Capítulo 8
—¿No sabías que
trabajo para una empresa de servicios de comida para fiestas? —Nicolas miró
su extravagante
camisa blanca con volados y su chaqueta negra. —Esta ropa me mata, pero el
dinero que me pagan
no está nada mal.
—Ah, sí, claro. —Rochi
asintió con la cabeza. Comenzaba a percatarse del horror de lo que
acababa de suceder…
de lo que aun sucedía. —Trabajas para una empresa de servicios de
comida. Comprendo.
—Sí. ¿Y tú que haces
aquí? —preguntó Nicolas.
“No me preguntes eso.
Por favor, no me lo preguntes”, imploraba ella en silencio.
—Pensé que estarías
en el partido de béisbol como todo el mundo- continuó Nicolas mientras
acomodaba la bandeja
dentro del horno.
—Yo también
—respondió ella por lo bajo.
—¿Qué dijiste?
—Sólo que…. Yo
también pensé que podría ir- contestó- pero al último momento mis padres
me dijeron que tenía
que venir aquí. Uno de esos compromisos familiares.
—¿De modo que eres
parienta de los novios? —Preguntó Nicolas.
—¡Oh, no! —Rochi
apoyo su plató sobre la mesa, horrorizada. Peter le dirigió una mirada
extraña y ella le
volvió la espalda. —En absoluto. Es que…. Bueno mi padre trabaja con… el
padre del novio. O
con su amigo. O algo por el estilo. No lo sé —Prosiguió—. Pero por algún
motivo tuvimos que
venir.
—¿Y dónde está el
resto de la familia? —Preguntó Nicolas.
Rochi agitó el
tenedor en el aire.
—Por allí. Sólo mis
padres han venido… yo tenía que escaparme de la mesa y…. venir a
comer algo. — Miró la
comida que había colocado en el plato; de repente le pareció suficiente
como para alimentar a
un regimiento. Estaba haciendo el ridículo frente a Nicolas ¡Qué
vergüenza!
—Qué forma más
aburrida de pasar la tarde, ¿verdad? —Comentó Nicolas—. Me refiero a
tener que estar con
tus padres todo el rato.
“No tienes idea”
pensó Rochi, que al fin logró esbozar una sonrisa.
—Bueno debo regresar
a la cocina —anunció Nicolas—. Hasta luego.
—Sí —Contestó ella—.
Tal vez después podamos….
—¡He vuelto!
—interrumpió Gaston, tocando el brazo de Rochi—. Lamento haberte dejado
sola. ¿Y bien? ¿Cómo
está la comida? ¿Qué hay de nuevo?
Rochi se volvió con
lentitud hacia Gaston, sofocando el impulso casi irrefrenable de patearle la
canilla. El muy
descardo mostraba una sonrisa de oreja a oreja, una expresión de absoluta
felicidad al verla. Rochi
no podía creer que menos de 5 minutos atrás hubiera querido besarlo. Si
ni siquiera le
gustaba. Él solo salía con ella para ganar una apuesta. Y ahora esa maldita
apuesta
estaba arruinándole
la vida…. ¡Su oportunidad con Nicolas!
—¿De modo que éste es
tu padre? —Preguntó Nicolas, mirándola con escepticismo—. Dijiste
que habías venido a
esta fiesta con ellos.
—¿Sí? —Respondió Rochi,
colorada hasta las orejas. Trató de adoptar un aire de indiferencia.
En vano. —Bueno eh…
—Soy Gaston, su novio
—interrumpió él—. Creo que te conozco de la escuela, ¿no?
—Me llamo Nicolas.
Entonces te estás divirtiendo mucho, ¿verdad, Rochi?
“Estaba —corrigió
ella en silencio—. Pero ahora soy la mujer más desgraciada del mundo”
Ni siquiera sabía por
qué se había permitido divertirse, para empezar.
—Bastante. —Contestó,
encogiéndose de hombros.
