jueves, 12 de septiembre de 2013

Una Noche con el Jeque Capítulo 10



Capítulo 10

—Efectivamente, no lo soy. Soy su tía. Su ma­dre es mi hermana Marianela. ¡Y he tenido que aguantar que la insultaras cuando te ha venido en gana! Por cierto, para tu información, Marianela no es la mujerzuela que tú crees, es bailarina y can­tante. Aunque tú creas que no es digna de tu pri­mo, es él quien no es digno de mi hermana ni de su hija —estalló Rocío—. Tu primo le dijo que la quería y le prometió un futuro juntos, pero luego las abandonó. ¡No tienes ni idea de lo que ha pa­sado Marianela! ¡Yo estaba allí cuando Kiara nació y oí a mi hermana gritar el nombre del hombre al que amaba! ¡Qué fácil es para los hombres! ¿Verdad? Si no queréis responsabilizaros de un bebé o de vuestros hijos, no tenéis más que desa­parecer. No tienes ni idea de lo que es crecer sa­biendo que tu padre no te quiere y que tu madre está destrozada por su abandono y nunca volverá a ser la misma persona que antes de que le rom­pieran el corazón. ¡Yo jamás permitiré que un hombre me haga sufrir lo que Marianela ha sufrido!
—Me dejaste creer que Peter y tú erais aman­tes —la interrumpió Gastón, furioso.
—Al principio, creí que eras el padre de Kiara, así que di por hecho que sabías que yo no era su madre. Admítelo, desde el principio has querido pensar lo peor de mí. ¡Has disfrutado haciéndo­lo! Intenté decirte que te estabas equivocando cuando malinterpretaste los comentarios del príncipe, ¿recuerdas?
—¿Te das cuenta de los problemas que esto me está acarreando? —preguntó Gastón secamente.
—¿Y yo qué culpa tengo? Mi hermana es una mujer moderna que vive como una mujer moder­na. Su gran error ha sido enamorarse de tu primo y aun así te atreves a hablar de Rochi como si fue­ra…
—¿Estas intentando decirme que tú también eres una mujer moderna que vive la vida de una mujer moderna? Porque si es así…
Gastón se interrumpió abruptamente al recor­dar lo que el príncipe le había contado de Rocío cuando se había presentado en el palacio aquella misma tarde indignado y con el periódico en la mano.         
Por lo visto, Rocío era una artista aclamada y una mujer de gran integridad moral.
—No es asunto tuyo —contestó Rocío furio­sa.
—Te equivocas. ¡Claro que es asunto mío!
Rocío se quedó mirándolo fijamente con el corazón latiéndole aceleradamente.
—Kiara es la hija de mi primo y, por tanto, es un miembro de mi familia. Como tú también eres su tía, también eres miembro de mi familia. Como responsable de la familia que soy, debo ­cuidar de las dos y no voy a permitir que vivas en Zuran sola ni que trabajes para el príncipe sin vigilancia. ¡El honor y el orgullo de mi familia están en juego! ¡Claro que es mi responsabilidad!
—¿Qué? —explotó Rocío mirándolo con des­precio—. ¿Quién te crees tú para hablar de orgullo y de honor? Si mal no recuerdo, no tuviste repa­ros a la hora de acostarte con la que creías la ma­dre de la hija de tu primo con el único propósito de mantenerlos separados. ¡Menuda broma! Has abusado de mí tanto verbal como físicamente, me has insultado y denigrado y ahora vienes y tienes la desfachatez de hablar de orgullo y de honor. En cuanto al sentido de la responsabilidad del que hablas, no tienes ni idea de lo que estás diciendo.
Rocío observó cómo Gastón apretaba los dientes y supuso que era por la ira que lo embar­gaba y no por la vergüenza.
—¡La situación ha cambiado!
—¿Ah sí? ¿Por qué? ¿Por qué te has enterado de que no soy la amante de tu primo, sino una mujer con estudios?         
—Peter se ha puesto en contacto conmigo me ha confirmado que es el padre de Kiara, así que me veo obligado a considerar el futuro de la niña y su reputación.
—¿Su reputación? —contestó mirándolo como si se hubiera vuelto loco—. ¡Kiara solo tiene cua­tro meses! En cualquier caso, el príncipe ya ha hecho lo necesario para evitar cualquier tipo de rumor.
—He estado hablando con él y le he dicho que, mientras estéis en Zuran, viviréis bajo mi protec­ción en mi casa. Por supuesto, está completamente de acuerdo conmigo.
Rocío no daba crédito a lo que estaba oyendo.
—¡No, no y no!              
