Gaston era el maestro de los mensajes sucios. A veces era sutil…
otras
veces, bueno…
No puedo esperar
para estar dentro de ti otra vez, nena. Besos.
… no tanto.
Enterrado con trabajo, Gaston en los próximos días. Si
yo fuera un tipo diferente de chica, podría haber estado enloqueciendo
que
después de haber tenido sexo él había desaparecido, pero con toda
honestidad, disfruté teniendo todo ese tiempo lejos de él para
respirar.
Sólo habíamos comenzado “nuestro arreglo” y ya se sentía como
semanas.
Por la tarde del martes, sus mensajes de texto estaban comenzando
a
llegarme. Como en… encendiéndome.
tener relaciones sexuales con Gaston había
despertado mi apetito. Un apetito
aparentemente de nunca acabar. Quería
comida todo el tiempo. Y sólo la comida de Gaston funcionaría. Por
supuesto, no le confesé esto a Candela, a pesar de que tenía un
montón de
preguntas sobre el tipo que había logrado sacarme de mi hechizo
. Le dije que él era atractivo. Que el sexo era ardiente. El
resto de la conversación consistió en ella repitiendo: “Simplemente
no lo
puedo creer”.
Sí, eso no era muy halagador.
Decirle a Candela sobre el sexo ardiente sólo me puso más
hambrienta. Es
por eso que me encontraba en el gimnasio. De nuevo. Ya había
estado allí
el día anterior. Golpeando mis pies en la caminadora, corriendo en
la
bicicleta estática y remando como el infierno en la máquina de
remo, tenía
la esperanza de quemar toda la tensión sexual dentro de mí.
Realmente no
me ayudó.
—Rochi, ¿cierto?
Miré al hombre que se había detenido cerca de mi caminadora. Ah. Nicolas.
El entrenador personal que había estado coqueteando en silencio
conmigo
por las últimas semanas, desde el incidente en la caminadora.
—¿Sí? —pregunté casualmente.
Nicolas me sonrió Uno: Los chicos lindos
de corte limpio no eran mi tipo. Dos: Ya tenía mis manos llenas
—De vuelta otra vez, tan pronto.
Yupi, estaba acechándome. Eso no era espeluznante en absoluto.
—Uh huh.
Cambió de pie, claramente no preparado para mi menos que
entusiasta
respuesta a él interrumpiendo en mi “operación aliviar la frustración
sexual causada por un desaparecido-en-acción Gaston Dalmau”.
—Mira, ¿sólo me estaba preguntando si tal vez te apeteciera ir a
cenar
juntos alguna vez?
Paré la máquina y di un paso con tanta gracia fuera de ella como
pude,
considerando que estaba sudorosa y asquerosa. Le di una sonrisa
platónica, ya sabes cuál: la de prensar los labios, y sin dientes
visibles.
—Gracias. Pero ya estoy saliendo con alguien.
Me fui antes de que pudiera responder, sonriendo cuando me di
cuenta de
que al menos el acuerdo con Gaston tenía algunos aspectos
positivos.
Después de ducharme y cambiarme, me fui del gimnasio, esquivando a
Nicolas, y tan pronto como encendí mi teléfono tuve un texto de
Gaston.
Hazte disponible el
jueves por la noche. Cena de negocios. Ponte un
vestido bonito. Te
recojo a las 7:30 pm. Besos.
Puse los ojos en blanco. No se le había ocurrido que podría no
estar libre.
Bastardo mandón. Le envié un texto en respuesta:
Sólo porque lo pediste
tan amablemente.
Molesta, caminé por la acera agarrando mi teléfono apretado en mi
mano.
Tendría que hablar con él acerca de su tendencia hacia lo
detestable. Mi
teléfono sonó y me detuve, todavía frunciendo el ceño. Un ceño
fruncido
que desapareció por su mensaje de una palabra:
Nena. Besos.
Lo podía escuchar decirlo con una sonrisa burlona en su voz, y
negué con
la cabeza, sonriendo con exasperación. Idiota, era demasiado
condenadamente encantador para su propio bien.
No es que tuviera mucho para ir adelante sobre la cena de
negocios: con
quiénes estaríamos cenando, o dónde estaríamos cenando; lo que sí
sabía
era que no tenía un vestido que funcionaría para la ocasión. Así
que por
una vez decidí utilizar mi dinero para algo frívolo. Después de
dos horas probándome
vestidos —algunos de los cuales costaban más que mi alquiler
mensual—,
finalmente me decidí por un elegante, pero sexy vestido de Donna Karan.
