Capítulo 11
Rocío se quedó mirando preocupada su teléfono
móvil.
Era la cuarta vez que intentaba ponerse en contacto
con Marianela desde su llegada a casa de Gastón, pero su hermana seguía
teniendo el teléfono desconectado y el contestador activado.
Le había dejado un mensaje diciéndole dónde estaba
y pidiéndole que la llamara cuanto antes. Se dio cuenta de que llevaba varios
días sin hablar con ella y, de repente, sintió miedo.
¿Y si le hubiera ocurrido algo?
Rápidamente, Rocío hizo lo necesario para conseguir
el teléfono de la empresa propietaria del barco en el que viajaba Marianela.
—¿Con quién hablo, por favor? —le preguntó el
hombre que le contestó tras haberle preguntado por su hermana.
—Soy la hermana de Marianela —contestó Rocío.
—Entiendo. Bien, resulta que Marianela ha
abandonado el barco.
—¿Cómo? ¿Dónde? ¿Por qué?
—Lo siento, no puedo darle detalles, solo le puedo
decir que se fue por propia voluntad y sin advertírnoslo.
¡Por el tono de su voz, Rocío comprendió que el
hombre no estaba muy contento con el comportamiento de su hermana!
Tras agradecerle su ayuda, Rocío colgó y miró a
Kiara, que estaba completamente dormida. Tal y como Hera le había dicho, Gastón
había comprado de todo para la pequeña y, como Rocío había comprobado, todos
los artículos eran mucho más caros y buenos de lo que Marianela o Rochi podían
permitirse.
¡Marianela! ¿Dónde estaría su hermana? ¿Por qué se
habría ido del barco y por qué no le devolvía las llamadas?
Tenía que hablar con ella y contarle lo que estaba
sucediendo.
Aunque su hermana era impulsiva y hedonista, amaba
a su hija por encima de todo, y Rocío no entendía por qué no llamaba para
interesarse por su estado.
Si fuera su hermana, llamaría a todas horas todos
los días.
Claro que, si fuera su hermana, no se habría ido a
trabajar al barco, pero Marianela había elegido ser independiente
económicamente y tenía que conseguirlo de alguna manera. ¡Bastante mérito
tenía!
Se quedó mirando a Kiara mientras la pequeña
dormía y se dio cuenta de que el deseo de tener un hijo era cada vez más
fuerte.
¡Cuando había decidido no dejar que un hombre le
hiciera daño jamás, no había pensado en ese tipo de complicaciones!
Gastón frunció el ceño mientras se paseaba por su
estudio.
Había recibido un montón de faxes y en todos se le
informaba de lo mismo: no habían visto a su primo en ninguno de sus lugares
favoritos.
¿Dónde demonios se había metido Peter? Gastón
estaba empezando a sospechar que su primo no le había dicho nada de Kiara
adrede. ¿Lo habría hecho para escapar a sus obligaciones o para proteger a la
niña y a su madre?
Peter debía de saber que, aunque él no aprobara a
la madre, no habría dudado un segundo en disponer lo que fuera necesario para
que la niña estuviera bien.
¿No sabía acaso que habría pagado todos sus gastos?
Sí, claro que lo sabía, por eso precisamente le había escrito una carta
informándolo de su paternidad.
Se arrepentía profundamente de haber creído que
Rocío era la madre de Kiara. La información que el príncipe le había dado
sobre Rochi le había dejado muy claro hasta qué punto se había equivocado con
Rochi.
Rocío era una joven capaz e independiente que se
mantenía a sí misma con lo que ganaba y ayudaba a su hermana con su hija. No
había rastro de que no hubiera llevado una vida decente.
No había nada oculto, ningún secreto. Todos los que
habían tratado con Rochi no tenían más que buenas palabras.
Y él, que se preciaba de ser un hombre que sabía
identificar la catadura moral de las personas en cuanto las conocía, se había
equivocado completamente con Rochi.
Era cierto que lo había engañado porque no le había
dicho que no era la madre de la niña, pero aun así…
Se había comportado con Rochi de forma cruel. Si le
hubieran contado lo mismo de otro hombre, lo habría denunciado y condenado
inmediatamente.
¡No había excusas! Se había comportado como un
auténtico canalla y de nada servía intentar reconfortarse diciéndose que había
sido por el bien de Peter.
¿No era acaso cierto que la última persona en la
que pensó cuando se acostó con Rochi había sido su primo? ¿No era acaso cierto
que se había dejado llevar y consumir por el deseo?
No había explicación lógica para lo que había
hecho. ¿Se habría vuelto loco? ¡Y para colmo la había obligado a quedarse en su
casa!
