5
ponte esto —me ordenó Holly, lanzando un fajo de ropa roja en mi
camino. Deteniéndola antes de que cayera como un paracaídas en
mi rostro, la sostuve frente a mí. Era un vestido sin tirantes,
ajustado y
hasta la rodilla.
—¿Por qué? —pregunté. Para un hombre, esto se consideraba
ardiente.
Para una mujer, vulgar.
—Porque vas a derrotar a esa perra en su propio terreno —comentó
despectivamente, desdoblando un vestido blanco con escote halter5 que era
considerablemente más corto que el mío.
—La perra —repetí mientras deslizaba la camiseta de Gaston por mi
cabeza—. Queda bien.
—Eso es porque sus ancestros fueron las musas para el término.
Reí entre dientes mientras luchaba por quitarme los ajustados
pantalones.
Estaba agradecida de que Holly estuviera aquí. Sostuvo mi mano a
través del
resto del partido que ganó, gracias a que Gaston pasó un total de
siete pases a la zona de anotación en un partido. Entre buscar
huecos por la
espalda de Mery y gritar todo lo que daban de sí mis pulmones
después de
cada pase completado que Gaston lanzaba, estaba echa polvo y
exhausta.
—¿Qué hora es? —pregunté mientras Holly le enviaba mensajes a
alguien
desde su teléfono.
—La hora de que te metas en ese vestido y le enseñes a la perra
que la venganza es un plato que se sirve mejor con el lado
impresionante de rochi.
Suspiré y me metí en el vestido.
—Tan sólo date prisa, ¿bien? La calle ya está llena de autos
aparcados y el
equipo llegará pronto. Vas a querer estar ahí abajo cuando Gaston
entre porque
con eso vas a ser lo único que vea —dijo Holly, arrastrándose
fuera de su ropa y
deslizándose en el vestido blanco.
Era una tradición del equipo que la casa de Gaston fuera la
anfitriona de las
fiestas después de los partidos. Nunca faltaban ni mujeres ni
alcohol y las
inhibiciones estaban siempre en bajas medidas, así que podía y
sería un momento
salvaje para todos. En la última fiesta que el equipo había tenido
aquí hace unas
semanas, Gaston y yo sólo nos habíamos escondido en su oscura
habitación,
acariciándonos mutuamente. Estaría más que conforme con repetir
eso.
Atando el halter detrás de su cuello, Holly lanzó una bolsa de
cosméticos en
la cama de Gaston y comenzó a revolver el contenido. Tomando un
par de tubos,
se acercó a mí, blandiéndolos como si fueran armas.
—Quédate quieta —ordenó, destapando lo que supuse que era
delineador
negro.
—Maquíllame —disparé, sabiendo que discutir con Holly era inútil.
—No creas que no lo haré.
Rindiéndome con un suspiro, cerré los ojos y dejé que se saliera
con la suya.
La chica me delineó los ojos y puso rímel en un minuto. Tenía un
don.
—¿Qué numero de zapato usas? —preguntó, llevándome a su maleta
mientras juntaba mis labios.
—Siete y medio.
—Ah, perfecto. —Sacando un par de zapatos negros de cuero de su
bolso,
los lanzó a mis pies en el suelo.
Intenté meter mi pie en uno, pero no daba. Mirando a la talla de
debajo,
entendí por qué.
—Estos son del seis —dije, preguntándome si mis botas o pies
desnudos
serían la mejor opción.
—¿Y? —dijo, pintando sus labios con un brillo rosa coral.
¿Por qué esto no tenía sentido?
—Pues que es una talla y media más pequeño. —Aquí tiene, se lo
explicaré
más claro.
—El dolor es belleza, cariño —dijo, sacando un par de tacones de
tiras
plateados de su bolso y poniéndoselos—. Ponte estos taconazos y
funcionará.
—¿Podría discutírtelo? —pregunté, presionando mis dientes mientras
metía
mi primer pie en el zapato pequeño, rezando para que unas pocas
horas de
usarlos esta noche no afectaran a mi manera de bailar durante unas
semanas.
—Podrías —dijo, lanzando su cabeza hacia delante de nuevo y siguió
atando las tiras—. Pero sería perder el tiempo.
—Me lo imaginaba —murmuré, fortaleciéndome mientras deslizaba el
otro
pie en el último zapato.
—Bien, deja que te vea —dijo, deslizando un aro en su oreja. Me
contempló, como un pintor inspecciona su obra maestra y una
sonrisa se puso en
posición—. Quítate la ropa interior.
—¿Qué? —dije, sin estar preparada para la siguiente cosa que salió
de la
boca de Holly—. ¡No!
—Que. Te. La. Quites —repitió, poniéndose el último arete.
—Quítate la tuya —repliqué como un niño insolente.
Su sonrisa se ensanchó.
