No tenía ni idea de dónde vivía Gaston y estuve sorprendida al
salir del
taxi en la universidad sobre el paso de peatones
estaba un moderno edificio de apartamentos de lujo. Nos
montamos en el ascensor hacia la cúspide, y Gaston me condujo
dentro de
su pent-house dúplex.
Debería haberlo sabido.
El lugar era increíble por no decir más, pero definitivamente
lucía como
que un chico vivía allí. Pisos de madera oscura en todos lados, un
enorme
sofá de gamuza color chocolate en una esquina, una chimenea
eléctrica de
cristal negro montada en la pared, un enorme televisor de pantalla
ancha
en la esquina. Un tabique separaba la sala de estar de la cocina y
su isla a
juego. La propia cocina era claramente de lo más alto de la gama,
pero
estaba rematada en un frío acero y parecía que nunca se había
utilizado.
En la parte trasera de los apartamento estaba una escalera
conduciendo a
lo que suponía eran los dormitorios.
Era todo el cristal lo que lo hacía ver tan frío. Ventanas del
piso al techo en
tres lados ofrecían vistas de la ciudad, con puertas francesas
conduciendo
desde el salón a una enorme terraza privada. Las descubriría más
tarde,
esas escaleras en el lado opuesto del edificio, el dormitorio
principal tenía
ventanas del piso al techo y otra terraza, dando a este pent-house
trescientos sesenta grados de vista de la ciudad.
La vista de la noche era espectacular. Mi madre nunca le había
hecho
justicia a la ciudad cuando trató de describírmela. Sentí un dolor
violento
a través mi pecho mientras estaba de pie en medio de la sala de
Gaston
mirando al mundo con dolor, y me pregunté con qué frecuencia
Gaston
hacía lo mismo.
—No has dicho una palabra. ¿Estás bien?
Me volteé para mirarlo, conociéndolo, encontraría una cura
temporal.
—¿Quieres hacerme el amor hasta
sacarlo todo?
Gaston sonrió lentamente, desconcertado, causando otro retortijón
de
atracción en mi intestino.
—¿hasta sacarlo todo?
—Toda la mierda. Lo que hizo ella. Lo que hizo él. Cada perra
desalmada
que quiso algo de ti.
Su expresión cambió de inmediato, llegando a ser dura,
impenetrable,
mientras daba un paso hacia mí.
—¿Estás diciendo que no quieres nada de mí?
—Quiero esto. Quiero nuestro arreglo. Te quiero a ti… —contuve el
aliento,
sintiendo mi control deslizarse—, para sacarlo todo de mí.
—¿Sacar qué, Rocio?
¿No podía verlo? ¿Mi máscara era tan buena? Me encogí de hombros.
—Toda la nada.
Estuvo en silencio por un momento, sus ojos buscando.
Y entonces fui estrechada en sus brazos, su agarre en mi nuca
mientras
su boca se hundía en la mía. Fue un beso desesperado. Si era su
desesperación o la mía, no lo sabía. Sólo sabía que nunca me
habían
besado tan profundamente, tan ávidamente. No se trataba de finura.
Se
trata de intentar hundirnos el uno en el otro.
Gaston rompió el beso, su pecho levantándose y cayendo con fuerza
mientras trataba de tomar aliento. Lo observé, ya envuelta en una
profunda neblina sexual, mientras acunaba mi cara gentilmente en
sus
manos y presionaba un suave beso en mi boca, su lengua moviendo la
mía
provocativamente. Cuando se retiró, sus manos se deslizaron en mis
brazos y me di la vuelta lentamente con sus manos en mi cintura.
Me puse
de espaldas a él, mi aliento vaciló cuando sus dedos alcanzaron la
cremallera lateral del vestido. Su tacto era tan caliente que
podía sentir el
calor a través del material. El único sonido en la habitación era
el de
nuestras respiraciones excitadas, y el brusco zip de la cremallera mientras
Gaston la deslizaba hacia abajo terriblemente despacio, sus dedos
rozando
mi piel a su paso. Desabrochado, deslizó sus manos de nuevo hacia
arriba
de mis brazos a los tirantes del vestido, e igual de despacio, los
quitó de
mis hombros. Hecho eso, agarró el material en las caderas y tiró
del
vestido hacia abajo hasta que se amontonó a mis pies.
—Sácalo —susurró con voz ronca en mi oreja.