En la silueta de un vestido tipo tubo hasta la pantorrilla, el
material del
jersey gris plateado se aferraba a cada curva. Un trozo de tela
cruzado
desde el hombro derecho hasta la cadera izquierda, añadiendo un
toque de
elegancia a lo que normalmente sería un vestido del estilo
sexy/casual.
Agregando una cartera de mano tipo sobre negra ridículamente
costosa de
Alexander McQueen
con la firma del broche
de oro en forma de cráneo —
pensé que el cráneo era apropiado— y zapatos negros de plataforma
de
Yves Saint Laurent, me veía ardiente. De hecho, estaba lo más caliente que
me había visto nunca. Y lo más que había gastado nunca en un
traje. Lali
estaba en éxtasis sobre ello.
Lali podría estar en éxtasis sobre ello todo lo que quería. Yo
estaba
nerviosa acerca de la reacción de Gaston.
Resulta que no tenía por qué estarlo.
Bueno, depende de cómo lo mires.
La noche del jueves, estaba de pie en la sala de estar saboreando
una copa
de vino con Lali mientras esperaba por Gaston. Me había dejado el
cabello
suelto y caía por mi espalda en rizos sueltos naturales por el que
Lali tuvo
más de una alabanza, pidiéndome que usara mi cabello suelto todo
el
tiempo. No accedí a eso.
Realmente no me maquillé, pero me había puesto un poco de rubor,
máscara de pestañas, y un labial escarlata profundo que llevó al
conjunto
a un nivel superior.
Nuestra puerta principal se abrió y cerró, y mi estómago se volcó.
—Soy yo —llamó Gaston—. Tengo un taxi esperando para llev… —dejó
de
hablar cuando entró en la sala de estar, sus ojos congelados en
mí—.
¡Joder!
Lali soltó una risita.
Entrecerré un ojo hacia él.
—¿Ese es un joder de los buenos?
Sonrió.
—Bueno, contigo siempre se jode bien, nena.
—Eww. —Lali soltó un sonido ahogado—. ¡Qué asco!
Ignorándola, Gaston se paseó casualmente hacia mí. Llevaba un
sencillo,
pero elegante traje negro ceñido al cuerpo con una delgada solapa
de
terciopelo, gemelos de oro blanco y una camisa de color gris
plateado
oscuro que hacía juego con mi vestido perfectamente. Su corbata
delgada
era de color rojo sangre como mi labial. Nos habíamos coordinado
sin
saberlo.
Aunque se veía más delicioso que yo.
Sus ojos me estudiaron desde la cabeza a los pies, y para cuando
volvieron
a mi rostro estaban ardiendo.
—Ven conmigo. —Agarró mi muñeca y sólo logré entregarle a Lali mi
copa
de vino antes de que fuera arrastrada por el pasillo en zapatos
que había
tenido que practicar para caminar, y me arrastró a mi dormitorio.
Se dio la vuelta, enganchando un brazo alrededor de mi cintura y
tirando
de mí hacia él.
—Tienes que dejar de hacer eso —me quejé.
—Nena, te ves... sólo digamos que si no hubiera un taxi esperando
para
llevarnos al restaurante para nuestra reservación, estarías sobre
tu
espalda ahora mismo.
¿Tanto exceso de confianza?
—De hecho... —murmuró, apretando mi cintura, sus ojos cayendo
hacia el
bajo escote del vestido.
—Gaston.
Arrancó sus ojos hacia los míos.
—Te ves hermosa, Rocio.
Mi estómago se volcó de nuevo y sonreí suavemente.
—Gracias.
—Pero tienes que recoger tu cabello.
—¿Qué? —Toqué mi cabeza, frunciendo el ceño hacia él—. ¿Por qué?
Para mi absoluto desconcierto, los ojos de Gaston se estrecharon
peligrosamente.
—Simplemente hazlo.
Solté un bufido y empujé contra su pecho, saliendo de su agarre.
—No, a menos que me digas por qué. —Mi cabello se veía bien. Él no
me
haría pensar lo contrario.
—Porque —su voz fue baja, un ronroneo profundo que reservaba sólo
para
el dormitorio, de ahí a que lo sentí todo el camino hasta mis
bragas—, me
gusta ser el único hombre que sabe lo hermoso que es tu cabello.
Lo
hermosa que te ves con él suelto.
