martes, 27 de noviembre de 2012

Hermoso Desastre capitulo 27


 El aire estaba lleno de humo, pero cálido. La música resonaba desde el sótano y Gaston asentía con la cabeza al compás de ella. Todo el mundo volteó simultáneamente. No estaba segura si estaban mirando porque Gaston estaba en una fiesta de parejas, porque llevaba pantalones de vestir, o por mi vestido, pero todos nos estaban mirando.
Lali se inclinó para susurrarme en el oído: —Estoy tan contenta de que estés aquí, Rochi. Me siento como si hubiera despertado en una película de Molly Ringwald.
—Me alegro de poder ayudar —me quejé.
Gaston y Peter tomaron nuestros abrigos y luego nos guiaron a través de la sala a la cocina. Peter tomó cuatro cervezas de la nevera y le dio una a Lali, y después a mí. Nos quedamos en la cocina, escuchando a los hermanos de fraternidad de Gaston discutir su última pelea. Las hermanas de la fraternidad acompañándolos resultaron ser las mismas rubias tetonas que siguieron a Gaston en la cafetería la primera vez que hablamos.
Pauie era fácil de reconocer. No podía olvidar el aspecto de su cara cuando Gaston la empujó fuera de su regazo por insultar a Lali. Ella me miraba con curiosidad, estudiando cada una de mis palabras. Sabía que estaba curiosa del por qué Gaston Dalmau me encontró irresistible y me encontré a mí misma tratando de demostrárselo. Mantuve mis manos sobre las de Gaston, añadiendo bromas inteligentes en los momentos precisos de la conversación, y bromeando con él sobre sus nuevos tatuajes.
—Amigo, ¿tienes el nombre de tu chica en tu muñeca? ¿Qué diablos te poseía para hacer eso? —dijo Brad.
Gaston orgullosamente volteó su mano para revelar mi nombre.
—Estoy loco por ella, —dijo, mirando con ojos cálidos.
—Apenas la conoces. —se burló Pauie.
Él no quitó sus ojos de los míos. —Pasamos todo el tiempo juntos. La conozco. —Frunció el ceño—. Pensé que el tatuaje te había molestado. ¿Ahora estás presumiéndolo?
Me incliné para besar su mejilla y me encogí de hombros. —Cada vez me gusta más.
Peter y Lali se dirigieron escaleras abajo y nosotros los seguimos, tomados de la mano. Los muebles habían sido empujados a lo largo de las paredes para así formar una improvisada pista de baile, y cuando bajábamos las escaleras, una canción lenta comenzó a tocar.
Sonreí y presioné mi mejilla contra su pecho. Él extendió su mano contra mi espalda, cálida y suave ante mi piel desnuda.
—Todo el mundo te está mirando en este vestido —dijo. Miré hacia arriba, esperando ver una expresión tensa, pero él estaba sonriendo—. Creo que es genial… estar con la chica que todo el mundo quiere.
Puse los ojos en blanco. —Ellos no me quieren. Sólo están curiosos por saber por qué me quieres. Y de todos modos, lo siento por cualquiera que piense que tiene una oportunidad. Estoy desesperadamente y completamente enamorada de ti.
Una mirada de dolor oscureció su rostro. — ¿Sabes por qué te quiero? No sabía que estaba perdido hasta que tú me encontraste. No sabía lo que era estar solo hasta la primera noche que pasé sin ti en mi cama. Tú eres lo único que he hecho bien. Tú eres lo que he estado esperando, Pajarita.
Me estiré para tomar su rostro entre mis manos y él envolvió sus brazos alrededor de mí, levantándome del suelo. Apreté mis labios contra los suyos, y él me besó con toda la emoción de lo que acaba de decir. Fue en ese momento que me di cuenta de por qué se había hecho el tatuaje, por qué me había elegido a mí y por qué yo era diferente. No era sólo yo, y no era sólo él, la excepción era que estábamos juntos.