—Bueno, será mejor
que siga trabajando —dijo Nicolas.
Rochi sonrió.
—Hasta el lunes.
—Deseó desesperadamente encontrar la manera de explicarle a Nicolas que
en realidad no era
novia de Gaston. Pero el muchacho desapareció antes de que ella pudiera abrir
la boca.
—¿Y? ¿Me has echado
de menos? —Preguntó Gaston mientras acomodaba una generosa
cucharada de ensalada
de frutas en su plato.
—Oh, no te imaginas
cuánto. —Recordó un póster que había visto una vez en el escaparate de
una tienda, que decía:
“¿Cómo puedo echarte de menos sí nunca te vas?”.
—¿Y ahora qué
hacemos? —Le preguntó Peter a Gaston al final de la tarde.
—No lo sé. Supongo
que tendremos que inventar otra apuesta.
—Ya lo sé, ¿Pero
sobre qué? Porque ya hemos demostrado que los dos podemos conseguir
chicas.
“De un modo u otro”,
pensó Gaston.
—¿Peter? Tengo que
irme. —Luna apareció por detrás de Peter y le golpeo el hombro. —
Bien, ¿Cuándo vas a
darme la ent…..?
—Anda, yo te llevaré
a tu casa. —Interrumpió Peter.
—De acuerdo, me parece
bien. ¿Pero cuándo vas a darme la …?
—¡Hasta luego!
—Exclamo Peter.
Gaston lo tomó del
hombro.
—No huyas tan pronto.
¿De que hablaba Luna?
—Ya no puede perder
más tiempo. ¿No es cierto que debes irte, Luna? —Peter casi la
empujaba hacia el
auto—. Hablare más tarde contigo, Gaston. ¡Fue un gusto conocerte, Rochi! —
Gritó por encima del
hombro.
Gaston salió
corriendo detrás de ellos.
—¿Sabes, Peter? No me
contaste cómo hiciste para conseguir a esta chica. —Dijo en voz
baja—. ¿Te importa
que se divulgue alguno de tus secretos?
—Lo lamento, amigo…
estamos muy retrasados.
—Bien, ¿Qué aremos
con la apuesta? —preguntó Gaston mientras perseguía a su primo
alrededor del auto.
—¿Qué tal doble o
nada? —preguntó Peter.
—¿Eh? —Dijo Gaston—.
¿A qué te refieres?
—Esta fue la salida
numero uno. Veamos si puedes salir dos veces con Rochi —desafió Peter
—¿Qué dices?
—Hecho. No hay
problema. De todas maneras, teníamos pensado salir muy pronto.
—¿De verdad? Qué
curioso. No parece que se lleven muy bien. Quiero decir… no tienen
nada en común. No te
ofendas, pero es hermosa —agregó Peter.
—¿Qué insinúas? ¿no
has visto bailando juntos?
—Si una vez. De todas
maneras, si yo no logro volver a salir con Luna, tendré que ir a ese
crucero con tía Justina.
Pero si eres tú el que no consigue la segunda cita, entonces deberás
ocupar mi lugar.
Gaston lo pensó
durante un momento. No sabía cómo haría para convencer a Rochi de salir
otra vez. Por obra de
algún milagro, sin duda. Pero era evidente que Peter le había prometido
algo a Luna a cambio
de que aceptara acompañarlo al casamiento. Le pareció oírla decir algo
sobre unas entradas.
Por lo tanto, tampoco era muy factible que Peter la convenciera.
—La tía Justina nos
ha invitado a los dos a comer asado en su casa el próximo sábado. Que
sea esa la segunda
cita en cuestión. Así ambos tendremos la certeza de que las cosas son
legítimas —Propuso Peter.
—De acuerdo. Trato
hecho. —Confirmó Gaston.
—Genial. Te hablare
mañana. —Se despidió Peter mientras se subía al auto—. Buena suerte.
