lunes, 8 de abril de 2013

Jugando al amor, capitulo 16


No tenía ni idea de dónde vivía Gaston y estuve sorprendida al salir del
taxi en la universidad sobre el paso de peatones
estaba un moderno edificio de apartamentos de lujo. Nos
montamos en el ascensor hacia la cúspide, y Gaston me condujo dentro de
su pent-house dúplex.
Debería haberlo sabido.
El lugar era increíble por no decir más, pero definitivamente lucía como
que un chico vivía allí. Pisos de madera oscura en todos lados, un enorme
sofá de gamuza color chocolate en una esquina, una chimenea eléctrica de
cristal negro montada en la pared, un enorme televisor de pantalla ancha
en la esquina. Un tabique separaba la sala de estar de la cocina y su isla a
juego. La propia cocina era claramente de lo más alto de la gama, pero
estaba rematada en un frío acero y parecía que nunca se había utilizado.
En la parte trasera de los apartamento estaba una escalera conduciendo a
lo que suponía eran los dormitorios.
Era todo el cristal lo que lo hacía ver tan frío. Ventanas del piso al techo en
tres lados ofrecían vistas de la ciudad, con puertas francesas conduciendo
desde el salón a una enorme terraza privada. Las descubriría más tarde,
esas escaleras en el lado opuesto del edificio, el dormitorio principal tenía
ventanas del piso al techo y otra terraza, dando a este pent-house
trescientos sesenta grados de vista de la ciudad.
La vista de la noche era espectacular. Mi madre nunca le había hecho
justicia a la ciudad cuando trató de describírmela. Sentí un dolor violento
a través mi pecho mientras estaba de pie en medio de la sala de Gaston
mirando al mundo con dolor, y me pregunté con qué frecuencia Gaston
hacía lo mismo.
—No has dicho una palabra. ¿Estás bien?
Me volteé para mirarlo, conociéndolo, encontraría una cura temporal.
—¿Quieres hacerme el amor  hasta sacarlo todo?
Gaston sonrió lentamente, desconcertado, causando otro retortijón de
atracción en mi intestino.
—¿hasta sacarlo todo?
—Toda la mierda. Lo que hizo ella. Lo que hizo él. Cada perra desalmada
que quiso algo de ti.
Su expresión cambió de inmediato, llegando a ser dura, impenetrable,
mientras daba un paso hacia mí.
—¿Estás diciendo que no quieres nada de mí?
—Quiero esto. Quiero nuestro arreglo. Te quiero a ti… —contuve el aliento,
sintiendo mi control deslizarse—, para sacarlo todo de mí.
—¿Sacar qué, Rocio?
¿No podía verlo? ¿Mi máscara era tan buena? Me encogí de hombros.
—Toda la nada.
Estuvo en silencio por un momento, sus ojos buscando.
Y entonces fui estrechada en sus brazos, su agarre en mi nuca mientras
su boca se hundía en la mía. Fue un beso desesperado. Si era su
desesperación o la mía, no lo sabía. Sólo sabía que nunca me habían
besado tan profundamente, tan ávidamente. No se trataba de finura. Se
trata de intentar hundirnos el uno en el otro.
Gaston rompió el beso, su pecho levantándose y cayendo con fuerza
mientras trataba de tomar aliento. Lo observé, ya envuelta en una
profunda neblina sexual, mientras acunaba mi cara gentilmente en sus
manos y presionaba un suave beso en mi boca, su lengua moviendo la mía
provocativamente. Cuando se retiró, sus manos se deslizaron en mis
brazos y me di la vuelta lentamente con sus manos en mi cintura. Me puse
de espaldas a él, mi aliento vaciló cuando sus dedos alcanzaron la
cremallera lateral del vestido. Su tacto era tan caliente que podía sentir el
calor a través del material. El único sonido en la habitación era el de
nuestras respiraciones excitadas, y el brusco zip de la cremallera mientras
Gaston la deslizaba hacia abajo terriblemente despacio, sus dedos rozando
mi piel a su paso. Desabrochado, deslizó sus manos de nuevo hacia arriba
de mis brazos a los tirantes del vestido, e igual de despacio, los quitó de
mis hombros. Hecho eso, agarró el material en las caderas y tiró del
vestido hacia abajo hasta que se amontonó a mis pies.