Con el pulso acelerado, levanté mis tacones y caminé fuera del
círculo del
vestido,
Gaston levantó el vestido del piso y lo colocó en su
sofá. Cuando vino de vuelta sentí su mano acariciar la suave piel
de mis
nalgas. ¿Mencione que había comprado ropa interior nueva también?
Estaba vistiendo lencería negra de Victoria Secret. Las bragas de corte alto
mostrando más piel de la que debería y
el sostén escotado para que mi escote luciera caliente en el
vestido.
Me estremecí mientras Gaston continuaba acariciándome, sus dedos
deslizándose por el pliegue de mi espalda
—Gaston.
Se retiró solo para abrazarme por las caderas y presionarme contra
él,
—Eso es todo lo que toma ponerme a mil —me dijo suavemente, sus
labios
rozando mi oreja—. Tú: diciendo mí nombre.
Mi pecho se apretó y no sabía cómo responder. No quería hablar.
Sólo
quería sentir.
Como si él sintiera eso, me dio vuelta y dio un paso atrás, sus
ojos
abarcándome, en mi sexy ropa interior nueva.
—Maravillosa. Pero te prefiero desnuda. —Sus ojos bajando a los
zapatos y
brillaron—. Esos pueden quedarse.
Busqué alrededor de mi espalda para desabrochar el sujetador pero
Gaston estaba de vuelta en mi espacio, sus manos parando las mías.
Él
sacudió su cabeza y dejé caer mis brazos. —Sólo espera.
Se movió de vuelta frente a mí. Me quedé en nada más que mi ropa
interior
y zapatos de tacón, y vi como Gaston lenta y tortuosamente se
desnudaba.
Vestido sólo con sus pantalones de traje, el pecho y los pies
desnudos, me
sonrió, sus ojos ardiendo con intención. No me importaba que
intención
fuera. Sólo lo quería ya.
Pero Gaston no lo hizo. Con un brazo alrededor de mi cintura él me
llevó
hacia su cuerpo, la piel desnuda de mi estomago tocando su torso,
mis
piernas desnudas razonado sus pantalones, mis pechos presionando
su
piel desnuda. Sentí un tirón en mi cabello mientras su mano hacia
un
rápido trabajo de sacar todas los broches que estaban sosteniendo
mi
cabello, y segundos después estaba cayendo abajo en mi espalda en
un
alboroto de rizos desordenados, miré sus ojos brillando, y por una
vez,
agradecí a Dios por todo mi cabello si este era el tipo de
reacción que
recibía de Gaston. Su mano se apretó y la uso para sacudir mi
cabeza
hacia atrás, sus labios se cernieron sobre mi garganta expuesta.
Contuve
la respiración, mi piel sobrecalentada, mis piernas temblando, con
las
manos agarrando sus hombros mientras esperaba. Sentí el cosquilleo
de
su boca en mi piel, otra vez, un aleteo de mariposa apenas allí y
me
encontré haciendo un ruido de frustración.
El aliento de Gaston sopló contra mi garganta y luego su boca
estaba
presionando allí, chasqueando la lengua suavemente sobre mi piel
como
un rastro de besos calientes hacia abajo, abajo, hasta golpear el
aumento
de mis pechos. Aire frío sopló sobre mí mientras tiraba hacia
abajo el
sujetador, mi pezón apretado y rogando por su boca. Sus labios se
cerraron alrededor de mí y tiré mis caderas contra las suyas, , la
necesidad enrollándose en estado salvaje.
—Gaston por favor —supliqué, mi espalda arqueándose contra su
boca. Mi
mano rozando su pecho, suavemente sobre su caliente, dura piel, lo
acuné
a través de sus pantalones.
—Mierda —murmuró, sus ojos se cerraron brevemente antes de
parpadear
de nuevo con fuego en ellos—. No pueo esperar.
Gaston desabrochó mi sostén en segundos, sus grandes manos tomando
un momento para acunar mis pechos.
. Me
jaló hacia él mientras se movía hacia la puerta donde estaba
situado un
alto gabinete lateral contra la pared, y luego me di la vuelta, me
empujó no
muy suavemente en ella, su frente en mi espalda. Mi aliento salía
en
bocanadas ahora mientras agarraba el asimiento de la unidad. Las
manos
de Gaston venían a apretar mis pechos, forzando a mi cuerpo de
nuevo
hacia él mientras su lengua chasqueaba en mi oreja:
—Voy a tomarte así. Eso va a ser duro, Rocio duro y áspero. ¿Estás
lista?
