jueves, 6 de febrero de 2014

Corazones latiendo, capitulo 3

3
Rochi
Fue más difícil de lo que pensaba. Hablar con él, quiero decir.
Para ser honesta, no tenía ni idea de lo famoso que era hasta
que algunas chicas con las que me gradué corrieron a la tienda
y comenzaron a reír como niñas pequeñas.
Esa era la clase de vida que tenía, sin embargo.
Desde el accidente hace dos años, me sentía excluida de todo.
Como si fuera una sombra pasando por los movimientos. Tratando de
sonreír en los momentos adecuados, y reír cuando se esperaba. Era
la mejor trabajadora que mis padres podrían pedir. Era la primera en
llegar, la última en salir. La primera en tomar el turno de alguien más.
Incluso me gradué temprano, así ya no tendría que estar cerca de
los recordatorios.
Me gustaba la vida de esa manera. Predecible.
Cuando planeabas las cosas, bueno, era casi como una broma cruel
de Dios. Una vez que le decías tus planes, él iba a tratar de
arruinarlos. Mis padres dijeron que no era culpa de Dios… también
dijeron que no era mía. ¿Entonces de Pablo?
Metí mis manos en mis bolsillos y me apresuré a la tienda. La lluvia
siempre me deprimía. Eso significaba que estaba viviendo en el peor
lugar del planeta. Si necesitaba animarme, tenía que ir a
broncearme con el fin de tomar un poco de sol falso.
La navidad pasada mis padres incluso pusieron luces especiales en
mi habitación, así sonreiría más.
Sonreí menos que alguna vez.
Bueno, hasta hace cinco días.
Cuando la idiota estrella de rock estaba en una esquina y cantó
sobre el caramelo, y luego procedió a rodar sus caderas al ritmo de
su propia cabeza, quise decirle que era un jodido tonto, pero no
pude quitar mis ojos de él. Algo en él era magnético, lo que debería
haber sido la primera razón para alejarme.
Pablo había sido magnético también. Él era perfecto, carismático, la
estrella del equipo de fútbol.
Y mira lo que ese amor me hizo.
Un año desde la escuela secundaria, sigo viviendo con mis padres, y
soy incapaz de conducir a cualquier lugar a más de una hora de
distancia por temor a tener un ataque de pánico y morir.
Abrí la puerta de la tienda de mis padres. La campana sonó.
Ese idiota había empezado a trabajar hoy, y nuestras ventas nunca
habían sido peores. Era un espectáculo de tal manera que incluso las
personas que no conocían su música querían ir a ver la tienda de
caramelos. Lo cual era genial para nuestros competidores, pero malo
para nosotros. No es como si pudiera encontrar alguna persona
famosa y rogarles que usen una de nuestras camisetas y tiren
caramelo a la gente. ¿Qué diablos estaba haciendo de todos
modos? Yo incluso lo vi conversando con una anciana. ¿El chico no
tiene ninguna vergüenza en absoluto?
Moriría antes de dejar que le pasara algo al medio de vida de mis
padres, y me encantaría volver a tomar a Gaston conmigo. No era
como si tuviera algo excitante sucediendo en la actualidad.
Abriendo la puerta del mostrador, volví al taburete y tomé mi celular.
Diez llamadas pérdidas.
—Mierda. —Rápidamente miré las llamadas.
Era la Sra. Murray, mi consejera. Miré el reloj de la pared.
—¡Mierda! —dije de nuevo, agarrando mis llaves y corriendo hacia la
puerta—. ¡Papá! ¡Voy a llegar tarde a mi cita!
Él apareció en el cuarto de atrás.
—Oh, está bien, cariño. ¿Necesitas que te lleve? —Sus ojos
sostuvieron los míos brevemente antes de mirar el suelo. Sabía lo
incómoda que me hacían sentir los autos después de todo lo que
había sucedido.
—Este, no. Voy a estar bien. Es solo a unos pocos kilómetros de
distancia. ¡Te quiero! —Le oí decirme que tuviera cuidado mientras
corría hacia la puerta.
***
Me encontré con la gran casa de playa y prácticamente derribé la
puerta de mi consejera.
—¡Rochi! Me preocupaba que no vinieras. —La Sra. Murray estaba
en sus cuarenta y tantos años y llevaba lentes que constantemente
se deslizaban por su nariz. Su cabello castaño estaba siempre
recogido, y siempre lucía como si estuviera en un apuro. De hecho,
ella hacía todo como si tuviera prisa. Todo menos la parte de
