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mi piel no tuvo oportunidad de broncearse antes de que
estuviera empacando y moviéndome por todo el país.
Había pasado las breves semanas bailando,
reconectándome con mis padres y bailando un poco más. Era la clase
de
verano que podría ser considerado casi perfecto. Excepto por una
cosa.
O, más bien, una persona.
Gaston se marchó de la casa de los chicos la mañana después de la
graduación y nadie supo de él de nuevo. Por supuesto, más que unos
pocos rumores circularon, pero después de ser víctima del circuito
de
rumores, me prometí que nunca le daría ningún crédito a otro.
Algunos
decían que se encontraba en el campamento de verano para algún
gran
equipo como el más importante agente gratuito en la historia.
Algunos dijeron que había huido del país tras retener un banco en
el sur y
dispararle a uno de los cajeros. Y algunos dijeron que Gaston tuvo
una
ruptura total e irreversible con la realidad y se lanzó del
Puente.
Me gustaba creer que, donde sea que estuviese, era feliz y, por
fin,
en paz consigo mismo y con su pasado.
Era algo que había deseado para mí después de la graduación y
había hecho algunos progresos hacia ello. Feliz era una
exageración, pero
me incliné más hacia el contento, que el espectro infeliz, y eso
era una
victoria. Mi pasado seguía todavía allí, cada mañana y cada noche,
listo
para atormentarme si lo permitía, pero la mayoría de los días no
lo hacía.
Me acordé de John por la forma en que estaba destinado a ser
recordado, no por cómo había muerto.
Y en cuanto a la salvación del mundo, no había dejado que toda la
molesta idea altruista se fuera. Al principio, había firmado para
ser una
profesora de baile en un estudio en la ciudad donde las chicas de
bajos
ingresos no tenían que pagar para aprender a bailar. Incluso un
alambre
se había puesto a un lado del fondo por lo que no tenían que
comprar
zapatos de ballet y medias. Así que bailé, enseñé y aprendí.
Pero todavía faltaba algo, o tal vez me perdía de algo. De
cualquier
manera, un agujero me dolía y tuve que luchar para superarlo todos
los
días. La mayoría de las veces, gané esa batalla, participando en
discusiones en clase, sonriendo a mis nuevos amigos en los
momentos
adecuados, pero otras veces el dolor era demasiado profundo para
que
estuviera al día con el ritmo de la vida.
Era una buena vida, y me sentí culpable por pensarlo, pero sabía
que podía ser mejor.
—Rochi, ¿vas a ponerte ese pendiente o acariciarlo toda la noche?
—India, mi compañera de cuarto, gritó por encima de mí, dándose
una
última mirada en el espejo.
—¿A dónde me estás arrastrando de nuevo? —pregunté, deslizando
el aro de plata en su lugar.
Rodando los ojos, me lanzó mi bolso. —A una fiesta. Hay
chicos, alcohol y música. Se supone que debe ser divertido. —India
era la
reina de la diversión, de verdad. Su familia había patentado unos
veinte
juegos de mesa, impulsando la tendencia de diversión nocturna en
familia.
Como ventaja, tenía un innato sentido de la aventura, puede
convertir una
mañana de examen sorpresa en un buen momento, y ser invitado a la
fiesta de todos y cada uno en el estado.
—¿Y necesitas que vaya porque...?
¿Otra ventaja de ser un rico embajador de la diversión? Nunca
tienes que preocuparte de moverte solo para nada a menos que
quieras.
—Porque trabajas muy duro y juegas muy poco y esa clase de ética
de trabajo Luterano está seriamente desordenando el zen de nuestra
habitación.
Tomando mi chaqueta colgada en la silla, la seguí hacia la puerta.
—Perdóname por confundir la universidad con algo tan tabú como el
trabajo duro —dije, golpeando mi hombro en ella mientras caminábamos
por el pasillo—. ¿Cómo puedo ajustar bien el sagrado zen de
nuestra
habitación?
Me sonrió. —Puedes ponerte borracha. Puedes subirte en una mesa y
sacudir tu trasero. Y puedes echarte un polvo con el más fino y
dulce
hombre que Dios tuvo la audacia de crear.
—Oh —dije, agitando mi mano en el aire—, si eso es todo.
