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El Hijo del Magnate Capítulo 56
EL yate había anclado en una de las
islas griegas, en el puerto de una pequeña localidad de casas blancas y
cipreses afilados. Gastón no se había molestado en llamarla por teléfono para
avisarla de su llegada; llegó en helicóptero a la localidad y subió al barco
enseguida. Su esposa se encontraba en cubierta. Llevaba el cabello suelto y se
había puesto un vestido largo y sedoso, de color azul.
Al verla, sonrió de oreja a oreja
sin poder evitarlo. La sonrisa de Gastón la desconcertó tanto como su aparición
súbita y el profundo impacto que le causaba aquel hombre de piernas largas,
caderas estrechas y hombros anchos.
Llevaba un traje negro que le
quedaba a la perfección e irradiaba carisma y energía.
Gastón Dalmau le gustaba tanto que
sintió un calor intenso entre las piernas y sus pezones se endurecieron al
instante.
—¿Champán? —preguntó él.
Gastón descorchó la botella que
había pedido de camino a cubierta, llenó dos copas y le dio una.
—¿Qué estamos celebrando?
Él arqueó una ceja.
—Dímelo tú. Doy por sentado que tu presencia
en el barco significa que has decidido quedarte conmigo...
Rocío pensó en una docena de
respuestas posibles, todas las cuales incluían el hecho de que no tenía más
remedio que quedarse con él. Pero entonces se acordó de que a Gastón siempre le
había molestado que se escondiera tras toda una gama de excusas con tal de no
admitir que lo encontraba atractivo, así que decidió ser más directa.
—Sí. Me voy a quedar.
—Veo que el sentido común ha
triunfado, milaya moya —dijo él—. Nos
necesitamos el uno al otro.
Ella bebió un sorbito de champán.
—Sólo siento estar de vuelta por una
cosa —continuó él—. Ahora que estás a mi lado, ya no tendré sueños eróticos en
los que imagino que te retengo como prisionera, atada a los pies de mi cama...
Rocío se excitó un poco más y su
corazón se aceleró. Le pareció increíble que la idea de ser prisionera de Gastón
le resultara excitante, pero era verdad.
—Créeme. No he pensado en nada más —añadió
Gastón.
—Oh, vamos, seguro que has dedicado
todo tu tiempo a comer, dormir y hacer negocios —bromeó.
—Sí, eso es verdad, pero sólo porque
quería volver contigo cuanto antes. Tú eres la única recompensa que quiero.
Gastón la besó en la boca con
sensualidad y hundió los dedos en su cabello.
Mientras la besaba, bajó una mano y
la cerró sobre sus senos, que a continuación empezó a acariciar. En pocos
segundos, Rocío estaba tan fuera de sí que gemía de placer. Gastón suspiró
entonces, la tomó entre sus brazos y la llevó al interior de la embarcación.
Ya habían llegado al camarote y le estaba
separando las piernas para levantarle el vestido y explorar su sexo con los
dedos cuando le preguntó:
—¿Tendré que atarte?
Ella volvió a gemir cuando sintió
que le acariciaba el clítoris.
—Sí, creo que será lo mejor...
—acertó a contestar
Gastón la alzó en vilo y la sentó en
una mesa.
—Patse
lux min-ya... bésame —ordenó él, sentándola en el borde de la mesa.
Ella obedeció su orden, encantada.
La mesa estaba fría, pero no le importó en absoluto. Estaba demasiado ocupada
intentando quitarle el cinturón para desnudarlo rápidamente y sentirlo dentro.
Gastón decidió ayudarla y se
desabrochó los pantalones. Después, con un suspiro de placer, la penetró sin
más preámbulos. Ella empezó a jadear a medida que los movimientos de Gastón la
iban acercando al clímax.
—No te pares... ¡No te pares! —le
rogó.
Gastón la agarró con fuerza y
aumentó el ritmo y la intensidad de las acometidas. Cuando Rocío llegó por fin
al orgasmo, fue como si todo su cuerpo ardiera por dentro. Y Gastón la acompañó
segundos después.
—Nunca me cansaré de ti, angil moy —dijo él cuando apenas habían
transcurrido un par de minutos—. Acabamos de hacerlo y ya me has excitado otra
vez...
Rocío todavía sentía las últimas
olas de placer cuando se dio cuenta de que habían hecho el amor sobre una mesa,
y parcialmente vestidos. Gastón se apartó un momento para dejar en una silla la
ropa que se había quitado, pero la amontonó sin orden ni concierto.
—Deberías ser más cuidadoso —dijo
ella.
—Tengo cosas más importantes que
hacer que ser cuidadoso con la ropa —dijo él, mirándola con humor—. Pero me
sorprendes, Rocío... no puedo creer que ya te comportes como una esposa.
—¿Quieres que me comporte como una
esposa? —preguntó, sorprendida.
