lunes, 21 de enero de 2013

Una Princesa En Casa Cap 17

Lo dije antes y lo repito ahora este capi me encanto 
Un nuevo milagro de Rochi

Capítulo 17
Quizá no había sido una buena idea. La perrera no era un lugar particularmente alegre. Con sus filas y filas de jaulas, parecía una cárcel para animales.
La supervisora que se la estaba mostrando a la vez que les explicaba en qué consistía el trabajo de los voluntarios, parecía sobrecargada de trabajo.

-El parque más cercano está a cinco manzanas de aquí. Pero la verdad es que estos pobres animales solo esperan que se les dé una vuelta a la manzana de vez en cuando. ¿Alguna pregunta?

Rocio miró a Monito. Este la miró a su vez con los ojos abiertos como platos.

-¿Hay que sacar a pasear a los perros en algún orden determinado?
-Para eso tenéis que mirar la ficha que hay en la jaula de cada animal -contestó la supervisora y comenzó a alejarse de allí tras dirigirles una sonrisa de disculpa y llamar con un gesto a una compañera de trabajo que estaba al otro lado de la enorme habitación-. Si el perro ha salido a pasear el día anterior, elegid a otro que no haya salido tan recientemente.

Monito se había separado de Rocio y se había agachado frente a la jaula de un perro ya viejo, cuya raza parecía imposible de determinar. Era un perro grande, de orejas caídas, mirada inteligente y expresión amistosa.

-Este perro de aquí no tiene ficha -le señaló Rocio a la supervisora, alzando la voz.
-Oh, ese no necesita salir a pasear -le contestó-. Me temo que toda esa zona es nuestra versión del corredor de la muerte. Son los cachorros que están al otro lado los que necesitan más atenciones y los que más probabilidades tienen de ser adoptados.

El corredor de la muerte. ¡Dios santo!

Rocio advertía por la expresión de Monito, que este, afortunadamente, no había entendido a qué se refería.

-La señora Freeman nos ha pedido que saquemos a pasear a los cachorros -le explicó a Monito-. Ellos necesitan hacer más ejercicio porque están creciendo.

Monito volvió a mirar al perro más anciano, que movía lentamente la cola mientras intentaba tocar los dedos del niño con la nariz. Monito se echó a reír y el perro sacudió alegremente la cola.

-Magnífico -dijo Aleli-. Se ha encaprichado de uno al que están a punto de matar.

Monito se quedó completamente quieto y Rocio se vio obligada a intervenir:

-Aleli...
-¿No sabes lo que es el corredor de la muerte? -le preguntó Aleli a su hermano.

Monito negó con la cabeza.

-Aleli, no creo que... -la interrumpió Rocio.
-¿No crees que debería saberlo? -se volvió nuevamente hacia su hermano-. Es terrible, Monito. Todos los perros que están en esta parte de la habitación están condenados a muerte. Les pondrán una inyección y jamás volverán a despertarse. ¿Y sabes por qué los matan? Porque nadie quiere cuidar de ellos.

Monito miró a Rocio horrorizado.

-Oh, Rochi, por favor, no dejes que los maten.

Era una frase. Una frase completa. Incluso Aleli parecía sorprendida.
Y Rocio supo en ese momento que, aunque no lo había planeado, aquella tarde iba a llevar a casa más de una sorpresa para Gastón.


Gastón no había conseguido hacer nada. Estaba sentado en su despacho, con la mirada fija en la pantalla del ordenador, pensando en... Pensando en cosas en las que no debería pensar.
¿Pero qué diablos le había ocurrido?

Rochi no era la clase de persona que disfrutaba del sexo por mero placer. Si le hacía saber que se sentía atraído por ella, esperaría de él algo más que una breve y explosiva semana de pasión.

Pero quizá, si se convirtieran en amantes, podría prolongar su estancia en la casa.
La idea era ridícula y Gastón la descartó al instante. No era justo utilizarla de ese modo. El odiaba que mujeres como Daniela Collini se acercaran a él por su riqueza y su poder, sin importarles en absoluto quién era Gastón Dalmau en realidad.

No, los motivos por los que deseaba acostarse con Rochi no tenían nada que ver con el hecho de que fuera la mejor niñera que había conocido. La verdad era que deseaba a Rochi Gutiérrez porque deseaba a Rochi Gutiérrez. Su única motivación era el sexo. Por supuesto, eso ya era suficientemente malo. Pero Gastón no podía darle nada más. Y sabía que podía terminar haciéndole daño.
Por tanto, lo que tenía que hacer era limitarse a disfrutar de su atracción por ella. Reconocerla como algo prohibido y disfrutar del tiempo que pasaba cerca de Rochi, permitiéndose mirarla, pero sin tocarla jamás. El cielo sabía el tiempo que había pasado desde la última vez que había deseado tocar a una mujer. Era gratificante saber que su libido volvía a funcionar. Así que se conformaría con su deseo, a no ser que Rochi llamara a su puerta y anunciara que quería de él sexo puro y apasionado, sin ningún tipo de ataduras afectivas. Si eso ocurriera, Gastón cerraría inmediatamente la puerta de su despacho y la desnudaría con los dientes.

