miércoles, 25 de junio de 2014

Corazones latiendo, capitulo 33

33
Rochi
el zumbido de mi teléfono me despertó de un largo sueño. Estire
mi mano a mi lado esperando tocar a Gaston, pero él se había
ido.
El rechazo me inundó otra vez. Era seguro decir que había pasado la
fase de ira y me dirigía a las profundidades de la depresión. Mi
teléfono se apagó otra vez.
Lo encontré en la mesa de luz. Cuando mis ojos se ajustaron noté
que era de Gaston.
Ya que estaba deshidratada por haber llorado toda la noche, no creí
que me quedara humedad en mi cuerpo, pero, maravillosamente,
una cálida lágrima se deslizó por mi mejilla hasta mi teléfono cuando
vi su mensaje.
Estúpida cubeta de caramelos. Debería esconderla. Eso lo
enloquecería.
No pude responder, no aun. Todo estaba fresco en mi mente.
Caminé lentamente hacia el baño y comencé a ducharme,
reproduciendo todo el drama del día anterior en mi cabeza.
Después de mi ducha, bajé por las escaleras y comencé a llenarme
un tazón de cereales, cuando sonó el timbre.
Sabía que lo más probable era que mis padres ya estuvieran en la
tienda. Arrastré los pies hasta la puerta y la abrí.
Holly estaba esperando del otro lado. Sus ojos estaban rojos y aún
estaba usando las mismas ropas de la noche anterior. Y yo que creí
haber tenido un mal momento… al menos yo había tomado una
ducha.
—¿Puedo entrar? —preguntó muy despacio—. Sé que
probablemente me odias, pero realmente necesito hablar contigo
sobre todo lo que sucedió.
No estaba segura de querer oír todos los detalles. Es decir,
técnicamente estaba más molesta con Pablo que con ella, y el
pobre Gaston de alguna manera había caído justo en el centro del
drama de nuestra pequeña ciudad, pero aun así. Estaba tan
cansada de luchar contra todo. Abrí más la puerta y la dejé entrar.
Caminamos en silencio hacia el salón y nos sentamos en el sofá.
—Tu casa es linda. —Holly apretó sus manos en su regazo. Sabía que
estaba nerviosa porque ya había hecho un comentario sobre mi
casa el día anterior cuando me ayudó a prepararme para la fiesta
de Gaston. Dios, eso se sintió como hace un montón de tiempo. Sus
ojos se cerraron y cuando los volvió a abrir supe que probablemente
esto era más difícil de hacer para ella que para mí. Después de todo,
ella cargo con esta carga desde la muerte de Pablo.
—Estaba tan enojada con Aaron esa noche. Habíamos estado
peleando de nuevo por algo estúpido. Raro, ¿cierto? Ni siquiera
puedo recordar por qué estábamos peleando. ¿Que fue tan
importante que sentí la necesidad de tirar mi vida a la basura en un
lapso de diez minutos?
Trague la emoción en mi garganta y tome su mano.
—Siempre estábamos en las mismas fiestas. No éramos exactamente
amigos, pero no era nada secreto lo mucho que le gustabas, Rochi.
Esa noche, él había bebido mucho. Es decir, todos lo hicimos. No
necesitas los detalles. Solo quiero que sepas que estoy bastante
segura que si le preguntabas su nombre en ese momento, no hubiera
podido decirte nada. Estaba ebrio. Él decía tu nombre todo el
tiempo cuando todo terminó. Traté de consolarlo, pero miraba su
teléfono, miraba la foto de ustedes dos.
—Me llamó —dije con voz ronca—. Para que lo fuera a buscar.
—Lo sé. —Holly sonrió—. Lo vi tropezar hasta afuera y esperarte.
Estaba demasiado ebria como para recordar mucho, pero la mirada
en su rostro nunca la olvidare. Él te amaba, Rochi.
Suspiré.
—¿El verdadero amor engaña?
Holly se quedó en silencio por un minuto.
—Honestamente, no lo sé.
—Él quería un para siempre, pero a veces me preguntaba si yo era
suficiente para encajar en su visión de la vida.
