viernes, 18 de enero de 2013

Una Princesa En Casa Cap 16




Capítulo 16

Se oían risas en el cuarto de juegos. Gastón se detuvo en el pasillo para escuchar. Aleli 
 estaba hablando de una película cómica que había visto hacía unos días y aunque Monito no 
decía nada, se oían sus risas.

Un rápido vistazo al interior de la habitación le reveló que Monito estaba sentado a la mesa, dibujando, como un niño cualquiera.

Aleli y Rochi jugaban al Monopoly en el suelo. La niñera estaba tumbada en la alfombra, con la barbilla apoyada entre las manos. El fuego de la chimenea hacía brillar su pelo y sus ojos bailaban mientras reía con lo que Aleli le estaba contando. Su risa provocó un extraño efecto en el vientre de Gas y...

Gastón se apartó rápidamente de la puerta y se apoyó contra la pared antes de que Rochi alzara la mirada y lo viera.
¿Pero a quién estaba engañando?
Sí, claro que pensaba en Rochi Gutiérrez como amiga, como una hermana pequeña. Pero aquella mujer era mucho más.

Era, sencillamente, maravillosa. Hasta con los vaqueros y una sencilla camiseta estaba encantadora. Era, además, la personificación de la esperanza. La prueba de que la vida podía continuar. Era dulce, cariñosa... Y estaba haciendo un trabajo maravilloso con los niños. ¿Por qué le extrañaba entonces pensar que era una persona especial?

Esas eran las razones que explicaban la extraña sensación de su estómago.

Rochi salió del cuarto de juegos, caminando casi directamente hacia él.

-Hola -lo saludó-, no esperaba verte esta tarde. ¿Va todo bien?
-Sí, estoy... Todo va estupendamente.

Rochi señaló la puerta del cuarto de juegos.

-Deberías entrar. Esta noche vamos a cenar aquí mientras tomamos unas pizzas. Si tienes tiempo para tomar una porción, hemos pedido más que suficiente.

Rochi olía sorprendentemente bien. Era su pelo. Gastón tuvo que contenerse para no acercarse más a ella.

-No, lo siento, llego tarde. Solo quería ver qué estaban haciendo los niños -y tenía que admitir que también quería ver a Rochi. Le gustaba que le sonriera, y que lo mirara a los ojos; le gustaba sentir una relación cálida con alguien tras tantos años de frialdad.

Pero no era sexo lo que buscaba, sino amistad. Quizá si continuaba repitiéndoselo, terminara creyéndoselo.

-¿No quieres entrar a despedirte de ellos?
-No quiero echar a perder el buen humor de Aleli. Le basta mirarme para...

En ese momento sonó el timbre.

-Iré a abrir la puerta -dijo Rochi-. ¿Sabes? Aleli ha sacado una nota excelente en el examen de ciencias. Creo que deberías felicitarla.

Gastón la observó en silencio mientras ella bajaba corriendo las escaleras.
Volvió a sonar el timbre. Y Gastón no tuvo necesidad de entrar en la habitación de juegos. Porque fue Aleli la que salió al pasillo,

-Rochi, ¿vas a abrir tú la puerta? -gritó la niña y se paró en seco al ver a su padre.
-Hola Aleli -la saludó él, forzando una sonrisa-. Sí, hum, Rochi ha bajado a abrir la puerta. Caramba, me han contado que has sacado muy buena nota en el examen de ciencias. Buen trabajo.

Aleli se encogió de hombros.

-Era muy fácil. Tendría que haber sido una completa idiota para no sacar un sobresaliente.
-Bueno, entonces felicidades por no ser una completa idiota -era una pésima broma, Aleli ni siquiera sonrió.
-Sí, tienes razón -contestó. Y se metió nuevamente en el cuarto de juegos.

Gastón se apoyó contra la pared, sintiéndose completamente agotado. Dios, ¿cómo era posible que una conversación con su hija le repercutiera como el mayor esfuerzo físico?
Era tarde, tenía que irse. Tomó aire y asomó la cabeza por la habitación de juegos.

-Eh, Monito, solo he venido para despedirme de ti.

Monito se lo quedó mirando con un gesto completamente inexpresivo.

-Bueno, adiós -Gastón entornó mentalmente los ojos ante la debilidad de su propia voz. ¿Qué diablos le pasaba? Estaba sudando por el esfuerzo de hablar con sus hijos.

Monito alzó la mano haciendo un gesto que podría recordar remotamente a una despedida.

-Adiós hijos, tengo que irme -dijo Gastón, y se marchó rápidamente de allí.

Bajaba las escaleras de dos, pero amainó la velocidad al ver a Rochi acercándose con varias cajas de pizza y una botella de refresco en las manos.

-¿Quieres que te ayude?
-No, gracias -se detuvo y le preguntó-: ¿Cómo te ha ido con los niños?
-No lo sé -admitió Gastón.

Rochi intensificó su sonrisa.

-Todavía estás vivo, supongo que ese es un buen indicador.
-Hemos conseguido no gritarnos, al menos eso podría considerarse una victoria.
-Definitivamente.- Allí estaba otra vez. Resurgía nuevamente aquel agradable sentimiento de esperanza.
-Me gustaría poder quedarme a cenar en casa -comentó.
-Y a nosotros nos encantaría que lo hicieras.

«Nosotros». Había dicho «nosotros». No le había llamado señor Dalmau, pero podría haberlo hecho perfectamente. ¿Pero qué otra cosa esperaba? ¿Que se enamorara perdidamente de él, como la protagonista de Jane Eyre? No, cuando Rochi lo miraba, veía en él únicamente a su jefe.

-Será mejor que te des prisa -le aconsejó Rochi-, o vas a llegar tarde a esa cena.

