viernes, 6 de junio de 2014

Mi Nombre es Valery Cap 62



Capitulo 62

 El sábado por la noche, había muchos acontecimientos, pero la lista de invitados de la que todo el mundo quería formar parte era la de una fiesta benéfica que se celebraba en la casa de Peter y Sascha Legrand. Como es lógico, los Ordoñes estaban invitados, y Rama me preguntó si quería ir con él, lo cual no se puede considerar una segunda cita típica.

Yo me había gastado el equivalente de medio mes de sueldo en un vestido blanco de Nicole Miller sin espalda y con cuello de pico que iba ceñido hasta la cadera y luego caía con algo de vuelo hasta el suelo. Era un vestido sexy pero elegante. También me había comprado unas sandalias Stuart Weitzman con apliques de cristal en los tacones y en las tiras de los dedos. «Son los zapatos de Cenicienta», declaró Aleli cuando los vio. Yo me había estirado el pelo hacia atrás, y resplandecía pegado a mi cabeza, y lo llevaba recogido en un moño artístico. Después de aplicarme sombra de ojos, una ligera capa de brillo en los labios y un poco de colorete, contemplé mi reflejo con una mirada crítica. Ninguno de mis pendientes hacía juego con el vestido y necesitaba algo más.

Después de reflexionar unos segundos, entré en la habitación de Aleli, hurgué en su caja de manualidades y encontré una hoja de pegatinas. Cogí una de las más pequeñas, del tamaño de una cabeza de alfiler, y me la coloqué en el borde exterior de uno de mis ojos.

—¿Parece una baratija? —le pregunté a Aleli, quien no paraba de saltar encima de la cama.
Claro que preguntarle a una niña de ocho años si algo está fuera de lugar es como preguntarle a un texano si hay demasiados jalapeños en la salsa. La respuesta es siempre que no.
—¡Está perfecto!
Aleli estaba a punto de entrar en órbita.
—Deja de saltar —la regañé y ella se dejó caer sobre la cama con una mueca.
—¿Volverás aquí esta noche o te quedarás a dormir en la casa de Rama? —preguntó Aleli.
—No estoy segura. —Me senté a su lado, en el borde de la cama—. ¿Te importaría que durmiera allí esta noche?
—¡Oh, no! —exclamó ella con alegría—. La tía Julia me ha dicho que, si duermes allí, podré quedarme levantada hasta tarde y que haremos galletas. Además, si quieres que tu novio te pida que te cases con él, tienes que dormir en su casa para que pueda ver si estás guapa por las mañanas.
—¿Qué? Pero, Aleli, ¿quién te ha dicho eso?
—Lo he pensado yo sola.
La barbilla me tembló debido al esfuerzo que realice por contener la risa.
—Rama no es mi novio, y no intento que me pida que me case con él.
—Creo que deberías hacerlo —contestó ella—. ¿No te gusta, Valeria? Rama es mejor que cualquiera de los otros hombres con los que has salido. Incluso mejor que el que nos trajeba los pepinillos y los quesos de olor raro.
—Nos traía. —Yo observé con atención su rostro pequeño y de expresión seria—. Por lo que parece, Rama te cae muy bien.
—¡Oh, sí! Creo que sería un buen padre para mí, después de que le enseñe unas cuantas cosas más sobre los niños.
Los comentarios de un niño pueden dejarte fuera de combate incluso antes de que te des cuenta. Mi corazón se encogió de culpabilidad, dolor y, todavía peor, de esperanza. Me incliné hacia Aleli y la besé con dulzura.
—No esperes nada, cariño —susurré—. Seremos pacientes y veremos lo que ocurre.


Pedro, Vivian, Julia y su acompañante estaban tomando unos cócteles en el salón antes de salir hacia la fiesta. Cuando salí del ascensor, Ramiro me estaba esperando. Tenía un aspecto impresionante, todo elegancia y testosterona en una combinación impecable de ropa en blanco y negro. Rama llevaba el esmoquin como todo lo demás, con soltura y naturalidad.
Me miró con una leve sonrisa.
—Valeria Gutierrez , pareces una princesa.

Cogió mi mano con delicadeza, se la llevó a los labios y la besó en la palma.
Aquélla no podía ser yo, pues lo que me sucedía estaba muy lejos de lo que había constituido mi realidad hasta entonces. Me sentí como la niña que era en el pasado, con el cabello encrespado y las enormes gafas, mirando a una mujer elegantemente vestida que quería vivir el momento y disfrutarlo, pero que no lo lograba del todo. Y entonces pensé: «¡Qué demonios, no tengo por qué sentirme como una intrusa!»
De una forma deliberada, apoyé mi cuerpo en el de Rama y vi que sus ojos se oscurecían.