—Da...
Sí. Quiero el paquete completo. Pero lo que verdaderamente quiero en este
momento es una ducha.
Gastón la tomó en brazos otra vez.
—Ya sabes que no puedo concederte
todo lo que quieras. No te atrevas a dejarme embarazada.
Gastón frunció el ceño.
—No sin tu consentimiento. Además,
siempre he usado preservativo... menos la primera vez, por supuesto. Y entonces
pensaba que habías leído el contrato y que estabas de acuerdo en darme un hijo.
Cuando Gastón la desnudó y la metió
en la ducha, Rocío se había quedado pálida. Ni siquiera había caído en la
cuenta de que la primera vez no habían usado protección. Estaba demasiado
excitada para notarlo.
—Espero que no pase nada...
—Yo también, Rocío. Al principio
había pensado en esperar un año, y ahora ya sé que no quieres tener un hijo
conmigo. Aunque es posible que más tarde, cuando me conozcas mejor, cambies de
idea...
—¡De ningún modo! No cambiaré de
idea. Un hijo necesita una madre.
Gastón abrió el grifo de la ducha y
se metió con ella bajo el agua.
—Eres tan sexy... pero dime una
cosa: ¿qué harías con mi hijo? ¿Usarlo como arma contra mí? ¿Obligarme a
afrontar una serie interminable de juicios por la custodia del niño para
sacarme todo el dinero que puedas?
—No tienes muy buena imagen de las
mujeres, según veo,
—Me temo que algunos de mis amigos
han pasado por un infierno por culpa de sus ex esposas. Yo no cometeré el mismo
error. Las mujeres tienden a ser muy vengativas cuando sus relaciones amorosas
se rompen.
Rocío sacudió la cabeza.
—No sé cómo serán las demás, pero yo
no haría eso nunca. Tomaría las decisiones en función de lo que fuera mejor
para mi hijo.
—Siempre dices lo correcto, milaya moya. Y sé que también le has
dicho lo correcto a tu hermana, aunque no haya servido de mucho.
Gastón salió de la ducha.
Rocío tardó un momento en darse
cuenta de lo que había pasado.
—¿Cómo sabes que he hablado con mi
hermana?
—Porque ordené que grabaran tus
conversaciones. Quería saber si me estabas diciendo la verdad.
—¿Me has espiado? ¡Eso es horrible!
—protestó.
—A diferencia de ti, yo no miento ni
engaño ni estafo a nadie. Siempre te diré la verdad, Rocío; de eso puedes estar
segura. Pero no voy a mantenerme en la ignorancia en lo relativo a las cosas
que me importan.
Rocío se secó y entró en el
dormitorio, donde eligió un pijama y se lo puso antes de meterse en la cama.
—¿Vamos a dormir juntos todas las
noches? —preguntó ella—. Dijiste que no eres un romántico...
—Pero has conseguido que aprecie
cosas que antes no apreciaba. Durante las próximas semanas lo compartiremos todo,
como los recién casados que somos —declaró.
Rocío no entendió lo que pretendía;
sí no iba a darle un hijo, carecía de sentido que se mostrara tan amable. Y Gastón
demostró conocerla mucho mejor de lo que ella pensaba, porque adivinó sus
pensamientos y dijo:
—Deja de darle vueltas y más vueltas
a todo. No eres perfecta, es verdad, pero nunca esperé que lo fueras. Y por
otra parte, te deseo tanto que me he vuelto más tolerante. Anda, cierra los
ojos y duerme un ralo.
Rocío se durmió enseguida. Despertó
en mitad de la noche y se descubrió entre sus brazos, así que intentó
liberarse; pero sus movimientos despertaron a Gastón, que se excitó enseguida y
no tardó en quitarle el pijama y hacerle el amor otra vez.
Durmió hasta el alba, cuando volvió
a sentir el contacto de las manos de Gastón en sus pezones hipersensibilizados.
Él la penetró enseguida y le hizo el amor de un modo tan maravilloso que la
dejó completamente satisfecha.
Después, se abrazó a él y aspiró el
aroma de su sudor, que de repente le parecía el olor más bello del mundo. Su
cuerpo ya no era suyo; era de él. Cuando la tocaba, no se podía resistir a sus
caricias.
Sólo esperaba que no se hubiera
quedado embarazada durante el primer encuentro, lo cual era desgraciada y
perfectamente posible, por muy seguro que estuviera Gastón de lo contrario. Un
embarazo lo complicaría todo.

Para mi estos deos muy pronto se van a enamorar uno del otro.. va en caminada la cosa!! jajaajaj.. espero el proximo cap!! :)
ResponderEliminares hermoso el capitulo, me encanto
ResponderEliminarPara mi en cualquier momento Rochi queda embrazada y ya estan enamorados y no lo quieren admitir