Holly limpió una lágrima.
—Debería habértelo dicho. Es solo que después de todo lo que
sucedió… perdí al bebe el mismo día que lo perdimos a él. Yo solo…
quería olvidarme de todo, Rochi. ¿Puedes entenderlo? Me sentía tan
horrible y lo llevaba a todos lados conmigo. Yo solo… no lo sé. Al final
fui egoísta y tuve miedo de perder también a Aaron.
—Hablando de Aaron, ¿él sabe quién es ahora?
Holly asintió.
—Se lo dije hace unos días. Estuvo molesto, diciendo lo menos. No
dijo nada. Solo cerró la puerta de nuestro departamento y no regresó
hasta las dos de la madrugada.
—Lo siento, Holly.
Ella sonrió tristemente.
—No deberías ser la que se disculpa.
Incluso aunque sabía que ella estaba allí para disculparse conmigo,
aun me sentía como que había hecho algo mal. Es decir, ¿yo estaba
tan destrozada que la gente tenía que esconderme la verdad sin
importar lo que les costaba?
—Él era, o es un gran líder de grupo, pero es un amigo mucho mejor,
Rochi. Gaston lo descubrió y me rogó inmediatamente que te lo
dijera, yo le pedí que lo guardara en secreto. Me lo concedió, como
líder del grupo firmó un contrato sobre esa amabilidad, ¿recuerdas la
orden de silencio?
Una luz se encendió en mi cabeza. Por supuesto que lo recordaba.
En el momento creí que era para proteger al infame Gaston. Es raro
como término protegiendo a Holly, y al final, a mí.
—¿Alguna vez podrás perdonarme? —Holly comenzó a llorar, sus
hombres se sacudían con la emoción.
—Holly… —Sentí a mi propia voz temblar—. Está en el pasado. Lo que
está hecho, hecho está. Sigo sorprendida, así que me tomará un
tiempo superarlo, pero, honestamente, al no perdonarte me lastimo,
y al final, al chico que amo.
—¿Pablo?
Sacudí mi cabeza.
—Gaston.
—Deberías ir a hablar con él —me alentó.
—Planeaba hacerlo.
—Te dejaré para que lo hagas. —Ella palmeó mi mano y me
abrazó—. Gracias Rochi, por todo.
Observe a Holly irse. Una nueva sensación de calma me inundó.
Gaston me escondió algo, pero al mismo tiempo no era como si
hubiera podido decírmelo. Era el líder del grupo, después de todo.
Cuando realmente pensaba en eso, estaba más avergonzada que
lastimada.
Vicco lo supo todo el tiempo y no me lo dijo. Eso apestaba. No solo
todos mis amigos me abandonaron, si no que sabían lo que estaba
haciendo Pablo y no hicieron nada para detenerlo o protegerme.
Y luego lo supe.
La única persona a la que realmente le interesaba mi bienestar era
Gaston. Y le tiré algo en el rostro.
No sabía que decir, pero por alguna razón sentí que estaba a punto
de descubrir algo muy importante. Quizás era el cansancio pero
sabía que si veía a Gaston me sentiría mejor.
Quise sorprenderlo con café. Era lo menos que podía hacer después
de mantenerlo despierto la mitad de la noche y agredirlo. Gemí al
recordarlo.
Tirando mi bolso dentro del auto, le envié un mensaje rápidamente a
Eugenia y le pregunté si Gaston estaba trabajando hoy.
S・& sta my malumordo. Tn qidado!
Él tomaba el turno de la tarde usualmente. Ya era el mediodía.
Conduje rápidamente a través de la ciudad hacia el supermercado
Safeway donde está ubicado nuestro único Starbucks.
Tristemente, ni siquiera sabía que tomaba él, pero supuse que para
cualquier alcohólico o drogadicto en recuperación debía ser algo
dulce. Es decir, él comía caramelos como si fuera a pasar de moda.
Ordene dos macchiatos con caramelo y volví a Seaside Taffy. El auto
chillo al detenerse cuando presioné el freno junto al edificio. Su
esquina usual estaba vacía. Confundida, entré a la tienda, con los
cafés en la mano.