—Sácalo —susurró con voz ronca en mi oreja.
Con el pulso acelerado, levanté mis tacones y caminé fuera del círculo del
vestido,
Gaston levantó el vestido del piso y lo colocó en su
sofá. Cuando vino de vuelta sentí su mano acariciar la suave piel de mis
nalgas. ¿Mencione que había comprado ropa interior nueva también?
Estaba vistiendo lencería negra de Victoria Secret. Las bragas de corte alto
mostrando más piel de la que debería y
el sostén escotado para que mi escote luciera caliente en el vestido.
Me estremecí mientras Gaston continuaba acariciándome, sus dedos
deslizándose por el pliegue de mi espalda
—Gaston.
Se retiró solo para abrazarme por las caderas y presionarme contra él,
—Eso es todo lo que toma ponerme a mil —me dijo suavemente, sus labios
rozando mi oreja—. Tú: diciendo mí nombre.
Mi pecho se apretó y no sabía cómo responder. No quería hablar. Sólo
quería sentir.
Como si él sintiera eso, me dio vuelta y dio un paso atrás, sus ojos
abarcándome, en mi sexy ropa interior nueva.
—Maravillosa. Pero te prefiero desnuda. —Sus ojos bajando a los zapatos y
brillaron—. Esos pueden quedarse.
Busqué alrededor de mi espalda para desabrochar el sujetador pero
Gaston estaba de vuelta en mi espacio, sus manos parando las mías. Él
sacudió su cabeza y dejé caer mis brazos. —Sólo espera.
Se movió de vuelta frente a mí. Me quedé en nada más que mi ropa interior
y zapatos de tacón, y vi como Gaston lenta y tortuosamente se desnudaba.
Vestido sólo con sus pantalones de traje, el pecho y los pies desnudos, me
sonrió, sus ojos ardiendo con intención. No me importaba que intención
fuera. Sólo lo quería ya.
Pero Gaston no lo hizo. Con un brazo alrededor de mi cintura él me llevó
hacia su cuerpo, la piel desnuda de mi estomago tocando su torso, mis
piernas desnudas razonado sus pantalones, mis pechos presionando su
piel desnuda. Sentí un tirón en mi cabello mientras su mano hacia un
rápido trabajo de sacar todas los broches que estaban sosteniendo mi
cabello, y segundos después estaba cayendo abajo en mi espalda en un
alboroto de rizos desordenados, miré sus ojos brillando, y por una vez,
agradecí a Dios por todo mi cabello si este era el tipo de reacción que
recibía de Gaston. Su mano se apretó y la uso para sacudir mi cabeza
hacia atrás, sus labios se cernieron sobre mi garganta expuesta. Contuve
la respiración, mi piel sobrecalentada, mis piernas temblando, con las
manos agarrando sus hombros mientras esperaba. Sentí el cosquilleo de
su boca en mi piel, otra vez, un aleteo de mariposa apenas allí y me
encontré haciendo un ruido de frustración.
El aliento de Gaston sopló contra mi garganta y luego su boca estaba
presionando allí, chasqueando la lengua suavemente sobre mi piel como
un rastro de besos calientes hacia abajo, abajo, hasta golpear el aumento
de mis pechos. Aire frío sopló sobre mí mientras tiraba hacia abajo el
sujetador, mi pezón apretado y rogando por su boca. Sus labios se
cerraron alrededor de mí y tiré mis caderas contra las suyas, , la necesidad enrollándose en estado salvaje.
—Gaston por favor —supliqué, mi espalda arqueándose contra su boca. Mi
mano rozando su pecho, suavemente sobre su caliente, dura piel, lo acuné
a través de sus pantalones.
—Mierda —murmuró, sus ojos se cerraron brevemente antes de parpadear
de nuevo con fuego en ellos—. No pueo esperar.
Gaston desabrochó mi sostén en segundos, sus grandes manos tomando
un momento para acunar mis pechos.
. Me
jaló hacia él mientras se movía hacia la puerta donde estaba situado un
alto gabinete lateral contra la pared, y luego me di la vuelta, me empujó no
muy suavemente en ella, su frente en mi espalda. Mi aliento salía en
bocanadas ahora mientras agarraba el asimiento de la unidad. Las manos
de Gaston venían a apretar mis pechos, forzando a mi cuerpo de nuevo
hacia él mientras su lengua chasqueaba en mi oreja:
—Voy a tomarte así. Eso va a ser duro, Rocio duro y áspero. ¿Estás
lista?
