Había estado
todo el día
librando de maleza el terreno de una finca particular. Había formado parte de un pequeño grupo de cuatro hombres y se había alegrado de que Peter no estuviera
entre ellos. Le habría costado conversar con él sin contarle lo que estaba a punto de
hacer. No quería
adelantarle nada hasta que todo estuviera hecho.
Comenzaba a
oscurecer cuando estacionaba junto a la acera, a pocos metros del piso. Tras la
última maniobra miró el reloj calculando el tiempo del que
disponía para
ducharse y salir de nuevo.
—Estás muy silencioso hoy —dijo Peter soltándose el cinturón de seguridad—. No es que seas el más hablador del mundo, pero cuando algo te
preocupa te conviertes en una tumba.
—Todo está bien —respondió a la vez que apagaba el motor y sacaba
la llave.
—¿Estás seguro? —insistió tratando de verle los ojos.
Gaston se volvió hacia él con una abierta y clara sonrisa que no
dejó lugar a dudas.
—Estoy
seguro. Todo está bien y
a partir de esta noche será perfecto.
Peter rio
sacudiendo la cabeza. Le iba a preguntar cuál era el misterio que se traía entre manos, cuando su mirada tropezó con Lali, que estaba junto al portal. Se
quedó sin
aire y el corazón se le
aceleró. La
observó sin
decir nada hasta que el propio Gaston la vio y salió del coche. Él le imitó con apresuramiento.
Caminaron juntos
hacia ella, que solo tenía ojos para Gaston. Si hubiera mirado a ambos hubiera
visto que las pupilas de uno brillaban, y las del otro, no; que a uno el corazón le golpeaba el pecho haciéndole temblar, y al otro no; que uno la
contempló
embobado cuando la tuvo enfrente, y el otro no.
—Te
esperaba —dijo
ella con voz vibrante, dirigiéndose a Gaston—. Tengo algo importante que decirte.
La notó tensa como seda en un bastidor.
Comprendió que le
pasara después del
modo en el que la había desatendido. Le iba a costar hallar las palabras con
las que conseguir su perdón, aunque ella era un ser tan especial que presentía que le absolvería de todas formas.
—Me
alegra verte —reveló con sinceridad.
Lali intentó sonreír, pero la rigidez de sus músculos no se lo permitió.
—Voy
subiendo —dijo Peter,
incómodo y aturdido. Abrió el portal y, en lo que duró el último y breve segundo, la mirada afligida
de ella se cruzó con la
suya.
—Vamos y
me lo cuentas arriba —propuso Gaston—. No dispongo de mucho tiempo, pero
podemos...
Ella introdujo
las manos en los bolsillos, inquieta.
—No. Prefiero
decírtelo aquí mismo —musitó, y tomó una gran cantidad de aire para confesar—: Lo he hecho por ti, porque te quiero.
La vio tragar,
nerviosa, y le apartó el cabello del rostro sonriéndole con ternura.
—Has
hecho muchas cosas por mí. No las olvidaré nunca.
—No lo
has entendido —repitió temblando—. Sabía que tú no podrías hacerlo.
—¿De qué hablas? —murmuró negándose a aceptar lo que acababa de cruzar
por su mente.
—Esa
llamada. —De nuevo
trató de
sonreír—. Lo he hecho por ti.
La sangre se le
congeló a Gaston
en las venas y el corazón comenzó a martillearle en las sienes. Durante un instante
volvió a ver a
Rocio como la había
contemplado por la mañana: sonriendo desde el arrebujo de sábanas mientras él se vestía. Había contenido la emoción al silenciarle los labios, pues lo que
deseaba hablar con ella no podía decirse con prisa: era largo, dulce y delicado, que
precisaba de un tiempo que entonces no tenía. Todo lo demás había dejado de parecerle importante: la
traición, los años de presidio, su odio enfermizo. Porque
al perderla había
comprendido que nada le aterraba tanto como vivir sin ella. Y al recuperarla y
amarla esa noche, envuelto en sus «te amo», se había arrepentido de haberla acallado todas las otras
veces. No, no podía ser.
No podía estar
ocurriendo ahora, cuando iba a pedirle que hablaran del pasado durante horas,
durante toda la noche, durante toda la vida si ella quería hacerlo, pero que supiera que aun sin
sus explicaciones deseaba pasar a su lado el resto de esa vida.
—Eso no
es cierto —dijo
mientras empezaba a faltarle la respiración—. Dime que no lo es.
Lali se
sobrecogió. Esa
tarde se había
preparado para todo, recordó mientras se abrazaba para detener sus temblores. Lo
amaba tanto que todo valía, hasta perderlo, si así lo arrancaba de la destructiva
influencia de quien acabaría siendo su perdición.
—Quería ayudarte antes de que esa mujer te
hiciera más daño. —Vio cómo el rostro de Gaston palidecía hasta asemejarse al blanco del papel—. Esto tenía que terminar.