Algo se empujó dentro de mi pecho. Una propagación casi dolorosa.
Exteriormente, sonreí.
—Qué victoriano de tu parte.
Los ojos entrecerrados de Gaston se convirtieron en un ceño
fruncido.
—Rocio —me advirtió.
Tiré mis manos al aire.
—¿Hablas en serio?
—Completamente.
—Gaston…
—Rocio.
Me detuve, con mis manos en mis caderas mientras buscaba su
rostro.
Era implacable. Dios mío, lo decía en serio. Con un bufido de incredulidad,
crucé los brazos sobre mi pecho.
—No me tomo bien las órdenes, Gaston.
—No estoy ordenándote. Te lo estoy pidiendo.
—No. Tú estás demandando.
—Simplemente no quiero que uses tu cabello suelto.
—Bien. —Ladeé mi cabeza hacia un lado mientras mis propios ojos
deliberadamente examinaron detenidamente la longitud de él—. No
recibo
órdenes, pero sí hago tratos. Me recojo el cabello, pero me debes
un favor a
cambio.
Él me dedicó una sonrisa perversa.
—Suena bien, nena.
—Oh, no he dicho que la deuda sería de naturaleza sexual.
Su sonrisa se ensanchó únicamente.
—Así que, ¿de qué estamos hablando aquí?
—Bueno, esa es la cosa. —Me acerqué a él, presionándome contra él
con
una sonrisa—. No sabrás, hasta que sepas.
La cabeza de Gaston bajó hacia la mía, sus labios casi rozando los
míos.
—De acuerdo.
—Qué hombre tan valiente. —Me reí y di un paso atrás—. Tú también
te
ves realmente bien esta noche, por cierto.
—Gracias —murmuró, sus ojos todavía devorándome.
—Bueno, es mejor que le digas al taxista que estaremos en diez
minutos.
Tengo que arreglar mi cabello.
Conseguí recogerme el cabello con estilo en un elegante moño
desordenado, le deseé una buena noche a Lali, cuyos ojos estaban
todos
llorosos ante la visión de nosotros juntos —no creo que haya
entendido
exactamente el concepto de amigos con beneficio todavía— y me
deslicé
dentro del taxi antes que Gaston. Cuando él entró, le dio al
taxista nuestro
destino. Era el restaurante francés de Gaston, La Cour, aquel que había
heredado como parte de los negocios de su padre
. No había estado allí antes,
pero había oído grandes cosas sobre él. Cuando Gaston se acomodó
contra
el asiento, se inclinó cerca de mí y tomó mi mano.
Durante todo el viaje en taxi miré fijamente su grande y masculina
mano
en la mía, luchando contra la urgencia de retirarme de su toque.
No es por
que tomarnos de las manos no fuera agradable. Era agradable.
Demasiado
agradable.
Demasiado “más”.
Esto se suponía que era sólo sexo. Pero ahí estaba... sosteniendo
mi mano.
Apenas me percaté que nos habíamos detenido en el restaurante,
antes de
que Gaston estuviera pagándole al taxista y ayudándome a salir de
él.
—Estás muy callada —murmuró, mientras entrelazaba sus dedos en los
míos de nuevo para conducirme dentro.
No contesté a eso.
—¿Con quiénes nos reuniremos?
Pero antes de que pudiera responder, un camarero apareció con una
enorme sonrisa en su rostro.
—Monsieur Dalmau, tenemos su mesa esperando, señor.
—Gracias, David. —Gaston pronunció su nombre con la pronunciación
francesa y me pregunté si el tipo era realmente francés, o si todo
era parte
de la imagen del restaurante. El restaurante en sí era de una
opulencia
elegante. Era de un moderno rococó francés con estampado negro y
plata,
sillas con marcos dorados, manteles de rojo profundo, candelabros
de
cristal negro y lámparas de araña transparentes. El restaurante
estaba
lleno.
David nos llevó a través de las mesas a una acogedora en la
esquina este,
lejos de la barra y del acceso a la cocina. Como un caballero,
Gaston
sostuvo el asiento para mí, y no pude recordar si alguien había
hecho eso
antes por mí. Estaba tan concentrada en el gesto y el roce sensual
de sus
dedos contra mi cuello mientras me sentaba, que me tomó hasta que
Gaston estuvo sentado también y ordenando vino, darme cuenta que
estábamos sentados en una mesa para dos.
—¿Dónde están los otros?
