Capítulo 11
::Rochi::
deja caer su mochila
junto a la mía y se desliza en el
escritorio a mi
derecha.
—Odio la idea de que
este examen final de
matemáticas va a matar
nuestra amistad.
—¿Eh? —pregunto, sólo
escuchando a medias.
—Repruebo, y tú vas a
la universidad dejándome a mí atrás.
¿Todavía pasarás el
rato conmigo cuando mi carrera alcance un punto
máximo como el
asistente del gerente de Taco Delights?
—Sólo si me das
taco-helados gratis. Además, creo que tú podrías
ser gerente. —No miro
hacia arriba.
Estoy enviándole un
mensaje a Rochi. Quiero esto enviado antes de
que el profesor de
matemática, llegue y me atrape con mi
teléfono afuera.
—Los gerentes tienen
que ser capaces de contar más allá de sus
dedos. Vamos hombre,
te necesito al frente y centro para mi fiesta de
lástima. ¿No te
importa que esté a punto de hundirme en llamas? Has
estado enviando
mensajes de texto sin descanso. ¿Qué pasa? ¿Quién está
caliente?
Le echo un vistazo y
me doy cuenta de que el tipo está un poco
patético hoy. Su pelo
está desecho como si acabara de
rodar fuera de la
cama. Además no hay mucha chispa para causar
problemas en sus ojos
tampoco.
—Lo siento. Tengo un
nuevo enamoramiento, y estoy haciendo que
funcione. Vas a
rockear al final, no te preocupes —le digo mientras envío
el mensaje.
Asiente hacia mi
teléfono.
—Ese mensaje era lo
suficientemente largo para ser una novela. Y de
nuevo… ¿quién es la
chica?
El Señor Madsen aún no
está a la vista. El rumor volando alrededor
del salón es que la
copiadora de la oficina principal se quebró. Hay una
posibilidad de que
nuestro examen final podría ser reprogramado.
Durante el almuerzo.
—¿Qué piensas sobre mí
teniendo una novia real para el verano?
Como a largo plazo
—pregunto.
Peter ríe tan fuerte
que le salen lágrimas de sus ojos, y la mitad del
salón voltea a mirar.
—Jesús, casi sonabas
serio —agrega cuando me quedo en silencio.
—Hablo en serio. ¿Qué
dirías si ese mensaje era para Rochi Igarzabal?
Peter se ríe aún más
fuerte.
—¡Amigo! Me asustaría.
Comprobaría si tuvieras un ombligo sólo en
caso de que hubieras
sido cambiado por una raza alienígena. Organizaría
una intervención y te
conseguiría la ayuda que necesites. Dime que estás
bromeando. Dime que
tú, actuando como un completo bicho raro ayer y
usando su abrigo
rosado alrededor después de que ella la perdió en el
almuerzo, no era sobre
tú queriendo conectar con esa chica.
Me encojo de hombros.
—No conectar. Salir.
Ella está caliente como el infierno. Incluso
dijiste eso.
—Sí… es decir caliente
y hielo frío. ¿O debería concentrarme en el
hecho de que también
dijiste la palabra infierno por el resto de esta
conversación? Salir
con esa chica, incluso por un segundo sería un
absoluto infierno.
¿Tienes ganas de morir?
—Caliente y dulce, en
realidad. Ella es diferente. No cómo todo el
mundo piensa en absoluto,
me gusta. Ella me gusta, gusta. Lo juro.
—Amigo. Muéstrame tu
ombligo ahora mismo.
El Señor Madsen
deambula en el salón sosteniendo una pila de
pruebas engrapadas.
—Lo siento. Tuve que
hacer estas en la máquina del departamento
de música. Lápices y
borradores son las únicas cosas que quiero ver en sus
escritorios. Una vez
que completen las primeras dos páginas, gírenlas
hacia mí y les
entregaré la última parte de la prueba y una calculadora.
