Decenas de desiguales bolas de papel arrebujado estaban por el suelo.
Como emergiendo de entre ellas destacaban los pies descalzos de Gaston. Con el
cuerpo desnudo, igual que cuando la miraba dormir y la pintaba en su cuaderno,
trazaba suaves líneas
sobre una nueva lámina.
Solo una tenue luz, procedente de la pequeña lámpara del escritorio, rompía las sombras de la noche derramándose sobre sus nudillos lastimados y los
rasgos de Rocio que iba descubriendo el carboncillo: el delicado arco de sus
cejas, sus ligeras pestañas, sus seductores labios entreabiertos...
... hasta que tomó la hoja entre las manos y la arrugó con rabia, arrojándola después contra las que cubrían el entramado de madera.
Llevaba tres días de tormento y tres noches de infierno.
El cansancio no le dejaba dormir, sus pensamientos no le dejaban dormir,
comprender que ya no sabía vivir sin ella no le dejaba dormir.
Se echó sobre el respaldo, la silla crujió y por un momento temió despertar a Peter. Apagó la luz, regresó a tenderse sobre las sábanas revueltas y cerró los ojos.
¿Por qué se desesperaba? La tenía donde quería; desde hacía tiempo una simple llamada de teléfono le separaba de la satisfacción final, y toda su angustia se centraba
en que la había
perdido. En que la había perdido a pesar de no haberla tenido nunca.
¿Dónde estaba quedando su odio, su afán de revancha?... En el olvido. Por mucho
que se obstinara en continuar con sus planes, era consciente de que los estaba
sumiendo en el olvido. Y si perdía lo que durante años fue su razón de ser y de existir, ¿qué le quedaría? Si perdía eso y además no la tenía a ella, vivir o morir iba a ser algo
que no volvería a
importarle.
Tenía que centrarse si no quería volverse loco; tenía que recordar qué quería y por qué, y hacerlo de una vez por todas. Y para
eso debía pensar
en ella como en la zorra que le jodió la vida y no como en la mujer con la que
se moría por
estar.
Tenía que hacerlo.
Sin embargo, se
levantó de
nuevo, se acercó al
escritorio y encendió la luz. tomó entre los dedos el carboncillo y comenzó a trazar el arco perfecto de una ceja.
Llevaba a esa mujer tan encajada en el pensamiento que podía dibujarla sin necesidad de verla. Era
respirar lo que le costaba hacer cuando no la tenía al lado.
—¿Qué ocurre? —preguntó Peter asomando el torso desnudo tras la
puerta.
Gaston soltó el carboncillo y dirigió hacia él los ojos, cansados y enrojecidos.
—He
tratado de no hacer ruido. Siento haberte despertado.
Peter no necesitó comprobar qué contenían los folios desperdigados por el suelo;
sabía bien lo que su amigo, en los últimos días, dibujaba y destrozaba sin descanso.
—Llevas
noches sin salir y andas de un lado a otro como un alma en pena —comentó apoyando el peso de su cuerpo en el
quicio de la puerta—. ¿Qué está pasando?
—Nada
importante. —Hincó los codos en la mesa y se frotó los párpados.
—Esto se
te está yendo
de las manos —dijo con
preocupación—. Lo sabes, ¿verdad?
—Es
cansancio —aseguró volviéndose hacia el rostro inacabado de Rocio—. Solo cansancio. Llevo algunas noches
durmiendo mal.
Como si esa
explicación lo
hubiera dejado todo resuelto, recuperó el lápiz y comenzó a trazar las líneas del suave y delicado cuello. Peter
le observó durante
un rato, pensativo. Iba a continuar con las preguntas cuando le vio arrugar el
dibujo con arrebato, arrojarlo al suelo y comenzar con un nuevo folio. Entonces
suspiró con
impotencia y desapareció en la oscuridad del pasillo llevándose con él su preocupación.
Peter hizo el
café en silencio mientras Lali deambulaba por
la casa. Estaba cansado de verla sufrir por Gaston, igual que estaba cansado de
verlo a él
destrozar su vida a causa de su obsesión por la mujer equivocada. No entendía tanta ceguera cuando el amor le parecía algo tan claro y hermoso como la luz. Él sabía a quién amaba y sabía que la amaría hasta su último aliento, incluso tal vez también después. Soñaba con ella, fantaseaba con ella, y, a
veces, la miraba a los ojos, le enjugaba las lágrimas con los dedos y la consolaba con
palabras cariñosas.
No era todo lo
que deseaba hacer, pero sí era todo cuanto podía permitirse con la mujer de su mejor
amigo por mucho que este no la mereciera.
Dejó las dos tazas con café en la mesa. Una frente a la silla donde
ella había dejado
el abrigo y el bolso. La otra justo al lado. Después salió en su busca.
