Eugenia solía
quejarse una o dos veces todos los días al acabar el viaje. No podía culparla.
Una mujer delicada como ella debía de agotarse con facilidad de tanto viajar.
Pero se contuvo ante la presencia de un público tan numeroso e incluso sonrió
al ver aquella acogida. Muchos de los hombres se la quedaron mirando y
seguramente se enamoraron de ella en lo breves instantes que tardó en entrar
con gracia en el hotel.
Gastón no se separó de ella, pero sólo
para evitar la nueva ronda de preguntas que iba a iniciarse sin duda en cuanto Eugenia desapareciera. Al menos, se dijo a sí mismo que fue por eso que la tomó
del brazo y la condujo dentro, y no porque quisiera reivindicarla con sutileza
para él. Sin embargo, se había percatado de que hasta Peter Lanzani había
salido al porche de su cantina para observar la conmoción. Gastón esperaba que
siguiera allí. Ya tenía bastantes cosas en la cabeza para tener un
enfrentamiento con su viejo enemigo.
Peter y él se conocían desde hacía
mucho. Toda la vida, en realidad, ya que habían nacido el mismo año. Por un
breve período de tiempo, medio verano por lo menos, se habían llevado bien,
claro que entonces eran demasiado jóvenes para haber descubierto ya que se
caían mal.
La competencia se interpuso en lo
que podía haberse convertido en amistad. Gastón suponía que era bastante natural,
ya que tenían la misma edad y más o menos el mismo peso y estatura. Muy pronto
empezaron a competir por todo. Las tareas de la escuela, la pesca, la caza, el
tiro, las carreras, fuera lo que fuera, cada uno de los dos quería ser el
mejor. Pero Peter resultó ser un mal perdedor, y había empezado muchas de las
primeras peleas.
Poco tiempo después ya no
necesitaban una excusa demasiado buena para pelearse, ya que las luchas se
habían convertido en otra forma más de competencia entre ellos. Por aquel
entonces destrozaban el aula con tanta frecuencia que las autoridades del
pueblo decidieron abandonar la pequeña escuela a favor de la iglesia, con la
esperanza de que tendría una influencia más tranquilizante en los chicos. No
fue así, aunque, al menos, aguardaban a pelearse en el cementerio, a la salida.
Podrían haber superado esas
tendencias, haber llegado a ser amigos algún día y haberse reído de sus
travesuras infantiles. Todo era posible. Pero cuando crecieron lo bastante para
empezar a fijarse en las chicas...
Mery del Cerro fue la
primera que les gustó a los dos. Seis peleas más tarde y después de que Peter grabara una noche “Te amo, Mery” en todas las tablas de la casa de ella, los del Cerro volvieron al Este y se llevaron a su hija con ellos.
Mariana Esposito fue la segunda
muchacha en la que ambos se fijaron de nuevo a la vez. Tenían entonces
dieciséis años, y sus peleas se estaban volviendo un poco más sangrientas. Mariana se interpuso entre ambos en una de ellas y acabó con la nariz rota. Gastón sospechaba, con un gran sentimiento de culpa, que el puñetazo había sido suyo,
pero jamás estuvo del todo seguro. Después de eso, Mariana se negó a hablar con
ninguno de los dos, y seguía sin hacerlo, a pesar de que ahora estaba casada y
tenía sus hijos.
El problema, sin embargo, fue Candela Vetrano. Se había desarrollado tarde, o tal vez no le habían prestado atención
porque era un par de años menor que ellos. Pero era una chica muy agradable,
que ayudaba siempre a los niños más pequeños en la escuela. Aspiraba a ser
maestra algún día.
Gastón se encaprichó de ella poco
después de cumplir diecisiete años; la primera —y la última vez—
que se interesó en serio por una chica. La llevó de picnic, la invitó a
acompañarle mientras pescaba, bailó con ella todas las piezas en la fiesta tras
levantar el granero de los Wilk, y estaba seguro de que había sido el primero
en robarle un beso por lo coloradísima que se puso. Nunca se le habría ocurrido
llegar más lejos. Era una buena chica, de esas que uno cortejaba despacio y
después se casaba con ella.
En aquella ocasión intentó mantener
su interés en secreto. No la llevaba a sitios donde Peter fuera a darse
cuenta; Peter era demasiado engreído para ir a levantar graneros, así que Gastón estaba seguro de que no sabía nada de lo del baile. Pero Peter también
cortejaba en secreto a Candela sin que Gastón lo supiera, hasta que fue demasiado
tarde. Y Peter no respetaba las normas: no se detuvo en un beso.
Sedujo a Candela y, después, el muy
canalla se jactó de ello para que Gastón supiera que había perdido. No tuvo en
cuenta que arruinaría la reputación de Candela con su fanfarronería, o no le
importó. Para él era más importante ganar.
Después de eso, las peleas se
intensificaron. Gastón y Peter no podían estar en la misma habitación sin
intentar matarse mutuamente. Y esa lamentable situación se mantuvo hasta que el
padre de Peter, Hector Lanzani, se hartó de pagar la parte que le correspondía de
los desperfectos que su hijo provocaba y lo envió con unos familiares del Este
a que terminara sus estudios. El pueblo soltó un suspiro colectivo de alivio,
hasta que meses después la paz y la tranquilidad se habían vuelto aburridas y
había quien se lamentaba de la pérdida de la diversión semanal de ver cómo Gaston y Peter se enfrentaban dondequiera que coincidieran.
Cuando Peter Lanzani volvió por fin
al pueblo tras la muerte de su padre para hacerse cargo de la cantina Not Here
(Aquí no), los vecinos estaban entre temerosos y expectantes. Pero había
transcurrido suficiente tiempo, los chicos se habían convertido en hombre y,
por fortuna el pueblo tenía ahora dos cantinas, de modo que Gastón procuraba
evitar a Peter. No siempre lo conseguía, y todavía se producía alguna que
otra pelea entre ellos de vez en cuando, pero nada parecido a lo que había
ocurrido en su juventud.
Candela seguía en Trenton. Había
ayudado en la hojalatería de su padre hasta que éste murió y, después, vendió
el negocio. Ahora trabajaba en la cantina de Peter, donde se encargaba de la
diversión, tanto en el escenario como de otro tipo. Y cada vez que Gaston pensaba
en ella, despreciaba más a Peter.
De todos modos, Eugenia no pasaría
más de una noche en el pueblo, y el rancho de Gimena estaba a un día largo de
distancia, así que no esperaba que Peter fuera allí a husmear. Además, Gimena no
permitiría que un seductor de inocentes cortejara a esa sobrina tan candorosa.

me encanta esta nove!!
ResponderEliminarEspero el próximo