Señor Dalmau, cuando
usted haya completado todo examen final, repórtese
con el entrenador
Williams. Él tiene un hueso para que recoja sobre algo
que podría haber sido
hecho a su copiadora personal, ¿por usted? —El
profesor me dispara
una mirada acusadora.
Mi corazón golpea y se
pega detrás de las cuencas de mis ojos.
Todavía está latiendo
rápido, así que eso quiere decir que mis ojos deben
estar dejándome
colgado con un latido que todo el mundo puede ver.
—Claro. Seguro —digo
ahogándome, planeando ya mi escape por
las puertas laterales.
El Señor Madsen
asiente como si pudiera leer mi mente.
—Me dijo que le dijera
que estará esperando, sin importar cuando
tiempo le tome. Si
usted no se presenta, él va a llamar a su abuela.
* * *
—¡Si yo no fuera un
profesor que valoraba mi carrera, te tiraría con
un golpe tan fuerte
que te podría directamente en la sala de emergencias!
—El entrenador William
grita cuando entro a su salón de clases.
—Adelante —finjo,
caminando lentamente hacia él—. Me
encantaría una
oportunidad para ayudar a que lo despidan. Oh y es genial
verlo también.
—Explica esto. —El
entrenador sacude la copia original del
contrato que copié
ayer en mi cara.
Hago una mueca. Había
olvidado el original en la máquina. Mierda.
Habría olvidado a un
bebé gritando en esa copiadora con esa chica
disparándome guiños y
llamándome novio.
Cualquiera lo habría
hecho.
—Sabes que Rochi
Igarzabal está fuera de límites. ¿Este es un contrato
que ustedes han
salido? Jesucristo, Dalmau. ¿A qué demonios están
jugando?
Miro el contrato,
preguntándome si puedo sólo agarrarlo y correr,
pero no lo hago. Estoy
mucho más allá de dejar que este tipo me intimide.
En realidad estoy
agradecido de que fuera el entrenador quien encontró el
contrato y no alguien
más. El tipo sabe tanto como yo sobre la situación
de Rochi. Él era parte
de su situación, y de la mía. Parte de no procesar al
imbécil sénior que
creó su situación.
Lo nivelo con una
mirada fija.
—Supongo que podría
hacerle la misma pregunta, entrenador. ¿Por
qué diablos Rochi está
trabajando toda las tardes para su programa de
música? Usted habla.
Yo Hablaré. Tengo la sensación de que ella estando
aquí todas las tardes
no tiene nada que ver con su deseo de créditos para
solicitud de la
universidad.
—Ella ha estado
trabajando para mí desde el primer año, a petición
de sus padres. Y
realmente no trabaja, mayormente ella… ella… —Deja
escapar un largo
suspiro y sacude su cabeza—. No estamos discutiendo
mis arreglos, o los de
ella. Quiero saber qué crees que estás haciendo
hablándole siquiera a
esa chica. Debes haber hecho al menos eso porque
ambos firmaron este
documento idiota. ¿Qué pasó con tu promesa?
—¿Qué hace Rochi aquí?
¿Qué? —Insisto—. No voy a sincerarme ni
un centímetro a menos
que usted lo haga primero. Durante el programa de
música, ¿Rochi
Igarzabal mayormente hace qué?
—Duerme. —El entrenador
echa chispas por los ojos y cruza sus
brazos—. Si ella está
teniendo un buen día, ayuda o hace tarea. Si está
teniendo un mal día,
le doy libre acceso para tomar una siesta detrás del
telón. En su mayoría,
tiene malos días.
—Santa mierda. No está
bromeando. —Dejo salir un suspiro largo y
sacudo mi cabeza.
—Por supuesto que no
estoy bromeando. La chica tiene serios
problemas y sabes eso.
No deberías estar considerando siquiera un
segundo lo que está
escrito en estas páginas. Tu turno. Empieza a hablar.
Golpea el contrato
sobre mi pecho, tan fuerte que juro que mi ritmo
cardiaco deja de
latir. Agarro el papel y lo arrugo hasta que está aplastado
en una bola apretada.