—A veces, lo juro —dijo al salir de la residencia de estudiantes—,
el
creador olvidó instalar un botón de diversión en ti. —India hizo
clic en su
llavero y las luces de su coche brillaron. ¿Otro de los beneficios
de crecer
en una familia de empresarios millonarios? Consigues conducir lo
que sea
en el infierno que quieras.
—Y alguien se olvidó de instalar un filtro en ti —dije, abriendo
la
puerta del copiloto y arrastrándome dentro.
India gruñó, saliendo del estacionamiento. —Lo bueno es que es un
corto trayecto en coche porque tú, mi amiga, estás seriamente en
la
necesidad de un poco de alcohol, baile en una mesa y hacer dulce
amor
esta noche.
—Bueno —dije, inclinando mi cabeza contra el asiento—, conduce
rápido.
Era como afirmar lo obvio porque India hacía todo rápido, sobre
todo conducir y, en este viaje, no me defraudó. Al ritmo que
íbamos,
podríamos haber estado en Canadá en menos de una hora.
—Así que —dije, mirándola—, ¿quién es el chico? —Sólo había
conocido a India por un par de semanas, pero no había tomado mucho
tiempo para darme cuenta que, si íbamos a alguna parte, un hombre
siempre se encontraba involucrado. India mantenía una firme
creencia de
que los hombres eran el condimento de la vida. Basada en los
hombres
con los que la había visto, le gustaba su vida picante.
Se encogió de hombros, mirando por la ventana como si tuviera
algo que se moría por decir. —Ya verás —respondió.
Su acto misterioso fue totalmente molesto. —Bueno, si estás
conduciendo para verlo, tiene que ser caliente. Posiblemente el
chico más
bueno que ha sido mirado lascivamente por las mujeres.
Sus labios se juntaron, haciendo una cara de tal vez.
—Pero debido a que eres quien eres, no sólo extiendes la alfombra
de India por una cara bonita. Así que debe ser inteligente,
ingenioso y rico
como un seductor.
Levantó un dedo. —La riqueza no es un requisito —dijo, como si
fuera
ofensivo que incluso lo hubiera insinuado—. La riqueza se puede
crear. El
ingenio y la inteligencia no.
—Está bien, Freud —dije mientras nos movíamos—. Y yo
que pensaba que te especializabas en música.
Frenando hasta detenerse, India apagó el auto afuera de lo que
parecía ser una residencia universitaria. —Sólo sal del auto,
¿quieres? —
dijo, abriendo la puerta—. Antes de que también arruines el zen de
mi
bebé.
Salí y esperé a que India llegara alrededor del coche. —¿Qué es
esto? —pregunté, mirando a la pequeña cantidad de estudiantes en
el
interior del edificio, donde las luces de neón parpadeaban en las
ventanas
del primer piso.
—Es una especie de bienvenida estudiantil de inicio de año
—explicó
agarrando mi brazo y jalándome detrás de ella.
—¿Me trajiste a una patética bienvenida? —dije, lista para girarme
y
salir corriendo—. Creí que la razón por la que nos graduamos de la
preparatoria era para que no tuviéramos que sufrir más de estas
cosas.
—Son un poco diferentes en la universidad —dijo, caminando hacia
la entrada.
—¿En serio? —dije—. ¿Así que no habrá ningún chico excitado
tratando de presionarse sobre lo que sea que se mueva?
Me lanzó una sonrisa tímida.
—¿Y no habrá ninguna música lame cerebros que no lleva siquiera
una pizca de ritmo para bailar?
Una sonrisa tímida más pronunciada.
—Eh, India —me quejé—. Si yo quería ir al infiero, sólo hubiera
subido
a la puerta principal y preguntar por Satanás.
—¿Por qué mi compañera de cuarto es tan condenadamente
difícil? —dijo mientras comenzábamos a abrirnos paso a través del
edificio
lleno—. Te gustará esta bienvenida —me gritó sobre la música, sip,
la
defectuosa música sin un ritmo para bailar—. Confía en mí en esto.
Nos abrimos camino al pasillo donde, sip, algunos chicos excitados
se
deslizaban hasta mí y comenzaban a follar mi pierna antes de que
pudiera
empujarlo a un lado, grité—: ¡No puedo darte confianza hasta que
te la
ganes, India!
—Dios, necesito un trago —dijo, jalándome detrás mientras iba
directo hacia lo que supuse que era la mesa de bebidas.
