lunes, 31 de diciembre de 2012

Un Matrimonio Diferente... Capitulo 33








Un ruido la alertó. Entonces vio una sombra oscura y silenciosa que entraba por la ventana de la habitación. Estuvo a punto de gritar, hasta que vio los rasgos de Gastón que iluminaban con la luz de la luna.
- Dime, ¿este juego de camas separadas es parte del plan para hacer más romántica nuestra relación? ¿Se suponía que yo iba a trepar con una rosa entre los dientes y una caja de chocolates?
- Hay una altura considerable desde la ventana hasta la playa ahí abajo. ¡Te podrías haber matado¡.
- Y si me cayese, sería un engorro para ti. ¿Tendrías mucho que explicar?
Gastón ni se había inmutado ante las muestras de horror que había dado ella al saber cómo se había arriesgado. Y era un riesgo inútil, absurdo para alguien como ella. Pero no para Gastón. Le gustaba el riesgo.
- ¡Estás loco! – dijo ella nerviosa ante lo que podría haber pasado.
- Dar patadas a la puerta no era un buen sistema con Candela en casa. Y hubiese asustado a los criados. No me hubiese gustado hacerte quedar mal.
- ¿Y tú no hubieses quedado mal? – preguntó ella, impresionada todavía por lo que había hecho.
- No, porque es la habitación de mi esposa, y estaba con cerrojo. Para los griegos eso es una provocación.
- ¡Te podrías haber matado! ¿Y hubiera valido la pena?
Gastón se metió en el otro lado de la cama, y le dedicó una sonrisa de satisfacción.
- Pregúntamelo por la mañana – aclaró él, acercándose a ella.
- ¡No! – gritó Rocío con pánico -. ¡Si vas a dormir aquí, yo dormiré en otra parte!
- Tú no dormirás conmigo. Dormirás en el suelo.
- ¡Por supuesto que no! ¿Qué te crees que soy?
- ¿Esperas que me disculpe por lo que te he dicho hoy? – dijo él apoyándose sobre las almohadas.
- ¿Qué?
- Pero lo que tú te has tomado como un insulto, yo lo considero un cumplido. Muéstrame a algún hombre casado que no quiera una esposa apasionada.
Rocío se estremeció.
- Me has llamado prostituta.
- No es cierto. He dicho que me alegraba que te comportases como una de ellas en mi cama. Aunque necesitarías unas pocas lecciones para tener el diploma –murmuró él con provocación -. Y me muero por dártelas. ¿Qué más puedo decir en mi defensa?
Rocío se estremeció. Gastón la fascinaba incluso cuando estaba enfadada. Tenía un tremendo carisma.
- No podemos vivir juntos de este modo.
- Acabamos de empezar – Gastón saltó de la cama, y la estrechó antes de que ella pudiera remediarlo.
- ¡No! – la furia de la boca de Gastón la silenció. La fuerza de sus brazos la tomó por sorpresa. Rocío apretó los puños y le pegó. Pero inmediatamente el deseo también se apoderó de ella.
Los labios de él presionaron la boca de Rocío, sumergiéndola en una oleada de excitación. La sangre galopaba en sus venas, el calor en su cuerpo iba aumentando.
Sintió el frío de la sábana en la espalda cuando él la apoyó de espaldas en la cama. Lo miró con desesperación, y él fue hasta sus pechos, que tomó y acarició con gesto posesivo. La respuesta de ella no se hizo esperar, y tampoco la pudo ocultar.
- Esto no es lo que quiero... – murmuró ella suavemente, tratando de vencer el deseo que la amenazaba.
- Pero tú me deseas...
- ¡No!
- Sí.
Gastón jugó con sus labios. Ella descubrió la dulzura del whisky en su boca, y la aceptó, resignada a que la maestría de él la llevase por caminos de placer inexplorados.
- Me deseas... tanto como yo.
Rocío gimió de placer cuando él se acercó con su boca a los pezones, tensando el cuerpo de ella como un instrumento de placer.
- Admítelo... – le exigió Gastón, hundiendo sus manos detrás de la cadera de ella y empujándola contra él.
- ¡Sí, sí! – por fin admitió Rocío.
Había sido un grito de derrota. Ella se había rendido al calor de su boca y sus manos seguras, pero en su interior, ella sentía que había cedido algo más importante aún, imprescindible para su supervivencia.

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