—Esto… —Sostengo el
contrato destruido en la cara del entrenador
Williams—, fue su idea.
Es un trato hecho. Tenemos intención de pasar
por ello. Voy a ser su
novio fingido durante todo el verano, y ambos
estamos deseando que
llegue.
El entrenador Williams
deja escapar un silbido largo y bajo.
—Santa mierda —murmura
sin romper mí mirada ni una vez—. Tú
no estás bromeando,
tampoco. ¿No?
Niego con mi cabeza.
Suspira.
—¿Lo sabe todo? Sobre
mí… ¿y lo que pasó? Y te recuerda y… mierda.
¿Es por eso que ella
está ausente hoy?
De repente se ve mucho
más viejo. También es más pequeño de lo
que recuerdo. Eso, o
yo sólo estoy más alto. Ha pasado mucho tiempo
desde que he estado en
algún lugar cerca de este tipo.
—No lo sé. No sé lo
que ella sabe o recuerda —digo—. Estoy 99 por
ciento seguro de que
no me recuerda a mí o cualquier cosa que sucedió.
Me envió un mensaje
antes. Está enferma. Eso es todo. Puedo dar fe de lo
terrible que se veía
ayer. Dijo que tenía dolor de cabeza y un mal almuerzo.
¿Tal vez se puso peor?
—Rochi no es el tipo
de saltarse las pruebas finales sin ningún motivo,
así que debes tener
razón. Pero, si te metes con un solo pelo en su cabeza,
yo personalmente
destruiré tu vida entera.
—Lo que sea. Eso ya se
ha hecho, gracias por sus tonterías. Lo que
me recuerda, ¿no es
esto sobre el tiempo que usted aguantó u me ofreció
un lugar para jugar en
el equipo de hockey el año que viene? Vamos sólo a
superar esa
conversación ahora, así no tiene que desperdiciar mi tiempo y
perseguirme antes del
último día de clases.
Mi comentario parece
hacer desaparecer la lucha del entrenador.
Descruza sus brazos y
pasa una mano por la pila de escasos pelos blancos
en su cabeza calva.
—La oferta sigue en
pie. Hay un lugar para ti en mi equipo, en
cualquier momento.
Soy el primero en
romper nuestras miradas. Supongo que estoy
sorprendido de que
todavía suena sincero con esa oferta. La misma oferta
que me ha hecho desde
que dejé el equipo. Incluso después de que lo dejé
en ridículo así. Nadie
ataca al entrenador Williams y sobrevive.
Miro de vuelta a sus
ojos serios y gris hielo y respondo: —No tendré
a un cobarde por
entrenador, y estoy muy seguro de que sigue siendo el
mismo tipo que antes.
¿Cierto?
El entrenador Williams
se aleja de mí entonces. Lo cuento como una
victoria porque creo
que atrapé una mueca cruzando su cara. Por lo menos
el tipo todavía tiene
algo de culpa, y debería.
—Había pensado que
después de todos estos años serías capaz de
entender mi posición
—dice después de una pausa corta—. Mantengo mis
decisiones y las
decisiones de los padres de Rochi. Nada bueno nos habría
venido exponiendo
todo. Cualquier otra intervención habría herido a Rochi,
y destruido el futuro
de un joven que tomó algunas decisiones realmente
malas en una noche
mientras estaba borracho en una fiesta…
—No se atreva a
defender a ese imbécil ante mí —grito—. Se fue
hace mucho tiempo.
Probablemente esté graduado de la universidad en
este momento y
viviendo la vida bien. Por lo que sospecho, Rochi sigue
cayendo a pedazos a
diario por culpa de él, por tu culpa, y, por culpa de
las actitudes de
mierda de sus padres gallinas. —Me paseo por la
habitación y bajo mi
voz—. Al menos ofreciendo sonar el silbato y siendo
testigo en ese
entonces me permitía un cierto sentido de auto-respeto.