Rochi tenía razón, pero aun así, Gastón vaciló.

-Cuando les des las buenas noches a los niños, diles que los quiero, ¿de acuerdo?
-Siempre lo hago -contestó Rochi, y comenzó a subir las escaleras.

Gastón continuó bajando. Tomó el abrigo y el maletín que había dejado en el vestíbulo y salió a la calle completamente decidido a conseguir que Rochi prolongara su contrato hasta después de enero.
Él era un experto negociador, averiguaría su precio y le haría una oferta que ella no podría rechazar.
Sabía que era una locura, pero no podía sacarse de la cabeza la idea de que Rochi era lo mejor que le había ocurrido nunca a su familia.
Ni siquiera podía recordar la última vez que había deseado algo con tanta intensidad.



Aleli había dejado un catálogo de ropa interior en la habitación de Rochi.
Ropa interior. Páginas y páginas de ropa interior en las que resultaba extraño encontrar alguna prenda blanca.
Rochi tiró el catálogo al suelo y se acercó al espejo para estudiar en él su reflejo.

Aleli tenía razón sobre su camisón. Era blanco con florecitas rosas, lo llevaba abrochado hasta la barbulla y no era ni remotamente sexy.

Se desabrochó varios botones, intentando imitar a las modelos del catálogo. Se humedeció los labios y se ahuecó el pelo, pero en vez de conseguir el efecto romántico que buscaba, lo que parecía era que acababa de levantarse. Dejó que el camisón se deslizara por sus hombros. Y entonces pensó que lo único que parecía era tonta.
Todo lo que... Oyó un golpe e inmediatamente un lamento procedentes de la habitación de Monito.
Rochi se abalanzó hacia la puerta y corrió hasta el dormitorio del niño, pensando que se abría caído de la cama.

La puerta estaba ligeramente abierta. Rocio la abrió de par en par. Y descubrió que Gastón ya estaba allí. Monito estaba en el suelo, llorando suavemente, y Gastón arrodillado a su lado. 
Debía acabar de llegar, porque en ese momento lo estaba levantando en brazos.
Rocio se agachó a su lado.

-¿Está bien?- Gastón acarició la cabeza del pequeño.
-Lo creas o no, ha vuelto a quedarse dormido.
-¿Estás seguro de que está bien? Mi hermana pequeña se cayó una vez de la cama y se le puso un ojo morado. No lo descubrió hasta la mañana siguiente, pero si le hubiéramos puesto hielo nada más darse el golpe, podríamos haberlo evitado.

Gastón movió ligeramente al niño para poder verle mejor la cara. Rocio intentó apartarle el flequillo para verle bien la frente y al hacerlo rozó la mano de Gastón.

-Lo siento -musitó, sintiéndose inmediatamente estúpida. ¿Por qué se disculpaba? Lo único que había hecho era tocarlo.

Alzó la mirada, esperando una de las amistosas sonrisas de Gastón
.
Pero Gastón no estaba sonriendo. La estaba mirando como si hasta ese momento no hubiera sido consciente de que estaba allí. Bajó la mirada hacia su camisón, caído ligeramente por los hombros... y con cinco botones desabrochados. Oh, Dios.
Rocio se echó hacia delante el camisón y descubrió al hacerlo que lo único que había conseguido era mostrar ligeramente sus senos.

Gastón alzó la mirada bruscamente, como si acabara de darse cuenta de que la había estado mirando fijamente.

-Estabas en la cama -susurró, como si tuviera dificultades para hablar.
-Todavía no -contestó ella, conteniendo la necesidad de cubrirse hasta el cuello-. Yo me quedaré con él -le dijo, alegrándose de que la tenue luz disimulara su sonrojo-, pero tienes que ayudarme a meterlo en la cama.

Gastón lo dejó en la cama y le explicó a Rochi:

-Todas las noches vengo un rato a estar con él antes de acostarme. No me importa quedarme -miraba fijamente a Monito, evitando desesperadamente mirar a la joven. Todavía era extremadamente consciente de que estaba cerca de él. Demasiado cerca, incluso. Quizá fueran imaginaciones suyas, pero tenía la sensación de que hasta podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo.
Y deseaba desesperadamente que se fuera.
Porque anhelaba desesperadamente que se quedara. Quería que se acercara todavía más a él para perderse en la dulzura de sus labios y en la exuberancia de su cuerpo. Ardía de ganas de acariciar la piel de aquellos senos que había podido entrever.
Era una completa locura.
Estaba en el dormitorio de su hijo. Su reacción ante aquella mujer era completamente inadecuada.

Todas las mentiras que había estado diciéndose durante aquellos días cayeron por tierra.
Una hermanauna amiga, ¡ja!

No podía seguir negando la evidencia: deseaba a la niñera de sus hijos. La había deseado desde que la había visto entrar en su despacho. De hecho, si pensaba en ello, tenía que reconocer que Mary Poppins siempre le había parecido una mujer excitante.

Rochi continuaba allí, vacilante.

Pero él no iba a volver a mirarla.

-¿Estás seguro? A mí no me importa quedarme con él.
-Estoy completamente seguro -respondió, sin apartar la mirada del niño.

Y podría haber tenido éxito. Podría no haber vuelto a mirarla. Pero Rochi se inclinó para apartarle a Monito el flequillo. Y al hacerlo le ofreció a Gastón una panorámica completa de la parte delantera de sus senos.

-Buenas noches -se despidió ella inocentemente, sin tener ni idea de lo que acababa de hacer.
-Buenas noches -susurró él, conteniendo la respiración hasta que la oyó salir del dormitorio.

Dios, pensó Gastón, tenía un serio problema.


Continuará...

*Mafe*

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