—No la necesitaré,
pero gracias. —Contestó Gaston. Observó como se alejaba Peter en
compañía de Luna y
luego volvió la vista atrás. Rochi había quedado sola en el jardín,
esperándolo, con los
brazos cruzados sobre el pecho. No hacía más que echarse el cabello hacia
atrás, con rabia,
evidente síntoma que estaba hecha una furia.
Gaston sabía que sólo
le quedaba una cosa por hacer: empezar las negociaciones. Y
encomendarse al
Señor. ¿Con que cara iba a pedirle a Rochi que saliera con él por segunda vez?
Ya había cumplido con
su parte del trato. Luego se le ocurrió una idea. Había invertido doce
horas de trabajo
arreglando al famosos Poroto, y hasta el momento ella solo había pasado cuatro
con él. ¿Qué tal si
le reclamaba un saldo de por lo menos otras cuatro horas más?
—Sí, claro. —Se burló
ella entre risas—. ¿Alguna vez alguien te ha dicho que tienes un
extraño sentido del
humor, Gaston Dalmau? —No podía creer que hubiera tenido la desfachatez
de pretender otra
salida. De ninguna manera. Tenía una vida propia y Gaston no encuadraba en
ella… en especial de
haber arruinado su futuro con Nicolas .
—Mira, todo ha sido
muy divertido, pero dudo que vuelva a salir contigo una segunda vez —
le dijo—. No
obstante, te agradezco que me hayas reparado el auto. ¿Podemos irnos ya? —
Comenzó a caminar
hacia la salida, pero Gaston ni se inmutó.
“Oh, no —pensó ella—.
¡Otra vez!”
Ya había perdido la
cuenta de las veces que se repetía el mismo episodio: salía un chico por
primera vez y después
se echaba todo a perder cuándo ella trataba de decirle adiós para siempre.
—¿Qué estas
esperando?—Preguntó Rochi.
—En realidad nada. Es
que siempre olvido preguntármelo. Quiero decir el que calla otorga,
pero de todos modos…
¿Tu padre ha notado alguna diferencia en el auto? —Preguntó Gaston.
Rochi vacilo.
—¿Y bien?
—No.
—Entonces supongo que
me debes otra cita —Anunció con toda serenidad.
—¿Qué es esto? ¿Una
extorsión?
—Se denomina lógica
—Contestó—. ¿Alguna vez has escuchado ese término? ¿L-Ó-G-I-CA?
—Mi lógica escribe
N-O. —replicó ella—. No entiendo por qué te debo una segunda cita, a
menos que, por
supuesto, estés pensando en arreglarme el auto por segunda vez. Porque, en lo
que respecta a mí, he
cumplido con mi parte de lo pactado.
—Solo escúchame un
segundo —imploró Gaston —se trata de una nueva apuesta. Necesito
salir una segunda vez
contigo para ganar. Por favor. De veras es muy importante —Gaston
parecía
auténticamente desesperado.
Rochi suspiró
—Tal vez te ayude si
me explicas que esta historia de las apuestas.
De reojo, Rochi
alcanzó a percibir una figura desdibujada, en tonos de lila y anaranjado, que
se
aproximaba a ellos.
—¡Chicos! ¡No se
marchen antes de que les tome una fotografía! —La tía Justina venía
muy apurada a su
encuentro, con una enorme cámara fotográfica colgada al cuello.
Gaston miro a Rochi
con expresión de angustia. Rochi meneó la cabeza y clavó la vista en el
suelo; no se hallaba
de humor para gentilezas. Lo único que quería hacer era volver a su casa,
ducharse, cambiarse y
salir con sus amigos. Y no porque la tarde hubiera sido caótica. Para ser
franca, se había
divertido…. Al menos, hasta que se encontró con Nicolas en la mesa de comidas.
—Rochi, Gaston, me
sentiría muy triste si no pudiera tomarle una fotografía juntos, tan bien
vestidos —dijo la
tía—. ¿Por qué no se para allí, junto a ese árbol tan bonito? —Tomo la mano
de Rochi. —¿Te
divertiste querida?