Cómo alguno de su
ustedes, perdedores, consiguen dormir en la noche
está más allá de mí.
—¿Todavía crees que el
plan que tenías habría traído un mejor final
para algo de ello? —El
entrenador Williams me nivela con su mirada
constante de ―tiempo
de juego‖. Pero su voz temblorosa no coincide.
—¡Sí! —grito y miro
hacia abajo al contrato en bola en mis manos.
Mi corazón duele de
tanto golpear. Difícilmente puedo concentrarme
porque estoy repasando
cómo todo se redujo la última vez que hablé con
este hombre.
La habitación se
siente como si estuviera succionando bajo mis pies.
Cuando hablo de nuevo
estoy tan agotado que sólo puedo mantener mi
tono en apenas más que
un susurro.
—Honestamente, no sé
si las cosas habrían cambiado para mejor.
Pero ninguno de
ustedes le dio a mi oferta una oportunidad, así que
supongo que nunca lo
sabremos. —Empujo su silla fuera de mi camino
mientras paseo por la
habitación de nuevo.
—A veces diferente no
es lo mejor —dice, cuando me paro delante
de él otra vez.
—¿Eso es aplicable a
Rochi? Ella no se ve o actúa mejor de lo que hizo
cuando llegó por
primera vez a la escuela hace tres años. Admita eso, al
menos.
—Tienes razón. Rochi
parece ser la misma. Puedo decirte que el chico
que lo hizo… él es una
persona mejor ahora. Él lo siente. Lo siente mucho.
Me he mantenido en
contacto con sus padres.
—¿Por qué me
importaría? Ese hecho lo hace peor. —Me siento en
la esquina del
escritorio del escritorio del entrenador Williams—. Usted y
los padres de Rochi
sacrificaron a dos personas inocentes en todo esto para
que un imbécil pudiera
crecer y convertirse en una mejor persona. ¿Él
alguna vez miró a
Rochi a los ojos y se disculpó? Jesús, ¿puede no ver cuán
retorcido es eso? Él
debería haber hecho algo de tiempo por lo que hizo.
—Era tu palabra contra
la suya. Y no habría ido a la cárcel porque
nada pasó. Nada, más
allá de consumo de alcohol. Beber en lo cual tú, todo
mi equipo de hockey, y
Rochi Igarzabal eran también participantes. No estaba
dispuesto a arrastrar
los futuros de veinte chicos, sus planes de
universidad, y mi
carrera a través del barro por algo que no podía ser
probado.
—Mierda. Usted
sacrificó el honor y la honestidad para proteger la
temporada y ganar los
estatales. El gigante trofeo de oro en el vestíbulo
todavía está al frente
y centro. ¿Recibió un buen aumento ese año?
—No, y tampoco fui
despedido. —El entrenador Williams sacude
su cabeza y pasea por
longitud del escenario antes de volver a
enfrentarme—. Te
sacrificaste a ti mismo, hijo. Nadie te pidió que dejaras
el equipo. El año que
viene es la última oportunidad para que puedas
reparar el daño
personal que creaste a causa de tu terca impulsividad. Sé
que todavía practicas.
Mucho.
Me estremezco un poco
en eso. Sus palabras, verdaderas, me hacen
enojar otra vez; pero
ambos sabemos que todavía está hablando mierda.
No hay forma de
deshacer algo del daño.
Cuando no respondo, el
entrenador continúa: —Eres lo
suficientemente bueno
para ganar una beca sólida. He oído que estas
aguantando muy bien en
el hielo. Y tus victorias en línea están siempre en
lo alto de informes en
estos días. Eres un jugador de alto perfil y con eso,
serás notado por los
mejores entrenadores…
—Lo que sea, eso no es
asunto tuyo. No seré comprado.
El entrenador se
encoge de hombros.
—Es tu elección.
Mientras tanto, tengo que pedirte que no
participes en ese
contrato ridículo entre tú y Rochi.