Una inesperada llamada a la puerta le hizo sobresaltarse. Inmediatamente se rió de sí mismo. Era imposible que fuera Rochi, probablemente se trataría de Tina con el correo. O del jardinero, que querría hacerle alguna pregunta sobre algún árbol.

Gastón abrió la puerta. Y allí estaba Rochi.

-¿Podemos entrar? -preguntó.

Había hablado en plural. Gastón vio entonces que Monito estaba a su lado. Aleli llegaba inmediatamente tras ellos,
-
Claro -contestó. Se aclaró la garganta y retrocedió para dejarlos pasar-. Monito, Aleli, ¿qué os trae por aquí?
-Monito tiene algo que decirte -le explicó Rochi, haciendo entrar al niño en la habitación.

Algo que decir. Caramba. Gastón había estado hablando con un especialista esa misma mañana. Al final había aceptado hacerle una prueba al niño para averiguar si tenía algún problema de autismo o alguna posible enfermedad mental.

Rochi apretó cariñosamente el hombro a Monito y este se dirigió hacia Gastón:

-Papá, Rochi nos ha llevado hoy a la perrera.

Oh, Dios santo. Realmente había hablado. Había dicho una frase entera, claramente enunciada. Gastón se dirigió al instante a la silla que tenía tras él. Necesitaba sentarse.

-A la perrera. Caramba -miró a Rochi. Sabía que todo lo que estaba sintiendo se reflejaba en su rostro, pero no tenía forma de disimularlo.

Rochi asintió, mirándolo con ojos luminosos. Gastón volvió a fijar la mirada en su hijo.

-¿Y lo has pasado bien?
-No -contestó el niño con vehemencia-. Es horrible. Tienen un corredor de la muerte y hemos descubierto que iban a matar mañana a Mina.

Mina. Gastón volvió a mirar a Rochi, pero esta continuaba mirando a Monito.

-Y Rochi me ha dicho que esa perra era muy viejo y no viviría mucho -continuó explicando el niño,- pero yo he dicho que no me importaba y ella me ha dicho que si yo quería cuidarla tendría que ser un niño casi siempre y no un perro, porque el perro necesita a un niño que pueda cuidarlo
.
Brillante. Rochi era increíble, sorprendentemente brillante. Gastón quería reír. Quería llorar. Y quería abrazar a Rochi, pero Monito continuaba mirándolo tan serio y con tanta intensidad que lo único que pudo hacer fue asentir.

-Bueno, sí, en eso tiene razón.
-Y Rochi ha dicho que si Mina, la hemos llamado así, no puede quedarse con nosotros, pagará para que viva feliz en una residencia para perros y podremos ir a verlo todos los días. Pero por favor, papá, es tan bonita... Yo quiero que viva con nosotros.

Un perro. En Dalmau.

Monito miraba a su padre esperanzado. Incluso Aleli se había asomado a la puerta, esperando oír su respuesta.

-¿Qué tipo de perro es?
-Un Golden -le explicó Monito- Es bastante grande-admitió.

Gastón no podía creer que estuviera realmente allí sentado, teniendo una conversación con su hijo. El niño había hablado más durante los últimos dos minutos que durante los últimos dos años.

-Supongo que es un perro de buen carácter.
-Claro que sí -contestó Monito.
-Y no tendrá ningún antecedente de comportamiento agresivo -añadió Gastón mirando a Rochi.
-Ninguno -contestó ella-. Su propietaria era una anciana que sufrió un derrame cerebral y tuvo que ser ingresada en una residencia. No había nadie que pudiera hacerse cargo del perro. Faltaban solo unas horas para que lo mataran y es cierto lo que ha dicho Monito. Si tú no quieres que el perro se quede en casa, yo estaría encantada de pagar...

-¿Pero estás bromeando? -repuso Gastón-. Si me parece una idea genial -miró a su hijo-. ¿Ese perro es tan bueno como me has dicho?

Monito asintió con entusiasmo.

-Yo siempre he deseado tener un perro -continuó explicando Gastón-. Un perro de verdad. Y por lo que habéis contado, parece que por fin vamos a tener un perro magnífico.

Monito se arrojó a los brazos de su padre y lo abrazó con fuerza.

-Oh, gracias, papá -alzó la cabeza-. ¿Puedo ir a decirle que va a quedarse en casa?
-Claro -Gastón intentó disimular una carcajada al imaginarse a su silencioso hijo yendo a hablar a un perro
-¡Vamos, Aleli! -Monito casi tiró a Rocio en su carrera hacia la puerta.

