Una Princesa En Casa Cap 18

Capítulo 18

-He decidido ponerme un pendiente en la nariz.- dijo Aleli

-¡Y un infierno! -exclamó Gastón.

-Creo que una decisión de ese tipo deberías considerarla durante algún tiempo -intervino suavemente Rocio. Si hubiera estado sentada cerca de Gastón, probablemente le habría dado una patada.

La conversación se había ido deteriorando por momentos. Gastón había mencionado una noticia del periódico en la que comentaban los incidentes que se producían en la galería comercial que a Aleli tanto le gustaba visitar y la niña había soltado un bufido que había estado a punto de hacer gritar a su padre.

-Pues sucede que va a tener mucho tiempo para pensárselo -replicó Gastón-. Cinco años, exactamente, porque no se lo va a poner mientras siga viviendo en esta casa.

-En ese caso, quizá debería irme -Aleli se levantó y, al hacerlo, tiró un vaso de leche. Fue algo completamente accidental, Rocio se dio cuenta, pero Gastón no era capaz de distinguir en ese momento el remordimiento que reflejaban los ojos de su hija. Para él, cada uno de sus gestos era un desafío.

-¡No te quedes ahí quieta! Vete a buscar algo para limpiarlo.

Monito mantuvo la cabeza gacha mientras Aleli limpiaba el desaguisado. Cuando terminó, quitó de la mesa su plato a medio comer y su vaso y se dirigió intencionadamente a Rocio, en vez de a su padre.

-¿Puedo levantarme ya, por favor?

Monito se levantó también de su asiento, a pesar de que prácticamente no había empezado a 

cenar.

Gastón abrió la boca para contestar, pero Rocio se le adelantó.

-Sí, puedes. Podéis marcharos los dos. Subid a la habitación de juegos y terminad vuestros deberes. Yo subiré ahora mismo.

Cuando la puerta de la cocina se cerró tras ellos, Gastón se frotó los ojos desesperado.

-¿Por qué hago eso? -preguntó-. Sé que ella solo intenta provocarme y yo caigo como un estúpido en las trampas que me ¡tiende. Reacciono exactamente como ella quiere que reaccione. Ni Aleli ni yo somos capaces de estar en la misma habitación sin pelearnos.

Rocio lo miró atentamente.

- Quizá se me haya ocurrido ya una solución...

-¿Cuál?

La joven se levantó.

-Tengo una idea. Ven conmigo.

El piano.

Gastón había comprado aquel enorme piano años atrás, cuando él y Luz estaban arreglando la casa, cuando había montones e habitaciones que llenar y a él empezaban a marcharle bien los negocios. Pero los negocios habían continuado yendo tan bien que Gastón nunca encontraba tiempo para tocarlo.

Miró a Rochi.

-Estás bromeando, ¿verdad? 

-Pues no, puedes estar seguro de que no. ¿No me contaste tú que solías tocar el piano? Aleli se pasa horas tocando el clarinete. Es perfecto. Tú y ella podéis estar en la misma habitación sin necesidad de deciros una sola palabra -abrió el piano- Siéntate, por favor-le pidió.

Gastón se sentó con desgana.

-Rochi, de verdad, hace años que ni siquiera...

Rocio señaló una partitura.

-Harlem Nocturno ¿La conoces?

-Sí.

-Es una de mis melodías favoritas desde que era una niña -le explicó.

-Pero es que hace tanto tiempo. No sé... -acarició suavemente las teclas, sin presionarlas, para que no hicieran sonido alguno. Después alzó los ojos hacia Rochi, que lo miraba expectante.

Dios, cuánto la deseaba.

Le bastaba mirarla para que se le secara la boca. Aquella tarde había estado a punto de besarla. Cuando la tenía entre sus brazos, había estado a punto de besarla. Había bajado la cabeza para hacerlo, pero durante la fracción de segundo que le faltaba para reclamar sus labios, se había dado cuenta de que mientras una abrazo podía ser interpretado de muchas formas, un beso siempre sería un beso. Quizá no resultara extraño que abrazara a una empleada, pero besarla... Un beso podría haberlos conducido a una situación a la que quizá ninguno de ellos quería llegar.

Así que, en vez de besarla, la había ofendido ofreciéndole un salario que debería haberle hecho firmar un contrato al instante. Debería. Pero no lo había hecho. Y todavía estaba sorprendido por ello.Y todavía deseaba besarla. Terriblemente

.