—Este contrato va a
ayudarme a pagar mi primer semestre en la
universidad en menos
de lo que sus ―secuencias unidas‖ ofrece. Estoy
convencido de que va a
ayudar a Rochi en grande también. Si lo manejo bien,
creo que puedo hacer
que salga de su caparazón, hacer algunos amigos, ser
más feliz de lo que
parece ahora, al menos. Dinero aparte, yo nunca haría
nada para lastimarla.
Sólo he querido ayudar. Usted debe saber que mis
intenciones siguen
siendo las mismas en lo que a ella respecta.
El entrenador asiente,
su mirada es desconfiada, pero parece estar
escuchándome.
—¿Los padres de Rochi
están conscientes de esto?
—Diablos no, no lo
están. Ni siquiera saben mi nombre. ¿No leyó
todo el asunto?
Asiente, y me río
porque estoy seguro de que el entrenador
Williams lo leyó más
de una vez. Probablemente tiene esta cosa tatuada
en su trasero, en
sangre.
—¿Por qué ella quiere
esto?
—Rochi cree que sin
una cierta apariencia de un ―verano normal‖ en
su haber, sus padres
no la dejaran mudarse e ir a la universidad.
—Eso suena como a sus
padres hablando, no ella.
—Nop. Es todo de ella.
Ella quiere salir. Rochi debería conseguir
seguir adelante con su
vida y convertirse en una mejor persona, también.
¿No le parece? —Le
tiro sus palabras de vuelta en su cara—. Si puedo
darle eso, lo haré. No
lo arruine. Usted le debe algo también.
—Pero, ¿qué hay de ti?
No es normal en ti participar en algo tan
turbio.
—No es turbio si ella
no recuerda. Si estoy ayudándola. Si ella me lo
pide a MÍ. Además,
deje de ser una ―mejor persona‖ cuando arruiné todo
esa noche. ¿Cree que
estoy haciendo esto sólo por ella? Quiero compensar
algo de eso. Estoy
cansado de sentirme culpable. ¿Usted no?
—Jesús, hijo. Nada de
lo que pasó fue tu culpa, o mía. Nada de ello.
¿Y si ella recuerda? Gaston,
estás poniéndome en una posición terrible.
Tengo que decirles a
sus padres.
—Es verano. Usted está
fuera de servicio a partir del viernes. Esto
no tiene nada que ver
con usted. Yo, saliendo con Rochi, no ocurrirá en la
propiedad escolar.
Puede comprobarlo con ella en cualquier momento
mientras ejecuta sus
prácticas en el complejo. Estará merodeando por la
pista y en la barra de
refrigerios. Segura. Conmigo. Si ella recuerda,
entonces prometo
decirle la verdad. Es simple. Deme una oportunidad de
intervenir y tratar de
ayudar. Por favor. Si no se ha acordado de nada en
tres años o en la
última semana estando cara a cara conmigo, entonces no
va a recordar en
absoluto.
El entrenador Williams
deja salir una sonora respiración larga y
cansada.
—Está bien. Estaré
observando. Pero tienes que prometerme una
cosa.
—Dispare.
—Asegúrate de que la
ayudas a dormir un poco durante el día.
—¿Por qué? —Mi mente
es superada con la imagen de Rochi
acurrucada en su auto
en Geekstuff.com, de la imagen de su rostro
ceniciento durante la
entrevista y ayer después de la escuela.
—Puedes averiguarlo
por tu cuenta. Metes la pata en algo, la
lastimas una vez, y se
acabó. Esto queda estrictamente en el nivel de
amistad. Lo digo en
serio, Dalmau. No pases por encima de la línea con ella.
Odio su tono
amenazador, y odio que sepa más sobre Rochi que yo.
—Ya soy más que su
amigo. Desde ayer, soy su novio. Cruzaré
cualquier línea que
quiera. Puede mantener esta copia por referencia.
Tiro el contrato
arrugado en su pecho tan fuerte como puedo.
Él lo atrapa sin
pestañear.

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