viernes, 20 de junio de 2014

Mi Nombre es Valery Cap 67





Capitulo 67


Gastón me telefoneó aquella misma mañana y nos invitó a Aleli y a mí a montar a caballo el domingo. A mí me encantó su propuesta, pues hacía varios años que no montaba a caballo, pero le dije que Aleli sólo había montado en ponis de ferias y que no sabía montar.

No importa —replicó Gastón con calma—. Enseguida lo cogerá.

Gastón nos recogió en casa de los Ordoñez en un todoterreno enorme y blanco. Aleli y yo lo recibimos en la puerta vestidas con tejanos, botas y chaquetas gruesas. Yo le había contado a Aleli que Gastón era un viejo amigo de la familia, que la conocía de cuando era un bebé y que, de hecho, había acompañado a mamá al hospital el día de su nacimiento.

Julia, quien sentía una curiosidad enorme hacia el hombre misterioso de mi pasado, esperaba en el vestíbulo con nosotras cuando el timbre sonó. Yo abrí la puerta y me divirtió oír murmurar a Julia cuando vio a Gastón a la luz del sol «¡Oh, Dios mío!»

Con el cuerpo alto y fornido de un trabajador de pozo petrolífero, sus increíbles ojos verdes y su sonrisa irresistible, Gastón irradiaba un magnetismo que atraía a cualquier mujer. Gastón recorrió mi cuerpo con una rápida mirada, murmuró un saludo, me besó en la mejilla y se volvió hacia Julia.

Yo los presenté y Gastón le cogió la mano con delicadeza, como si temiera rompérsela. Julia sonrió, se conmovió y representó con toda su alma el papel de refinada anfitriona sureña. En cuanto Gastón desvió la atención hacia otro lado, Julia me lanzó una mirada significativa, como si quisiera decirme: «¿Dónde lo has estado escondiendo?»

Mientras tanto, Gastón se había acuclillado delante de mi hermana.

Aleli, eres incluso más guapa que tu madre. Probablemente no te acuerdes de mí.
Tú nos llevaste al hospital cuando nací —declaró Aleli con timidez.
Exacto, en una vieja camioneta azul y a través de una tormenta que inundó la mitad de Welcome.
¡Ahí es donde vive Tina! —exclamó Aleli—. ¿La conoces?
¿Que si conozco a Tina? —Gastón sonrió abiertamente—. Sí, claro que la conozco. Me he comido más de un par de trozos de pastel de terciopelo rojo en la encimera de su cocina.

Gastón se puso de pie y Aleli, encantada, lo cogió de la mano.

¡Valeria, no me habías dicho que conocía a Tina!
Verlos cogidos de la mano me produjo una intensa emoción.
No he hablado mucho de ti —le dije a Gastón y mi voz me sonó extraña incluso a mí.

Gastón me miró a los ojos y asintió con la cabeza. Sin duda, comprendía que algunas cosas significan demasiado para hablar de ellas.

Bueno —declaró Julia animosa—, marchaos y pasadlo bien. Y ten cuidado con los caballos, Aleli, recuerda lo que te he dicho y no te acerques a las patas traseras.
¡De acuerdo!


Fuimos al centro ecuestre de Silver Bridle, donde los caballos viven mejor que la mayoría de los seres humanos. Gastón lo había organizado todo para que pudiéramos montar los caballos de un amigo suyo, el subió a Aleli en un poni robusto y lo llevó de las riendas mientras daba unas cuantas vueltas al corral. Gastón la elogió y bromeó con ella haciéndola reír y, como yo esperaba, la cautivó por completo.

Hacía un día estupendo para salir a montar, pues era frío y soleado. Gastón y yo pudimos hablar mientras cabalgábamos uno al lado del otro y Aleli lo hacía un poco más adelante con el poni.

La has educado muy bien, cariño —me dijo Gastón—. Tu madre se habría sentido orgullosa.
Eso espero. —Yo contemplé a mi hermana, quien llevaba el pelo recogido en una trenza y atado con una cinta blanca—. Es maravillosa, ¿no crees?
Maravillosa. —Pero Gastón me miraba a mí—. Tina me ha contado las circunstancias por las que has tenido que pasar. Has cargado con un gran peso, ¿no?

Yo me encogí de hombros. En ocasiones, la vida me había resultado difícil, pero mirando hacia atrás, la lucha y las cargas no me parecían tan extraordinarias. ¡Tantas mujeres tenían que enfrentarse a situaciones mucho más duras que las mías!

Lo más duro fue cuando mi madre murió. Creo que no dormí una noche entera durante dos años. Trabajaba, estudiaba y tenía que ocuparme de Aleli. Me parecía que siempre lo hacía todo a medias. Nunca llegábamos a tiempo a nada ni conseguía hacer las cosas bien, pero, con el tiempo, todo me resultó más fácil.

Cuéntame cómo conociste a los Ordoñez.
¿A cuál de ellos? —le pregunté sin pensar, y enseguida me ruboricé.

Gastón sonrió.

Empecemos con el padre.

Conforme hablábamos, tuve la sensación de que dejaba al descubierto algo precioso que había permanecido enterrado durante largo tiempo pero que estaba maduro. Nuestra conversación constituyó un proceso de eliminar capas. Algunas nos resultó fácil desempolvarlas y otras, para las que se requería de un cincel o un hacha, de momento las dejamos como estaban. Ambos revelamos tanto como nos atrevimos a revelar acerca de lo que nos había ocurrido durante los años que habíamos estado separados. Sin embargo, volver a estar con Gastón no fue como yo esperaba. Algo en mí permanecía encerrado bajo llave con terquedad, como si tuviera miedo de liberar las emociones que había albergado durante tanto tiempo.

A media tarde, Aleli empezó a sentirse cansada y con hambre. Regresamos a los establos y desmontamos de los caballos. Le di a Aleli un puñado de centavos para que comprara una bebida en una máquina expendedora que había en el edificio principal. Ella salió corriendo y nos dejó solos.
Él me contempló durante unos instantes.

Ven —murmuró mientras me conducía al cuarto de los aperos.

Gastón me besó con suavidad y percibí un sabor a polvo, sol y piel salada, y los años se disolvieron en una oleada lenta y firme de calidez. Yo había estado esperando aquello, esperándolo a él, y era tan dulce como lo recordaba. Pero cuando Gastón profundizó el beso y quiso más, yo me separé y solté una risa nerviosa.

Lo siento —declaré sin aliento—. Lo siento.
Está bien. —Sus ojos estaban encendidos de pasión, pero su voz era tranquilizadora. Gastón sonrió brevemente—. Me he dejado llevar.


Continuara...



*Mafe*
@gastochi_a_mil

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