—¿Todavía estás enfadado conmigo? —le pregunté.
Él sonrió con arrepentimiento.
Antes, habíamos discutido acerca de las Navidades, que estaban próximas. Todo empezó cuando Rama me preguntó qué quería que me regalara.
—Nada de joyas —respondí de inmediato—. Y nada caro.
—Entonces ¿qué?
—Invítame a una cena agradable.
—De acuerdo. ¿París o Londres?
—No estoy preparada para realizar un viaje contigo.
Rama frunció el ceño.
—¿Qué diferencia hay entre dormir conmigo aquí o hacerlo en un hotel en París?
—Para empezar, una fortuna.
—Eso no tiene nada que ver con el dinero.
—Para mí, sí —respondí compungida—. A ti no te importa porque eres una de esas personas que no tienen que pensar en el dinero, pero yo sí. Y si permitiera que te gastaras tanto dinero en mí, todo se desequilibraría, ¿no lo entiendes?
Rama se enfadó todavía más.
—Vamos a aclarar las cosas. ¿Me estás diciendo que irías a cualquier lugar del mundo conmigo si ambos tuviéramos dinero o si ninguno de los dos lo tuviera?
—Exacto.
—Me parece una estupidez.
—Eso lo dices porque eres tú quien tiene el dinero.
—Entonces, si salieras con un empleado de la empresa de transportes UPS, él podría comprarte lo que quisiera, pero yo no.
—Pues... sí. —Lo miré de una forma seductora—. Pero yo nunca saldría con un empleado de UPS, porque su uniforme no me excita.
Rama no sonrió. Su mirada calculadora me hizo sentir incómoda, y con razón. Yo conocía a Rama lo suficiente para saber que, cuando quería algo, encontraba la forma de superar, rodear o esquivar cualquier obstáculo, lo cual significaba que no descansaría hasta conseguir separar mis pies de clase trabajadora del suelo norteamericano.
—Si lo piensas bien —continué yo—, es bueno que quiera mantener el dinero fuera de esta... esta...
—Relación. Y tú no estás manteniendo el dinero fuera, sino poniéndolo justo en medio.
Intenté mostrarme lo más razonable posible.
—Mira, acabamos de empezar a salir juntos. Lo único que te pido es que no me compres regalos lujosos ni que me invites a viajes caros. —Al ver su expresión, añadí a regañadientes—: Todavía.

Aquella palabra pareció tranquilizarlo un poco, aunque continuó frunciendo los labios.

Pero allí, junto al ascensor y mientras me estrechaba levemente entre sus brazos, percibí que había vuelto a recuperar su autodominio.

—No, no estoy enfadado —contestó con calma—. A los Ordoñes nos gustan los retos.
Yo no sabía por qué, pero su arrogancia, que antes me molestaba mucho, se había convertido en algo sexy para mí. Entonces le sonreí.
—Las cosas no pueden ser siempre como a ti te gustaría, Ramiro.
Él estrechó el abrazo y rozó el lateral de mi pecho con la base de la mano.
—De todos modos, esta noche lo conseguiré —declaró él en un susurro que aceleró el ritmo de mi corazón.
—Es posible —respondí mientras respiraba con rapidez.
Rama deslizó la mano por mi espalda con lentitud, como si estuviera pensando en arrancarme el vestido allí mismo.
—Estoy ansioso porque acabe esta dichosa fiesta.
Yo me eché a reír.
—¡Pero si ni siquiera ha empezado!
Entrecerré los ojos mientras él deslizaba los labios por el lateral de mi garganta.
—Celebraremos nuestra propia fiesta en la limusina.
—¿No...? —Sus labios encontraron una zona sensible y contuve el aliento—. ¿No vamos con Pedro y los demás?
—No, ellos irán en otra limusina. —Rama levantó la cabeza y percibí un destello apasionado en sus ojos—. Solos tú y yo —murmuró—. Detrás de una bonita mampara tintada y con una botella de Perrier Jouet muy fría. ¿Crees que podrás soportarlo?

—¡Vamos allá! —contesté y lo tomé por el brazo.


Continuara...

*Mafe*
@gastochi_a_mil

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