Media hora después, ambos se encontraban sentados en la mesa, disfrutando de la comida. De repente, Gastón se paró de la misma. Vos creías que le había faltado algo, pero no. Solo quería subir el volumen del equipo de música.
- Nene, ¡Los vecinos te van a matar! – Exclamaste, pero sin gritar.
- Escuchá – Te sonrió, y se volvió a sentar.
- ¿Y esto? – Lo miraste extrañada. La canción la conocías, pero no entendías que quería que descubrieras.
- Tu nombre me tiene perdido, vagando en un mar de ilusión, yo nunca me doy por vencido, yo nunca me rindo... al menos por hoy – Cantaba a media voz.
Vos lo mirabas, y le sonreías pero cuando creías que ya no iba a sorprenderte, volvió a cantar.
- Y es así que trato de encontrarte por nuevos caminos, Es así que en tu nombre hago rimas para ser feliz, Es así que todo vale todo y todo se termina, Todo se termina…Todo menos vos – Y sus ojos verdes, te derrumbaron en un instante.
- ¡Hay como me quiso la persona que te puso en mi vida!, Te juro no puedo pedir más. – Te levantaste de tu silla, y le apretujaste sus cachetes para, luego, besarlo.
- ¡Qué cariñosa estamos!, Te voy a cantar más seguido entonces. – Reíste mordiéndote el labio. Te sentaste en sus piernas, y seguías dejándole besos chiquitos.
- No, porque perdería la gracia. – Lo abrazaste, y ahí te quedaste.
Por un momento solo se escuchó la música de fondo. Ustedes parecían estar adormecidos.
- ¿No comés más Rochi? – Preguntó para romper el silencio, que no era incómodo, pero prefería escucharte hablar.
- No, Ti. Felicitaciones cocinerito, estaba delicioso. – Le sonreías como una nena.
- Bueno, al fin cumplí con todo, che. – Ahora estabas sentada sola en la silla. Él juntaba los platos.
- ¡Yo nunca me quejo!
- Yo no sé como no te creció la nariz todavía. – Y todo se basaba en risas entre ustedes dos.
Guardaste la gaseosa en la heladera, y los individuales en el cajón de la mesa. De repente, pegaste un grito ahogado, y te agarraste la panza. Gastón volteó, y se acercó rápidamente a vos.
- Rochi, ¿Qué te pasa? – Te ayudó a sentarte.
- No sé, siento una puntada acá. – Señalaste tu vientre.
- Rocío hay que a llamar a tu hermana, ella debe saber que hacer. – Buscaba desesperado su celular.
- ¡No, no! – Todavía sentías el dolor – No la quiero preocupar.
- ¡Pero no podés estar así!
- ¡No quiero Gastón!
- Vamos al médico, entonces. – Te ayudó a levantarte.
Bajaron los cuatro pisos correspondientes, y tomaron el primer taxi que encontraron. Fueron hasta la clínica y una vez allí, pasaron por la mesa de entrada, y les avisaron que enseguida alguien los atendería. Se sentaron a esperar en uno de los asientos de la sala. Gastón, te abrazaba por la espalda e intentaba calmarte. Estabas nerviosa. No entendías porque sentías esos dolores.
Siete minutos después, una señora vestida con ambo blanco apareció tras una de las puertas de los consultorios, y pronunció tu apellido. Entraron, y enseguida te preguntó lo que te sucedía. Su cara no fue buena, pero solo se limitó a decir “Voy a revisarte”.
Un minuto después, oías como le pedía a una enfermera que llamara a alguien. No supiste quién, ya que no reconocías su apellido.
Rápidamente te trasladaron al sector de ginecología. Allí, otra mujer te explicó que iban a realizarte un estudio para escuchar el latido del corazón de tu bebé. Y ahí fue donde te enteraste de lo que ocurría. Esos dolores no eran nada más ni nada menos, que una amenaza de aborto. Tu corazón, comenzó a latir con velocidad, y no pudiste evitar alterarte.
- Tranquila, Tranquila. Ellos siguen ahí Rocío – Te contestó unos minutos después. Te sorprendiste, y mucho.
- ¿Ellos? – Arrugaste tu frente, aún sin entenderlo.
- Si, son dos bebés. Tuviste mucha suerte. Pero de ahora en más, debes cuidarte, y estar muy atenta por si estos síntomas continúan. Aunque, considero que solo fue un susto, porque no sufriste perdidas. – Asentiste.
- Una pregunta, ¿Son mellizos o gemelos? – Observabas admirada la pantalla.
- Mellizos, están en bolsas separadas. – Y te marcó en ella, lo que eso significaba.
- Gracias. – Sonreíste – Y…otra pregunta, ¿Cómo debo cuidarme?
- Mirá, primero tenés que controlar a ver si seguís teniendo estos dolores, o aparece alguna pérdida. Si es así, ya sabés, consultás urgente. Después, reducir el nivel de actividad física que realizás a diario.
- O sea, ¿no es necesario que permanezca en la cama el día entero? – Tenías una gran preocupación con eso. Eras demasiado inquieta.