Asentí, mi corazón chisporroteando un poco.
Mis bragas habían desparecido, azotándolas bajo mis piernas y
parándome
fuera de ellas, pateándolas a un lado. El calor de él en mi
espalda, el
sonido de la cremallera de sus pantalanes deslizándose abajo,
enviando un
rayo de pura lujuria y mis uñas se clavaron en el
gabinete con anticipación.
Hice un sonido gutural de “manos a la obra” y él se rió en
respuesta
Grité ante la profunda
invasión, pero Gaston ni me dio tiempo para
respirar. Él se deslizó fuera un par de centímetros y empujó de
vuelta
adentro, el sólido gabinete debajo de mi pesaba, me relajé en él.
El
apartamento se llenó con el sonido de nuestras respiraciones
pesadas, de
nuestros gemidos y gruñidos,
tormentoso, ritmo, mis jadeos se hicieron más lentos,
incitándolo y él miró hacia arriba para pellizcar mis pezones
mientras sus
caderas seguían tirando contra mí. Ese fue el detonante.
—¡Gaston! —grité,
Mis miembros ya no funcionaban. Lo único sosteniéndome era Gaston.
Después de un rato, se deslizó fuera de mí con cuidado, pero aun
así di un
respingo. No lo había tomado con calma respecto a mí. Como si lo
intuyera, me abrazó fuertemente.
—¿Estás bien?
No. Estaba locamente impresionante. —Eso fue increíble —suspiré,
cayendo contra él.
Su risa era baja, casi un ronroneo. —Dímelo a mí.
Me encontré girando para enfrentarlo y con cuidado levantándome en
el
gabinete, Gaston enganchó mis piernas alrededor de sus caderas,
mis
manos descansando contra su pecho mientras me miraba a los ojos,
sentí
algo cambiar en su expresión mientras me miraba, algo que hizo a
mi
aliento contenerse. Atrapó el sonido con su boca mientras bajaba
su
cabeza para besarme lentamente, lánguidamente. Con ternura.
A veces las palabras no son necesarias para que sepas que un
cambio ha
llegado a ti. Puedes compartir una mirada con una hermana o un
hermano
o padres que dice “estoy aquí, no importa que” y de repente
alguien que
era un pariente, una persona que amas, también resulta ser uno de
tus
mejores amigos.
Algo pasó allí con Gaston cuando me miraba, cuando nos besamos.
No era sólo sexo.
Tenía que salir de allí.
Él se retiró, sus labios se curvaron hacia arriba en la esquina,
cepilló mi
cabello fuera de mi rostro. —No he terminado contigo todavía. —Y
entonces él me besó de nuevo.
Me quedé allí, envuelta alrededor de él, mientras nos besábamos.
Era
verdadero, honesto-para-distinguir-la-verdad, como unos
adolescentes, nos
quedamos ahí por lo menos diez minutos. Mi cuerpo en guerra con
mis
emociones. No quería. Yo no quiero renunciar a lo que había entre
nosotros. Era adictivo, seductor. Pero no quería nada más de lo
que
habíamos sido capaces de darnos entre nosotros físicamente.
Debería
irme.
No podía salir.
Comprendí entonces lo que la gente quiere decir cuando se refiere
a
alguien como su droga.
Eso significaba que sólo tendría que redefinir la noche. Sexo.
Decisión hecha, me aparté y lamí mis hinchados labios antes de
deslizarme fuera del gabinete y patear lejos mis tacones.
—Tengo una disculpa que dar. —Recordé, bajando mis rodillas, sus
ojos
parpadearon, Gaston me miró.
—¿Por qué? —murmuró
Sonreí.
—Por llamarte un idiota.
Se echó a reír, la gruesa risa se ahogó en un gemido cuando
envolví mi
boca alrededor de él.
A pesar de que Gaston había presionado un control remoto que
arrastraba
persianas contra las ventanas que tomaban la mayor parte del
dormitorio,
el sol de la mañana aun brillaba en la habitación, despertándome.
Di
vuelta a mi cabeza en su almohada y vi la hora que decía siete
treinta.
Sabía que Gaston no estaba a mi lado, porque por lo general su
calor me
despertaba, además de que podía oír la ducha abierta en su suite.