—¡No! —aulló golpeando sus nudillos contra la áspera pared grisácea.
Desde que salió de la cama de Rocio, ese amanecer,
llevaba soñando con
regresar para abrazarla con fuerza, confesarle su amor y pedirle perdón por esa venganza que, ingenuamente,
pensó que
podría
cumplir en ella.
—Me lo
agradecerás, Gaston.
Sé que lo harás.
—¡Te dije
que yo me ocuparía,
maldita sea! —La sujetó por los brazos y la zarandeó mientras preguntaba—: ¿Cuándo lo has hecho? ¿Hace cuánto tiempo lo has hecho?
—Lo decidí ayer, cuando vi que...
Y dejó de escucharla.
Se giró para volver sobre sus pasos y Lali corrió para ponerse frente a él.
—No vayas
—pidió angustiada, caminando hacia atrás porque él seguía avanzando—. Deja que pase. La policía puede estar allí y si te agarran con...
—Es mi
problema —interrumpió sin detenerse—. Siempre ha sido mi problema.
Un problema que
esta vez resolvería,
pasara lo que pasase. Porque estaba dispuesto, una y mil veces estaría dispuesto, a volver al infierno de la cárcel para que ella no tuviera que
hacerlo.
Ella se hizo a
un lado, encogida de dolor y de frío.
Él se
lanzó hacia
el coche sin mirar una sola vez hacia atrás y salió haciendo chirriar las ruedas sobre el
asfalto.
Condujo por la
autopista con toda la urgencia que permitió el motor de su viejo Renault, atormentado
por lo que pudiera estar ocurriendo en ese momento.
Accedió en pleno caos de la hora punta. Se
destrozó los
nervios hasta que alcanzó la zona y ya no tuvo paciencia para estacionar el
coche. Lo detuvo en la plaza, medio invadiendo la acera. Le mataba la ansiedad
por llegar. Salió dejando
las llaves puestas y echó a correr por la calle como un poseso. Avanzó sorteando transeúntes, tropezando y recuperando el
equilibrio sin aminorar la frenética carrera.
Le faltaba el
aliento cuando llegó a la tienda y entró ciego como un ciclón. Sintió alivio al encontrar todo en calma, pero
no se detuvo. Hizo caso omiso a Rocio y a Mery y pasó por su lado sin ver otra cosa que la
puerta que conducía al
almacén.
Las dos mujeres
se miraron sorprendidas, pero solo Rocio fue tras él. Lo encontró desplazando la escalera hacia el rincón del fondo.
—¿Qué ocurre? —preguntó a la vez que le asaltaba la angustia.
No respondió. No sabía si le quedaba tiempo para
explicaciones. Su única
obsesión
consistía en
sacar de allí la
droga y dejarla a ella a salvo.
Subió los peldaños en dos zancadas. Apartó los rollos de tela de la última balda para introducir la mano hasta
el fondo y sacó el
paquete. Descendió y se
paró brevemente frente a Rocio, que no dejaba
de hacer preguntas.
—Te lo
explicaré todo —aseguró apretando con los dedos el envoltorio
transparente que siempre había tocado con guantes—. Ahora no puedo.
Ella le sujetó por el brazo al ver su intención de salir huyendo.
—¿Qué significa esto? ¿Qué llevas ahí? —preguntó temblorosa. Le resultaban reveladores el
tamaño y la
forma del bulto.
Gaston,
asfixiado aún por la
carrera, le acarició la mejilla mirándola a los ojos. La preocupación los asemejaba al titanio del Guggen en
una tarde de lluvia. Se conmovió hasta el fondo de su alma y sintió deseos de gritar que la amaba. ¿Cómo había sido tan necio de pensar, alguna vez,
que podría
herirla de algún modo? ¿Cómo había podido creer que dañaría a quien era y siempre sería su vida?
—Te lo
explicaré —repitió en voz baja, comiéndosela con la mirada—. Ahora te pido que pase lo que pase confíes en mí. Por favor —susurró emocionado—, confía en mí.
Y la besó en la boca con una brevedad profunda y
ansiosa.
—Me estás asustando —dijo Rocio cuando la soltó.
Pero él ya no escuchaba. Salía con el corazón ascendiéndole hacia la garganta. Ahora su meta
era llegar a casa sin que nadie le interceptara con la mercancía. Ahora era él, y únicamente él, quien se arriesgaba a pasar en la cárcel los años de condena que le quedaban y a sumar
otros nueve por reincidir en el mismo delito.

por favor te lo pido no tardes en subir que va a pasar como metan a gaston en la cárcel otra vez por culpa de lali no se que sera capaz de hacer rocio .
ResponderEliminarEs la novla mas linda, que has subito hasta ahora, de verdad me encanta!
ResponderEliminarNo me dejes con la intriga, te lo suplico!