Gaston me lanzó una mirada casual mientras tomaba un sorbo del
vaso de
agua fría que el camarero recién había servido.
—¿Qué otros?
¿Qué otros? Rechiné mis dientes.
—Dijiste que se trataba de una reunión de negocios.
—Sí, pero no dije qué negocio.
Oh dios mío. ¡Ésta era una cita! De ninguna manera. Primero el
autoritarismo, luego tomarnos de las manos… no. No, no, no. Empujé mi
silla hacia fuera, alrededor de dos segundos después de dispararme
sobre
mis pies, cuando las siguientes palabras de Gaston me congelaron
en el
lugar.
—Si tratas de irte, te lo impediré. —A pesar de que no me estaba
mirando
cuando lo dijo, podía decir que hablaba muy en serio.
No podía creer que me había engañado en esto. Con una expresión
hosca,
empujé mi silla bajo la mesa de nuevo.
—Idiota.
—Sólo por eso, espero que envuelvas esa boca sucia tuya alrededor
de mi
esta noche. —Él entrecerró sus ojos hacia mí.
Sentí el impacto de esas palabras a medida que se endurecían mis
pezones
. A pesar de mi cuerpo estando completamente
despierto, yo estaba en un estado de
estupor. No podía creer que me
acabará de decir algo así en un restaurante de lujo donde alguien
podría
oírlo.
—¿Estás bromeando?
—Nena —me dio una mirada que sugería que me estaba perdiendo lo
obvio—, nunca bromeo sobre sexo.
El sonido de alguien ahogándose hizo que levantara mi cabeza.
Nuestro
camarero había llegado hasta nosotros justo a tiempo para oír esas
palabras tan románticas y sus mejillas sonrosadas traicionaron su
vergüenza.
—¿Listos para ordenar? —preguntó con voz ronca.
—Sí —respondió Gaston, obviamente indiferente ante el hecho que él
había estado escuchando—. Pediré el bistec, medio crudo. —Él
sonrió
suavemente hacia mí—. ¿Qué vas a pedir tú? —Tomó un trago de su
agua.
Pensaba que era tan genial y divertido.
—Aparentemente salchicha.
Gaston se ahogó con el agua, tosiendo en sus puños, sus ojos
brillando de
alegría mientras colocaba su vaso de nuevo sobre la mesa.
—¿Se encuentra bien, señor? —le preguntó el camarero con ansiedad.
—Estoy bien, estoy bien. —Gaston hizo señas al camarero para que
se
calmara, su voz un poco ronca mientras sus ojos me inmovilizaban
en mi
asiento. Él negó con la cabeza, su sonrisa cada vez más amplia por
cada
segundo.
—¿Qué? —Me encogí de hombros inocentemente.
—Eres sexy como el infierno.
El camarero estaba mirándonos ahora fijamente, abiertamente, su
cabeza
moviéndose entre nosotros, a la espera de lo escandaloso que sería
dicho a
continuación. Le sonreí y cerré mi menú.
—Pediré el bistec medio crudo también.
Tomó nuestros menús y se apresuró a irse, probablemente para
contarles
a todos los otros camareros lo que había oído decir al dueño del
restaurante a su cita. Hice una mueca, mantuve esa expresión en mi
cara
cuando deslicé mi mirada de nuevo a Gaston.
—Sabes, el objetivo de todo este acuerdo era que no tenías que
comprarme
una cena de lujo para tener sexo.
El sumiller se acercó con el vino rojo que Gaston había ordenado y
ambos
nos quedamos en silencio mientras él servía un poco a Gaston para
probarlo. Satisfecho con él, Gaston le hizo un gesto al sumiller
para
proceder. Tan pronto como se fue, levanté mi copa y tomé un sorbo
fortificante.
Podía sentir los ojos de Gaston ardiendo sobre mí.
—Tal vez esta es la parte de lo de “amigos” —respondió en voz
baja—.
Quiero pasar tiempo con mi amiga, Rocio.
Aunque eso era agradable…
—Así es como las cosas se ponen complicadas.
—No, si nosotros no lo permitimos.
Debió haber visto la duda en mi rostro porque lo siguiente que
pasó era
que tenía sus dedos en mi barbilla, levantando suavemente mi
rostro al
suyo.
—Sólo inténtalo esta noche.
Podía sentir su tacto como un escalofrío de ondas a través de mi
piel. Lo
tenía en mi interior.
