Capitulo 57
—Lo despides por todos los poros, cariño.
Ramiro tenía razón. Había sido muy ingenua al creer que, en cierta manera, estábamos de visita en el mundo de los Ordoñez, como si fuéramos unas turistas que pasaríamos por allí sin implicarnos emocionalmente. Sin embargo, de alguna forma, las conexiones se habían establecido, mi corazón se había agarrado a lugares insospechados y en aquel momento estaba más implicada de lo que nunca habría imaginado.
Me eché a temblar y el estómago se me encogió mientras los labios de Ramiro se deslizaban por el borde de mi mandíbula y la comisura de mis labios. Retrocedí hasta que mi espalda chocó contra los armarios y se produjo un suave tintineo de cristal y porcelana. La parte baja de mi espalda se arqueó debido a la presión de uno de los brazos de Ramiro. Con cada respiración, mi pecho rozaba el suyo.
—Valeria, permíteme... Permíteme...
Yo no podía hablar ni moverme y permanecí impotente y expectante mientras Ramiro deslizaba su boca sobre la mía.
Cerré los ojos y me abrí a su sabor, a los lentos besos que exploraban sin exigencias, mientras él cubría mi mejilla con su mano. Desarmada por su dulzura, mi cuerpo se relajó en el de él. Ramiro me besó más profundamente, empujando con suavidad, acariciándome, pero sin abandonar aquella contención enloquecedora que provocó que mi corazón latiera como si acabara de correr una maratón.
Ramiro apartó a un lado mi espesa cabellera, me besó en el cuello y deslizó la boca muy lentamente hasta el hueco de detrás de mi oreja. Cuando alcanzó aquel lugar, mi cuerpo se retorcía buscando su cercanía y mis dedos se agarraban con fuerza a la sólida musculatura de sus brazos. Ramiro suspiró, me cogió por las muñecas y deslizó mis manos hasta su espalda.
Yo me puse de puntillas con todos los músculos en tensión. Ramiro me sostuvo con firmeza, apoyó mi cuerpo contra la sólida estructura del suyo y volvió a besarme en la boca. En esta ocasión, sus besos fueron más largos, apasionados, húmedos y devoradores, y yo apenas podía respirar. Me pegué a él hasta que no quedó ni un milímetro de espacio entre nosotros. Ramiro me besó como si ya estuviera dentro de mí. Me besó con unos besos ansiosos, con la lengua, con los dientes, con los labios. Con una dulzura tan inmensa que deseé perder el sentido, pero en lugar de hacerlo, me agarré a su cuerpo y gemí en su boca. Sus manos se deslizaron hasta mi trasero, lo cogieron con ternura y presionaron haciéndome sentir la prominencia de su dureza. Me sentí transportada a otro mundo y el deseo se convirtió en enloquecimiento. Yo quería que me tumbara en el suelo y que me hiciera cualquier cosa. Todo. Su boca se alimentó de la mía, introdujo la lengua a fondo y todos mis impulsos y pensamientos se disolvieron en un zumbido vibrante y ruidoso, en un placer salvaje que subió hasta el extremo superior de mi cabeza.
Ramiro deslizó la mano por debajo del dobladillo de mi camiseta hasta la piel de mi espalda, que estaba blanda y ardiente, como si me hubieran escaldado. El roce de sus frescos dedos constituyó un alivio indescriptible. Yo arqueé la espalda con un deseo frenético mientras su mano se desplegaba, como un abanico, y recorría mi espalda hacia arriba.
La puerta de la cocina se abrió de golpe.
Nos separamos de una forma repentina y yo me alejé de Ramiro unos cuantos pasos mientras todo mi cuerpo palpitaba. Me arreglé la camiseta intentando volver a colocarla en la posición correcta. Ramiro permaneció al fondo de la antecocina, con los brazos apoyados en los armarios y la cabeza baja. Percibí que sus músculos se encogían debajo de su ropa. Su cuerpo estaba rígido debido a la frustración, la cual emanaba de su ser en oleadas. Yo estaba sorprendida por mi respuesta a su acercamiento, por la oleada de puro erotismo que había experimentado.
Oí la voz titubeante de Aleli.
—¿Valeria, estás ahí?
Yo salí con rapidez.
—Sí, estaba... Necesitaba un poco de intimidad.