—¡Sólo sírveme algo! —gritó India sobre la música al chico que
manejaba la mesa de bebidas. Hizo un gesto de arma con su mano
antes
de mezclar algo que vino a lucir demasiado rosa y demasiado
fuerte.
—¿Qué para usted, bella dama? —me preguntó después de darle la
bebida a India.
—¿Tienes ahí atrás algo que no me haga torcer la cara con dos
sorbos? —Por el aspecto de la multitud, era dudoso.
Otro gesto de arma y abrió una nevera y retorció la tapa de una
cerveza. El golpe atronador de la canción llegó a un abrupto fin
en medio
del odioso coro y luego, una lenta y muy familiar canción se abrió
paso a
través de la habitación.
—¡Oye, amigo! —le gritó a alguien por encima de mi hombro—.
¿Qué te sirvo?
—No estoy seguro de si puedo tener lo que quiero —respondió una
voz familiar como la de Paul McCartney haciéndose eco en las
paredes.
El aliento se me fue de los pulmones. Bajando la cerveza, me giré
lentamente.
—Hola, Rochi.
Era él. Realmente él. Sonriéndome con esos ojos de plata líquida.
—¿Gaston? —dije—. ¿Qué estás haciendo aquí?
No es mi mejor momento. Con todas las preguntas que jugaron en mi
mente durante el verano, esta no era una de ellas.
Dando un paso más cerca, su sonrisa creció. —Como que voy a la
escuela aquí. —Por encima de su hombro, India se escabulló lejos,
lanzándome unos pulgares arriba y una sonrisa de complicidad.
—¿Así que rechazaste totalmente la NFL? —dije, acercándome más,
queriendo alargar la mano y tocarlo para confirmar que se
encontraba
realmente aquí.
—La NFL no se irá a ninguna parte —dijo, metiendo las manos en los
bolsillos de su pantalón. En sus pantalones azules. De hecho, nada
era gris
en él. Incluso había perdido el viejo gorro. Se veía completamente
diferente, pero también totalmente igual—. Pero algunas cosas sí.
Sí, sabía que insinuaba algo, pero no tenía idea qué.
—¿Y no saltaste la frontera para evitar ser encerrado de por vida?
Se rió entre dientes, cambiando su peso. —Nop. He estado libre de
crímenes desde hace un tiempo.
—¿Entonces por qué estás aquí? —pregunté—. ¿No hay una docena
de escuelas en las que podrías haber entrado con mejores equipos
de
fútbol?
—Tal vez —respondió, alzando los hombros.
—Entonces, ¿por qué aquí? —Sabía que hacía preguntas tontas,
pero no podía parar.
Frotando su nuca, miró hacia el techo. —Tenía la esperanza de que
sería un poco obvio.
Nada sobre ahora, o algo de Gaston y yo, había sido obvio.
—Estoy aquí por ti, Rochi —confesó—. Mierda, si aqui tuviera un
equipo de fútbol y realmente me quisiera, me gustaría estar ahí.
Abrí mi boca. Nop, las palabras me fallaron.
—Detén ese pensamiento —dijo, levantando su dedo. Por una vez,
parecía casi nervioso—. He estado practicando esto durante un
tiempo y
tengo que sacarlo antes de que me des una bofetada y me pases de
largo. ¿Lista? —Cuadrando los hombros, inhaló—. Hola, soy Gaston
Dalmau
—comenzó, extendiendo su mano. La tomé, sacudiéndola. Se
aferró a ella cuando traté de quitarla—. Mi mamá se fue cuando
tenía
trece años. Mi papá está cumpliendo una sentencia de cadena
perpetua
por matar a un chico. He pasado los últimos cinco años en una
hogar para
hombres siendo intimidado, golpeado por los chicos, el
personal, y hasta el maldito perro. Vendí drogas. Hice drogas. Me
arrestaron. Mucho. He follado con un montón de mujeres sin rostro.
—Hizo
una pausa, aspirando una bocanada de aire—. Y entonces, conocí una
cuyo rostro no podía olvidar. Me enamoré de ella. La lastimé
porque me
enamoré y tenía miedo de que me dejara de la manera en que todos
los
demás lo habían hecho. —Levantó su otra mano, sosteniendo la mía
entre
la suya—. Todavía la amo.