—Increíblemente.
—Masculló la chica entre dientes—. Jamás había imaginado lo mucho que
me divertiría en esta
fiesta. —Dirigió una sonrisa a la tía de Gaston.
—Muy bien. Acérquense
más —Indicó tía Justina—. Más juntitos —Esperó un momento.
Gaston estaba de pie
al lado del tronco; Rochi, exactamente en el lado opuesto. —Ándale Gaston
acércate a ella y
rodéale los hombros con el brazo —Insistió Justina.
Gaston avanzo unos
pasos hacia Rochi. Ella también acorto la distancia, pues supuso que si no
terminaba con todo
aquello de una vez la sorprendería la noche debajo de este maldito árbol
mientras la tía Justina
esperaba la oportunidad perfecta para tomar su dichosa foto.
—Ahora, abrácense
—indicó la mujer—. Un beso para la cámara por favor.
—Tía Justina,
nosotros no somos los novios —protestó Gaston—. Creo que nos has
confundido con Vico y
Eugenia. Nadie querrá una foto nuestra.
—Chicos, confíen en
mí: siempre querrán recordar este día.
“Confíen en mí: ¡se
equivoca!” pensó Rochi, mirando a Gaston. Sin embargo tenía la certeza
de que, para poder
marcharse tenía que darle el gusto a la tía Justina.
De muy buen talante, Gaston
le rodeó los hombros con el brazo.
—No será más que un
segundo —murmuró entre dientes—. Dale el gusto, por favor.
—Ahora un beso bien
romántico para la cámara. —urgió tía Justina.
Rochi miró a Gaston
de reojo. El también la miraba del mismo modo y la situación la hizo
tentar de risa.
—Qué buena pareja
formamos, ¿no crees?
Gaston la atrajo
hacia sí.
—Sé que una de tus
reglas establecía que los besos quedaban excluidos del trato, pero me
temo que en este caso
tendremos que hacer una excepción.
Rochi no sabía si
quería besarlo o no. Cuando estuvieron bailando en la pista y él la estrechaba
con fuerza, nada la
habría hecho más feliz. Y ahora que se encontraban tan juntos otra vez, ya
había olvidado el
motivo por el que habían discutido pocos minutos antes. En ese momento solo
le importaba el
profundo de sus ojos y el modo en que la miraba.
—Las reglas se hacen
para ser violadas, ¿verdad? —Dijo.
Gaston se aproximo
aún más y ella se puso en puntas de pie para unir sus labios en un beso.
Apenas le rozó la
boca y el momento fue muy especial…. Hasta que la tía Justina gritó:
—¡Perfecto! ¡Listo!.
Gaston le quitó el
brazo de los hombros antes de que Rochi pudiera dejar de sonreír para la
cámara. Se pregunta
por qué. ¿No le habría gustado estar tan cerca? En apariencia, también él
deseaba besarla.
—Sacare copias. Bien.
Supongo que Gaston ya te habrá contado lo del asado del próximo fin
de semana en mi casa
—dijo tía Justina—. Estoy ansiosa por poder conversar más contigo
entonces, Rochi.
—¿Un asado? —masculló
la chica entre dientes, todavía aturdida por lo que acababa de
suceder, o por lo que
casi acababa de suceder entre ella y Gaston. La reacción de él frente “casi
beso” la confundía.
Justo en el momento en que estaban por besarse de verdad, Gaston se echó
para atrás. ¿Habría
sido por la interrupción de la tía? ¿Habría estado una excusa para salir de la
situación lo antes
posible? ¡Como se atrevía! ¡Debería considerarse dichoso por el solo hecho de
que Rochi le hubiera
permitido besarla en la mejilla!