Me dirigí al otro extremo de la cocina, donde estaba mi hermana. Su pequeño rostro se veía tenso y ansioso y estaba despeinada de una forma cómica, como una muñeca troll. Parecía que estuviera a punto de echarse a llorar.
—Valeria...
Cuando quieres a un niño, lo perdonas incluso antes de que te lo pida. En realidad, ya le has perdonado cosas que ni siquiera ha hecho.
—Está bien —susurré yo mientras alargaba los brazos para abrazarla—. Está bien, cariño.
Aleli corrió hacia mí y me rodeó fuertemente con sus delgados brazos.
—Lo siento —declaró llorosa—. Lo que dije antes no lo dije en serio. Nada de lo que dije.
—Lo sé.
—Sólo que-quería divertirme.
—Claro que querías divertirte. —Yo le di el abrazo más fuerte y acogedor que pude y apoyé la mejilla en su coronilla—. Pero mi trabajo consiste en asegurarme de que te diviertes lo menos posible. —Las dos reímos y nos abrazamos durante un largo rato—. Aleli, intentaré no estropearte la diversión todo el tiempo. Pero estás en la edad en la que la mayoría de las cosas que quieres hacer para divertirte son, al mismo tiempo, las cosas que hacen que me preocupe por tu seguridad.
—Haré todo lo que me digas —declaró ella demasiado deprisa.
Yo sonreí.
—Cielos, no te estoy pidiendo una obediencia ciega, pero tenemos que alcanzar un compromiso cuando no estemos de acuerdo en algo. ¿Sabes lo que quiere decir alcanzar un compromiso?
—Ajá. Es cuando tú no consigues que todo sea como tú quieres y yo no consigo que todo sea como yo quiero y nadie está contento. Como cuando Ramiro bajó el cable.
Yo solté una carcajada.
—Exacto.
Al oírla hablar del cable, volví la cabeza hacia la antecocina. Por lo que pude ver, estaba vacía. Ramiro se había ido sin producir el menor ruido. Yo no tenía ni idea de qué le diría la próxima vez que lo viera. La forma en que me había besado, mi respuesta...
Algunas cosas es mejor no saberlas.
—¿Qué habéis hablado Pedro y tú? —le pregunté a Aleli.
—¿Cómo sabes que estábamos hablando?
—Lo he supuesto —declaré mientras pensaba con rapidez—. Bueno, me imagino que te habrá dicho algo, pues siempre tiene una opinión respecto a todo. Además, como no has entrado enseguida, he deducido que estabais manteniendo una conversación.
—Sí que estábamos hablando. Él me ha explicado que ser una madre no es tan fácil como parece y que, aunque no eres mi madre de verdad, eres la mejor suplente que ha visto nunca.
—¿Eso te ha dicho Pedro?
Yo me sentí complacida y halagada.
—Y también me ha dicho —continuó Aleli— que no debo quitar importancia al hecho de tenerte, porque, en tu lugar, muchas chicas de tu edad me habrían dejado en una familia de acogida cuando mamá murió. —Aleli apoyó la cabeza en mi pecho—. ¿Pensaste en dejarme en una familia de acogida, Valeria?
—Nunca —respondí con firmeza—. Ni siquiera durante un segundo. Te quería demasiado para abandonarte y quiero que formes parte de mi vida para siempre.
Yo me incliné y la acerqué más a mí.
—¿Valeria? —preguntó ella con la voz amortiguada por mi pecho.
—¿Sí, cariño?
—¿Qué hacíais Ramiro y tú en la antecocina?
Yo levanté la cabeza de golpe, sin duda con una expresión de culpabilidad total.
—¿Lo has visto?
Aleli asintió con inocencia.
—Salió de la cocina hace un minuto. Parecía que se estaba escabullendo.
—Cr-creo que quería que tuviéramos intimidad —declaré con voz titubeante.
—¿Estabais discutiendo acerca del cable?
—¡Oh, sólo estábamos charlando! Eso es todo, sólo charlando. —Me dirigí hacia la nevera—. Tengo hambre. Comamos alguna cosa.
Continuara...
*Mafe*
@gastochi_a_mil

Un capo ramiro!!. Jajaja
ResponderEliminara la puchaaaa!! :O
ResponderEliminarhahahha me encanta ahaha
ResponderEliminarQuiero el otro cap ya por favor!! Amo la nove!!
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