El martes por la noche iba a tener que ir con ella a la ciudad. ¿Pero cómo diablos iba a arreglárselas para no tocarla mientras iban solos en la limosina?

A esas alturas, ya no podía retirar la invitación. Y aunque pudiera hacerlo, no querría.

Era un sucio canalla. Allí estaba, frente a ella, agonizando de deseo. Y, sin embargo, no se le ocurría ningún otro lugar en el que prefiriera estar.

-Hay cosas que nunca se olvidan -le dijo Rochi con inmensa dulzura-. ¿Quieres tocar para mí, por favor?-¿Cómo podía negarse cuando se lo preguntaba en ese tono?

-Pero no te rías.

-Jamás se me ocurriría hacer algo así.-Gastón la miró. No necesitaba la partitura.

Así que optó por perderse en sus ojos mientras sus dedos se deslizaban por el teclado. El piano estaba terriblemente desafinado, de modo que tras tocar la primera página, se interrumpió.

-Lo siento -se disculpó avergonzado.

-Haré que lo afinen. Tú no tienes la culpa de que suene de ese modo. Pero sigue tocando, por favor.

-¿Qué eres, una especie de masoquista? Esto es terrible.

-Oh, no. Es posible que el piano no suene del todo bien, pero tú estabas tocando estupendamente.

-Por favor, Rochi, ya no tengo seis años -era la niñera de sus hijos, no la suya, no necesitaba que adoptara con él aquella actitud propia de Mary Poppins-. Mira, he oído cómo sonaba. Y yo estoy casi tan oxidado como el piano.

-Si tocas así estando oxidado, estoy deseando oírte dentro de un par de semanas.

Gastón se echó a reír ante su aprobación. Y se rio también de sí mismo por sentirse tan halagado por su admiración. Cuando Rochi lo miraba así, era capaz de hacer cualquier cosa que le pidiera.

-Esto podría funcionar -lo alentó Rochi.

-Sí, si consigo que Aleli entre a tocar conmigo.

-Eso déjamelo a mí.

-Ropa interior nueva.-Rocio miró a Aleli en silencio.

La niña se encogió de hombros, fingiéndose imperturbable.

-Esa es mi condición -dijo-. No bajaré a la habitación del piano si no me llevas a las galerías y me dejas comprarte ropa interior para ponértela el martes por la noche, para tu cita con Gastón.

-No va a ser una cita.

-Te dejaré escoger a ti el vestido -añadió Aleli, en un alarde de generosidad-. Pero la ropa interior la elegiré yo.

Rocio se sentó en una silla, al lado de la cama de Aleli.

-Es importante que comprendas que esto no es una cita. Solo voy a hacerle a tu padre el favor de ir con él. Eso es todo.

-Eso ya me lo has dicho. Lo único que te estoy pidiendo es que me dejes comprarte la ropa interior si quieres que baje a tocar con mi padre.

-Pero eso es chantaje...

-Es un trato.

-En ese caso, tendrás que comprometerte a bajar todos los días a tocar el clarinete con tu padre durante al menos media hora, hasta Navidad.

-¿Todos los días? No creo que él tenga tiempo para tocar todos los días.

-Sí, lo tendrá. Está muy interesado en que volváis a ser amigos. Para él es algo muy importante, Aleli. ,

-No sé...

-Esa es mi condición -le dijo Rocio.

-Pero si yo tengo que bajar todos los días, entonces tienes que dejarme escoger también tu vestido.

-Ni lo sueñes.

-Bueno, entonces, tendrás que dejarme escoger a mí el menú del día de Acción de Gracias.

-Y a cambio, tendrás que prometer no quejarte, no hacer comentarios desagradables ni decir nada que pueda avergonzar a tu padre durante treinta minutos al día.

Aleli se lo pensó durante unos segundos y asintió.

-De acuerdo.

Rocio le tendió la mano.

-Trato hecho.

Monito estaba en el cuarto de juegos con Mina.

Gastón permanecía en la puerta, escuchando a su hijo contándole al animal una película de Disney con todo tipo de detalles.La perra alzaba las orejas, atento al relato.

-Hola, hijo -Gastón entró en la habitación, aprovechando que Monito se había interrumpido para tomar aire-. Hace un día maravilloso. Seguro que a Mina le gustaría salir al jardín. ¿No tenéis ganas de tomar un poco el aire?

Faltaban solo unos minutos para que Gastón se encontrara con Aleli en la habitación del piano. Era muy probable que durante la media hora siguiente la casa se convirtiera en un hervidero de gritos y prefería que el niño se mantuviera lejos de aquella negativa influencia.