—Este, ¿Gaston está trabajando hoy? —le pregunté al chico en el
mostrador.
—Eh, ¡eres Rochi! —Parecía orgulloso de saber mi nombre. Yo creí
que fue más espeluznante que otra cosa—. Soy Evan. Estaba en la
fiesta… —Sus palabras fueron muriendo mientras tosía
incómodamente y alejaba la mirada.
—Correcto. —Traté de ignorar el calor en mis mejillas—. Necesito ver
a Gaston. Es muy importante.
Evan se encogió de hombros.
—El jefe le dio el día libre. Dijo algo sobre que Gaston asustaba a los
clientes.
Algo andaba mal. No sé cómo lo supe, pero algo no se sentía bien. El
pelo detrás de mis brazos se erizó. Temblando, me aleje y luego traté
de salir corriendo de la tienda. Cuando llegué a mi auto, saqué mi
teléfono y llamé a Gaston.
Fue directamente al correo de voz.
—¡Responde! —Llamé de nuevo.
Lo mismo.
Desesperada, marqué el número de Eugenia y esperé que respondiera.
—¿Qué pasa?
—¿Sabes dónde está Gaston? —Jadeé, abriendo mi auto y dejando
el café cuidadosamente en los posavasos para que no se derramen.
—¿No está en el trabajo? —pregunto Eugenia, confundida—. Espera,
déjame preguntarle a Nicolas.
Eugenia le gritó a Nicolas. Oí voces apagadas, y luego Nicolas me contestó.
—¿Rochi?
—Sí, estoy buscando a Gaston.
Nicolas maldijo.
—Bueno, allí va la sorpresa.
—¿Eh?
—No importa. Fue a Canon Beach para buscar algo para ti, dijo que
te animaría o algo así. No lo sé. De todas formas, se fue hace quince
minutos.
—Gracias.
Colgué el teléfono. ¿Debería ir a casa? ¿Debería perseguirlo?
Apagué el auto y caminé hacia la tienda de mis padres. Quizás mi
papá podría disfrutar el café que compré.
La puerta sonó cuando entre.
—¡Allí estas! —anunció mi papá como si me hubiera perdido.
Le sonreí débilmente.
—¡Deberías tener una sonrisa más grande en tu rostro después de lo
que ese chico está haciendo por ti!
—¿Eh?
—Ese chico —repitió mi papá como si ese chico fuera el nombre de
Gaston.
—¿Gaston? —pregunté—. ¿Qué está haciendo?
—Buscando tu caramelo favorito.
—No tengo un caramelo favorito… —dije lentamente—. ¿A
menos…? —Durante las vacaciones familiares mis padres me habían
llevado a la tienda de caramelos que tenía los mejores caramelos de
menta que había probado en toda mi vida. Les juré que era el mejor
caramelo del mundo. Cuando me sentía mal, mis padres se ofrecían
a ayudarme a trabajar en la receta para hacer el caramelo de
menta. Nunca supo de la misma forma.
—¿Está yendo a Caramelos Canon Beach?
Mi papá se encogió de hombros.
—No lo sé.
—¿Está yendo? —repetí con más urgencia.
—Sí.
—Papá… —Me paré frente a él—. Tengo que irme, pero sé que
trabajo esta tarde y…
—Ve, creo que puedo manejar mi propia tienda.
Corrí hacia al auto y salté dentro. En el momento que encendí el
auto, me congele. ¿Qué estaba haciendo? ¿No había conducido
tan lejos desde el accidente? ¿Por qué lo perseguía?
La urgencia me inundó. Podía hacer esto. Tenía que verlo, tenía que
hablar con él.
Él necesitaba saber que también lo amaba. Que aunque dolía, lo
quería en mi vida.
Un miedo familiar me plagó mientras salía de la autopista principal
y comenzaba a dirigirme por la Autopista.
Los autos me pasaban ya que mi auto aún no había aumentado la
velocidad. Pero trataba de tener cuidado.
Un kilómetro. Dos kilómetros. Tres kilómetros. No podía dejar de mirar
el marcador de kilómetros. Cuando llegué a diez, sabía que solo
quedaba poco para llegar a la tienda.