Asentí, mi corazón chisporroteando un poco.
Mis bragas habían desparecido, azotándolas bajo mis piernas y parándome
fuera de ellas, pateándolas a un lado. El calor de él en mi espalda, el
sonido de la cremallera de sus pantalanes deslizándose abajo, enviando un
rayo de pura lujuria y mis uñas se clavaron en el
gabinete con anticipación.
Hice un sonido gutural de “manos a la obra” y él se rió en respuesta
Grité ante la profunda
invasión, pero Gaston ni me dio tiempo para
respirar. Él se deslizó fuera un par de centímetros y empujó de vuelta
adentro, el sólido gabinete debajo de mi pesaba, me relajé en él. El
apartamento se llenó con el sonido de nuestras respiraciones pesadas, de
nuestros gemidos y gruñidos,
tormentoso, ritmo, mis jadeos se hicieron más lentos,
incitándolo y él miró hacia arriba para pellizcar mis pezones mientras sus
caderas seguían tirando contra mí. Ese fue el detonante.
—¡Gaston! —grité,
Mis miembros ya no funcionaban. Lo único sosteniéndome era Gaston.
Después de un rato, se deslizó fuera de mí con cuidado, pero aun así di un
respingo. No lo había tomado con calma respecto a mí. Como si lo
intuyera, me abrazó fuertemente.
—¿Estás bien?
No. Estaba locamente impresionante. —Eso fue increíble —suspiré,
cayendo contra él.
Su risa era baja, casi un ronroneo. —Dímelo a mí.
Me encontré girando para enfrentarlo y con cuidado levantándome en el
gabinete, Gaston enganchó mis piernas alrededor de sus caderas, mis
manos descansando contra su pecho mientras me miraba a los ojos, sentí
algo cambiar en su expresión mientras me miraba, algo que hizo a mi
aliento contenerse. Atrapó el sonido con su boca mientras bajaba su
cabeza para besarme lentamente, lánguidamente. Con ternura.
A veces las palabras no son necesarias para que sepas que un cambio ha
llegado a ti. Puedes compartir una mirada con una hermana o un hermano
o padres que dice “estoy aquí, no importa que” y de repente alguien que
era un pariente, una persona que amas, también resulta ser uno de tus
mejores amigos.
Algo pasó allí con Gaston cuando me miraba, cuando nos besamos.
No era sólo sexo.
Tenía que salir de allí.
Él se retiró, sus labios se curvaron hacia arriba en la esquina, cepilló mi
cabello fuera de mi rostro. —No he terminado contigo todavía. —Y
entonces él me besó de nuevo.
Me quedé allí, envuelta alrededor de él, mientras nos besábamos. Era
verdadero, honesto-para-distinguir-la-verdad, como unos adolescentes, nos
quedamos ahí por lo menos diez minutos. Mi cuerpo en guerra con mis
emociones. No quería. Yo no quiero renunciar a lo que había entre
nosotros. Era adictivo, seductor. Pero no quería nada más de lo que
habíamos sido capaces de darnos entre nosotros físicamente. Debería
irme.
No podía salir.
Comprendí entonces lo que la gente quiere decir cuando se refiere a
alguien como su droga.
Eso significaba que sólo tendría que redefinir la noche. Sexo.
Decisión hecha, me aparté y lamí mis hinchados labios antes de
deslizarme fuera del gabinete y patear lejos mis tacones.
—Tengo una disculpa que dar. —Recordé, bajando mis rodillas, sus ojos
parpadearon, Gaston me miró.
—¿Por qué? —murmuró
Sonreí.
—Por llamarte un idiota.
Se echó a reír, la gruesa risa se ahogó en un gemido cuando envolví mi
boca alrededor de él.
–——–
A pesar de que Gaston había presionado un control remoto que arrastraba
persianas contra las ventanas que tomaban la mayor parte del dormitorio,
el sol de la mañana aun brillaba en la habitación, despertándome. Di
vuelta a mi cabeza en su almohada y vi la hora que decía siete treinta.
Sabía que Gaston no estaba a mi lado, porque por lo general su calor me
despertaba, además de que podía oír la ducha abierta en su suite.
