sábado, 10 de mayo de 2014

Corazones latiendo, capitulo 24

24
Gaston
soy como James Bond sin el acento Británico —le dije a Nicolas
a través del teléfono esa noche.
—Sí, eres un típico 007. Dime, Goldfinger, ¿es el mundo
suficiente para ti?
—Solo se vive una vez, Octopussy.
—Gaston Dalmau, el hombre con la pistola de oro.
—He decidido morir otro día.
—No tengo nada. —Maldijo Nicolas—. Demonios, ¿cómo es que me
vences en el juego de las películas todas las veces?
—Lo siento, ¿no tienes toda la referencia de 007? Soy locamente
fenomenal.
Nicolas suspiró.
—Bien. Dime qué te hace como James Bond, y apúrate. Eugenia ha
estado rogándome para que la lleve al centro comercial a
comprarte un regalo por tu cumpleaños.
—Dile que nada rosa, me hace ver pálido.
—Anotado. Ahora habla, Dr. No, antes de que te corte.
Asentí con apreciación, incluso cuando él no podía verme.
—Había olvidado por completo al Dr. No, buena esa. Sigues
perdiendo, pero igual fue una buena. En fin... —Moví mi guitarra y me
recosté sobre la cama—. Saqué a todos fuera de la casa sin que
ningún paparazzi los viera.
—¿Cómo hiciste eso?
—Magia.
Silencio.
—¿Qué, usaste tu varita mágica?
—Gracioso. No, mi cerebro. ¿Sabes todas las botellas que nuestro
publicista mandó de parte de la agencia de grabaciones y todos los
demás?
—¿Si...?
Reí.
—Digamos que tuvimos un montón de reporteros felices en nuestra
puerta delantera. Les di gratis toda la mierda y ellos se congregaron.
Di autógrafos y el resto del grupo salió por la puerta trasera y por la
calle de abajo. Camilo condujo los autos uno a uno hasta la cuadra de
abajo hasta que todos tuvieron sus autos y ninguna foto.
—Guau, brillante Gaston, y sin drogas o tu varita mágica. Estoy
impresionado.
—Vivo para impresionar a mi hermano mayor.
—Y a Eugenia —interrumpió Nicolas—. No olvides a Eugenia.
—¿Estoy en altavoz?
—¿Por qué no puedo comprarte algo rosado, Gaston? Recuerda la
camisa rosa que te di en...
—No, he bloqueado eso de mi memoria,
Casi me golpean cuando llevé esa camisa rosa. Nada rosa, Eugenia.
Nada de color pastel. Dame un regalo de hombre. Es mi cumpleaños
19, creo que me lo merezco.
—Está bien —gruñó—. ¿Nicolas, estás listo?
—Tengo que correr, hermano. Es hora de que entre en el Quantum
del sol de Eugenia.
—¿Ah? —dijo Eugenia mientras Nicolas y yo estallábamos de la risa.
—Algunas cosas son solo para nuestros ojos, Eugenia —dije, luego colgué.
Demonios, extrañaba a mi hermano algunas veces.
Miré mi teléfono. Quería llamar a Rochi demasiado. Mis dedos
corrieron a través de su número.
¿Debería? ¿No debería? Algo me golpeó y me sacó de mi miseria.
Por alguna razón sentí que ella necesitaba su espacio hoy, después
de todo lo que había pasado. Todo lucía como si ella estuviera
distante.
Tratando de distraerme, corrí escaleras abajo y saqué una refresco
de la nevera. Prendí la televisión y salté en el sillón, causando
suficiente aire para mover los papeles que el grupo había dejado
sobre la mesa de café.
Maldiciendo, me lancé a recogerlos cuando vi un nombre.
Pablo.
Pensando que era el de Rochi, lo recogí.
No era el de Rochi.
Oh Dios, pensé que iba a enfermar. No podía ser el de Rochi; no
había forma de que lo fuera. Parte de mi deseaba que lo fuera.
Necesitaba alejar la mirada. Necesitaba tirar el papel lejos y
pretender que no había visto eso, pero lo hice. Lo vi todo.

“Querido Pablo, estoy arrepentida por nunca haberte dicho lo del bebe・
Solo que se sentia como que nunca era un buen momento, y tú
estabas tan feliz con Rochi. No lo podia hacer. Trate・muchas veces.
