domingo, 2 de diciembre de 2012

Un Hombre para Mi... Capitulo 22







Perdiste a uno de tus hombres comentó Gastón.
            —¿De veras?
            —Llegará enseguida con el equipaje. Tendrán que desatarlo.
            —Lo siento. Nicolas rió. Ayer me impacienté un poco.
            —Me lo había imaginado. ¿Qué diablos haces cabalgando con Leroy a la zaga? No es tu estilo.
            —Llevaba toda la semana cerca esperando trabajo y poniendo nerviosos a algunos de los hombres aclaró Nicolas mientras se encogía de hombros. Imaginé que lo enviaba a perder el tiempo, que aparecería por aquí antes de que él te encontrara, y que se marcharía. No me imaginaba que te entorpecerías el viaje con carruajes y tardarías un día más en llegar.
            —Yo tampoco me lo imaginaba, pero una de las muchachas se negó a viajar del modo normal.
            —¿La ruidosa?
            Gastón puso mala cara. Seguro que Nicolas había oído los chillidos que había soltado fuera de la casa. Eugenia había gritado tanto que debían de haberse enterado hasta en el barracón.
            Empezó a dar explicaciones, aunque no sabía muy bien por qué.
            —Tenía problemas con el viaje desde el primer día. No quería venir aquí y detesta viajar. Pero su actitud mejorará ahora que el viaje ha terminado.
            —No te engañes, muchacho. Es quisquillosa por naturaleza, y como he visto pocas. Puede que también muy malcriada. Muy bonita, eso sí. Supongo que captó tu interés.
            —Un poco admitió Gatón.
            —¿En serio?
            —Aún no.
            —Bien gruñó Nicolas. Las quisquillosas no dejan de serlo.
            —Ya te he dicho por qué está creando problemas. Aunque no es asunto tuyo. ¿Desde cuándo eres un experto en quisquillosas?
            —Desde que pasé dos meses con la madre de Daniella murmuró Nicolas.
            Gastón soltó una carcajada. No pudo evitarlo. La mirada vacía de Daniella era reflejo de su cabeza, pero su madre había estado de cháchara ininterrumpida las pocas veces que había coincidido con ella, algo que debió de empeorar mucho después de irse él.
            Pasado un momento Nicolas sonrió, pero sólo un instante. Como todavía no habían solucionado las cosas, no iba a relajarse demasiado. De hecho, sacó por fin el tema que ambos esperaban.
            —¿Estás preparado para volver a casa, hijo?
            —¿Estás preparado para admitir que con quien yo me case no es cosa tuya?
            —¿Podemos hablar de ello por lo menos?
            —Ya lo hicimos. Yo hablé. Tú no escuchaste le recordó Gastón.
            —No diste ninguna oportunidad a Daniella se apresuró a indicar Nicolas.
            —No tardé ni cinco minutos en saber que no quería tener nada que ver con ella.
            —Pero es bonita se quejó Nicolas.
            —Entonces cásate tú con ella.
            —Ni loco.
            —¿Por qué no? Es bonita le devolvió Gastón el razonamiento.
            —Es demasiado joven para mí comentó Nicolas.
            —Y es demasiado tonta para mí. ¿Podemos decir entonces que ninguno de los dos quiere que entre en la familia y dejar el tema? ¿O todavía está en el rancho? preguntó Gastón con el ceño fruncido. Porque si todavía está en el rancho.
            —Ya no le interrumpió Nicolas. Se fue a casa el mes pasado. Te habría esperado indefinidamente, porque la idea de casarse contigo le gustaba de verdad, pero su padre consideró que tu ausencia era insultante y vino a buscarlas. Y ya era hora. Su madre me estaba volviendo loco.
            —Supongo que entonces puedo volver a casa en cuanto resuelva las cosas aquí. Gastón sonrió.
            —Ya te lo dije, enviaré a...
            —Terminaré lo que empecé le interrumpió Gastón.
            —Espero que no quiera quedarte para cortejar a la quisquillosa reflexionó Nicolas con el ceño fruncido.
A Gastón le molestó que su padre llamara así a Eugenia, cuando apenas la conocía.
            —Aclaremos por lo menos una cosa. Estaría bien que aprobaran con quién me caso, pero no es necesario.
            —Si desea que tu mujer viva bajo mi techo gruñó Nicolas con agresividad, supongo que puedo dar mi opinión al respecto.
            —¿Quién dice que vayamos a vivir bajo tu techo? replicó Gastón. Podríamos, pero también podría construir nuestra propia casa a mi mujer y así no tendrías que tratarla.
            Nicolas reflexionó un segundo sobre la idea y rió.
            —Estaría bien. Sí, estaría muy bien. De acuerdo, hijo, si no vas a duplicar mi imperio, por lo menos dame muchos nietos que puedan hacerlo.
            —Cuando me decida a ello. Pero basta de empujarme y basta de buscarme prometida. ¿Trato hecho?
            —Maldita sea exclamó Nicolas con una sonrisa enorme a la vez que le daba una palmada en la espalda, qué bueno es tenerte en casa.
Gastón era consciente de que no le había contestado. A su padre le gustaba tener rutas de escape. Pero tenía razón. Era bueno estar en casa,  y otra vez en buenas relaciones con su padre.

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