-Ah, aquí estás -lo saludó Rochi cuando lo vio llegar poco después a la habitación del piano. Su sonrisa iluminaba la habitación entera.

-¿Llego tarde? -preguntó Gastón, mirando a su hija, que permanecía de pie, concentrada en sus partituras.

-No, nosotras hemos llegado demasiado pronto. El piano ya está afinado. Y estas son las normas. Gastón tocará la primera canción.Aleli alzó la cabeza.

-¿Él empezará?

-Tiene el privilegio de la edad -le explicó Rochi con calma-, tú tocarás la siguiente y a continuación iréis alternando piezas. Si tenéis que deciros algo, lo haréis de la forma más amable posible. Podríais empezar ahora mismo, haciendo algún comentario agradable.

-Rochi, no creo que sea necesa... -comenzó a decir Gastón.

-Creo es una norma de cortesía que todo el mundo debería cumplir. Empezaré yo. Aleli, creo que has estado estupenda al ayudar a Tina a sacar las compras del coche sin necesidad de que ella te lo pidiera. Y Gastón, tienes una de las sonrisas más adorables que he visto en mi vida. Deberías usarla más a menudo.

Así que una sonrisa adorable, ¿eh?

-Bueno, pues es una suerte que te lo parezca, porque me basta... -se interrumpió al darse cuenta de que aquel podía parecer un comentario excesivamente personal, así que decidió incluir en él a su hija-, veros para sonreír.

-¿Te das cuenta de lo agradable que es?

Era una locura, Gastón lo sabía, pero cada una de las células de su cuerpo era extraordinariamente consciente de ella. Quería enterrarse en la dulzura y el calor de aquella mujer.

-Rochi, vas a estar magnífica con la ropa interior que hemos comprado hoy.

Las palabras de Aleli hicieron que Gastón se volviera boquiabierto hacia su hija. Rochi había hecho lo mismo.

-¡Aleli, habías prometido no decir nada que pudiera avergonzar a...!

-Gastón -terminó Aleli por ella. Miró a su padre-. Pero no creo que te avergüence saber que Rochi y yo hemos hecho un trato. A cambio de bajar hoy aquí, ella me ha dejado elegir la ropa interior que llevará para vuestra cita del martes por la noche.

-¡No es una cita! -dijeron Rochi y Gastón al unísono.

-El vestido es negro -le explicó Aleli a su padre. He conseguido convencerla para que se comprara uno que no fuera de cuello alto. Creo que te gustará. También he elegido un WonderBra aterciopelado de color azul verdoso y unas medias con ligas a juego.

-No vas a conseguir avergonzarme -le advirtió Rochi, pero estaba roja como la grana. Miró a Gastón-. Es una ropa interior muy bonita y no me avergüenzo en absoluto de ello.

Gastón se aclaró la garganta.

-No, claro. El azul verdoso es un color muy bonito.

Que el cielo lo ayudara. No iba a ser capaz de pensar en otra cosa durante la noche del martes que en el contraste de aquella ropa interior con la piel de Rochi.

-Y, además, no va a verla nadie.

Aleli no se molestó en bajar la voz.

-No he roto mi promesa. Gastón no está avergonzado. Al contrario, parece encantado.

-Hoy me he puesto un calzoncillo rojo -le explicó Gastón a Rochi-. Como suponía que Aleli estaba a punto de decírtelo, he preferido ahorrarle la molestia

Rochi se echó a reír, como Gastón esperaba que hiciera.

-En realidad sí tengo algo bueno que decirte -añadió Aleli-. Quiero darte las gracias por haber permitido que Monito se quedara con Mina -se volvió-. Pensé que era un gesto magnífico y te respeto por cómo supiste manejar la situación.

Estaba hablando en serio. Gastón lo sabía porque no había sido capaz de sostenerle la mirada.

-Gracias por decírmelo, Aleli. Saber que me respetas significa mucho para mí.

Rochi comenzó a caminar hacia la puerta.

-Os dejo solos con vuestra música.

En cuanto la puerta se cerró, Gastón le mostró a Aleli una partitura.

-Empezaré con una vieja canción, Stardust, es una pieza de jazz que a mi padre le encantaba.

-Caramba -Aleli suspiró-. Jazz, ¿eh? -volvió a suspirar-. Eso esta bien.

Gastón se echó a reír y se sentó frente al piano. Y, por un instante, le pareció oír reír también a su hija