La noche antes de que murieses, incluso fui a tu casa. Tenia este gran
discurso preparado. Tenia ya algunos meses y sabia que iba a
comenzar a notarse. Todavia no le habia dicho a Aaron que era tuyo,
pero sabia que necesitaba decírtelo primero. Recuerdo que toque・el
timbre de tu casa y despues escuche・risas. Era ella. Era Rochi, y
pense・ ソpor que・arruinarle su vida por mi error?
Estaba borracha, t・estabas borracho. Eso no significa・nada, y yo
estaba tan cansada de llorar. De traer a otros abajo conmigo.
Asi・que me fui. Recuerdo tu rostro confundido cuando abriste la
puerta. Rochi vino rebotando justo detras de ti, t・la rodeaste con
tus brazos y la besaste, y supe que habia tomado una buena decision.
Al dia siguiente comence・a sangrar. Era como si el bebe・rechazara
vivir en mi interior. ソEra eso porque era una persona horrible por no
decirle a su papa・ Nunca tuve la oportunidad, pense・ Porque el mismo
dia que nuestro bebe・murio・ tu・perdiste tu vida tambien. Me
arrepiento de no haberte dicho que eras su padre, solo porque pienso
que hubieses sido un gran padre, y porque eras una gran persona por
dentro y por fuera. Se・que no quisiste engañarla. Ustedes habian
estado juntos por un tiempo. Eran inseparables. El alcohol encontró
una manera de jodernos, ソverdad? Supongo que lo que estoy
tratando de decir es que lo siento. Pero estoy muy contenta de que
nuestro bebe este・en el cielo, contigo. Me siento bien porque tu・pudiste
ser un padre, incluso cuando yo perdi・la oportunidad de ser una
madre.
Lo siento, Pablo...
Holly.”
¡Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda! Lancé mi mano contra la
mesa, causando un dolor que se deslizó de mi palma a mi hombro
Después de maldecir por alrededor de cinco minutos más, tomé los
pedazos de papel y corrí a la puerta de al lado. Dejé mi alma ahí, me
refiero, solo lo hacía cuando Eugenia estaba en casa, pero nunca era
una emergencia.
Caí en la puerta de la oficina de la Dra. Murray.
—Tengo que hablar con usted. ¡Ahora! —Me iba a volver loco si ella
no abría la puerta ahora...
—¿Gaston? Estoy justo por terminar con otro cliente. ¿Por qué no te
sientas en el sillón? —Sus ojos me apuntaron mientras se daba cuenta
de mi cara de pánico—. No hagas nada estúpido. Solo siéntate y
cálmate, ¿de acuerdo?
—Seguro —dije, tembloroso. No me podía sentar. Caminé en la sala
por los siguientes diez minutos, alternando entre maldecir y querer
aplastar mi propia cara contra la pared.
Finalmente la puerta de la Dra. Murray se abrió. Y solo porque estaba
viviendo mi propia versión del infierno, no me pareció impactante
que Holly fuera la chica saliendo de la oficina.
Llorando.
Ella me miró y luego los papeles en mi mano. Traté de esconderlos,
en cambio me congelé. Ella se congeló también. No estaba seguro
de quién estaba más impactado, ella o yo.
—¿Lo sabes?
—No —mentí.
—Estás mintiendo.
Tragué y bajé la mirada. No podía incluso mirarla a los ojos.
—No quise leerlo. Estaba ordenando los papeles, y se cayó y vi el
nombre... lo siento. —Mi voz se quebró.
Holly suspiró y caminó hacia mí.
—Tal vez es bueno que tú lo sepas.
—¿Cómo va a ser bueno que lo sepa? ¿Cómo demonios va a ser eso
bueno? —Estaba temblando de nuevo. Demonios, que no daría por
un trago o por alguien que me disparara y me sacara de esta
miseria.
—Por lo menos sabes por qué he esperado tanto tiempo para decirle
a Aaron, y por qué la muerte de Pablo me afectó tanto. Se siente
bien decírselo a alguien más. Ahora cuatro personas lo saben. Tú,
Vicco, la Dra. Murray y Aaron.
Sabía hacia donde iba esto. Di un paso atrás, pero ella dio un paso
adelante justo al mismo tiempo.
—No puedo decirle, no estoy lista.
No era capaz de encontrar mi voz.
Los ojos de Holly se llenaron de lágrimas.