Y luego oí el sonido de las sirenas.
Traté de ignorar el pánico en mi corazón. Traté y fallé cuando me
acerqué lentamente a un accidente, un accidente que estaba
literalmente a un kilómetro de distancia de donde Pablo y yo
habíamos tenido uno.
Un Mercedes negro estaba envuelto alrededor del poste de teléfono.
Mi estómago cayó, y la luz que Gaston había encendido en mí,
murió.
Estacioné y observé con absoluto horror mientras ellos dirigían el
tráfico por un carril. No pude moverme. No. Esto no estaba
sucediendo. No. Sacudí mi cabeza. No.
Golpeé el volante con mis manos mientras todo mi cuerpo
comenzaba a convulsionar. Todo se sentía adormecido, pero al
mismo tiempo, aun podía sentir mi corazón mientras golpeaba mi
pecho. Cada latido era como otro recordatorio de que nunca pude
decirle a Gaston como me sentía. Él nunca sabría que el amor que
sentía por él era más grande que el que sentí por Pablo, más grande
que todo.
Y ahora se había ido.
Salté del auto rogando que fuera una pesadilla, ¡rezándole a Dios
para que se llevara todo esto! Era yo. Yo merecía morir, no él. ¡Él no!
Era mi culpa. Todo porque creyó que necesitaba animarme. Se
quedó conmigo durante la noche, me sostuvo mientras trataba de
atacarlo.
Y ahora se ha ido.
Mi corazón no pudo soportarlo.
Era imposible. El alma de una persona solo puede soportar tanto
antes de rendirse finalmente, antes de que quisiera morir también.
Tropecé mientras trataba de cruzar la calle, sin importarme que los
autos pasaran a mi lado. Si me chocaban, bien. Por lo menos, estaría
con él. Por lo menos, podría decirle como me sentía.
Un oficial comenzó a gritarme. Pronto sentí unas manos tomar mis
brazos y tirarme contra mi propio auto.
Empujé contra él.
—¿Quién es? ¿De quién es ese auto? —grité.
—Señorita, necesitamos que se quede aquí.
—¡No! —Mi voz se quebró—. Necesito… necesito… —Comencé a
hiperventilar. El oficial me ayudó a sentarme en el suelo y me dijo que
me calmara.
Seguro. Porque decirle a alguien que no puede respirar que se calme
ayuda de algo. Si él no fuera un policía y si yo no estuviera muriendo
de un ataque al corazón lo hubiera golpeado.
Todo el aire pareció haber desaparecido del universo. Lo único que
quedo fue el dolor. Estaba tan cansada de sentir dolor.
—Yo me encargaré de ella —dijo una voz familiar a través de la
bruma de mi asfixia. Jadeé buscando más aire cuando reconocí la
voz. ¿Gaston? Él no dijo otra palabra. Se sentó en el piso frio y
húmedo y me atrajo hacia su cuerpo, poniendo su mano en mi
pecho, susurro en mi oído—: Respira. Solo sígueme, ¿de acuerdo?
Demasiado asustada como para hacer algo, asentí mientras él
respiraba en mi oreja, presionando mi pecho cuando debía exhalar y
soltándome cuando debía inhalar.
Cerré mis ojos ante el flujo de cálidas lágrimas corriendo por mi rostro.
—Te amo. —Jadeé, temblando violentamente entre sus brazos. Listo.
Estaba tan increíblemente cansada de estar triste, de estar
traumada—. Creí… ¡creí que te había sucedido algo! Prométeme,
Gaston. Prométeme que nada nunca te sucederá.
Él suspiro pesadamente en mi oído.
—No puedo. Pero si muero mañana, tienes que saber que te amé
con todo mí ser hoy.

2 comentarios:

  1. me asustaste!! casi habia empezado a llorar!! pense que le habias pasado algo a Gas!! seguii me encanta subi rapido porfaa

    ResponderEliminar
  2. que linda es esta historia, me encanta!!! que susto con gaston pero muy buen final. Que continúe pronto!!

    ResponderEliminar