Un ritmo más rápido vibró a través de los altavoces, y Gaston me puso sobre mis pies. — ¿Todavía quieres bailar?
Lali y Peter aparecieron junto a nosotros y yo levanté una ceja. —Sólo si piensas que me puedes seguir el ritmo.
Gaston sonrió. —Pruébame.
Moví mis caderas contra las de él y pasé la mano por su camisa, desabrochando los primeros dos botones, Gaston se echó a reír y sacudió la cabeza, y me di la vuelta, moviéndome contra él al ritmo de la música. Me agarró de las caderas y estiré mi mano, agarrando su trasero. Me incliné hacia
adelante y él hundió los dedos en mi piel. Cuando me levanté, colocó sus labios en mi oído.
—Sigue así y nos vamos a ir temprano.
Me di la vuelta y sonreí, echando mis brazos alrededor de su cuello. Él se pegó a mí y saqué su camisa de sus pantalones, deslizando mis manos por su espalda, presionando mis dedos en sus fuertes músculos y tuve que sonreír al oír el ruido que él hizo cuando probé su cuello.
—Jesús, Pajarita, me estás matando, —dijo, agarrando el dobladillo de la falda, tirándola hacia arriba lo suficiente para acariciar mis muslos con sus dedos.
—Creo que sabemos lo que es la atracción sexual. —se burló Pauie detrás de nosotros.
Lali se dio la vuelta, dirigiéndose hacia Pauie en pie de guerra. Peter la sostuvo justo a tiempo.
— ¡Dilo otra vez! —dijo Lali—. ¡Te reto, perra!
Pauie se escondió detrás de su novio, sorprendida por la amenaza de Lali.
—Será mejor que le pongas un bozal a tu cita, Brad —Gaston advirtió.
Dos canciones más tarde, el cabello detrás de mi cuello estaba pesado y húmedo. Gaston besó la piel justo debajo de mi oreja.
—Vamos, Pajarita. Necesito un cigarrillo.
Él me llevó por las escaleras y luego agarró el abrigo antes de guiarme al segundo piso. Salimos al balcón para encontrar a Pablo y a su cita. Ella era más alta que yo, su corto y oscuro cabello estaba recogido hacia atrás con un solo broche. Me di cuenta de sus tacones de aguja puntiaguda de inmediato, con su pierna enganchada alrededor de la cadera de Pablo. Ella estaba con su espalda contra la pared de ladrillo, y cuando Pablo nos vio, él sacó su mano debajo de la falda de la chica.
—Rochi. —dijo, sorprendido y sin aliento.
—Hola, Pablo, —le dije, reprimiendo una sonrisa.
—Cómo, eh… ¿cómo has estado?
Le sonreí cortésmente. —Genial, ¿Y tú?
—Uh —miró a su cita—, Rochi ésta es Amber. Amber… Rochi.
— ¿Rochi Rochi? —Preguntó.
Pablo dio una rápida inclinación de cabeza, incómodo. Amber me estrechó la mano con una mirada de disgusto en su rostro, y luego sus ojos viajaron a Gaston como si acabase de encontrarse con el enemigo
—Amber. —advirtió Pablo.
Gaston se echó a reír una vez y luego abrió las puertas para dejarlos caminar. Pablo tomó la mano de Amber y entraron a la casa.
—Eso fue… extraño, —dije, sacudiendo la cabeza mientras crucé los brazos, apoyándome en la barandilla. Hacía fría y sólo había un puñado de parejas a fuera.
Gaston era todo sonrisas. Ni siquiera Pablo podría estropear su estado de ánimo. —Al menos dejó de tratar de ganarte de vuelta.
—No creo que él haya estado tratando de tenerme de vuelta tanto como tratando de mantenerme lejos de ti.
Gaston arrugó la nariz. —Llevó a casa a una sola chica una vez. Ahora se comporta como si hubiera hecho un hábito recoger y salvar a cada estudiante de primer año que he bolseado.
Le lancé una mirada irónica desde la esquina de mi ojo. — ¿Alguna vez te he dicho lo mucho que detesto esa palabra?