escuchar y hablar de su trabajo. Me imaginé que probablemente
trabajaría durmiendo si pudiera.
Le di una sonrisa tensa.
—Sí, bueno, estoy aquí. —Si no me presentaba, les diría a mis padres,
y luego estaría en vigilancia de suicidio sin ninguna razón. Al menos
ese era el miedo. No era como si pudiera hacerlo basándose
únicamente en el hecho de que no me presentara. Pero la última vez
que no me presenté... bueno, digamos que mis padres me atraparon
en el baño mirando una botella de ibuprofeno y perdieron la
cordura. Les dije que tenía dolor de cabeza, pero fue el momento
exacto en que mi padre también me pidió que abriera la mano. Juré
que el frasco se había derramado, y solo estaba tratando de poner
las pastillas de vuelta en su lugar pero no me creyó.
Nadie lo hizo. La historia de mi vida.
El olor a té de menta me saludó cuando caminé hacia la pequeña
oficina y me senté en el sofá de cuero. La Sra. Murray hizo un trabajo
increíble con el ambiente. Casi podía olvidar que era una psiquiatra,
y que estaba ahí para decirle todos mis secretos y sentimientos más
íntimos… casi.
—Entonces… —Cayó en el sillón de cuero frente a mí y sacó su bloc
de notas—. Estamos casi al segundo aniversario del incidente.
Quería darle algún tipo de comentario sarcástico. Es decir, ¿hola? Yo
estaba viviendo esta pesadilla. Créeme, sabía exactamente qué día
era. Sabía exactamente cuántos días me quedaban, e incluso si
pudiera olvidar, mis pesadillas constantemente me recordaban el
infierno que estaba viviendo diariamente.
—Así es. —Logré hacer caso omiso con la indiferencia. Debería haber
sido actriz. Con una rápida sonrisa me recosté en el sofá y exhalé,
sabiendo lo que iba a hacer a continuación.
—¿Y cómo te sientes al respecto?
—¿Cómo me siento? —repetí, sintiendo el latido de ira familiar a
través de mi pecho—. Me siento fan-jodidamente-tastica. Es decir, he
aprendido mucho sobre mí en estos dos últimos años. Tomaré unas
acuarelas para expresar mis sentimientos. Y, quizás, esta tarde, vaya
a tirarme en la arena y reír hasta que me caiga de rodillas y acariciar
una sirena cuando se una a mí en la arena.
—Sarcasmo. —La Sra. Murray escribió algo en su libreta y levantó la
mirada—. Bueno. Por lo menos no estás enterrando tu rabia interior
más. ¿Qué más?
El sudor empezó a juntarse en la parte trasera de mi cuello mientras
luchaba por mantener mis emociones bajo control. Mis ojos se
posaron en el suelo, y mi respiración se hizo más y más superficial.
—No me gusta estar aquí.
—Hemos hablado de esto, Rochi. —La Sra. Murray suspiró—. Sé que
odias esto aquí, pero ¿de verdad crees que lo mejor que puedes
hacer es escapar de tu situación actual? Entonces, ¿qué? ¿Huirás en
lugar de enfrentarte a tus miedos? ¿Tu ansiedad? Dime cómo te
ayudará, y lo entenderé, Rochi.
Me mordí el labio en respuesta y guardé mi cabello detrás de las
orejas.
Morderme el labio era un hábito nervioso que desarrollé cuando
estaba ya sea tratando de mantenerme callada o de hablar
demasiado o llorar. Por lo general, era el segundo en estos días.
—Escucha, Rochi. —La Sra. Murray dejó la tableta sobre la mesa a su
lado y se inclinó hacia delante—. Voy a estar haciendo un grupo de
duelo en el verano. Realmente quiero que pienses en asistir.
—¿No va a hacerme ir? —espeté. No quise sonar tan dura, pero
siempre me sentía a la defensiva, porque sabía que la única manera
de complacer a mis padres era venir aquí. Y para ser honesta,
también sabía que probablemente no estaría aquí, en primer lugar, si
no me hubiera metido en esa camioneta.
Se lo debía.
Al igual que se lo debía a Pablo.
—Pensaré en ello —murmuré.
La Sra. Murray sonrió.
—Creo que realmente lo disfrutarás, Rochi. Habrá algunos otros
chicos de tu edad. Los grupos de apoyo ofrecen exactamente eso,
apoyo. ¿Cuándo fue la última vez que incluso saliste con amigos? ¿O
fuiste al cine?
—Tengo trabajo. —Me encogí de hombros.
Levantó una ceja y tomó su libreta para garabatear algo más.
—Bien, entonces trabajas todo el tiempo, no puedes conducir más