El resto de la noche anterior brilló de nuevo. El restaurante. Enterarme
acerca de su esposa. Dolor por él. Venir aquí. El sexo salvaje contra el
gabinete. Yo bajando sobre Gaston, devolviéndole el favor. Un paseo
desnudos por su dúplex que terminó en su dormitorio. Todavía
sintiéndome rara, lo empujé en su espalda en la cama y lo besé y lamí mi
camino hasta su increíble cuerpo.
Gaston tenía otros planes.
Cuando llegué, él nos dio la vuelta y se dirigió a mí una y otra vez, sus ojos
mirando hacia abajo en mí. Quería cerrarlos como la última vez. Pero no
podía.
Los cerré ahora con un suave gemido.
Esto era tan complicado, y cobarde como podría ser, pero yo sólo no podía
enfrentarme a Gaston en la luz de la mañana después de la intensa tarde
anterior. Me deslicé fuera de la gran cama estilo oriental y me escurrí
silenciosamente de la habitación, trotando escaleras abajo, por mi ropa.
Me apresuré en mi ropa interior y vestido, metiendo mis pies en los
zapatos, a pesar de que dolían, y agarré mi bolso. Salí, mi corazón latiendo
con fuerza contra mi pecho mientras culpablemente hacía mi camino hacia
el aire fresco. No realmente de humor para hacer la caminata de la
vergüenza, paré un taxi
Estaba colocando la llave en la puerta cuando recibí un mensaje.
Cualquiera que sea la mierda que fuera, no lo volveré a hacer.
Hablaremos.
Exhalé fuertemente, exhausta ante la perspectiva.
–——–
Me había duchado del sudor y sexo de la noche anterior, cambiada en
unos jeans y una sudadera me acurruqué en el sofá a ver películas, si
trataba de sentarme en mi laptop y escribir podría solo perderme en mis
confusos y perdidos pensamientos. Así que entumecí mi mente con
musicales .
Acababa de hacerme un sándwich cuando oí la puerta del frente abrirse.
Mi corazón se detuvo por un segundo hasta que oí los pasos. Lali. Suspiré
en alivio.
—Oye. —Lali sonrío hacia mí mientras caminaba hacia la habitación—.
Vengo de vuelta de la óptica.
—¿Cómo te fue?
—Aparentemente, necesito lentes para leer y ver TV —arrugó la nariz—,
realmente no me favorecen los lentes.
Lo dudaba. Lali podía llevar una bolsa de basura y lucir linda.
—¿Cuándo los vas a recoger?
—La próxima semana. —Ella sonrió de repente—. ¿Y? ¿Cómo fue la cena?
—Tu hermano me ha engañado. Era sólo para nosotros dos.
Lali soltó un bufido. —Típico de Gaston. ¿Te has divertido sin embargo?
—Además de conocer a una obvia ex-novia de Gaston quien parecía
perfectamente agradable si un poco despistada mientras ella
inadvertidamente me hablaba sobre la ex-esposa de Gaston. Entonces sí.
—Me encogí de hombros con indiferencia—. Nos divertimos.
Lali se quedó sin aliento arrastrando mi mirada de vuelta hacia ella. La
ansiedad nubló sus ojos claros mientras ella se levantaba y se acercaba
cautelosamente para sentarse a mi lado. —Yo te lo hubiera dicho, Rocio,
pero Gaston quería decírtelo él mismo. Y es personal para él. Me gustaría
poder explicar, pero realmente es su asunto.
La despedí con la mano. —Está bien. Él me habló de Analise. Cómo ella lo
engañó.
Las cejas de Lali se juntaron. —¿Él te lo dijo?
¿No se suponía que debía? —Sip.
Se sentó allí por un momento parecía algo congelada y sus ojos se
suavizaron cuando ella me sonrió. —Te lo dijo.
Oh Dios, estaba consiguiendo ideas románticas en su cabeza de nuevo.
—Para.
—¿Qué? —Sus ojos se abrieron con gran inocencia imaginaria.
Hice una mueca. —¿Sabes qué.
Antes de que Lali pudiera responder, nuestra puerta principal se abrió y
se cerró de golpe. Fuertes pisadas pisando por el pasillo venían hacia
nosotras.
—Oh, mierda —murmuré, haciendo caso omiso de los ojos interrogantes
de Lali.
