jueves, 31 de enero de 2013

Un Matrimonio Diferente... Capitulo 41







- En tu naranja había vodka, Rocío.
- ¡Oh!
- Es algo desagradable lo que he hecho, pero necesitaba que hablases y que estuvieras relajada. El coche, además, está girando todo el tiempo, haciendo círculos. Por favor, perdóname.
Cuando Rocío se apartó, Gastón tembló, como una reacción que contrastaba con la tensión y la excitación de ese momento. Y Rocío se rió, porque de pronto le pareció muy gracioso. Sabía que esa duplicidad en él debía molestarla, pero la imagen de Gastón hecho un auténtico lío de sensaciones, le hacía gracia.
- Tienes conciencia...
- Sí, y ahora mismo me está matando. ¡Theos! Siempre es así contigo. Te deseo tanto, que haría cualquier cosa.
Rocío descubrió en las palabras de Gastón un poder suyo que no conocía. No se le había ocurrido que fuese tan deseable para él. Pero ella se daba cuenta de que excitación era mutua. No obstante, él era un macho que buscaba, sobre todo, sensaciones físicas. Seguramente no tenía nada que ver con las fantasías adolescentes que Rocío había albergado durante tanto tiempo, pero igual le gustaba lo que él decía, y se daba cuenta de que nunca había valorado sus propios encantos.
- No tengo pechos grandes.
- ¿Qué?
- O piernas largas.
- ¡Dios! Yo creo que eres perfecta – le acarició los labios con la boca -. Eres tan perfecta... No puedo creer que seas mía...
-      Dime más... – le invitó Rocío, echando la cabeza hacia atrás, y sonriendo burlonamente.
Pero Gas no siguió, porque se dio cuenta entonces de que la limusina había parado.
- Hemos llegado.
Rocío hizo un esfuerzo por volver a la realidad, lo que le costó unos segundos. Nik entonces le tomó la cara con una de sus manos en un gesto tierno, y le dio un beso que poco hacía por que ella se pudiera desprender de él.
El aire fresco la golpeó. Gastón le rodeó la espalda con su brazo, y la ayudó a ponerse de pie firme, mientras ella se estiraba la falda de su traje.
- Si me tambaleó es culpa tuya.
Gastón se rió suavemente e inclinó la cabeza.
- Todavía estás débil a causa de la gripe – le dijo él -. Definitivamente tienes que descansar en la cama antes de la cena. Y como soy un buen esposo que te cuida y que se preocupa por ti...
- ¿Un qué?
- Te voy a acompañar – completó la frase él.
Mientras Gastón la conducía por las escalinatas que daban al impresionante edificio que tenían delante, y cuyas puertas estaban abiertas como para recibirlos, Rocío pensaba que era evidente que Nik había devuelto a la relación entre ellos el encanto anterior a la discusión. Y Rocío se sentía aliviada y feliz nuevamente. Pero le preocupada la facilidad con la que él lo había hecho. Era casi un milagro.
En ese momento apareció Candela, vestida y arreglada como nunca antes la había visto Rocío. Con el pelo recogido, y un elegante vestido que realzaba su figura menuda.
- ¡Llegáis tarde!
- Nos hemos perdido – dijo Gastón sin darle importancia.
- ¿Perdido?
- Pero nos hemos encontrado nuevamente – murmuró él en un aparte, como para que sólo Rocío
 pudiera oírlo.
- Sí – dijo ella con una trémula sonrisa, y los ojos brillantes.
- Bueno. Ellos esperan que Gastón te deje y vuelva con ella otra vez. Es desagradable. Es por eso que te están tratando como si fueras la mujer invisible.
Rocío sintió ganas de reírse. No sabía realmente si lo que decía Candela era cierto. Le fue presentando a todos los invitados. Y todos, sin excepción, la habían recibido con frialdad y formalidad. Había sido el tipo de bienvenida que hubiese espantado a cualquier nuera con expectativas acerca de un encuentro con su familia política. Rocío comenzó a pensar que probablemente la muchacha tenía razón. Porque la sensación que le daba era que la habían recibido como a una enferma contagiosa.
Pero en el momento en que Gastón fue a su lado, y le puso una mano alrededor de los hombros, todos cambiaron de actitud. No hacían más que escuchar a Gastón, y estar receptivos hacia él. El efecto del cambio repentino era casi cómico. Sin embargo, Rocío notó que la actitud de dos de las hermanas de Rocío y sus respectivos hijos, adultos ya, no era sinceramente cariñosa. Recordó entonces lo que le había dicho Candela. Que Gastón mantenía a toda la familia; sólo los padres de Candela eran independientes económicamente. Los demás eran mantenidos o empleados de Gastón.

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