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Hace click en leer más para leer el capítulo...Amor por Chantaje Capítulo 16
—¿ESTÁS bien, Rochi?
—Sí, perfectamente, gracias
—respondió Rocío tratando que su voz sonara totalmente neutra y carente de
emoción.
—Entonces, ¿por qué no
comes nada? —le preguntó Gastón muy serio.
Llevaban viviendo como
marido y mujer algo más de un mes, durante el cual Rocío había aprovechado las
largas ausencias de Gastón, y la cuenta bancaria que había dejado a su
disposición, para modernizar la casa y hacerla más acogedora. Al menos durante
el día tanta actividad le impedía pensar, las noches sin embargo eran una larga
y tormentosa sucesión de horas en las cuales no podía controlar sus
pensamientos.
Gastón no había mencionado
a Lisa ni una sola vez desde su desagradable visita, y Rocío había decidido no
ser ella la que sacara a colación aquel nombre ya que tenía miedo de que si lo
hacía, no sería capaz de ocultar lo que sentía realmente.
La crueldad de su madrastra
había tenido, como siempre, el efecto esperado. ¿Le habría contado Gastón el
acuerdo al que había llegado con ella? Si era así, Rocío no podía comprender
cómo alguien sería capaz de soportar que su hombre estuviera intentando tener
un hijo con otra mujer, aunque no la quisiera. Pero claro Lisa nunca había sido
una mujer normal, ni desde luego maternal.
—Porque no tengo hambre
—respondió ella con frialdad y mirando a la preciosa mesa que había comprado la
semana anterior en una tienda de antigüedades.
Era sorprendente lo poco
que le había costado adaptarse de nuevo a la vida de aquella pequeña ciudad.
Bien era cierto que en Río no había hecho ningún amigo al que echara de menos.
Le había resultado muy duro abrirse a cualquier persona, sobre todo a los
hombres; había demasiadas heridas abiertas que habían mermado su confianza en
sí misma.
Eso no quitaba que pensara
a menudo en su estancia en Brasil, y en los niños, sobre todo en ellos. Después
de todo ellos eran los que la habían hecho volver y meterse en la insoportable
pesadilla que estaba viviendo. Algún día regresaría, pero por el momento había
ciertas cosas en Inglaterra que absorbían todo su tiempo y su atención.
—¿Qué pasa, Gastón? —le
preguntó en tono desafiante—. ¿Esperabas que te dijera que no como porque me
encuentro mal? ¿O porque estoy embarazada? —negó con la cabeza, mientras
sonreía con frialdad—. Pues lamento decepcionarte, pero me temo que no es eso.
Pobrecito, vas a tener que volver a acostarte conmigo otra vez.
Apenas se reconocía a sí
misma en la mujer ácida en la que se estaba convirtiendo. ¿Era eso lo que
ocurría cuando le negaban a uno el sexo? ¿Cuando le dejaban probar lo que era y
luego no le permitían volver a disfrutarlo nunca más?
No tenía manera de saberlo
pues, como muy bien había dicho Gastón, ella no sabía nada sobre sexo. Cuando
la había llevado a la cama no era más que una virgen ingenua que confundía el
sexo con el amor y que creía que eso último era algo importante.
—Quizás la próxima vez
debamos calcular cuál es el momento más oportuno para concebir. Al fin y al
cabo, ninguno de los dos queremos acostamos con el otro si no es totalmente
necesario —sugirió Rocío con una ironía que le era del todo desconocida.
—¡Estás mintiendo, Rochi!
Aquella exclamación la
pilló tan desprevenida que, por un momento, lo miró impresionada de que lo
supiera. Pero era imposible que lo supiera… Ni siquiera ella estaba del todo segura…
Los únicos motivos de sospecha eran un ligero mareo y el hecho de que ya no
aguantaba la taza de café bien cargado que solía tomar por las mañanas.
—Tú sí que quieres
acostarte conmigo, y lo harías ahora mismo si yo me levantara y te tomara entre
mis brazos… La verdad es que siento la tentación de hacerlo solo para
demostrarte que estoy en lo cierto. —Rocío sintió un profundo alivio. No lo
sabía. No se había referido a lo que ella había pensado. Entonces recapacitó en
lo que sí había dicho claramente, algo que hizo que dejara a un lado el alivio
y se centrara en las punzadas de emoción que le golpeaban el corazón.
—Estás muy equivocado.
¿Qué demonios estaba
haciendo? ¿Empujarlo hasta el punto en el que no le quedaría otro remedio que…?
