sábado, 25 de febrero de 2012

Amigos Desconocidos Cap 42




Capítulo 42


La felicidad de Rocio al ver como Gaston se reía y compartía una tarde agradable entre amigos, se esfumó en cuanto se montaron en el coche. Una vez solos él había vuelto a su expresión indescifrable y respuestas toscas. Se había dado por vencida y no había vuelto a hablar, ni preguntar nada más. No soportaba la idea de que la tratase mal de nuevo, y prefirió evitarlo.

Por unas horas Gaston había vuelto a ver a su compañera de travesuras, su amiga del alma, la única persona sobre la Tierra en quien había confiado. Y eso lo destrozó. Prefería pensar que su amiga no existía, a pensar que era esa niña superficial y egoísta. No, lo que en realidad no soportaba era que ella pudiese seguir siendo ese ser tan especial que él conocía. Cuando la consideraba única, era única en todo. Solo él la veía así. Pero esa radiante Rochi, lo era para todos. Todos podían verla. No soportaba que todos pudiesen tener acceso a algo que él consideraba solo suyo. Y la odiaba por ello.

En breve llegarían a su casa y no quería que ella notase lo furioso que estaba. Así que decidió hablar de algo. Calmarse un poco. Si seguía comportándose como un gruñón ella se desharía de él. Le había quedado más que claro que su puesto podría ser ocupado por cualquier otro. Estaba seguro de que la lista de espera para sustituirlo era enorme.

- ¿Hoy no trabajas? -preguntó al fin Gaston, rompiendo el silencio.

Rocio lo miró. Se extrañó que su tono fuese tan amable y relajado. Estaba claro que lo hacía por educación. Estaba tanteando el terreno para lo que sucedería después. 

Se reprochó por lo que estaba apunto de hacer ¡Se iba a meter en la cama con alguien que la odiaba! Pero era Gaston. Su Gas ¿Cómo podía odiarla? Por mucho tiempo que pasase no dejaría de preguntárselo. No entendía qué era lo que había descubierto en ella para que cambiase tanto. Ella nunca se había considerado una buena persona, aunque él se lo repitiese una y otra vez. Nunca había fingido serlo. Lo único que había ocultado era su físico, y por ende, su sensualidad. Pero nunca había fingido ser otra persona ¿Por qué la despreciaba?

- No -respondió Rochi en tono suave y algo nerviosa- Hablé esta mañana con mi jefe. Como no he pedido nunca vacaciones, no le ha importado que me tome unas semanas. Con la condición de que esté de vuelta para la fiesta de Año Nuevo -explicó relajándose por minutos- Él estaba encantado. Ya que se asegura de que no le fallaré en fechas más importantes, y tendré más tiempo para preparar tranquila la gran fiesta.
- Entonces si que trabajarás -replicó Gaston ceñudo- No me parece justo que te pida que organices nada cuando estás de vacaciones -protestó verdaderamente molesto. Rocio sonrió feliz por su reacción.
- Eso cree él. En realidad, ya lo tengo todo organizado. Pero es bueno que piense que trabajo en mi tiempo libre, justifica mi desmesurado sueldo -comentó risueña, desbastándolo con su mejor sonrisa.
- ¿Tanto ganas? -preguntó Gaston uniéndose a ella en su diversión.
- No sería justo ni lógico que me quejase. Me paga bastante bien -afirmó relajando la sonrisa a un simple gesto amable.
- Ya veo -dijo él dando por finalizada la conversación al llegar al edificio de apartamentos donde vivía ella.

Subieron en silencio y algo incómodos por lo que sabían iba a ocurrir. El nerviosismo no hacía que el deseo disminuyese. Gaston estaba ansioso por estrecharla entre sus brazos. Y Rocio se moría por el más mínimo contacto. Pero ambos consideraban ser los únicos en ese estado.