—Lo siento —dijo, tirando de mí a su lado. Encendió su cigarrillo y aspiró profundamente. El humo que sopló era más espeso que de costumbre, mezclándose con el aire de invierno. Volteó su mano y lo miró su muñeca—. ¿Qué tan extraño es que este tatuaje no es sólo mi nuevo favorito, pero que también me hace sentir en paz al saber que está ahí?
—Muy extraño. —Gaston levantó una ceja y me reí—. Estoy bromeando. No puedo decir que lo entiendo, pero es muy dulce… al estilo, Gaston Dalmau.
—Si se siente tan bien que esté en mi brazo, no puedo imaginar cómo se sentirá el poner un anillo en tu dedo.
—Gaston…
—En cuatro años, o tal vez cinco. —agregó.
Tomé un respiro. —Tenemos que tomarnos las cosas con calma. Muy, muy en calma.
—No empieces esto, Pajarita.
—Si seguimos a este ritmo, estaré descalza y embarazada antes de graduarme. No estoy lista para mudarme contigo, no estoy lista para un anillo, y definitivamente no estoy lista para sentar cabeza.
Gaston tomó mis hombros y me dio vuelta para mirarlo de frente.
—Esto no es el ―creo que debemos ver a otras personas, ¿verdad? Porque no te voy a compartir. De ninguna jodida manera.
—No quiero ver a nadie más. —le dije, exasperada. Él se relajó y liberó mis hombros, agarrándose de la barandilla.
— ¿Qué estás diciendo, entonces? —Preguntó, mirando hacia el horizonte.
—Estoy diciendo que tenemos que llevar las cosas con calma. Eso es todo lo que estoy diciendo.
Él asintió con la cabeza, claramente infeliz. Toqué su brazo. —No te enfades.
—Parece que damos un paso adelante y dos pasos hacia atrás, Pajarita. Cada vez que pienso que estamos en la misma página, levantas un muro. No lo entiendo… la mayoría de las chicas están acosando a sus novios para que se lo tomen en serio, para que hablen sobre sus sentimientos, para que den el siguiente paso…
— ¿Creo que ya habíamos establecido que yo no formo parte de la mayoría de las chicas?
Dejó caer su cabeza, frustrado. —Estoy cansado de adivinar. ¿Hasta dónde ves esto, Rochi?
Presioné mis labios contra su camisa. —Cuando pienso sobre mi futuro, tú estás en él.
Gaston se relajó, tirando de mí hacia él. Los dos vimos las nubes de la noche desplazarse a través del cielo. Las luces de la escuela iluminaban el bloque oscuro, y los invitados a la fiesta envolvían sus brazos contra sus gruesas chaquetas, corriendo a la calidez del ladrillo y la casa de la fraternidad.
Vi la misma paz en los ojos de Gaston de la que había sido testigo pocas veces, y me di cuenta que al igual que las otras noches, su expresión de felicidad era el resultado de mi reafirmación.
Yo había experimentado la inseguridad, de esos que vivían de un solo golpe de mala suerte, de hombres que tenían miedo de su propia sombra. Era fácil tener miedo del lado oscuro de Vegas, del lado que las luces de neón y brillo nunca parecían tocar. Pero Gaston Dalmau no tenía miedo de pelear, o de defender a alguien que le importaba, o mirar en los ojos una humillada y enfadada mujer. Él podía entrar en una habitación y mirar a alguien dos veces su tamaño, creyendo que nadie podía tocarlo—que él era invencible a todo lo que tratara de hacerlo caer.
Él no tenía miedo de nada. Hasta que me conoció.
Yo era la parte de su vida que era desconocida, la carta salvaje, la variable que no podía controlar. Independientemente de los momentos de paz que le había dado, en cada momento de cada día, la crisis que sentía sin mí se hacía diez veces peor en mi presencia. La ira que antes se apoderaba de él cada vez era más difícil para controlar. Ser la excepción ya no era un misterio, ya no era especial. Me había convertido en su debilidad.
Al igual que mi padre.
