Capítulo antes de navidad!
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—Has comprado nuestra
antigua casa —no era una pregunta sino una afirmación, y lo dijo con voz
neutra, intentando ahogar la intensidad de sus emociones.
—Ya había empezado a
negociarlo antes de nuestra boda —Gastón contestó con la misma aparente falta
de sentimiento—. Se suponía que iba a ser un regalo sorpresa. Sabía cuánto te
afectó cuando Lisa decidió venderla. Cuando fue obvio que no ibas a estar para
recibir tus regalos de boda ya era demasiado tarde para echarme atrás en la
compra —al añadir aquello se encogió de hombros como quitándole importancia—.
Me imagino que también podría haber vuelto a ponerla en venta, pero…
Al llegar a la entrada de
la casa y oír el sonido de las ruedas aplastando la arena del camino, Rocío
tuvo la sensación de que, si cerraba los ojos, al volver a abrirlos vería a su
padre que salía a recibirlos.
Pero su padre estaba muerto
y algo dentro de ella había muerto con él.
—Está igual de siempre
—dijo ella en tono distante una vez hubieron bajado del coche. No podía
hablarle de otro modo, para ella no era más que un desconocido. Sin embargo esa
misma noche…
Mientras luchaba contra el
miedo Gastón abrió la puerta principal.
—Bueno, en realidad ha
habido algunos cambios. El despacho de tu padre lo he dejado como estaba, pero…
—le dio la espalda, pero su voz parecía entrecortada por la tristeza—. La
verdad es que no vengo por aquí a menudo… Pero sí he cambiado ciertas cosas en
las otras habitaciones.
Rocío lo miró intrigada.
—Pensé que ninguno de los
dos querría utilizar la habitación que había sido de tus padres, así que hice
un nuevo dormitorio principal. Y el invernadero que siempre quiso tu madre, y
que tu padre no tuvo fuerzas para hacer después de que ella muriera… se me
ocurrió que… —hizo una pausa mientras le cedía el paso para entrar en la casa;
estaba claro que había preferido no decirle lo que le estaba pasando por la cabeza.
Rocío se dio cuenta de que
estaba temblando como una hoja a punto de caer. Aquellas eran las mismas
escaleras por las que había corrido para dirigirse a su boda con el corazón
destrozado por las palabras de su madrastra; y también las que había subido a
toda prisa, deseosa de alejarse de Gastón y de su matrimonio.
En cuanto consiguió hacer
desaparecer aquellos dolorosos recuerdos se dio cuenta de que la casa estaba
bastante abandonada; seguía teniendo la mayoría de los muebles que había
elegido su madre hacía tanto tiempo, y todos ellos estaban cubiertos por una
considerable capa de polvo. Por mucho que le molestara, lo cierto era que
empezaba a sentir el impulso de volver a darle vida a todo aquello, llenándolo
del amor que siempre había habido en aquel hogar. Confundida por lo que estaba
sintiendo, se volvió hacia Gastón con los ojos llenos de rabia:
—¿Se puede saber para qué
me has traído aquí exactamente? Aparte de la razón más obvia, por supuesto
—añadió con mordacidad—. Me sorprende que no quieras concebir a tu hijo en la
cama de mi padre.
Al ver la cara con la que
la estaba mirando Gastón se quedó callada; la expresión de su rostro era más
elocuente que cualquier amenaza.
—Te he traído porque esta
va a ser tu casa de aquí en adelante —respondió después de un tenso silencio.
—Pero tú no vives aquí
—dedujo por el estado en el que se encontraba el lugar.
—Hasta ahora no, porque no
tenía ningún motivo. Pero… no creo que un apartamento sea el lugar adecuado
para que crezca un niño.
—Pero… seguirás teniendo
que pasar bastante tiempo en Londres, ¿no? —Rocío estaba tanteando con la
esperanza de que contestara que sí, que no iría por allí muy a menudo, lo que
significaría que no tendrían que dormir juntos con mucha frecuencia.
—¿Qué es exactamente lo que
te da tanto miedo del sexo? —le preguntó él con suavidad, pero la pilló
totalmente por sorpresa.
—¡Nada! —negó tan pronto
como pudo, consciente de haberse sonrojado visiblemente—. No tiene nada que ver
con el sexo, sino contigo… y con la manera en la que…
—No te creo —aseguró Gastón
lleno de seguridad—. El hecho de que una mujer de tu edad siga siendo virgen
sugiere que…
—¿Qué? —Rocío lo
interrumpió desafiante—. ¿Que soy exigente con la persona a quien le voy a dar
mi… —estuvo a punto de decir mi amor, pero enseguida se corrigió—… a quien me
voy a entregar?