—Ah, este Gaston
siempre espera hasta el último momento para decir las cosas. De todas
maneras, estás
invitada. Hasta entonces. ¡Cuídate! – Tía Justina se marcho para tomar otras
fotografías a los
invitados que comenzaban a retirarse.
Rochi se volvió hacia
Gaston.
—¿Es por eso que debo
volver a salir contigo? ¿Por el asado de tía Justina?
—No exactamente
—respondió Gaston con cierta timidez—. Preguntaste por la respuesta.
Bueno ya sabes que
tenía que conseguirme una “novia” para traer al casamiento. Pero como
Peter también
consiguió una chica, estamos empatados. Y ahora debemos desempatar. Por eso
necesito una segunda
salida.
—Tal vez deberías
invitar a otra —sugirió Rochi. Estaba harta que la tratara como una ficha de
casino. Por otra
parte, no le había gustado que le despreciara un beso, aunque sólo hubiera sido
para una cámara
fotográfica. Sentía algo por Gaston (de otro modo, jamás lo habría besado, con
apuesta o sin ella)
pero al parecer, para él todo eso no era más que una representación teatral.
—Discutamos el tema
en el auto —dijo él.
—Te refieres a la
camioneta de remolque, ¿verdad? —corrigió ella.
—Sí —Gaston sonrió.
Se encaminaron hacia la camioneta, subieron y Gaston encendió el
motor. Lentamente se
retiro del estacionamiento y se dirigió hacia la carretera.
—De modo que esta
apuesta… Bueno en resumen, no puedo llevar a otra chica. Tienes que ir
tú —explicó Gaston—.
Y la razón por la que jugamos esta apuesta no es nada turbio, te lo juro.
Veras: ni Peter ni yo
deseamos ir de vacaciones con tía Justina, que está muy ansiosa por
hacer un crucero con
destino a Alaska. Y el que pierda la apuesta tendrá que acompañarla. Debes
ayudarme a ganar.
—¿Un crucero a
Alaska? ¿Un crucero? Ah, eso sí que es un asunto de vida o muerte —se
burló ella.
—¿Te imaginas pasar
una semana entera con la tía? Me volvería loco —dijo Gaston—.
Vamos Rochi, tienes
que admitir sería una verdadera tragedia. Ya has hablado con ella…
¡Imagina lo que
sería!
—No. Ni quiero
imaginármelo. Lo único que sé es que tendrás que buscarte a otra para que te
ayude a salvarte de
esas vacaciones entre témpanos de hielo —aclaro Rochi—. ¡Ni cuentes
conmigo! —No estaba
de humor pasar otra tarde fingiendo bailes y besos para los presentes.
—Lo único que yo sé
es que sí el próximo martes tu padre recibe la factura de Centro del
Automotor Dalmau en
concepto de reparaciones, no volverás a salir de tu casa en toda tu vida —
replicó Gaston.
—¡Ah, que bonito!
Estas amenazándome.
—¡NO! —Gaston tomó
una curva a toda velocidad—. Solo te digo que trabaje como loco en
tu auto, mejor dicho,
en el auto de tu padre. Por lo tanto, lo menos que puedes hacer es ayudarme
un poquito más.
—Ya te he acompañado
a la fiesta de casamiento. He bailado contigo. Te he besado….
—Apenas —la
interrumpió.
Rochi lo miró
furiosa. ¡Ni siquiera sabía besar!
—¿Sabes qué? ¡Empiezo
a desear que hubieras destrozado a Poroto, en lugar de arreglarlo!
—Lo mismo digo….
¡Pero contigo adentro! —Gruñó Gaston mientras estacionaba la
camioneta frente a la
puerta de su casa.
Rochi abrió la puerta
con violencia y bajó de un salto al pavimento. Por poco se torció el
tobillo.
—Decídete, Gaston.
¿Me quieres muerta o prefieres que salga contigo otra vez?
Rochi dio un fuerte
portazo a la camioneta y Gaston arrancó, haciendo chillar los neumáticos
al doblar en la
primera esquina.

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