Por supuesto, debía disculparse.
Rocío era una mujer que había demostrado lo fuerte
y responsable que era, una mujer que era evidente que se desviviría por sus
hijos cuando los tuviera…
Gastón se había jurado a sí mismo no casarse por
miedo a un matrimonio que fuera mal, pero, ¿no sería mejor ofrecerle a Rocío la
protección de una boda que exponerla a la crueldad de los
rumores?
«Ya está protegida con mi tía», se recordó.
¡Si seguía pensando así, al final, iba a acabar creyendo que de verdad se
quería casar con Rochi y volverla a meter en su cama para acabar lo que habían
dejado a medias!
Enfadado, se volvió hacia la máquina de fax, que estaba escupiendo otra
hoja de papel.
—Bueno, ya estoy aquí. Gastón me ha dicho que tengo que acompañarte a todas
partes mientras estés pintando, ¿no?
—Bueno, no exactamente —contestó Rocío. Era imposible que no le cayera bien
aquella mujer vivaz y simpática que había llegado hacía media hora acompañada
por montones de maletas y su doncRochi.
—No estoy trabajando en el palacio, sino en el lugar donde se van a
emplazar las nuevas cuadras y, para ser sincera, no estoy de acuerdo con
Gastón…
—¿Estar de acuerdo? Siento decirte, chérie, que aquí en Zuran no hay
más remedio que acostumbrarse a las tradiciones de sus gentes —le explicó—.
Todavía recuerdo lo difícil que me resultó a mí acostumbrarme, pero… Me vine a
vivir aquí tras la muerte de mi esposo. Para entonces, mi hermana llevaba ya muchos
años casada con el abuelo de Gastón, ¿sabes? Ahora, vivo entre Zuran y París.
Por cierto, la niña es de Peter, ¿no? —añadió cambiando de tema de repente—. Es
un hombre encantador, pero muy débil de carácter. Por suerte, Gastón se ocupa
de él y se muestra muy indulgente. Como probablemente ya sabrás, Gastón no
tiene intención de casarse y quiere que la descendencia de su primo herede el
trono, lo que es una locura…
—¿No tiene intención de casarse? —se encontró preguntando Rocío.
—Eso dice. La muerte de sus padres lo afectó mucho. Lo pilló en una edad
muy impresionable y mi hermana, su abuela, era de la vieja escuela, así que lo
educó en la conciencia de la responsabilidad que tenía hacia su pueblo. Ahora,
Gastón cree que sus necesidades son más importantes que las suyas propias y que
no puede arriesgarse a casarse con una mujer que no entienda su deber y la
importancia de su papel. Menuda tontería, pero, bueno, ya sabemos cómo son los
hombres… Les encanta creer que son el sexo fuerte, pero nosotras sabemos que
no es así, ¿verdad? Desde luego, se ve que tú eres una mujer muy fuerte
—añadió—. Vas a echar de menos a la niña cuando se la tengas que devolver a su
hermana —concluyó pensativa.
Debido a la velocidad con la que hablaba y lo perceptiva que era, Rocío
estaba empezando a marearse.
—Veo que no has querido hospedarte en la habitación de mi hermana—. Una
elección muy afortunada por tu parte, te lo digo sinceramente. ¡Nunca entendí
por qué se empeñó en recrear el piso de mis
padres en la Avenue Foche aquí! Así era Sophia, ¿sabes? Era la hermana mayor y
tenía una voluntad de acero mientras que yo… Según mi hermana, estaba
demasiado consentida —sonrió—. No te habría caído bien —añadió sorprendiendo a
Rocío con su sinceridad—. En cuanto te hubiera conocido, habría empezado a
planear tu boda con Gastón. ¿No me crees? Te aseguro que es cierto. ¡Habría
visto inmediatamente lo perfecta que eres para él!
¿Rochi? ¿Perfecta para Gastón?
—¡Yo tampoco tengo intención de casarme jamás!
—exclamó Rocío intentando no enfadarse demasiado.
—¿Lo ves? ¡Es obvio que Gastón y tú tenéis muchas
cosas en común! Pero yo no soy mi hermana. Yo no me meto en las vidas de los
demás, te lo aseguro. Y dime, ¿por qué has decidido no casarte? En el caso de
Gastón está claro que es por el temor que le inculcó mi hermana de que no iba a
encontrar a una mujer con la que compartir su infinito compromiso hacia su
pueblo. ¡Tonterías! Cuando era jovencito, lo mandó a Francia con la esperanza
de que encontrara esposa entre las chicas de nuestro círculo. No se dio cuenta
de que aquellas chicas no tenían ningún interés en salir de París. ¡La idea de
tenerse que venir al desierto con la tribu era para Rochis inconcebible!