de diez kilómetros de la ciudad, y ¿piensas que está bien?
Mis ojos se posaron en ella y luego de nuevo en el suelo, y tragó
lentamente.
—Sé que no estoy bien.
—Sigue.
—Es solo que... no creo que nunca estaré bien otra vez. Me siento
rota.
Oh, mierda. Ahora iba a empezar a llorar, y yo odiaba llorar. Odiaba
sentir ningún tipo de debilidad.
—¿Qué se siente estar rota, Rochi?
—¿Qué se siente? —Me reí amargamente y apreté las manos—. Se
siente como el infierno. Se siente como que nunca voy a ser normal
otra vez. Cada noche revivo el accidente, y cada mañana es lo
mismo. Se necesita cada onza de energía que tengo para no llorar
cuando me lavo los dientes. Ni siquiera me atrevo a escuchar música
porque me recuerda a él. No puedo entrar en camionetas. Y cada
vez que escucho incluso un partido de fútbol, estoy a
punto de tener un ataque. Así que sí, yo diría que estoy rota. Cuando
ni siquiera puedes funcionar en un mundo normal. Cuando puedes
respirar sin herir el pecho.
La habitación se quedó en silencio excepto por mi respiración
entrecortada.
La Sra. Murray escribió unas cosas y luego me miró.
—Guau, Rochi. Estoy orgullosa de ti por ser lo suficientemente
valiente como para compartirlo. ¿Te das cuenta que nunca hemos
hablado de tus otros temores antes? Solo la ansiedad acerca de los
viajes largos. Sinceramente, creo que se están haciendo progresos.
—Seguro —murmuré, sintiéndome de pronto drenada.
—Y... —Escribió algunas notas más abajo—. Dado que llegaste tarde,
la sesión va a tener que ser interrumpida. Tengo otro cliente
esperando en pocos minutos. Pero Rochi, realmente quiero que
pienses en este grupo de apoyo. La primera reunión es en una
semana desde el sábado. —Sacó un pequeño folleto amarillo. El
hecho de que haya gente sonriente en el frente no hacía nada para
aliviar mi recelo de que esto era una mala idea. El lugar de reunión
estaba por determinarse.
Me faltaban las fuerzas para discutir en ese momento, así que lo
tomé y lo metí en mi bolso mensajero antes de agradecer y salí de su
oficina.
Necesitaba escapar, me encontré en la puerta y la abrí.
Y choqué directamente en una pared de músculo.
—Despacio. —Unos fuertes brazos me estabilizaron.
Reconocí la voz. Poco a poco, levanté mis ojos y me encontré con la
mirada horrorizada de Gaston.
Me aparté.
—¿Me estás acosando?
—¿Eres tú la famosa? —dijo. Muy sarcásticamente, debo añadir.
—Es evidente que no, teniendo en cuenta que en realidad tengo
humildad.
Él sonrió.
—La niña tiene una gran boca.
Rodé los ojos y traté de esquivarle, pero él me agarró de los hombros
de nuevo.
—Así que, supongo que eso plantea la pregunta. ¿Me estás
acosando?
Poniendo los ojos, apreté los dientes y me alejé de su contacto.
—Sí, estrella de rock. Te amo. Quiero tener a tus bebés. Dibujo
corazones alrededor de tu nombre, y esta noche, cuando llegue a
casa, estoy esperando para crear un hechizo de amor que te hará
enamorarte de mí.
Él sonrió y sus hoyuelos se enmarcaron en su rostro demasiado
perfecto. No podía apartar mis ojos, aunque mi mente gritaba que lo
hiciera.
—Creo que eres mala para mi ego.
—Alguien tiene que serlo.
—Touché. —Sus ojos se posaron en mis labios y luego de nuevo a la
cara.
—¿Puedo irme ahora? —Empujé a su lado. Finalmente me soltó, pero
la sensación de su contacto se mantuvo.
—¿Cómo te llamas? —gritó detrás de mí.
—No es asunto tuyo —le dije sin girarme. El auto rugió a la vida, y
estuve lejos. Aunque admito que miré en el espejo retrovisor... tal vez
una o dos veces. Cualquier chica viviente y respirando lo haría. Era
un dios entre los chicos, pero lo sabía. Y su temerario estilo de vida
sería como mi veneno y mi droga.
Mantenerme alejada de él era necesario. Tenía que protegerme a

toda costa.

2 comentarios:

  1. aaa saguilee me encanta esta nove!! para mi que se van a ayudar uno al otro a estar bien!! y seguii con la nove vecinos porfaa

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  2. ahiii me encantaa esta novee seguilaa porfaa!!!

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