—Rocío, por favor, tómatelo como mi mane­ra de pedirte perdón. Además, no tienes opción, ya que el príncipe cuenta con ello.
Rocío se dio cuenta de que hablaba sincera­mente.
—Te espero hasta que hayas hecho el equipaje para llevarte a mi casa. Ya he hablado con mi tía abuela para que te acompañe a todas partes como tu carabina mientras estés en Zuran.
¡Su carabina!
—Tengo veintiocho años y no necesito una ca­rabina —le dijo apretando las mandíbulas.
—Eres una mujer soltera y vives bajo el techo de un hombre soltero. Hay gente que, después de haber leído el artículo, va a pensar mal de ti.
—¡De mí, sí, pero de ti no, claro!
—Yo soy un hombre, así que es diferente —con­testó Gastón encogiéndose de hombros.
Rocío tuvo que contener su ira femenina, ya que temía que, de llevarle la contraria, Gastón le quitara a la niña.
Tardó menos de media hora en recoger sus cosas y lo hizo bajo la atenta y peligrosa mirada de Gastón.
Cuando terminó, fue a tomar a Kiara en bra­zos, pero Gastón se le adelantó.
Sus miradas, una gris y la otra azul, se encon­traron con fuerza.
La limusina que los estaba esperando era tan lujosa como la que el príncipe le había enviado, pero a Rocío le sorprendió que no hubiera chófer y la condujera Gastón.
Se le hacía difícil asociarlo con un coche tan os­tentoso, dada la vida tan austera que parecía llevar.
Sin embargo, había descubierto que, bajo su fachada fría y calculadora, existía una pasión abrasadora que resultaba devastadora precisa­mente porque intentaba controlarla.
No tardaron mucho en llegar a su mansión, pero esta vez las verjas estaban abiertas y avan­zaron por el camino de gravilla flanqueado por palmeras.
La villa era de proporciones elegantes diseño sencillo e inspiración morisca. Aunque no lo ha­bría reconocido nunca, como artista, a Rocío le encantó.
Gastón pasó con el coche, salió de él y le abrió la puerta.
En ese momento, apareció un criado que se ocupó de su equipaje y una tímida jovencita lla­mada Hera y que Gastón le dijo que iba a ser la niñera de Kiara.
Sonriente, se la entregó a la joven antes de que a Rocío le diera tiempo de decir nada.
La niñera sabía cómo agarrar a la niña, pero aun así Rocío no pudo evitar sentir una punza­da de dolor al ver a su sobrina en manos de otra mujer.
—Kiara no necesita una niñera —se apresuró a decide a Gastón—. Yo me puedo ocupar de Rochi perfectamente.
—Supongo que sí, pero es costumbre entre los que nos lo podemos permitir tener niñeras para que los niños no interfieran en nuestro trabajo. Hera es la hija mayor de su familia y su madre se acaba de quedar viuda. ¿Quieres privarla de la oportunidad de ayudar en su casa solo porque te asusta que otra persona pueda estar cerca emo­cionalmente de Kiara?
Mientras hablaba, la condujo al interior de la mansión. Su astuta contestación había tomado a Rocío por sorpresa y no supo qué decir, así que se limitó a entrecerrar los ojos para acostum­brarse a la oscuridad del interior.
Gastón se apresuró a tomarla de la cintura pues se había mareado y había perdido el equili­brio.
Rocío se dijo que habría sido precisamente a causa del cambio de luz entre el interior y el exterior, pero lo cierto era que el hecho de Gastón la estuviera tocando no la ayudaba en absol­uto.
Confusa, recordó ciertas imágenes: Gastón na­dando desnudo, Gastón tumbándose sobre Rochi en la cama, Gastón besándola hasta hacer que lo ne­cesitara tanto, que le dolía todo el cuerpo…
¿Necesitado? No, no necesitaba a Gastón. Ja­más lo necesitaría. Jamás.           
Rocío se apartó de él y vio que la estaba mirando con frialdad.
—Tienes que tener cuidado, no estás acostum­brada a nuestro clima. A finales de mes, la tem­peratura será de unos cuarenta grados y tienes la piel muy clara. Tienes que beber mucha agua, y lo mismo te digo para Kiara.
—Gracias, pero sé lo que tengo que hacer para no deshidratarme —contestó Rocío con despre­cio—. Soy una adulta, no una niña, y sé cuidarme perfectamente. Llevo haciéndolo mucho tiempo.
La mirada que le dedicó Gastón la hizo sentir como si le hubieran arrancado el corazón.
—Sí, debió de ser duro perder a tu madre y a tu padrastro después de haber perdido a tu padre a tan temprana edad…