—No, sugiere que hay algo
que te da miedo —continuó él con calma—. ¿Es así, Rochi? ¿Tienes miedo de algo?
—No —negó enérgicamente
aunque sabía que estaba mintiendo. Claro que tenía miedo, y mucho. Para ella el
sexo era algo que estaba necesariamente ligado al amor, y tenía un miedo
terrible de… de que…
¿De qué? ¿Le daba miedo
que, al verse obligada a acostarse con Gastón para darle un hijo, también se
viera obligada de algún modo a amarlo de nuevo?
La noche anterior, mientras
estaba tumbada en el cuarto de invitados de su apartamento, había estado
pensando en la poca importancia de lo que iba a sacrificar comparado con el
bien que iba a poder hacerles a los pobres niños de la calle. Pero, por muy
lógica que intentara ser, no podía dejar de sentir unas terribles punzadas en
el corazón cada vez que pensaba en lo que iba a hacer.
Se alejó de Gastón y
comenzó a avanzar por el pasillo dándose cuenta de que su instinto la llevaba
directamente al despacho de su padre.
—He pedido a los que vienen
a limpiar que llenaran el frigorífico —le informó él de pronto—. Pero, por si
lo habían hecho con la misma eficiencia con la que limpian, he reservado mesa
en Emporio. Espero que te siga gustando la comida italiana.
—¿Vas a llevarme a cenar?
—Rocío no pudo reprimir el cinismo de sus palabras—. ¿Por qué no mejor me
llevas directamente a la cama? ¿Por qué perder el tiempo… y el dinero?
—¡Déjalo ya!
Rocío observó boquiabierta
cómo Gastón se acercaba a ella y la agarraba por los hombros mientras le decía
enfurecido:
—¡Eres mi mujer, no una
ramera! Y, si he elegido cortejarte…
—¡Cortejarme! —repitió ella
a punto de echarse a reír de lo nerviosa que estaba—. ¿Por qué ibas a hacer
algo así? —lo desafió mirándolo a los ojos—. ¡Lo único que quieres es un hijo,
el nieto de mi padre! Eso puedes conseguirlo sin tomarte la molestia de
invitarme a cenar. Al fin y al cabo, parece que no te importa lo más mínimo lo
que yo sienta.
La soltó con tal rapidez
que Rocío sintió una especie de abandono; por un momento su cuerpo recordó la
época en la que agradecía el contacto de sus manos… más que agradecerlo, se
moría por él, lo anhelaba desesperadamente. De pronto volvió a la realidad al
notar el desdén con que la estaba mirando.
—Lo que quiero es que ese
niño, «nuestro» hijo, nazca, sino como fruto del amor, al menos sí del placer.
Aquella afirmación dejó a
Rocío totalmente desorientada… y la hizo sentir algo demasiado peligroso. No
obstante, se apresuró a contestarle con la misma furia con la que había hablado
él:
—¿Y cómo demonios piensas
conseguirlo? Porque no hay la menor posibilidad de que yo sienta ningún deseo
hacia ti.
Casi podía oír los latidos
de su corazón en mitad del silencio ensordecedor. Estaba mirándola de tal modo
que parecía estar tocándola realmente.
—No puedes hacer nada para
que me sienta atraída por ti —insistió de nuevo—. ¿Entiendes, Gastón? —le dio
miedo su propia agresividad, pero se negó a admitir ese miedo, o la locura que
se estaba apoderando de ella.
—¿Me estás desafiando, Rocío?
—le preguntó él con más suavidad—. Porque si lo que quieres es que te demuestre
que estás muy equivocada, yo lo estoy deseando… de hecho estaría más que
encantado de hacerlo —añadió con énfasis.
De repente era como si sus
cinco sentidos hubieran vuelto a la vida después de un prolongado letargo;
podía oler el polvo que permanecía suspendido en el aire, sentía la calidez de
los rayos de sol colándose por las ventanas… un sol que no alcanzaba a tener la
intensidad de los ojos de Gastón.
—¡No! —respondió con un
débil susurro porque no tenía fuerzas para más. «¡No!», era agua pasada… Ya no
quería a Gastón y no iba a permitirse volver a enamorarse de él jamás—. No
podrías hacerlo.
—¿Ah, no? —dijo con una sonrisilla malévola—. Acuérdate de tus palabras,
porque te las recordaré cuando estemos en la cama, cuando te tenga desnuda
entre mis brazos y me pidas que te haga mía.

VOLVISTE Y CON TODO!!!!!! que buena que esta la historia. No me gusta anda como Gaston la trata a Rochi, y ese plan re loco, Rochi esta hasta las manos con él, lastima el comportamiento de él. QUIERO MAS
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