—Ya lo hice, nena.
Me estremecí.
—Holly —dije—, no voy a quitarme la ropa interior. Fin de la
historia.
—Oh, sí, por supuesto que lo harás —lanzó de vuelta—. Fin de la
historia.
Abrí mi boca para devolver la pelota, pero no salió nada. Hacer un
argumento lógico contra este tipo de locura era un gran esfuerzo.
—rochi si quieres frotar la cara de Mery en su propia mierda,
tienes
que tener tantos trucos en la manga como ella. Porque conozco a
las de su
calaña y juegan sucio. Y son unas pequeñas zorras despiadadas.
—Avanzando
hacia mí, clavó sus puños en sus caderas—. Truco numero uno: tu
pequeño
numerito sexy —comenzó, moviendo sus manos por mi vestido—. Truco
numero
dos: le harás ojitos a Gaston cada vez que mire en tu dirección.
Truco número tres:
serás amable y aduladora cuando la manada de chicos se coloquen a
tu
alrededor para volverlo loco. —Holly no debe haber experimentado
la ira de
Gaston si pensaba que algún chico en el estado intentaría
conquistarme con Gaston
en la misma habitación—. Y truco número cuatro… —Movió sus cejas—,
Mery
se acerca a él, tú con tranquilidad deslizas esas bragas en su
mano y te alejas.
Para ser una locura, tenía mucho sentido.
Esperó mientras lo procesaba en mi mente. Finalmente, aceptando
que
había pensado en esto y cualquier plan era mejor que ninguno,
levanté mi
vestido y bajé mi ropa interior por mis piernas. Gracias a Dios
que había elegido
un minúsculo par de encaje que volvería loco a Gaston.
Haciéndola una bola en mi puño, la sostuve frente a ella.
—¿Y donde se supone que voy a guardarlas mientras espero el
momento
perfecto para ponerla en su mano?
Ella no había pensado en todo.
Poniendo los ojos en blanco como si no me enterara de nada, la
sacó de
mi mano y las metió entre mi escote.
—Ahí —dijo, palmeando mis pechos—. Lista para salir.
—Me alegro de que estés aquí, Holly… —dije, pasando los dedos por
mi
cabello e intentando eso de coquetear y provocar de lo que ella
era tan
fanática—, para volverme paranoica por estar a punto de perder a
mi novio por
las que son como Mery.
—Eso no es lo que estoy diciendo, rochi—dijo pareciendo
ofendida—. Sé lo que siente Gaston por ti. Esa clase de loco amor
es profundo,
nena. No irá a ninguna parte. —Abriendo la puerta de Gaston, me
hizo gestos hacia
afuera—. No es de él de quién estoy preocupada. Es de esa perra.
Ese tipo de
mujer ha hecho un arte de manipular a los hombres antes de que
siquiera sepan
cómo sus pantalones terminaron alrededor de sus tobillos. Son
peligrosas, mientras
más pronto le muestres que no pondrá sus garras en las espaldas de
tu hombre,
más pronto podrá avanzar a la siguiente pareja que quiera separar.
Tomé aliento. Iba a necesitarlo.
—Bien, hagamos esto.
—Ese es el espíritu —dijo, dándole una palmada a mi trasero
mientras la
pasaba—. Hora de volver loco a Gaston.
La música comenzó a vibrar mientras pasábamos por el pasillo. Por
supuesto
era algún hip-hop malo el que vibraba en las tablas del suelo.
—Sé que hay una vena de diva en ti, rochi —dijo Holly mientras
rodeábamos
la esquina a las escaleras—. Pero esta noche, necesito que dejes
salir a esa diva.
Dejarla ser todo lo que pueda. ¿Entendido?
—Entendido —dije, inspeccionando la habitación que ya se hallaba
dos
veces en su máxima capacidad y el equipo de futbol no había
llegado siquiera.
Serpenteando nuestro camino a través de la inundación de cuerpos,
vi que
el improvisado cambio de imagen de Holly era efectivo. Cada hombre
a unos
pocos cuerpos de radio se giró para mirarnos mientras nos
deslizábamos.
—¡Oye, idiota! —gritó Holly detrás de mí—. ¡Mantén tus manos para
ti a
menos que quieras que te las corte mientras duermes!
El infractor levantó sus manos y se alejó.
Así que tal vez había sido un poco demasiado efectiva.
—¡Esto está bien! —gritó sobre la música, tomando mi brazo y
deteniéndome—. La primera cosa que Gaston verá es a ti cuando pase
por esa
puerta.
—Realmente lo has pensado —dije, diciéndome que el tipo de detrás
de mí
no se rozaba a propósito contra mí.
—Localización, localización, localización —citó alisando mi
vestido antes de
levantar más mis pechos.
La boca del tipo de detrás de Holly cayó.