—No, a mi padre no lo perdí —contestó Rocío con amargura—. Abandonó a mi madre porque no quería hacerse responsable de mí. Nunca fue un padre de verdad y a mi madre le rompió el co­razón…
—Mis padres murieron cuando yo era un ado­lescente en un trágico accidente, pero tuve la suerte de tener a mi abuela, que me ayudó mucho. Sin embargo, como ambos sabemos, crecer sin padres te hace desarrollar cierta independen­cia y estar siempre a la defensiva.
Rocío se dio cuenta de que Gastón estaba eligiendo sus palabras con cuidado, como si estuviera intentado decirle algo, pero se interrumpió cuando Hera se reunió con ellos con Kiara en brazos.
—Hera te acompañará a tus aposentos. Mi tía no tardará en llegar.          
Se había girado y se estaba alejando, así qué a Rocío no le quedó más remedio que seguir a la tímida jovencita.
La mansión era mucho más grande de lo que había imaginado. Tras diez minutos de cruzar enormes salones de recepción, Rocío seguía detrás de la niñera. Subieron unas escaleras y dieron a una deliciosa galería en la que corría una estupenda brisa y desde la que se apreciaba un maravilloso jardín con piscina.
—Es el jardín privado del jeque Gastón —susu­rró Hera al darse cuenta de que Rocío estaba mirando hacia abajo—. Nos está prohibido entrar en él, las mujeres de servicio entramos por otra parte de la casa.
—Dame a Kiara —le indicó Rocío recuperando a su sobrina y apretándola contra si con cari­ño.
La niñera abrió otra puerta y entraron en otra galería que daba a otro jardín de inmaculadas rosas.
—Este es el jardín de los abuelos del jeque. Su abuela es francesa, las rosas se traen de Francia y Rochi misma supervisa su plantación.
Observando la rigidez y precisión del jardín, Rocío se dio cuenta de que aquella mujer de­bía de ser extremadamente orgullosa.
¡Obviamente su nieto tenía a quién parecerse!
Al llegar a los aposentos de las mujeres Rocío se dio cuenta de que eran mucho más boni­tos de lo que esperaba. También contaban con un patio que daba a un pequeño jardín impecable­mente cuidado, lleno de flores y con varias fuen­tes.
Pasaron por varios dormitorios adornados con elegantes muebles dentro de los cuales habías sa­las de baño lujosas y vistosas.
Uno de ellos tenía vestidor, comedor y salón y sus muebles eran franceses, así que sospechó que debía de tratarse del alojamiento de la abuela de Gastón.
Además, en las estanterías que había junto a la chimenea había libros en cuyos lomos se podí­an leer autores de origen francés.
—El jeque me ha dicho que le gustaría a usted que la niña estuviera en la habitación contigua a la suya —dijo Hera—. Ya ha dado orden para que traigan todo lo que va a necesitar Kiara. ¿En qué habitación le gustaría a usted alojarse?
Rocío tuvo la tentación de contestar que en ninguna, que lo que en realidad quería era irse de allí inmediatamente, pero no le pareció justo pa­gar su ira con la niñera, así que echó un vistazo a las cuatro habitaciones siguientes y eligió una. Eligió la más sencilla, la de paredes claras y muebles simples. Tenía acceso privado al jardín y a la piscina y un asiento cerca del agua para observar el suave movimiento de la superficie.
—¿Esta?
Rocío asintió y Hera sonrió.
—El jeque va a estar encantado, esta era la ha­bitación de su madre.
¡La habitación de la madre de Gastón! Ya era demasiado tarde para cambiar de pare­cer.
—¿De dónde era? —le preguntó a Hera.
—De aquí, era un miembro de la tribu… El pa­dre del jeque la conoció en un viaje y se enamoró de Rochi inmediatamente…
En ese momento Kiara comenzó a llorar por­que tenía hambre y Rocío recordó que debería ocuparse de su sobrina y no de la familia de Gastón.

3 comentarios:

  1. Me imagino lo que pasará ahora q viven juntos Jaja

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  2. A eso hay q sumarle q gaston ya sabe q no es la madre de kiara... ya no siente culpa por peter Jaja :-)

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  3. Son re orgullosos los 2.... pero en el fondo se aman... muy buena espero el proximo

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