Conocía el olor, el gusto y el tacto de él. Pensé que sería
suficiente. Que se
había terminado. Pero mirándolo, me di cuenta de que no era ni de
lejos
suficiente. Ésta atracción, ésta necesidad, sea lo que fuese, tan
sólo había
comenzado a arder, y ninguno de los dos estaba dispuesto a llamar
a los
bomberos por el momento.
—Está bien.
En respuesta, él rozó su pulgar sobre mi boca y me sonrió con la
mirada
antes de soltarlo.
Y entonces, fuimos dos amigos pasando el tiempo juntos. Hablamos
de
todo lo habitual. Música. Películas. Libros. Pasatiempos. Amigos.
Haciéndonos reír entre sí.
Nos divertimos. Pero todo fue de las pequeñas cosas. Gaston tuvo
la
precaución de asegurarse de nunca preguntar nada de lo que sabía
que no
contestaría. Y cuando me tropecé con una pregunta por tratarse del
pasado, él hizo una broma y cambió de tema. Este era un hombre
inteligente.
Estábamos terminando el postre cuando una voz sensual con un
acento
tan melódico como el de Lali, flotó a través de nuestra mesa.
—Gaston, cariño, pensé que eras tú.
Mis ojos se alzaron hacia la mujer que estaba junto a nuestra
mesa, y
ahora se inclinaba para besar la mejilla de Gaston, dándole un
buen
vistazo de sus pechos pequeños pero perfectamente formados. Su
vestido
era de color rojo, atrevido y sensual como su voz. Ella me dio una
brillante
sonrisa mientras me observaba por completo.
—Alieen. ¿Cómo estás?
Ella sonrió y le acarició la mejilla con cariño.
—Mejor ahora que te veo.
Oh demonios. Traté de no moverme incómodamente mientras
una opresión
inexplicable se alojaba en mi garganta. Ésta era una ex-novia. Incómodo.
—¿Cómo está Alan?
¿Quién demonios era Alan? Por favor que sea su esposo.
—Oh. —Respondió a la pregunta con una mueca—. Estamos separados.
Estoy aquí con una cita muy encantadora.
Bueno, regrese a
él, señora, para que podamos seguir con nuestra cita.
¡Mierda! ¡No es
una cita! ¡No es una cita!
Gaston sonrió y se giró para asentir hacia mí.
—Aileen, esta es Rocio.
—Hola. —Sonreí educadamente, no muy segura de cómo conversar con
una obvia ex. Al mirar a lo largo de la Glamazona17 alta y rubia, estuve
convencida más que nunca de que yo era lo contrario del tipo usual
de
Gaston.
Sus ojos me estaban evaluando a medida que pasaban sobre mí.
Después
de un segundo su sonrisa se ensanchó cuando volvió a mirar a
Gaston.
—Finalmente, una chica que no se parece a Analise. —Le tocó el
hombro
cariñosamente de nuevo—. Me alegro por ti.
—Aileen... —Gaston se retiró hacia atrás, su mandíbula tensándose.
¿Analise? Mis cejas se elevaron en pregunta. ¿Quién era Analise?
—Aún dolido, ya veo. —Aileen chasqueó la lengua y dio un paso
atrás—.
Supongo que todos somos cercanos a nuestros cónyuges. Toma su
tiempo.
—Ella esperó a que alguien dijera algo y luego, como si de repente
se diera
cuenta de que se estaba entrometiendo en nuestra cena, se rió un
poco
avergonzada—. De todos modos, será mejor que vuelva con Roberto.
Cuídate, Gaston. Fue bueno verte. Y un placer conocerte, Rocio.
—Igualmente —murmuré, tratando de ocultar el hecho de que sentía
como
si alguien hubiera embestido la mesa en mis entrañas. ¿Cónyuges?
Contuve el aliento, una ráfaga de adrenalina golpeando mi corazón
en un
motín mientras Aileen se pavoneaba lejos, sin tener idea que había
causado tensión entre Gaston y yo.
Mis labios se sentían entumecidos.
—¿Esposa?
—Ex-esposa.
¿Por qué me siento traicionada? Eso era estúpido. ¿Lo era? Había
dicho
que éramos amigos. Y Lali... Lali era mi amiga, y ella no me había
dicho
que Gaston tenía una ex-esposa. ¿Importaba?
No le has dicho
nada, Rochi.
No, no lo he hecho. Pero tampoco he estado casada.