— ¡Rochi! ¡Ahí estás! ¡He estado buscándote por todas partes! —dijo Lali, corriendo a través de la puerta. Ella alzó su teléfono celular—. Acabo de hablar por teléfono con mi papá. Mick los llamó ayer por la noche.
— ¿Mick? —Mi rostro se contrajo en asco—. ¿Por qué los iba a llamar?
Lali levantó las cejas como si yo debiera saber la respuesta. —Tu madre seguía colgándole.
— ¿Qué quería? —dije, sintiéndome enferma.
Ella apretó los labios. —Saber dónde estás.
—No se lo dijeron, ¿verdad?
El rostro de Lali se crispó. —Él es tu padre, Rochi. Mi padre sintió que él tenía derecho a saber.
—Él va a venir aquí —dije, sintiendo mis ojos quemar—. ¡Él va a venir aquí, La!
— ¡Lo sé! ¡Lo siento! —dijo ella, tratando de abrazarme. Me alejé de ella y me tapé la cara con las manos.
Un par de manos fuertes y familiares se posaron protectoramente sobre mis hombros. —No te hará daño, Pajarita, —dijo Gaston—. No se lo permitiré.
—Él encontrará la manera. —dijo Lali, mirándome con pesadez en los ojos—. Siempre lo hace.
— ¡Tengo que salir de aquí! —Sujeté el abrigo que me rodeaba y tiré de la manija de las puertas francesas. Estaba demasiado molesta como para coordinar mis pasos. Mientras las lágrimas caían por mis mejillas, la mano de Gaston cubrió la mía. Él presionó, ayudándome a abrir la puerta. Lo miré, consciente de la ridícula escena que estaba haciendo, esperando ver una expresión de confusión o desaprobación en su rostro, pero él me miraba con sólo comprensión.
Gaston envolvió su brazo mí alrededor y bajamos a la planta baja, escaleras abajo y entre la multitud hacia la puerta. Los tres lucharon para seguirme el paso mientras yo zigzagueaba hasta el Charger.
La mano de Lali se aferró de mi abrigo, deteniéndome en seco.
—Rochi —susurró, señalando a un pequeño grupo de personas.
Estaban alrededor de un hombre mayor y desaliñado, quien señalaba frenéticamente hacia la casa, sosteniendo una fotografía. Las parejas asentían con la cabeza, discutiendo la foto uno al otro.
Me dirigí hacia al hombre y tomé la foto de su mano. — ¿Qué demonios estás haciendo aquí?
La multitud se dispersó, entrando a la casa, y Peter y Lali estaban a cada lado de mí. Gaston sostenía mis hombros desde atrás.
Mick miró a mi vestido y chasqueó la lengua en desaprobación. —Bien, bien,. Puedes tomar a la chica de Las Vegas…
—Cierra la boca. Cállate, Mick. Sólo da la vuelta —señalé detrás de él—, y vuelve por donde viniste. No te quiero aquí.
—No puedo,. Necesito tu ayuda.
— ¿Qué hay de nuevo en eso? —Se burló Lali.
Mick entrecerró los ojos a Lali y luego me miró a mí. —Te ves increíblemente hermosa. Has crecido. No te hubiese reconocido en la calle.
Suspiré, impaciente ante su charla. — ¿Qué es lo que quieres?
Él levantó las manos y se encogió de hombros. —Creo que me he metido en un lío, nena. Tu viejo padre necesita un poco de dinero.
Cerré los ojos. — ¿Cuánto?
—Estaba haciendo relativamente bien, realmente lo estaba. Sólo tenía que pedir un granito de arena para salir adelante… y ya sabes.
—Lo sé —le espeté—. ¿Cuánto necesitas?
—Veinticinco.
—Mierda, Mick, ¿Dos mil quinientos? Si te largas en este mismo instante… Yo te los daré. —dijo Gaston, sacando su cartera.
—Se refiere a veinticinco mil. —dije, mirando a mi padre.
Los ojos de Mick se dirigieron a Gaston. — ¿Quién es este payaso?
La mirada de Gaston se deslizó lejos de su cartera y sentí su peso en mi espalda luchando por contenerse. —Puedo ver, ahora, por qué un hombre como tú se ha reducido a pedirle a su hija por un préstamo.
Antes de que Mick pudiera hablar, saqué mi teléfono celular.
— ¿A quién le debes en esta ocasión, Mick?
Mick se rascó el pelo canoso. —Bueno, es una historia divertida, Cookie…