El resto de la noche anterior brilló de nuevo. El restaurante.
Enterarme
acerca de su esposa. Dolor por él. Venir aquí. El sexo salvaje
contra el
gabinete. Yo bajando sobre Gaston, devolviéndole el favor. Un
paseo
desnudos por su dúplex que terminó en su dormitorio. Todavía
sintiéndome rara, lo empujé en su espalda en la cama y lo besé y
lamí mi
camino hasta su increíble cuerpo.
Gaston tenía otros planes.
Cuando llegué, él nos dio la vuelta y se dirigió a mí una y otra
vez, sus ojos
mirando hacia abajo en mí. Quería cerrarlos como la última vez.
Pero no
podía.
Los cerré ahora con un suave gemido.
Esto era tan complicado, y cobarde como podría ser, pero yo sólo
no podía
enfrentarme a Gaston en la luz de la mañana después de la intensa
tarde
anterior. Me deslicé fuera de la gran cama estilo oriental y me
escurrí
silenciosamente de la habitación, trotando escaleras abajo, por mi
ropa.
Me apresuré en mi ropa interior y vestido, metiendo mis pies en
los
zapatos, a pesar de que dolían, y agarré mi bolso. Salí, mi
corazón latiendo
con fuerza contra mi pecho mientras culpablemente hacía mi camino
hacia
el aire fresco. No realmente de humor para hacer la caminata de la
vergüenza, paré un taxi
Estaba colocando la llave en la puerta cuando recibí un mensaje.
Cualquiera
que sea la mierda que fuera, no lo volveré a hacer.
Hablaremos.
Exhalé fuertemente, exhausta ante la perspectiva.
Me había duchado del sudor y sexo de la noche anterior, cambiada
en
unos jeans y una sudadera me acurruqué en el sofá a ver películas,
si
trataba de sentarme en mi laptop y escribir podría solo perderme
en mis
confusos y perdidos pensamientos. Así que entumecí mi mente con
musicales .
Acababa de hacerme un sándwich cuando oí la puerta del frente
abrirse.
Mi corazón se detuvo por un segundo hasta que oí los pasos. Lali.
Suspiré
en alivio.
—Oye. —Lali sonrío hacia mí mientras caminaba hacia la
habitación—.
Vengo de vuelta de la óptica.
—¿Cómo te fue?
—Aparentemente, necesito lentes para leer y ver TV —arrugó la
nariz—,
realmente no me favorecen los lentes.
Lo dudaba. Lali podía llevar una bolsa de basura y lucir linda.
—¿Cuándo los vas a recoger?
—La próxima semana. —Ella sonrió de repente—. ¿Y? ¿Cómo fue la
cena?
—Tu hermano me ha engañado. Era sólo para nosotros dos.
Lali soltó un bufido. —Típico de Gaston. ¿Te has divertido sin
embargo?
—Además de conocer a una obvia ex-novia de Gaston quien
parecía
perfectamente agradable si un poco despistada mientras ella
inadvertidamente me hablaba sobre la ex-esposa de Gaston. Entonces sí.
—Me encogí de hombros con indiferencia—. Nos divertimos.
Lali se quedó sin aliento arrastrando mi mirada de vuelta hacia
ella. La
ansiedad nubló sus ojos claros mientras ella se levantaba y se
acercaba
cautelosamente para sentarse a mi lado. —Yo te lo hubiera dicho,
Rocio,
pero Gaston quería decírtelo él mismo. Y es personal para él. Me
gustaría
poder explicar, pero realmente es su asunto.
La despedí con la mano. —Está bien. Él me habló de Analise. Cómo
ella lo
engañó.
Las cejas de Lali se juntaron. —¿Él te lo dijo?
¿No se suponía
que debía? —Sip.
Se sentó allí por un momento parecía algo congelada y sus ojos se
suavizaron cuando ella me sonrió. —Te lo dijo.
Oh Dios, estaba consiguiendo ideas románticas en su cabeza de
nuevo.
—Para.
—¿Qué? —Sus ojos se abrieron con gran inocencia imaginaria.
Hice una mueca. —¿Sabes qué.
Antes de que Lali pudiera responder, nuestra puerta principal se
abrió y
se cerró de golpe. Fuertes pisadas pisando por el pasillo venían
hacia
nosotras.
—Oh, mierda —murmuré, haciendo caso omiso de los ojos
interrogantes
de Lali.