—¿Qué bien haría de cualquier manera? No puedo hacerla
recordarlo como alguien infiel. Es lo suficientemente malo que Vicco lo
sepa. Además, Pablo la amó. Eso fue un error. No puedo hacerle eso
a su recuerdo.
—Él está muerto —grité, perdiendo completamente mi calma. Holly
retrocedió—-. ¡Él está jodidamente muerto, y todos pretenden que
fue una clase de héroe, algún santo! ¡Ella merece saber qué hizo él,
qué le hizo a ambas! Él debió haberte cuidado. No debió haber
estado en una fiesta cuando tenía una novia, y seguro como el
infierno, no debió haber bebido si estaba tentado por otra chica.
—Lo sé. —Las mejillas de Holly temblaron—. Lo sé y tú lo sabes. Pero
por favor, solo por favor, no le digas a ella aún. Se suponía que tú no
verías eso.
Mordí mi labio para evitar maldecir de nuevo y tomé dos
respiraciones profundas.
—Pero ahí está el problema, Holly. Lo hice y ahora me siento
atrapado. No puedo traicionar tus confesiones como líder de grupo,
pero cada vez que la vea voy a sentir como que no puedo verla a la
cara sin sentir que la estoy traicionando a ella.
—Se lo diré. —Holly estiró su columna y respiró—. Solo dame un poco
de tiempo, ¿de acuerdo? Te prometo que se lo diré pronto.
—Prométemelo. Mírame a los ojos y promételo. —Holly ni siquiera
parpadeó. Ella me miró y asintió.
—Lo prometo.
Exhalé. Ni todo el caramelo del mundo podría sacarme del estrés
que sentía en este punto. Patético, pero tenía que ir a correr o algo.
Sacar toda esta mierda de mi pecho. Levanté la mirada para ver a
Holly irse y a la Dra. Murray parada frente a su puerta.
—¿Cuánto escuchó? —pregunté.
—Todo.
—¿Qué hago?
—No puedo decirte eso.
Me quebré. Podía contar con los dedos de mi mano derecha las
veces que me había quebrado en mi vida, en las que había llorado y
no ayudaba en lo absoluto que solo quisiera meterme debajo de
una roca y morir. Mi corazón estaba destrozado, y ahí no había nada
que la Dra. Murray pudiera hacer, nada que yo pudiera hacer, nada
que las drogas pudieran hacer para detenerlo. No, esta era la vida,
pura y cruda. Y por mucho que quisiera olvidarlo, por lo menos
estaba vivo mientras ese bastardo estaba muerto.
La Dra. Murray no dijo nada más. Solo me sostuvo en sus brazos. No
estaba ni siquiera llorando. Estaba demasiado molesto, muy
destrozado para llorar. Quería romper algo, romperlo a él.
Haría cualquier cosa para alejar el dolor. Porque sabía que no había
manera de que pudiera mantener esto lejos de Rochi. Le daría a
Holly algo de tiempo, pero si ella nunca decía nada, lo haría yo. Y
sabía que en el minuto que lo hiciera, la confianza de Rochi por
cualquier tipo saldría disparada por la ventana.
¿No me había dicho que ella no podía sentir por un hombre? ¿Que
estaba asustada de perder a alguien? ¿Cómo demonios esperaba
que ella pudiera manejar mi vida? ¿Mi fama? ¿Con chicas
alrededor? Es decir, podría decirle hasta que me ponga azul que la
amo, pero los recuerdos de Pablo constantemente la inundarían.
Mierda. Justo cuando sentía como que la estaba ayudando a
superar al tipo había otra roca arrojada en el desastre. Era como si él
estuviera intentando mantenerla lejos de mí, incluso cuando estaba
muerto. Odiaba la persona en la que él me había convertido.
Estaba diciendo odio y horrible demasiado estos días.
Cuando paré de temblar, la Sra. Murray me dijo:
—Dale tiempo a Holly.
—Y mientras, ¿qué? ¿Pretendo que mi corazón no está
dementemente roto?
—No —dijo calmadamente—. Mientras, tú haces lo correcto.
—¿Qué tal si haciendo lo correcto lo pierdo todo?
—Esto no es sobre ti, Gaston.
—No. —Sacudí mi cabeza—. Es sobre la mujer de la que me
enamoré. La chica de los caramelos. La realmente
hermosa chica que debo dejar ir, pero no puedo porque robó mi
corazón. Un corazón que no pediría nunca de regreso, porque le
pertenece a ella, mi mejor amiga.

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