— ¿A quién? —Grité.
—Benny.
MI boca se abrió y di un paso atrás, hacia Gaston.
— ¿Benny? ¿Le debes a Benny? ¿Qué demonios es…?—Respiré, no tenía sentido—. No tengo esa cantidad de dinero, Mick.
Él sonrió. —Algo me dice que sí.
— ¡Bien, no lo tengo! ¿Realmente lo has hecho, esta vez, no? ¡Sabía que no pararías hasta que terminaras muerto!
Se removió, la sonrisa de satisfacción desapareciendo de su rostro.
— ¿Cuánto tienes?
Apreté la mandíbula. —Once mil. Estaba ahorrando para un coche.
Los ojos de Lali se lanzaron a mi dirección. — ¿De dónde has sacado once mil dólares, Rochi?
—De las peleas de Gaston. —dije, con los ojos clavados en Mick.
Gaston tiró de mí para mirarme a los ojos. — ¿Has obtenido once mil de mis peleas? ¿Cuándo estabas apostando?
—Bauer y yo tenemos un acuerdo. —dije, sin preocuparme ante la sorpresa de Gaston.
Los ojos de Mick se animaron repentinamente. —Puedes duplicar eso en un fin de semana. Puedes conseguirme los veinticinco para el domingo, y Benny no enviará a sus matones por mí.
Sentía la garganta seca. —Me dejará sin nada, Mick. Necesito pagar por la escuela.
—Oh, puedes conseguirlo de nuevo en muy poco tiempo. —dijo, agitando su mano con desdén.
— ¿Cuándo es la fecha límite? —Le pregunté.
—El lunes. A la medianoche. —dijo, sin complejos.
—No tienes que darle una jodida moneda de diez centavos, Pajarita —dijo Gaston, tirando de mí brazo.
Mick me agarró de la muñeca. — ¡Es lo menos que puedes hacer! ¡No estaría en este lío si no fuera por ti!
Lali le dio una palmada en la mano y luego lo empujó.
— ¡No te atrevas a comenzar esa mierda de nuevo, Mick! ¡Ella no te obligó a pedirle dinero prestado a Benny!
Mick me miró con odio en sus ojos. —Si no fuera por ella, yo tendría mi propio dinero. Me arrebataste todo lo que era mío, Rochi. ¡No tengo nada!
Pensaba que el tiempo y la distancia lejos de Mick disminuirían el dolor que conllevaba ser su hija, pero las lágrimas en mis ojos me decían lo contrario. —Voy a reunir el dinero de Benny para el domingo. Pero cuando lo haga, quiero me dejes en paz. No haré esto otra vez, Mick. A partir de ahora, estás por tu propia cuenta, ¿Me oyes? Mantente. Alejado.
Él apretó sus labios y luego asintió. —Como tú digas,.
Me di la vuelta y me dirigí hacia el coche, escuchando a Lali detrás de mí. —Hagan sus maletas, chicos. Nos vamos a Vegas. 

6 comentarios:

  1. no lo puedo creer que alla aparecido el papá de rochi y que todavi le venga a pedir plata... muy buena rochi ganando plata apostando en las peleas de Gas y que el ni enterado que apostaba
    muy buena la nove

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  2. jajajaja que buen capitulo!! se van a las vegas?? te juro que esto no me lo esperaba jajaja quiero leer el otro AHORA

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  3. Tenia que aparecer ahora este. Pobre Rochi. Me encanto la parte de Gas y Rochi enla fiesta, estaban re tiernos. El papá lo arruino todo. Ahora quiero ver como sigue todo akjshajhsjajs.

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  4. Arruino todo el papà che -.- que se vaya rapidoo! Gas y Rochi tiernisimos en la fiesta como siempre..! quiero màs :)

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  5. Porque tenia que aparecer el padre? Me queres decir? Arruina todo ese tipo... Quiero que se valla YA!!!!!
    Son re tiernitos lo rubios, medio quenchi el bailecito de rochi...
    Espero el prox...
    No tardes tanto en subirlo, lo quiero YA!!!!
    ME ENCANTA la nove!!!
    Besos...

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