La puerta del salón se abrió y allí estaba él con su traje,
apoyado contra el
marco de la puerta con una expresión en blanco.
—Oye, Gaston —saludó Lali débilmente, sintiendo el repentino
peligro en
el aire.
—Buenas tardes lali. —Él asintió con la cabeza hacia ella y luego
me
inmovilizó en el sofá con su letal mirada . —Habitación. Ahora.
—Se
giró sobre sus talones y me dejó seguirlo.
Yo abrí la boca.
—¿Qué hiciste? —susurró Lali con preocupación.
Le lance una mirada. —Me escapé de su casa esta mañana.
Sus ojos se abrieron. —¿Por qué?
Ya sintiéndome inexplicablemente culpable, mi culpabilidad se
transformó
rápidamente en ira. —Porque eso es lo que los amigos con
beneficios
hacen —espeté, saltando del sofá—. Y él necesita parar de
ordenarme
—Pisoteé fuerte —si, pisoteé fuerte— hacia mi habitación y
cerré la puerta detrás de mí, jadeando con indignación.
—Necesitas parar de ordenarme. —Lo señalé con mi dedo.
La expresión en blanco que había estado usando mientras estaba en
el
fondo de mi cama fue rápidamente remplazada por desagrado. Esto se
estaba poniendo bien. Él estaba enojado. —Necesitas parar de
actuar como
una jodida loca.
Respiré fuerte. —¿Qué demonios hice?
Parecía incrédulo, levantando las manos hacia arriba con incredulidad.
—Te escapaste de mi apartamento como si fueras algún borracho
avergonzado.
No podía estar más equivocado. Crucé mis brazos sobre mi pecho, en
medida de protección, mientras sacudía mi cabeza y rechazaba
encontrar
su mirada.
—¿Quieres desengañarme de aquella noción y decirme exactamente por
qué salí de la ducha esta mañana para encontrar que te habías
largado?
—Yo-yo tenía cosas que hacer.
Gaston creció aterradoramente tranquilo. —¿Tenías cosas que hacer?
—Así es.
—Sabes que hasta este momento, nunca realmente has actuado de tu
edad. Pensé que eras más madura que esto, Rocio. Supongo que
estaba
equivocado.
—Oh no tires esa mierda —repliqué con irritación—. No soy la que
está
complicando las cosas porque mi amiga con beneficios no se quedó allí
para un abrazo en la mañana.
Con el destello de algo en sus ojos, sentí mi estómago caer. La
mirada se
había ido tan rápido como apareció y sus rasgos endurecidos contra
mí. —
Está bien. Ya está hecho. Olvídate de ello. Te necesito el sábado,
dos
semanas desde ahora, fuera. Conseguí a DJ Intrepid, un famoso DJ
de
Londres, para tocar en Fuego por la Semana de Bienvenida a los
Universitarios. —Su retumbante voz sonaba distante, vacía, y toda
la
distancia estaba dirigida a mí. No me gustó—. Te quiero allí.
Asentí con la cabeza aturdida. —Está bien.
—Está bien, entonces. Te voy a enviar un mensaje de texto más
tarde. —
Él caminó hacia mí y esperé tensamente por su próximo movimiento.
Ni
siquiera me miró. Apenas llegó a la puerta y pasó junto a mí.
No me besó de despedida.
Me sentía enferma. ¿Ahora quién estaba haciendo las cosas
complicadas?
La Dra. Pritchard tomó un sorbo de agua y luego inclinó la cabeza
hacia
mí una vez que dejé de hablar. —¿Se te ha ocurrido que puedes
desarrollar
sentimientos más profundos por Gaston?
Suspiré pesadamente. —Por supuesto. No soy estúpida.
—¿Y sin embargo, estás decidida a permanecer en este arreglo con
él
sabiendo y defendiéndolo hasta el final?
Mi sonrisa era definitivamente sin humor. —Bueno... tal vez soy un
poco
estúpida.
Sé que soy testaruda, tengo eso de mí misma, sé que tengo
problemas a un
kilometro de distancia, y sé que esos problemas no van a irse
lejos en un
tiempo cercano. Pero viviendo estos últimos meses aqui, con
un poco de ayuda de una buena doctora, estaba convencida de verme
a mí
misma en una luz diferente. Estaba convencida de que no tenía
verdaderos
vínculos en esta vida porque yo lo quería de esa manera.