Emitió un grito ahogado al
ver que Gastón se ponía en pie y se aproximaba a ella.
—Ya te he avisado más de
una vez que es peligroso que me desafíes —le recordó con una insolente sonrisa
en los labios.
Estaba a su lado, la agarró
de la mano obligándola a levantarse y la estrechó fuerte entre los brazos,
pegándola tanto a su cuerpo que ambos podían sentir el corazón del otro.
Había sido un día de mucho
calor, por lo que Rocío llevaba puesta una camiseta muy fina en la que ahora
sentía el roce de los pezones erectos por la excitación.
—¿No es esto exactamente lo
que querías que hiciera? —le preguntó en voz muy baja.
La negativa no llegó a
salir de su boca porque Gastón se apresuró a tapársela con sus labios,
besándola con una pasión a la que ella respondió de inmediato. Sus lenguas se
juntaron y juguetearon ansiosas mientras Rocío sentía que algo dentro de ella
se derretía.
—¡Gastón!
Él bebió la exclamación de
sus labios, reconociendo la necesidad con la que la había pronunciado.
Aun con los ojos cerrados,
podía ver su cuerpo fuerte y desnudo, recordaba su erotismo con todo detalle:
cada músculo, cada hueso, cada centímetro de piel.
—Te deseo tanto.
Aquellas palabras salieron
de ella provocándole un intenso dolor porque le demostraban una vez más que a
su lado no podía resistirse, no podía enfrentarse al amor que sentía por él.
Pero eso no era amor; como muy bien le había dicho Gastón, ¡era solo sexo! Pero
estaba claro que, al menos eso, también él lo sentía.
¿Reaccionaría de igual modo
con Lisa? ¿Se excitaría con la misma intensidad?
—Llévame a la cama, Gastón
—le pidió sin querer hacer caso a su orgullo herido. No sabía si era porque lo
quería a él o porque quería demostrarse a sí misma que era lo suficiente mujer
para hacerlo ir contra su propia conciencia. Si Lisa podía hacerlo, ella
también.
Notó cómo dudaba.
—Te recuerdo que eras tú el
que quería esto. Eres tú el que quieres que tenga un hijo.
Sabía por supuesto que
cuando recobrara la cordura, cuando la abandonara el ansia de estar con él, se
despreciaría por haber utilizado esa excusa como arma. Pero en ese momento nada
importaba. Lo deseaba mucho… demasiado.
Esa vez era diferente.
Rocío estaba preparada para cada paso, se anticipaba a sus caricias; su cuerpo
iba al encuentro del de Gastón pidiéndole más.
Pero de repente sintió
náuseas de lo que estaba haciendo. Estaba asqueada por su propia falta de
autocontrol.
Era sexo, se recordó a sí
misma, no amor. ¿De verdad era capaz de disfrutar el mero acto sexual sin
ninguna carga emocional?
—¿Qué ocurre?
Gastón la tenía abrazada en
mitad de la oscuridad.
—He cambiado de opinión.
Su respiración se hizo más
tensa.
—¿Puedo preguntarte por
qué?
—No lo entenderías —iba a
echarse a llorar de un momento a otro, tuvo que mirar hacia otro lado para que
él no lo notara.
—Inténtalo.
¿Era su imaginación o su
voz parecía más dulce… incluso cariñosa? Seguía acariciándole la espalda como
si intentara reconfortarla. A veces una caricia transmitía mucho más que las
palabras, quizás porque con las manos no se puede mentir. A lo mejor era
simplemente que su falta de experiencia estaba haciendo que viera cosas que ni
siquiera existían.
Las emociones la estaban
sobrepasando.
—No quiero que entre
nosotros haya solo sexo, Gastón.
Hubo un largo silencio
durante el que Rocío se preguntó qué demonios la había hecho decir eso.
—¿No? ¿Qué quieres que haya
entonces? —le preguntó sin dejar de acariciarla ni un segundo, quitándole la
tensión con las manos, que fueron lentamente de la espalda al cuello para bajar
después hasta el pecho. Ella temblaba como una hoja a punto de caer—. Dime,
Rocío —le pidió con un susurro casi imperceptible—. ¿Qué es lo que quieres de
mí?
—¡Te quiero a ti! —le dijo desesperada.

me muero, no me digas que Rochi esta embrazada, me encanto que le confesara eso a Gastón quiero ya la respuesta de Gas
ResponderEliminarEspero el proximo!!!
hay,hay!.. jodeme que esta embarazada?.. quiero que gas le contete que el tambien!!!!!!
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