—Detente —demandé, alejando sus manos que ahora moldeaban mis
pechos en su posición.
—Bien —dijo, dándoles un toque final—. Sólo recuerda. La diva para
acabar
con todas las divas. Y desliza esas bragas en su mano a la primera
que Mery intente
algo.
Asentí con entendimiento. Diva, diva, diva. Piensa como una diva,
actúa
como una diva. Diva es un estado mental. Mi ánimo mental no me
ayudaba, así
que decidí poner la teoría diva en práctica.
Girándome al tipo que todavía se frotaba contra mí, puse una media
sonrisa en su lugar. Levantando mi mirada a través de las
pestañas, vi que había
atrapado su atención.
—Que calor que hace aquí —dije lenta y un poco sugestivamente.
Los ojos del chico frotándose se ensancharon; casi pude ver el
pulso
acelerarse en su cuello.
—Sí que lo hace —replicó, moviéndose más cerca y apoyando una mano
en mi lado.
—Podría usar algo para enfriarme.
Crucé un brazo sobre mi estómago, rozando la otra mano arriba y
abajo
por mi otro brazo. Las esquinas de sus ojos miraron a mis dedos
acariciando mi
piel.
Mojando sus labios, se acercó. Lo bastante cerca para saber que
yo…
ejem, había logrado el objetivo.
—Creo que acepto el desafío —dijo con la comisura de su boca
curvándose.
—Oye, señor súper-ansioso —intervino Holly—. Se refiere a una
bebida. Una
fría.
Sacudiendo la cabeza, aclaró su garganta y se alejó un paso.
—Oh, sí —dijo él—. Claro. Lo pillo. —Lanzando una mirada lujuriosa
en mi
dirección, comenzó a pasar a través de la multitud, dirigiéndose a
la cocina.
—Eres lo suficientemente lista para saber que no debes beber nada
que te
dé, ¿cierto? —dijo Holly mientras mirábamos avanzar al chico.
—Sí —repliqué, sacudiendo la cabeza—. ¿Cómo estuvo eso de diva?
—Eres una natural —dijo, codeándome—. Continúa con el buen
trabajo.
La música dio paso a una brusca pausa, en un santiamén el silencio
saturó
la habitación antes de que algunos de los primeros acordes de Eye of the Tiger
hicieran que la habitación se estremeciera. Todos aclamaron a los
vencedores,
porque si la canción no los había delatado, el ruido que había
comenzado
afuera y que estaba abriéndose paso hacia adentro había hecho el
trabajo.
—Hora del espectáculo —dijo Holly, codeándome.
—¿Podrías parar con los codos? —le susurré—. Voy a parecer un
dálmata
morado para cuando te vayas mañana.
—Oh, échale un par —murmuró, enfocándose en la puerta delantera
cuando se abrió de golpe—. Diva —agregó.
—Malcriada.
—Ooooh. Enfádate —rió socarrona, codeándome de nuevo.
Esta vez, esquivé su pequeño codo huesudo. El pateador, Augusto o Agustin,
fue el
primero que atravesó la puerta, con una de las animadoras, sin
duda su Hermana
Espiritual, colgando de su codo. Justo detrás del pateador llamado
K, vino Peter,
con una rubita saltarina en su brazo.
Los jugadores nunca habían llegado en este estilo antes; Gaston
normalmente
sólo entraba por la puerta primero, gritando alguna obscenidad,
antes de
lanzarme sobre su hombro y encontrar algún punto silencioso donde
poder estar
solos.
Sabía exactamente qué y de quién era la responsabilidad por el
cambio en
la entrada. El quién, Mery. El qué, ser una perra.
—Todo bien, rochi, ponte en posición —dijo Holly, arrastrándome al
frente
de la puerta—. Esta chica está saliendo de las rejas promiscuas.
—No jodas —dije, sacudiendo la cabeza mientras el desfile
continuaba. No
estaba conteniendo la respiración por Gaston; sabía que ella
guardaba su entrada
para el gran final.
—Aquí, apoya tu cadera en esto —ordenó Holly, moviéndome de lado
hasta que me encontraba apoyada en una vieja mesita sofá dañada
por el
agua.
De pie, frente de mí, posicionó mi cadera donde la quería y luego
tomó mi
mano.
—Mano en la cadera, pies cruzados en los tobillos. —Se agachó,
ajustándolos. Volviendo arriba, su mirada encontró la mía en un
endurecido
grado de seriedad—. Cuando él entre y sus ojos caigan en ti,
quiero que tus ojos
emanen inocencia. Y quiero que tu boca se abra sólo un poco, justo
como lo
hace durante un orgasmo. —Apoyando sus manos en mis hombros, me
niveló con
una mirada más—. ¿Entendido?
—¿Claro? —respondí, porque no había tiempo para una aclaración.