Lentamente, pero
con seguridad, iba a llegar a los términos con el hecho de que Candela
y
Vicco eran un accesorio, y Lali era sin duda un archivo adjunto.
No
podía querer preocuparme por ellos, pero lo hice, y con el cariño
vienen
todo tipo de cosas de mierda… como remordimiento.
Le pedí disculpas a Lali por hablarle bruscamente. Ella, por
supuesto, las
acepto amablemente.
Pero durante el día, estaba atormentada por la culpa y seguía
viendo
imágenes de la cara de Gaston ante mis ojos. Esa culpa trajo de
vuelta
algo de mala mierda, y me encontré a mí misma encerrándome en la
habitación, viéndome a través de un ataque de pánico bastante
horrible.
Ves, me di cuenta de algo. Algo aterrador.
Tal vez sólo sea sexo con Gaston, pero eso no significaba que no
había
formado un apego hacia él.
No podía ser que quiera cuidar de él, pero lo
hacía.
Es por eso, que cuando me iba a trabajar, le envié un texto que
decía algo
que nunca le había dicho a un hombre antes.
Lo siento x
No tienes idea de lo rápido que mi pulso se estuvo acelerando
después de
que añadí el beso. Un besito y mis manos estaban temblando.
Craig y Jo no estaban contentos conmigo esa noche. Eché a perder
un par
de órdenes,
Cuando revisé mi teléfono
en mi tiempo libre y aún no había recibido un mensaje de vuelta de
Gaston, me di a mí misma una buena conversación.
No podía volverme una idiota inepta porque algún chico no aceptaba
mi
disculpa. Había mostrado algo de crecimiento real al enviar el
mensaje.
Asentí con enojo conmigo misma, y si él no podía ver eso,
¡entonces bien!
Al diablo con él. Yo era Rochi Igarzabal. No tomaba la mierda de
ningún
hombre.
Volví al trabajo sintiéndome desafiante y determinada, y me las
arreglé
para hacer mi trabajo sin más incidentes. Expliqué mi torpeza,
diciéndoles
a los chicos que había tenido una migraña, pero me sentía mucho
mejor.
Se lo tragaron desde que empecé a bromear con ellos normalmente,
haciendo en lo que siempre había sido buena, y empujando mis
sentimientos hacia abajo, bajo la trampilla de acero dentro de mí.
Aferrarse a esto era la clave, porque un resbalón, una grieta y
esa puerta
vendría volando abierta de nuevo y yo... bueno, yo no podía
soportarlo.
Terminamos la noche y Jo y Craig amablemente se ofrecieron a
dejarme ir
temprano ya que no me había estado sintiendo bien. No iba a
discutir.
Agarré mis cosas y le dije adiós a Brian en la puerta y me dirigí
unos pasos
—Rocio.
Me di la vuelta y encontré a Gaston parado en la acera del club.
Mi
estómago estaba agitado de nuevo. Nos miramos el uno al otro en
silencio
por un minuto hasta que encontré mi voz. —¿Estabas esperándome?
Él se rio un poco mientras se acercaba. —¿Pensé que podría
acompañarte
a casa?
El alivio que no estaba dispuesta a admitir por mucho tiempo se
vertió
sobre mí. —¿Ese paseo concluirá con nosotros juntos desnudos en mi
cama?
Su risa era baja y áspera, y me derribó como siempre. —Eso es lo
que
tenía en mente, sí.
Tomé una respiración profunda. —¿Estoy perdonada por ser una perra
entonces?
—Nena. —Gaston extendió la mano para acariciar mi mejilla,
claramente
perdonándome.
Tiré de su chaqueta, empujándolo más cerca.
—Creo que deberías mostrar quién es el jefe de todos modos.
Sus brazos se envolvieron alrededor de mi cintura y me encontré
acurrucada contra él.
—Pensé que me habías dicho que parara de dar órdenes a tu alrededor.
—Bueno hay circunstancias especiales en que lo permito.
—¿Oh? ¿Cuáles serían esas?
—Cualquiera que resulte en mí llegando.
Él sonrió, apretándome más cerca. —¿Por qué tienes que hacer que
todo
suene tan sucio?
Me reí al recordar que esas fueron las palabras que había
utilizado el día
que había caminado hacia mi desnudo. Dios, se sentía como una
eternidad. adaptacion

me encanta" espero el proximo!!!
ResponderEliminar