La puerta del salón se abrió y allí estaba él con su traje, apoyado contra el
marco de la puerta con una expresión en blanco.
—Oye, Gaston —saludó Lali débilmente, sintiendo el repentino peligro en
el aire.
—Buenas tardes lali. —Él asintió con la cabeza hacia ella y luego me
inmovilizó en el sofá con su letal mirada . —Habitación. Ahora. —Se
giró sobre sus talones y me dejó seguirlo.
Yo abrí la boca.
—¿Qué hiciste? —susurró Lali con preocupación.
Le lance una mirada. —Me escapé de su casa esta mañana.
Sus ojos se abrieron. —¿Por qué?
Ya sintiéndome inexplicablemente culpable, mi culpabilidad se transformó
rápidamente en ira. —Porque eso es lo que los amigos con beneficios
hacen —espeté, saltando del sofá—. Y él necesita parar de ordenarme
—Pisoteé fuerte —si, pisoteé fuerte— hacia mi habitación y
cerré la puerta detrás de mí, jadeando con indignación.
—Necesitas parar de ordenarme. —Lo señalé con mi dedo.
La expresión en blanco que había estado usando mientras estaba en el
fondo de mi cama fue rápidamente remplazada por desagrado. Esto se
estaba poniendo bien. Él estaba enojado. —Necesitas parar de actuar como
una jodida loca.
Respiré fuerte. —¿Qué demonios hice?
Parecía incrédulo, levantando las manos hacia arriba con incredulidad.
—Te escapaste de mi apartamento como si fueras algún borracho
avergonzado.
No podía estar más equivocado. Crucé mis brazos sobre mi pecho, en
medida de protección, mientras sacudía mi cabeza y rechazaba encontrar
su mirada.
—¿Quieres desengañarme de aquella noción y decirme exactamente por
qué salí de la ducha esta mañana para encontrar que te habías largado?
—Yo-yo tenía cosas que hacer.
Gaston creció aterradoramente tranquilo. —¿Tenías cosas que hacer?
—Así es.
—Sabes que hasta este momento, nunca realmente has actuado de tu
edad. Pensé que eras más madura que esto, Rocio. Supongo que estaba
equivocado.
—Oh no tires esa mierda —repliqué con irritación—. No soy la que está
complicando las cosas porque mi amiga con beneficios no se quedó allí
para un abrazo en la mañana.
Con el destello de algo en sus ojos, sentí mi estómago caer. La mirada se
había ido tan rápido como apareció y sus rasgos endurecidos contra mí. —
Está bien. Ya está hecho. Olvídate de ello. Te necesito el sábado, dos
semanas desde ahora, fuera. Conseguí a DJ Intrepid, un famoso DJ de
Londres, para tocar en Fuego por la Semana de Bienvenida a los
Universitarios. —Su retumbante voz sonaba distante, vacía, y toda la
distancia estaba dirigida a mí. No me gustó—. Te quiero allí.
Asentí con la cabeza aturdida. —Está bien.
—Está bien, entonces. Te voy a enviar un mensaje de texto más tarde. —
Él caminó hacia mí y esperé tensamente por su próximo movimiento. Ni
siquiera me miró. Apenas llegó a la puerta y pasó junto a mí.
No me besó de despedida.
Me sentía enferma. ¿Ahora quién estaba haciendo las cosas complicadas?
–——–
La Dra. Pritchard tomó un sorbo de agua y luego inclinó la cabeza hacia
mí una vez que dejé de hablar. —¿Se te ha ocurrido que puedes desarrollar
sentimientos más profundos por Gaston?
Suspiré pesadamente. —Por supuesto. No soy estúpida.
—¿Y sin embargo, estás decidida a permanecer en este arreglo con él
sabiendo y defendiéndolo hasta el final?
Mi sonrisa era definitivamente sin humor. —Bueno... tal vez soy un poco
estúpida.
–——–
Sé que soy testaruda, tengo eso de mí misma, sé que tengo problemas a un
kilometro de distancia, y sé que esos problemas no van a irse lejos en un
tiempo cercano. Pero viviendo estos últimos meses aqui, con
un poco de ayuda de una buena doctora, estaba convencida de verme a mí
misma en una luz diferente. Estaba convencida de que no tenía verdaderos
vínculos en esta vida porque yo lo quería de esa manera. Lentamente, pero
con seguridad, iba a llegar a los términos con el hecho de que Candela y
Vicco eran un accesorio, y Lali era sin duda un archivo adjunto. No
podía querer preocuparme por ellos, pero lo hice, y con el cariño vienen
todo tipo de cosas de mierda… como remordimiento.