Podía
ver la cima de la cabeza rapada de Gaston subiendo por las
escaleras delanteras.
Una cabeza de brillante cabello, unos bamboleantes centímetros
detrás
de ella.
—Pon un clavo en el ataúd de esa perra —dijo Holly, llevando su
puño
dentro de su mano antes de desaparecer en la multitud.
Aún oscurecido por una masa de cuerpos, Gaston entrando en una
habitación hacía que mi corazón se acelerara. Aún con una fantasía
masculina
pegada en su brazo, hacía que mis piernas se debilitaran.
Como había esperado, Mery lucía radiante como si estuviera
caminando por el escenario de miss América. Sería un honor agregar
algunas
lágrimas a sus ojos si no soltara su agarre en el brazo de Gaston.
Saltando en la habitación como si fuera la atracción estrella,
saludó a la
multitud mientras el coro resonaba a través de la habitación.
Vestía un simple y
corto vestido turquesa que casi hacía que su piel brillara con su
bronceado.
La multitud coreaba—: dal-mau dal-mau. —Y mi corazón latía dos
veces por cada sílaba. Él se había cambiado a una camiseta que se
ajustaba
cómodamente y unos vaqueros oscuros que colgaban de sus caderas,
terminándolo con su usado par de Converse.
A casi un año de estar juntos, el hombre todavía podía hacer que
mi
estómago se apretara con sólo mirarlo.
Mientras Gaston y Mery se abrían paso a través de la multitud,
ésta
comenzó a separarse, abriéndose donde yo estaba apoyada contra la
destartalada mesa sofá, mano en mi cadera, ojos y boca listos para
llevar a cabo
sus órdenes cuando mirara en mi dirección. Holly no pudo haberme
puesto en un
lugar mejor.
Los ojos de Mery aterrizaron en mí primero y su rostro se volvió
una sonrisa
de suficiencia mientras su brazo se curvaba más en el antebrazo
musculoso de
Gaston.
Pero no me desvié del plan, resistiendo la urgencia de sonreírle
de vuelta, y
mi fuerza de voluntad valió la pena. La mirada de Gaston no sólo
se giró hacia a mí,
derrapó en mí. Deteniéndose en su camino, me sostuvo con sus ojos.
Ni siquiera
pestañeó.
—Caray —articuló, recorriendo mi cuerpo con sus ojos.
Inhalando por la nariz, empujé pasando por los músculos
apretándose más
fuerte en mi estómago sólo por la manera en que me miraba.
Abriendo mis ojos
más aún, pestañeé lentamente, infundiendo tanta inocencia como
fuera capaz
en ellos. Entonces, mordiendo mi labio sugestivamente, separé mis
labios justo
como imaginé que Holly hubiera querido.
Gaston podía tambalearse en el sitio.
El ceño fruncido de Mery se hizo más profundo, pareciendo una
extraña
forma de atrocidad.
Le debía mucho a Holly.
Alejándose del agarre de muerte de Mery, cortó a través del resto
de la
habitación hacia mí.
Mery golpeó sus manos en sus caderas, luciendo como a un temblor
de
explotar. Era una visión hermosa.
Aún más era la que me sonreía abiertamente mientras pasaba al
resto de la
multitud, moviéndose tan rápido como podía. Quedándose frente a
mí, sus ojos
eran piscinas revueltas de plateado.
—Demonios, Rochi —dijo, sonando sin aliento, apreciándome con sus
ojos
de nuevo. Mirándome con la emoción y anticipación de desenvolver
un regalo.
No tenía palabras para el hombre frente a mí, adorándome como él
lo
hacía. Apoyando mis manos sobre su pecho, me presioné contra él.
Su boca se
separó con una sorprendida inhalación. Los tacones sirvieron de
tal modo que no
tuve que ponerme de puntillas cuando aplasté mis labios con los
suyos. Mi boca
era implacable contra la suya, acariciando, succionando y
aplastando sus labios
como si todo lo que nos quedara en la vida fuera este momento.
Después de que su sorpresa pasara, sus manos bajaron a su lugar
sobre mis
caderas, amasándolas con una urgencia que apretaba los músculos de
mis
muslos. Para este momento en nuestra sesión de besuqueo pública,
la multitud
había empezado a hacer ruido y cuando la mano de Gaston pasó
alrededor hasta
mi trasero, enterrándose en la piel de ahí atrás, comenzaron a
gritar.
Mi respiración se volvió irregular, la cantidad que era capaz de
manejar en
este estado de torsión de lenguas era baja. Recorriendo su cuello
con mis manos
para acunar su rostro, lo alejé. Levantando la mirada a esos
hambrientos ojos,
sintiendo la calidez de su respiración soplando en mi rostro,
sonreí.
—Buen partido.

Dale Rochiii con todo no más. Holly me cae demasiado bien jajaja
ResponderEliminar