No era capaz de sacar el aliento a este punto de la conversación,
así que tuve suerte porque pude hacer algún tipo de respuesta.
—Gaston —
dije en voz baja, sin saber que decir después. Tuvimos tanta
historia, historia
que hizo la peor clase de cimiento para construir una relación.
—Te amo, Rochi —continuó. Claramente él no iba a parar hasta que
me dijera lo que necesitaba—. Y lamento haber arruinado todo lo
que
teníamos antes de que pudiera reconocerlo ante ti. Antes de que
pudiera
admitirlo a mí mismo. No me hiciste una mejor persona, porque
nadie
puede hacer eso. Me hiciste querer ser una mejor persona. Creíste
en mí y
me apoyaste. Cuidaste de mí cuando nadie más lo haría. Me hiciste
alguien mejor, Rochi. Tienes razón, una persona puede hacer la
diferencia.
Una sola persona puede cambiar el mundo entero de otra persona
para
bien —dijo, con toda la cara en llamas con sus palabras—. Una
persona
arruinó mi mundo, y ese fue mi papá, y una persona salvó el mío, y
esa
fuiste tú. —Levantando sus manos, las puso en mi rostro—. La misma
tragedia puso de patas arriba nuestros mundos. La misma tragedia
nos ha
traído aquí hoy. No dejes que nos separe.
Señal de lágrimas, porque esas fueron las palabras que arrasaron
mis
defensas. —Gaston —comencé, determinada a conseguir más de una
palabra—, ¿cómo podemos siquiera comenzar a avanzar cuando el
pasado siempre estará ahí para recordarnos lo que hemos perdido a
causa de la familia del otro?
Su pulgar recorrió mi mejilla. —Porque sé que nunca voy a amar a
nadie como te amo a ti. Eso es lo que va a superar al pasado cada
vez
que intente alzar su fea cabeza. —Se acercó más—. Así que es tú y
yo o yo
y yo, Rochi. Y realmente no me gusto, así que espero y escojas la
opción de
tú y yo.
Di otro paso hacia él, nuestros cuerpos uniéndose. —No me gustas
mucho, tampoco —dije, envolviendo mis brazos alrededor de su
cuello—.
Te amo.
La larga cicatriz corriendo por su mejilla desapareció en una
sonrisa.
—Ya era hora —dijo, inclinando la cabeza hacia abajo—, porque no
voy a
dejarte ir nunca más. Te quiero para siempre, Rochi.
Entonces me besó, exhibiendo la paciencia de un hombre que
considera el futuro, y con la urgencia de un hombre que vivió para
el
ahora. Fue, sin duda, el mejor beso de mi vida.
—Baila conmigo —dijo, enrollando sus brazos alrededor de mi
cuello,
jalándome cerca. Colocando su boca frente a mi oído, comenzó a
tararear el coro.
—Pensé que odiabas esta canción —dije, balanceándome contra
él.
—Lo hacía.
—¿Y qué te hizo cambiar de opinión?
Sonrió, inclinándome hacía el suelo. —Tú —respondió.
Luego, levantándome, su cabeza cayó hacia atrás y abrió la boca.
—¡Una vez deje a Rochi Igarzabal entrar en mi corazón! ¡Pude tomar
mi triste y
jodida canción y hacerlo mejor! —cantó, fuera de tono y de
volumen.
Algunos de los estudiantes a nuestro alrededor inclinaron sus
cervezas
hacia él, algo se rompió durante el coro “Nah, nah, nah,” y
algunos lo
miraban como si fuera un loco.
Pero sólo me reí, ya sabía que él estaba loco. Y lo amaba por eso.
—
Creo que eso se llama tomarse libertades creativas con las letras.
—Realmente no me importa lo que sea —dijo—, porque después de
todo lo que ha pasado en mi vida, puedo llegar a meterme en la
cama
contigo todas las noches.
Echándome hacia atrás, estudié esa cara por la que había caído un
día caluroso de verano hace más de un año, y ahora me había
enamorado del resto del hombre detrás de esa cara. —¿Cómo es que
un
chico como tú le promete a alguien un para siempre a los dieciocho
años?
—Fácil —dijo, presionando un suave beso en la comisura de mi
boca—. Encuentra a una chica como tú.
FIN

ahiiiiiiiiiiii noooo que lindoooooooo :') me encantoo!!
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