La encontró mirando la habitación de Gaston desde la puerta abierta,
resistiéndose a
pasar al interior.
—Lo
siento —susurró él con dulzura, apoyando la espalda en el
otro lado del marco.
Ella pareció despertar del amargo aturdimiento.
—He
perdido la cuenta de las veces que me has dicho palabras como esas.
—Me
gustaría hacer
mucho más,
pero... —mesó su perilla con gesto preocupado—, pero no es fácil. —Resopló para serenar su frustración—. ¡Si al menos pudiera sacudir a ese
descerebrado hasta hacerle entrar en razón!
Lali volvió la mirada hacia la habitación y la dejó clavada en la cama.
—¿Cuántas noches duerme fuera de casa?
—Todas.
Hay veces que regresa de madrugada, otras lo hace justo para cambiarse y salir
hacia el trabajo. Pero algo está ocurriendo, porque las tres últimas ni siquiera ha salido. No le veo
bien y comienzo a estar preocupado. Temo que...
Se angustió al verla coger aire y expulsarlo una y
otra vez, pero aguardó al comprender que lo hacía para soportar las ganas de llorar.
Tras unos
interminables segundos, ella pareció recomponerse. Pasó al interior, con los brazos cruzados,
mirándolo todo con expresión triste.
—Sé que debería desistir —confesó en voz baja—. Pero no voy a hacerlo. Cuando esa
desaparezca de su vida volverá a necesitarme. Él todavía no lo sabe, pero yo sé que volverá a necesitarme.
—¿Y el daño que te estás haciendo mientras tanto?
—¿Y el daño que me haré si lo pierdo? ¿Y el daño que esa mujer le está haciendo a él? —Las lágrimas comenzaron a rodar de nuevo por sus
mejillas—. ¡Acabas de decirme que no está bien!
Peter maldijo
entre dientes y se adelantó hacia ella. La envolvió entre sus brazos y dejó que llorara refugiada en su pecho empapándole la camisa y reblandeciéndole el corazón.
—No dejes
que ningún hombre
te haga sufrir así, Lali —musitó aproximando los labios a su oído—. No se lo permitas nunca a nadie. A
nadie.
Ella comenzó a sollozar con más fuerza, él comprimió los párpados mientras se ahogaba en la
impotencia de no saber cómo ayudarla.
Se sorprendió al sentirla de pronto rígida. La soltó y siguió la dirección de su mirada: el escritorio.
Lali se acercó despacio, sin apartar los ojos del
dibujo en blanco y negro que ocupaba toda una lámina. La cogió entre los dedos y observó la imagen de una hermosa mujer desnuda.
Se le escapó un
gemido al reconocerla y la soltó como si de un tizón encendido se hubiera tratado.
Abrió la carpeta que encontró en un extremo de la mesa. Estaba llena
de ella. La había
pintado de mil maneras diferentes, pero siempre hermosa, dulce, perfecta. Ver
aquel exceso le rompió el corazón: a ella no la había pintado nunca, ni siquiera con un rápido trazado en un simple pedazo de
papel.
—Es Rocio
—susurró con un hilo de voz.
—Solo son
dibujos —dijo Peter
al intuir su sufrimiento.
—No —musitó—. Son mucho más de lo que puedes ver. De nuevo se está dejando el alma en esa mujer de la que
solamente recibe dolor.
Se estaba
dejando el alma que a ella no le había abierto ni por un instante.
Sollozó cubriéndose la boca con las manos. Se preguntó qué iba a quedar de él cuando todo hubiera terminado. Nada, se
respondió. Si
seguía entregándose de ese modo no quedaría nada. Volvería a hundirse en el abismo en el que había permanecido los últimos años. Y esta vez sería para no salir jamás.
Furiosa, decepcionada
y profundamente preocupada por él, pasó las manos por la mesa arrojándolo todo por los aires.
—¡Se acabó! —Apretó la mandíbula y se bebió las lágrimas—. Para todo existe un límite.
—Lali... —musitó tratando de calmarla con un abrazo.
—¡No! —Se apartó y fue hacia la puerta—. Sé muy bien lo que tengo que hacer. Y te
juro que lo haré sin
dudar.
Salió dejando a Peter inmóvil y consternado, mirando los preciados
dibujos de Gaston esparcidos por el suelo.

quiero el capitulo 40 ya que hará Lali no se que es capar de hacer seguro que hará algo que se separaran uno mas del otro no tardes en subir porfa
ResponderEliminarNOOOOOOOOOOOOO NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO. Lali que va a hacer? tengo miedo, tengo miedo!!!!!!!!!!!!!! Pobre Gaston, yo sabia, que en el fondo él la amaba, quiero ver que onda. Me preocupa.
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