- No, podés hacer cosas, siempre y cuándo no sean en cantidad.
- Listo, ahora entendí. Gracias, otra vez.
Desconectó el aparato, y pudiste acomodarte tu ropa. Te despediste de ella, y fuiste en busca de tu novio. No había querido entrar, sentía muchos nervios. Lo encontraste en la puerta, sentado en uno de los bancos. Te acercaste, y te sentaste junto a él.
- ¿Qué paso? – Veías la preocupación en sus ojos.
- Casi pierdo al bebé. – Lo soltaste como si le tuvieras contando una anécdota.
- ¿Cómo? – Decir que se quedó helado, es poco.
- Eso Gas, casi pierdo a nuestro mellis. – Claro, fueron demasiadas cosas juntas. No sabía como reaccionar.
- ¿Perder?, ¿Mellizos? – Y si, sabías como desconcertarlo en cinco segundos.
- ¡Si, Ti! – Le acariciaste la cara, y sonreíste de felicidad.
- ¡No lo puedo creer!, ¿Dos como vos, o como yo? – Esas preguntas, y esos gestos, que siempre te hacían soltar una carcajada.
- ¡Y más vale! – Esbozaste una sonrisa de oreja a oreja -Me alegra haberte hecho caso. Me moría si perdía a estos dos bebés. – Acariciaste tu panza, aún sin creer que llevabas a dos personitas – Pero además, hay que mirarle el lado positivo, nos enteramos que íbamos a ser papás por dos. Aunque no deja de ser grave.
- No, obvio que no. – Iban caminando de la mano – Suerte que no te seguí la corriente de quedarte en casa, sin consultar. Mirá si pasaba algo peor.
- Gracias Ti. – Lo frenaste, para besarlo.
Luego de varios besos, tomaron un taxi para regresar al departamento. Allí, subieron nuevamente los cuatro pisos, y enseguida te mandó a acostar en su cama. Si, claramente le había caído la ficha. Ahora te iba a cuidar más que nunca.
- Ro, ¿Té de vainilla o frutilla? – Te preguntó asomándose por la puerta con dos saquitos de té.
- Ninguno de los dos. Uno de Tilo, porque últimamente me cuesta dormir. – Contestaste mientras desabrochabas tus zapatillas.
- Quédate tranquila, hoy dormís conmigo. – Y detestabas que se agrandara.
- ¡Andá, mi insomnio no es por vos! – Le gritaste con gracia.
Más tarde, llegó a la habitación con una bandeja con dos tazas, y un plato con galletitas. Justamente tus preferidas.
Le hiciste un lugar, y te alcanzó tu taza. Gastón también tomó la suya, y el resto lo dejaron sobre sus piernas.
- ¿Cómo te acordás de todo? – Le preguntaste, comiendo una galletita.
- ¿Pensás que me puedo olvidar?, ¡Años me jodiste con esas galletitas! – Rió, y bebió un sorbo de su taza. – Ahora son mis preferidas, también. – La dulzura de su mirada te sorprendía cada día más.
- Y bueno, entonces quiere decir que valió la pena. Ahora compartimos gustos. – Sonreíste como una nena. Y fue él, quien se acercó para besarte nuevamente.
En pocos minutos sus tazas quedaron vacías, por lo que, decidieron dejarlas a un lado de la cama. Mañana las lavarían y las guardarían en su lugar. Aprovechaste, y te acostaste boca abajo para que Gas, te acariciara un poco la espalda. Eso te hacía dormir.
- Claro, la señorita disfruta y yo me tengo que dormir solo. – Se te entrecerraban los ojos.
- No seas malo, Gas. Un poquito más. – Y el sueño ya te había invadido.
- ¡Te estaba haciendo una joda!, Vos seguí ahí durmiendo y yo te miro un ratito más.
- Sos un tarado – Y no te prestó atención.
Apagó la luz, y se acomodó mejor. Buscó un poco más de lugar, porque claramente le dejabas muy poco, y se estiró cómodamente. Luego, pasó tu brazo por tu cintura y te abrazó, pero vos te diste vuelta porque tenías calor. Entonces, optó por acariciar tu panza, y otra vez, sentiste una sensación especial. Una felicidad inmensa, a pesar de todo.
- ¿Sabés lo bueno de esto?
- No – A esas horas de la noche eras cortita, y al pie.
- Que hay uno para mamá, y otro… para papá.
- Hay Ti si no te como a besos, es porque tengo sueño. Te amo loco lindo. – Y aún así no pudiste evitar sonreír abiertamente.
- Yo también mi loca linda, y… a ustedes dos chiquititos también. – Se acercó a tu panza, y dejó un beso.

gracias por subir! aay que hermoso están esperando mellizos, jaja yo tambien tengo una melliza *-*
ResponderEliminarposta la nove por favor!!
ResponderEliminarpor faa subi novee esk me muero de la intriga
ResponderEliminarSi, si es verdad posta la nove por favor!!
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