? —Preguntó, mirando hacia el
horizonte.
—Estoy diciendo que
tenemos que llevar las cosas con calma. Eso es todo lo que estoy
diciendo.
Él asintió con la
cabeza, claramente infeliz. Toqué su brazo. —No te enfades.
—Parece que damos un
paso adelante y dos pasos hacia atrás, Pajarita. Cada vez que pienso que
estamos en la misma página, levantas un muro. No lo entiendo… la mayoría de las
chicas están acosando a sus novios para que se lo tomen en serio, para que
hablen sobre sus sentimientos, para que den el siguiente paso…
— ¿Creo que ya
habíamos establecido que yo no formo parte de la mayoría de las chicas?
Dejó caer su cabeza,
frustrado. —Estoy cansado de adivinar. ¿Hasta dónde ves esto, Rochi?
Presioné mis labios
contra su camisa. —Cuando pienso sobre mi futuro, tú estás en él.
Gaston se relajó,
tirando de mí hacia él. Los dos vimos las nubes de la noche desplazarse a través
del cielo. Las luces de la escuela iluminaban el bloque oscuro, y los invitados
a la fiesta envolvían sus brazos contra sus gruesas chaquetas, corriendo a la
calidez del ladrillo y la casa de la fraternidad.
Vi la misma paz en
los ojos de Gaston de la que había sido testigo pocas veces, y me di cuenta que
al igual que las otras noches, su expresión de felicidad era el resultado de mi
reafirmación.
Yo había
experimentado la inseguridad, de esos que vivían de un solo golpe de mala
suerte, de hombres que tenían miedo de su propia sombra. Era fácil tener miedo
del lado oscuro de Vegas, del lado que las luces de neón y brillo nunca
parecían tocar. Pero Gaston Dalmau no tenía miedo de pelear, o de defender a
alguien que le importaba, o mirar en los ojos una humillada y enfadada mujer.
Él podía entrar en una habitación y mirar a alguien dos veces su tamaño,
creyendo que nadie podía tocarlo—que él era invencible a todo lo que tratara de
hacerlo caer.
Él no tenía miedo de
nada. Hasta que me conoció.
Yo era la parte de
su vida que era desconocida, la carta salvaje, la variable que no podía
controlar. Independientemente de los momentos de paz que le había dado, en cada
momento de cada día, la crisis que sentía sin mí se hacía diez veces peor en mi
presencia. La ira que antes se apoderaba de él cada vez era más difícil para
controlar. Ser la excepción ya no era un misterio, ya no era especial. Me había
convertido en su debilidad.
Al igual que mi padre.
— ¡Rochi! ¡Ahí
estás! ¡He estado buscándote por todas partes! —dijo Lali, corriendo a través
de la puerta. Ella alzó su teléfono celular—. Acabo de hablar por teléfono con
mi papá. Mick los llamó ayer por la noche.
— ¿Mick? —Mi rostro
se contrajo en asco—. ¿Por qué los iba a llamar?
Lali levantó las
cejas como si yo debiera saber la respuesta. —Tu madre seguía colgándole.
— ¿Qué quería?
—dije, sintiéndome enferma.
Ella apretó los
labios. —Saber dónde estás.
—No se lo dijeron,
¿verdad?
El rostro de Lali se
crispó. —Él es tu padre, Rochi. Mi padre sintió que él tenía derecho a saber.
—Él va a venir aquí
—dije, sintiendo mis ojos quemar—. ¡Él va a venir aquí, La!
— ¡Lo sé! ¡Lo
siento! —dijo ella, tratando de abrazarme. Me alejé de ella y me tapé la cara
con las manos.
Un par de manos
fuertes y familiares se posaron protectoramente sobre mis hombros. —No te hará
daño, Pajarita, —dijo Gaston—. No se lo permitiré.
—Él encontrará la
manera. —dijo Lali, mirándome con pesadez en los ojos—. Siempre lo hace.
— ¡Tengo que salir
de aquí! —Sujeté el abrigo que me rodeaba y tiré de la manija de las puertas
francesas. Estaba demasiado molesta como para coordinar mis pasos. Mientras las
lágrimas caían por mis mejillas, la mano de Gaston cubrió la mía. Él presionó,
ayudándome a abrir la puerta. Lo miré, consciente de la ridícula escena que estaba
haciendo, esperando ver una expresión de confusión o desaprobación en su
rostro, pero él me miraba con sólo comprensión.
Gaston envolvió su
brazo mí alrededor y bajamos a la planta baja, escaleras abajo y entre la
multitud hacia la puerta. Los tres lucharon para seguirme el paso mientras yo
zigzagueaba hasta el Charger.
La mano de Lali se
aferró de mi abrigo, deteniéndome en seco.
—Rochi —susurró,
señalando a un pequeño grupo de personas.
Estaban alrededor de
un hombre mayor y desaliñado, quien señalaba frenéticamente hacia la casa,
sosteniendo una fotografía. Las parejas asentían con la cabeza, discutiendo la
foto uno al otro.
Me dirigí hacia al
hombre y tomé la foto de su mano. — ¿Qué demonios estás haciendo
aquí?
La multitud se dispersó, entrando a la casa, y Peter y Lali
estaban a cada lado de mí. Gaston sostenía mis hombros desde atrás.
Mick miró a mi
vestido y chasqueó la lengua en desaprobación. —Bien, bien,. Puedes tomar a la
chica de Las Vegas…
—Cierra la boca.
Cállate, Mick. Sólo da la vuelta —señalé detrás de él—, y vuelve por donde
viniste. No te quiero aquí.
—No puedo,. Necesito
tu ayuda.
— ¿Qué hay de nuevo
en eso? —Se burló Lali.