Gastón se reclinó en su silla, como si no supiera muy bien lo que tenía que hacer. Se llevó la mano a la frente y se tapó los ojos, frotándoselos como si tuviera un terrible dolor de cabeza.

Oh, Dios, se lamentó Rochi. Por mucho que le gustara que su hijo hubiera vuelto a hablar, era posible que Gastón odiara tener un perro en casa. Caminó hacia él.

-Siento no haberte llamado antes, comprendo que esto puede parecerte una imposición, pero...
-¿Una imposición? Debes estar bromeando -se levantó con un ágil movimiento y se acercó a la ventana-. Tenía tanto miedo... Cuando ha entrado en mi despacho y me ha dicho que lo habías llevado a la perrera -se echó a reír, pero su risa estaba cargada de emoción-. Me he sentido apabullado. Prácticamente había renunciado a él, Rochi. Sinceramente, pensaba que lo había perdido.

Se volvió hacia ella. Tenía los ojos llenos de lágrimas.

-Pero ha vuelto... -rio de nuevo, y una lágrima escapó de sus ojos. Rocio, incapaz de resistirlo, se acercó hasta él y lo abrazó.

Gastón la rodeó con sus fuertes brazos y la propia Rocio estuvo cerca de las lágrimas.
Gastón olía maravillosamente bien. Su colonia, la suave fragancia de su camisa y su propia, sutil e inconfundible esencia constituían una mezcla embriagadora. Rocio podía oír los latidos de su corazón.

-¿Cómo puedo agradecértelo? -le susurró Gastón con voz ronca-. No llevas aquí ni una semana y yo he recuperado a mi hijo. ¿Cómo voy a poder pagártelo?
-Solo ha sido cuestión de suerte -Rocio no podía moverse. Si a varios centímetros de distancia, Gastón ya le parecía increíblemente atractivo, estando tan cerca de él corría el serio peligro de sufrir un infarto.
-¿No serás una especie de bruja, Rochi Gutiérrez? Porque has conseguido hechizarnos a todos. ¿Qué voy a hacer contigo?

Rocio se echó a reír. Porque la otra opción que le quedaba era besarlo, y sabía que no debía hacerlo. Gastón continuaba mirándola y abrazándola con fuerza. Y, de pronto, le susurró una cifra desorbitante al oído.

Rocio se quedó completamente helada.

-¿Perdón?
-Al año -dijo él-. Si te quedas hasta después de enero. Con un veinte por ciento de aumento cada tres años.
Rocio se separó inmediatamente de él. ¡Estaba hablándole de un salario!
-No puedes estar hablando en serio.
-Pues lo estoy. ¿Qué me dices a eso?-Rocio se quedó boquiabierta. Pero rápidamente cerró la boca. Se encogió de hombros.
-Pues lo que digo es... que no.
-¿No?
-Me siento halagada, por supuesto, pero...
-Te ofrezco el doble.-Rocio dio media vuelta. Aquello se le estaba yendo de las manos.
-Mi oferta sigue incluyendo un apartamento. Y te compraré un coche también. Y seguro médico, Tendrás todos tus gastos cubiertos y...

Rocio se volvió para mirarlo.

-Es imposible que alguien que esté en sus cabales le pague tanto a una niñera.
-Quizá esté loco. Si el doble no es suficiente, dime tú cuánto quieres.
-¡Basta ya! Me estás haciendo sentirme muy incómoda -aquello era completamente absurdo-. Yo no tengo precio -le dijo, amablemente-. No quiero que me mal interpretes. Adoro a tus hijos -y, que el cielo la ayudara, sabía que no faltaba mucho para que se enamorara también de Gastón-, pero el dinero no es algo que me importe.
-Evidentemente. Aun así, supongo que tiene que haber algo que desees, algo a cambio de lo que puedas quedarte.

Deseaba besarlo. Lo deseaba a él. Pero Gastón era un hombre que estaba fuera de su alcance. Ni siquiera jugaban el mismo juego. Mientras ella había estado pensando en lo maravillosamente que estaba entre sus brazos, él se había decidido a planificar una oferta para que se quedara.

-Creo que tendría que ir a ver dónde están Monito y Aleli.
-Rochi, si te he ofendido, lo siento. No era esa mi intención -se aclaró la garganta-. Y gracias por todo lo que has hecho hoy. Me gustaría que al menos consideraras mi oferta. Y... bueno, supongo que nos veremos a la hora de la cena.
-¿Vas a quedarte a cenar en casa esta noche? -fue incapaz de disimular su alegría-. A los niños les va a encantar -añadió rápidamente. Señaló hacia la puerta-. Ahora tengo que irme -y salió a tal velocidad del despacho que estuvo a punto de tropezarse.



Continuará...

*Mafe*

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