Le pedí disculpas a Lali por hablarle bruscamente. Ella, por supuesto, las
acepto amablemente.
Pero durante el día, estaba atormentada por la culpa y seguía viendo
imágenes de la cara de Gaston ante mis ojos. Esa culpa trajo de vuelta
algo de mala mierda, y me encontré a mí misma encerrándome en la
habitación, viéndome a través de un ataque de pánico bastante horrible.
Ves, me di cuenta de algo. Algo aterrador.
Tal vez sólo sea sexo con Gaston, pero eso no significaba que no había
formado un apego hacia él.
No podía ser que quiera cuidar de él, pero lo hacía.
Es por eso, que cuando me iba a trabajar, le envié un texto que decía algo
que nunca le había dicho a un hombre antes.
Lo siento x
No tienes idea de lo rápido que mi pulso se estuvo acelerando después de
que añadí el beso. Un besito y mis manos estaban temblando.
–——–
Craig y Jo no estaban contentos conmigo esa noche. Eché a perder un par
de órdenes,
Cuando revisé mi teléfono
en mi tiempo libre y aún no había recibido un mensaje de vuelta de
Gaston, me di a mí misma una buena conversación.
No podía volverme una idiota inepta porque algún chico no aceptaba mi
disculpa. Había mostrado algo de crecimiento real al enviar el mensaje.
Asentí con enojo conmigo misma, y si él no podía ver eso, ¡entonces bien!
Al diablo con él. Yo era Rochi Igarzabal. No tomaba la mierda de ningún
hombre.
Volví al trabajo sintiéndome desafiante y determinada, y me las arreglé
para hacer mi trabajo sin más incidentes. Expliqué mi torpeza, diciéndoles
a los chicos que había tenido una migraña, pero me sentía mucho mejor.
Se lo tragaron desde que empecé a bromear con ellos normalmente,
haciendo en lo que siempre había sido buena, y empujando mis
sentimientos hacia abajo, bajo la trampilla de acero dentro de mí.
Aferrarse a esto era la clave, porque un resbalón, una grieta y esa puerta
vendría volando abierta de nuevo y yo... bueno, yo no podía soportarlo.
Terminamos la noche y Jo y Craig amablemente se ofrecieron a dejarme ir
temprano ya que no me había estado sintiendo bien. No iba a discutir.
Agarré mis cosas y le dije adiós a Brian en la puerta y me dirigí unos pasos
—Rocio.
Me di la vuelta y encontré a Gaston parado en la acera del club. Mi
estómago estaba agitado de nuevo. Nos miramos el uno al otro en silencio
por un minuto hasta que encontré mi voz. —¿Estabas esperándome?
Él se rio un poco mientras se acercaba. —¿Pensé que podría acompañarte
a casa?
El alivio que no estaba dispuesta a admitir por mucho tiempo se vertió
sobre mí. —¿Ese paseo concluirá con nosotros juntos desnudos en mi
cama?
Su risa era baja y áspera, y me derribó como siempre. —Eso es lo que
tenía en mente, sí.
Tomé una respiración profunda. —¿Estoy perdonada por ser una perra
entonces?
—Nena. —Gaston extendió la mano para acariciar mi mejilla, claramente
perdonándome.
Tiré de su chaqueta, empujándolo más cerca.
—Creo que deberías mostrar quién es el jefe de todos modos.
Sus brazos se envolvieron alrededor de mi cintura y me encontré
acurrucada contra él.
—Pensé que me habías dicho que parara de dar órdenes a tu alrededor.
—Bueno hay circunstancias especiales en que lo permito.
—¿Oh? ¿Cuáles serían esas?
—Cualquiera que resulte en mí llegando.
Él sonrió, apretándome más cerca. —¿Por qué tienes que hacer que todo
suene tan sucio?
Me reí al recordar que esas fueron las palabras que había utilizado el día
que había caminado hacia mi desnudo. Dios, se sentía como una
eternidad.                                                                                           adaptacion

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