—Rocio... —Gaston suspiró, y alcé mis ojos para ver que su
expresión
era como el granito—. Te habría contado sobre Analise
eventualmente.
Le resté importancia con la mano.
—No es de mi incumbencia.
—Sí ese es el caso, ¿por qué estás en shock?
—Porque estoy sorprendida. Entré en esto contigo porque eras un
ligón en
serie. No un hombre de una sola mujer. —Me llevé una mano al
pecho.
¿Qué demonios era ese dolor ahí dentro?
Se pasó una mano por el cabello y suspiró pesadamente otra vez. Lo
siguiente que supe, es que había enganchado una pierna alrededor
de la
pata de mi silla y me empujaba hacia él, hasta que nuestros
hombros casi
se rozaban.
Lo miré inquisitivamente, perdida por un momento en sus hermosos
ojos.
—Me casé cuando tenía veintidós años —comenzó suavemente, en voz
baja, sus ojos estudiándome mientras explicaba—. Su nombre era
Analise.
Era una estudiante australiana de post-grado. Sólo habíamos estado
juntos un año antes de que yo le propusiera matrimonio, y
estuvimos
casados sólo por dos años. Los primeros nueve meses fueron
grandiosos.
Los siguientes tres meses inestables. El último año un infierno.
Peleábamos mucho. Mayormente sobre mi incapacidad de dejarla
entrar —
giró su copa de vino, dejando caer su mirada ahora—. Y cuando
pienso en
ello, eso era cierto. Maldición gracias. —Sus ojos se volvieron
hacia mí—.
La idea de cargarle a alguien, tan vengativo como ella, toda mi
porquería
personal era...
—Como municiones en sus manos —murmuré, entendiendo por completo.
—Exactamente. Pienso que hay que trabajar duro para hacer que un
matrimonio funcione. No quería darme por vencido. Pero un día, no
mucho
tiempo antes de que mi padre muriera, él me llamó y me pidió
comprobar
una propiedad que estábamos tratando de vender. No la
tuya con Lali —añadió rápidamente—. Me dijo que había habido una
queja acerca de una gotera en el piso de abajo, así que fui a
comprobar. —
Su mandíbula se tensó—. No encontré ninguna fuga, pero encontré a
Analise en la cama con un amigo cercano de la escuela. Mi padre lo
había
sabido. Ellos habían estado viéndose a mis espaldas durante seis
meses.
Cerré los ojos, sintiendo el dolor de él reflejándose en mi pecho.
¿Cómo
pudo alguien hacerle eso a él? ¿A él? Cuando volví a abrirlos, su mirada se
suavizó hacia mí y alcancé su brazo, apretándolo consoladoramente.
Para
mi sorpresa, su boca se curvó en una sonrisa.
—Ya no me duele más, Rocio. Los años de retrospectiva se llevaron
eso.
Lo que tuve con Analise fue superficial.
—¿De verdad lo crees?
—Lo sé.
Fruncí el ceño, sacudiendo la cabeza.
—¿Por qué comprarías una propiedad otra vez?
Él se encogió de hombros.
—Analise pudo haberse jodido de nuevo una vez que me
divorcié de ella y me aseguré de que se fuera sin nada, pero ella
todavía
estaría contaminando la ciudad que amaba. He pasado los últimos
seis
años creando nuevos recuerdos por toda la ciudad, construyendo
sobre el
desastre que dejó atrás. Lo mismo ocurre con El piso en
donde estás ahora, era un desastre. Una caja en una calle
envenenada con
traición. Quería crear algo bello en lugar de toda la fealdad.
Sus palabras se hundieron tan profundamente dentro de mí que no
podía
respirar. ¿Quién era este sujeto? ¿Era real?
Levantó su mano a mi rostro, sus dedos deslizándose suavemente a
lo
largo de mi mandíbula, y en la curva en mi cuello. Me estremecí.
Sí, era
real.
Y durante los próximos tres meses era mío.
Me levanté bruscamente, agarrando mi bolso de mano.
—Llévame de vuelta a la tuya.
Gaston no discutió. Sus ojos brillaron con comprensión y canceló
de
inmediato la cuenta. Estuvimos fuera de allí y en un taxi antes de
que me
diera cuenta. adaptacion

me a encantado el capitulo me he quedado con ganas de saber mas por favor sube lo mas rapido que puedas
ResponderEliminarme encanto, subi el proximo yaaa!!!!
ResponderEliminarno tardes!!!
besos :)