Gas temeroso de que ella se pudiese echar para atrás y rechazarlo, se mantuvo en un discreto segundo plano, mientras ella entraba, encendía las luces y daba a su perrito algo de comer y beber. Observó su nueva imagen, en su nuevo hogar. Y sintió ser un intruso en su nueva vida.

Rocio se distrajo con cualquier cosa que impidiese fijarse en el ceño fruncido de él. No quería pensar en cuales nuevos reproches tendría que espetarle ahora. Una vez que se le terminaron las excusas, se paró frente a él. Era tan guapo que le costaba respirar si lo miraba por mucho tiempo. Le sonrió intentando disimular el nerviosismo y esperó a que dijese algo.

Tenía claro lo que iba a decir, hasta que ella sonrió y se le olvido hasta su nombre. Era la misma sonrisa de siempre, se recriminó Gaston intentando controlar sus nervios. Y era la misma reacción que provocaba siempre, se contestó asumiendo que siempre lo descontrolaría con tanta facilidad.

- ¡Ahm! Parece que estuviésemos apunto de cometer un delito, en vez de... -trago saliva y se recordó que ella no era una novata en eso- ¡Oh, Dios! ¡Esto es absurdo! No podemos quedarnos quietos mirándonos esperando a que algo pase -protestó Rochi con una sonrisa que Gaston malinterpretó como serena.
- No sé qué se supone debemos hacer. Nunca me he encontrado con esta situación -replicó manteniendo su aspecto inamovible.
- ¿Crees que yo sí? -preguntó ella intentado no parecer ofendida.
- Quiero decir, que cuando me he acostado con alguna mujer suele haberle precedido un coqueteo -explicó Gaston inexpresivo.
- Normal. Eso es lo lógico. Para acostarte con alguien tienes que desearlo y saber que eres correspondido -afirmó Rochi mientras le daba la espalda para quitarse la ropa de abrigo. Quedándose solo con la blusa escotada.
- ¡Aja! -fue lo único que pudo decir al ver como sus tirabuzones caían sobre sus pechos enmarcando la cumbre de estos.

Rocio decidió que si iba a hacer aquello, al menos, lo haría bien. Desde que él la descubrió y ella admitió sus sentimientos, había estado tan ocupada auto-compadeciéndose, que había olvidado lo divertido que podía ser el sexo. Se acercó a él lentamente con la sonrisa más provocativa que pudo esbozar. Comenzó a quitarle el abrigo suavemente, sin tocar ninguna parte de su piel. Lo que hacía que él desease aún más el contacto.

- Aquí hace calor. Quítate el abrigo -comentó Rochi mientras se lo quitaba por completo y lo echaba sobre una silla, para regresar rápidamente frente a él. A escasos centímetros de sus labios, observó como él se la comía con la mirada- Vamos a mi dormitorio, porque creo que si me acerco más a ti, nunca llegaremos a la cama.

Él estaba seguro de ello. Desde que se le acercó irradiando sensualidad por cada poro de su piel, en lo único que había pensado era en desnudarla allí mismo y hacerla suya. Se maldijo por tener tan poco autocontrol y ser tan obvio ante ella. Pero no pudo evitar seguir a las curvas insinuantes que se contoneaban ante él hasta el dormitorio.

Rocio se quitó las botas y se sentó en la cama risueña y sensual. Ladeó la cabeza levemente para observar al crispado chico en la puerta y se rió. Él estaba tan nervioso como ella y la deseaba de igual forma. Pero ella disimulaba mucho mejor.

Así que ella quería jugar. Había conocido a demasiadas mujeres para saber que ella había tomado el control de la situación. Pero él nunca lo permitía. Siempre era él el que hacía que su acompañante sexual se muriese de deseo. Y no iba a ser ella la primera en hacer que su deseo lo controlase a él. Ya lo había hecho con anterioridad. Pero nunca más.

Su seguridad en mantener su deseo a raya, se esfumó como si nunca hubiese existido al verla quitarse la blusa y quedarse en sujetador.

- Como te veo algo pasivo, pensé en echarte una mano -dijo Rochi burlona tirándole la blusa a la cara.