Mick entrecerró los
ojos a Lali y luego me miró a mí. —Te ves increíblemente hermosa. Has crecido.
No te hubiese reconocido en la calle.
Suspiré, impaciente
ante su charla. — ¿Qué es lo que quieres?
Él levantó las manos
y se encogió de hombros. —Creo que me he metido en un lío, nena. Tu viejo padre
necesita un poco de dinero.
Cerré los ojos. —
¿Cuánto?
—Estaba haciendo
relativamente bien, realmente lo estaba. Sólo tenía que pedir un granito de
arena para salir adelante… y ya sabes.
—Lo sé —le espeté—.
¿Cuánto necesitas?
—Veinticinco.
—Mierda, Mick, ¿Dos
mil quinientos? Si te largas en este mismo instante… Yo te los daré. —dijo
Gaston, sacando su cartera.
—Se refiere a
veinticinco mil. —dije, mirando a mi padre.
Los ojos de Mick se
dirigieron a Gaston. — ¿Quién es este payaso?
La mirada de Gaston
se deslizó lejos de su cartera y sentí su peso en mi espalda luchando por
contenerse. —Puedo ver, ahora, por qué un hombre como tú se ha reducido a
pedirle a su hija por un préstamo.
Antes de que Mick
pudiera hablar, saqué mi teléfono celular.
— ¿A quién le debes
en esta ocasión, Mick?
Mick se rascó el pelo
canoso. —Bueno, es una historia divertida, Cookie…
— ¿A quién?
—Grité.
—Benny.
MI boca se abrió y
di un paso atrás, hacia Gaston.
— ¿Benny? ¿Le debes
a Benny? ¿Qué demonios es…?—Respiré, no tenía sentido—. No tengo esa cantidad
de dinero, Mick.
Él sonrió. —Algo me
dice que sí.
— ¡Bien, no lo tengo! ¿Realmente lo has hecho, esta vez, no?
¡Sabía que no pararías hasta que terminaras muerto!
Se removió, la
sonrisa de satisfacción desapareciendo de su rostro.
— ¿Cuánto tienes?
Apreté la mandíbula.
—Once mil. Estaba ahorrando para un coche.
Los ojos de Lali se
lanzaron a mi dirección. — ¿De dónde has sacado once mil dólares, Rochi?
—De las peleas de
Gaston. —dije, con los ojos clavados en Mick.
Gaston tiró de mí
para mirarme a los ojos. — ¿Has obtenido once mil de mis peleas? ¿Cuándo
estabas apostando?
—Bauer y yo tenemos
un acuerdo. —dije, sin preocuparme ante la sorpresa de Gaston.
Los ojos de Mick se
animaron repentinamente. —Puedes duplicar eso en un fin de semana. Puedes
conseguirme los veinticinco para el domingo, y Benny no enviará a sus matones
por mí.
Sentía la garganta
seca. —Me dejará sin nada, Mick. Necesito pagar por la escuela.
—Oh, puedes
conseguirlo de nuevo en muy poco tiempo. —dijo, agitando su mano con desdén.
— ¿Cuándo es la fecha
límite? —Le pregunté.
—El lunes. A la
medianoche. —dijo, sin complejos.
—No tienes que darle
una jodida moneda de diez centavos, Pajarita —dijo Gaston, tirando de mí brazo.
Mick me agarró de la
muñeca. — ¡Es lo menos que puedes hacer! ¡No estaría en este lío si no fuera
por ti!
Lali le dio una
palmada en la mano y luego lo empujó.
— ¡No te atrevas a
comenzar esa mierda de nuevo, Mick! ¡Ella no te obligó a pedirle dinero
prestado a Benny!
Mick me miró con
odio en sus ojos. —Si no fuera por ella, yo tendría mi propio dinero. Me
arrebataste todo lo que era mío, Rochi. ¡No tengo nada!
Pensaba que el
tiempo y la distancia lejos de Mick disminuirían el dolor que conllevaba ser su
hija, pero las lágrimas en mis ojos me decían lo contrario. —Voy a reunir el
dinero de Benny para el domingo. Pero cuando lo haga, quiero me dejes en paz.
No haré esto otra vez, Mick. A partir de ahora, estás por tu propia cuenta, ¿Me
oyes? Mantente. Alejado.
Él apretó sus labios
y luego asintió. —Como tú digas,.
Me di la vuelta y me dirigí hacia el coche, escuchando a Lali
detrás de mí. —Hagan sus maletas, chicos. Nos vamos a Vegas.

no lo puedo creer que alla aparecido el papá de rochi y que todavi le venga a pedir plata... muy buena rochi ganando plata apostando en las peleas de Gas y que el ni enterado que apostaba
ResponderEliminarmuy buena la nove
jajajaja que buen capitulo!! se van a las vegas?? te juro que esto no me lo esperaba jajaja quiero leer el otro AHORA
ResponderEliminarTenia que aparecer ahora este. Pobre Rochi. Me encanto la parte de Gas y Rochi enla fiesta, estaban re tiernos. El papá lo arruino todo. Ahora quiero ver como sigue todo akjshajhsjajs.
ResponderEliminarlkdjfhaslkj maaaas
ResponderEliminarArruino todo el papà che -.- que se vaya rapidoo! Gas y Rochi tiernisimos en la fiesta como siempre..! quiero màs :)
ResponderEliminarPorque tenia que aparecer el padre? Me queres decir? Arruina todo ese tipo... Quiero que se valla YA!!!!!
ResponderEliminarSon re tiernitos lo rubios, medio quenchi el bailecito de rochi...
Espero el prox...
No tardes tanto en subirlo, lo quiero YA!!!!
ME ENCANTA la nove!!!
Besos...