Rocío la miraba absorta.
—Gastón necesita una esposa que comprenda y ame a
su pueblo con la misma pasión que él y que lo ame a él con más pasión todavía
porque, como estoy segura de que ya sabrás, es un hombre muy apasionado.
Rocío se preguntó qué había querido decir aquella
mujer con semejante comentario, pero al mirarla vio en su rostro una expresión
inocente.
Lo que madame Flavel le estaba contando estaba consiguiendo
despertar en Rochi curiosidad e interés.
—Ha mencionado usted a la tribu y el compromiso de
Gastón hacia Rochi, pero no sé realmente… —dijo dubitativa.
—¿No? Es muy sencillo. El pueblo de Gastón tiene
una forma de vida única. Su abuelo se pasó toda la vida preservando su
tradición nómada y su padre habría hecho lo mismo si no hubiera muerto. Por
otro lado, también animan a los miembros que quieran a integrarse en la
sociedad moderna y llevar una vida más actual. Para ello, todos los niños y
niñas nacidos en la tribu tienen derecho a una educación digna y a un buen trabajo
a cambio de comprometerse a viajar una parte del año con el resto de los
integrantes de la tribu, viviendo de forma nómada y según las tradiciones
ancestrales de su pueblo. Algunos eligen vivir siempre así y esos son los más
respetados incluso por los que han salido del país y se han convertido en
destacados empresarios. Dentro de la tribu, el respeto no se gana por el
dinero o la posición social, sino por preservar la forma de vida original de su
pueblo.
Rocío seguía con interés lo que la tía abuela de
Gastón le estaba contando.
—Gastón tiene un doble papel. Por un lado, debe
asegurarse de que el dinero que dejó su abuelo genere suficientes beneficios
como para que la tribu pueda vivir y, por otro, debe ganarse el respeto de la
propia tribu viviendo como antes. Sabe desde pequeño que debe desempeñar ese
doble papel y lo hace con gusto. Sin embargo, a mí me parece que ha elegido un
camino muy solitario para recorrerlo sin compañía femenina. Rocío no dijo
nada.
Lo que había oído la había tocado muy dentro. El
Gastón que aquella mujer le había descrito era un hombre de sentimientos y creencias
muy arraigados, un hombre al que en otras circunstancias habría respetado y
admirado.
—Madame, le
aseguro que no hace falta que se quede conmigo —insistió Rocío estudiando el
largo pasillo que iba a ser su lienzo.
Kiara estaba en su sillita jugando y Rocío había
colocado frente a Rochi en un atril las fotografías que el príncipe le había
dado de sus caballos.
—Precisamente para estar contigo es para lo que
Gastón me ha hecho venir —contestó la mujer impertérrita.
—Se va usted a aburrir ahí sentada viendo cómo
trabajo —protestó Rocío.
—Yo nunca me aburro. Me he traído la labor y el
periódico y Ali vendrá dentro de un rato a buscarnos para llevarnos a casa a
comer y a dormir una siestecita.
Mientras comenzaba a trabajar con el carboncillo,
Rocío pensó que Rochi no tenía ninguna intención de perder el tiempo durmiendo
siestecitas, pero no dijo nada.
Ya tenía claro en la cabeza cómo quería que fuera
el friso y, en pocos minutos, estaba completamente absorta en lo que estaba
haciendo.
Había decidido que los caballos no iban a tener
detrás la pista de carreras, sino algo que esperaba que gustara mucho más a
los que lo vieran.
Iba a pintar a los caballos rodeados de las olas
del mar ya que para aquella gente el agua era un elemento muy importante en sus
vidas. Esperaba que les gustara la idea. Desde luego, al príncipe le había
entusiasmado.
Hasta que no le empezaron a doler los dedos no se
dio cuenta del tiempo que llevaba trabajando sin parar.
Madame Flavel
se había quedado dormida en la cómoda hamaca que Ali le había llevado y sus
suaves ronquidos habían hecho que Kiara se durmiera también.
Sonrió a su sobrina y bebió agua.
¿Dónde estaría Marianela? ¿Por qué no se habría
puesto en contacto con Rochi?
—Madre mía, ¿ya es la hora de comer? —preguntó madame Flavel
al despertarse.
Rocío habría preferido quedarse trabajando y no
volver a casa de Gastón, pero sabía que madame Flavel
era muy mayor y no le pareció bien tenerla allí demasiado tiempo, así que
recogió sus cosas y se marcharon.

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