Eso fue demasiado para el frágil dominio de Gaston. Tiró la blusa a un lado, y con ella su propia camiseta, y se tiró en la cama sobre ella. La tendió de espaldas sobre el colchón, cubriéndola con su esbelto cuerpo. Arremetió contra su boca en un apasionado beso. La apretó fuertemente contra él, aferrándose a su cintura. Ella le devolvió el beso con la misma ansia, hundiendo sus dedos en su rubio cabello. Una mano se desplazó de la pequeña cintura a un turgente pecho, masajeando el sonrosado pezón que lo coronaba. Rocio se arqueó de deseo por el contacto, buscando desesperadamente su roce. Él aceptó lo que se le ofrecía y tras deshacerse del sostén, rodeó el duro pezón con sus labios. Jugó y se deleito con él y su gemelo. Bajo sus besos por la suave piel del plano vientre, pasando de largo los rizos dorados, hasta llegar a los muslos. Le quitó con lentitud los vaqueros y las pequeñas braguitas. Besó cada centímetro de piel, mordisqueando el interior de los muslos. Torturándola al no llegar nunca donde más lo deseaba.

- Gas... -musito Rochi desesperada mientras se revolvía sobre las sábanas.

Comprendió la plegaria. Dibujo suaves círculos con un dedo sobre los casi inexistentes rizos que escondían su feminidad. Separó los carnosos pliegues y lo introdujo con anhelo, tan profundo como le fue posible. Ella gimió y él se juró era el sonido más melodioso que había escuchado nunca. Acompañó la siguiente embestida con otro dedo más, haciendo que Rocio sintiese que iba a estallar de desesperación. Cuando notó como su interior se contraía sobre sus dedos, Gas no fue capaz de controlarse más. Se separó con rapidez de ella, se deshizo de sus pantalones y calzoncillos, buscó en su cartera y miró a Rocio enseñándole un preservativo. Ella asintió. Como él había imaginado ella ya no tomaba la píldora. Eso provocó una oleada involuntaria de felicidad. No había estado con ningún otro hombre desde él. O al menos, no con regularidad.
Se colocó la protección y volvió junto a ella. Le acarició con ternura el cabello y la besó. Era un beso dulce y profundo, trasmitiéndole todo lo que no era capaz de decirle con palabras. Se colocó sobre ella al notar como la coqueta mujer le acariciaba la pantorrilla con su pequeño pie. Separó más sus muslos y se acomodó entre ellos, teniendo plena accesibilidad a su sexo. Rochi gimió al notar su dura erección contra la entrada de su ansioso centro de placer. Él se posicionó pero no la embistió. Ella alarmada por no notarlo allí donde quería lo miró. Eso era exactamente lo que él estaba buscando, encontrarse con sus enormes y preciosos ojos con inquietante suavidad fue entrando en ella. Torturándola con cada centímetro. Disfrutando del océano que mostraban sus apasionados ojos. La embistió con profundidad, como protesta, cuando ella cerró los ojos. Secuestró su cara entre las manos, obligándola a mirarlo. Con lánguido interés ella lo hizo, mordiéndose el labio, disfrutando de la invasión. Él buscó sus labios con desesperación y comenzó a moverse suavemente sobre ella. Rocio ya estaba demasiado excitada para tanta represión. Lo rodeó por la cintura y lo invitó a que aligerase las embestidas. Y así lo hizo.

Gaston intentaba mantener la cordura pero fue imposible seguir respirando cuando notó como ella lo apretaba como si lo quisiese engullir. Los espasmos de ella lo llevaron a él a acompañarla a un éxtasis poco conocido, pero infinitamente más placentero que cualquier otro.

Solo con ella podía sentir que volaba dejando atrás cualquier realidad. Solo con ella podía sentir tal grado de felicidad. Solo con ella podía sentir que encontraba su lugar en el mundo ¡Solo con ella!

Fin Capi...


*Mafe*

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