sábado, 25 de febrero de 2012

Amigos Desconocidos Cap 43



Capítulo 43


No había sido solo sexo para él. Había sido el encuentro con lo que siempre había buscado. Una revelación de lo que ya sabía. En ella estaba su hogar.

Se estremeció de miedo y se apartó rápidamente de ella. Dándole la espalda, fingió intentar dormir.

No podía necesitarla de aquel modo. Ella no debía ser nadie imprescindible en su vida. El único motivo por el que antes lo era, tenía una causa meramente amistosa. Sabía lo importante que era para él. Más que nadie en el mundo. Pero no tenía el poder de usar su cuerpo para torturarlo si no hacía lo que ella deseaba. Ahora sí. Se había vuelto un pelele más a las órdenes de una mujer.

¡Jamás! grito una voz en su cabeza, en protesta por esa afirmación. No se dejaría vencer. No sería el esclavo de nadie, como había sido su padre durante tantos años. No le permitiría utilizarlo a su antojo ¡Nunca!

Rocio sintió que el corazón se le hacía pedazos cuando él se separó de ella, de una forma tan brusca, nada más terminar con la relación carnal. Se sintió como una prostituta. Sucia y humillada. Solo era un trozo de carne para él.

Habían pasado una tarde como amigos. Y a él no le había importado nada. Como si hubiese sido un espejismo, que solo ella vio.

Habían hecho el amor de una forma tierna y con más amor del que ella nunca se hubiese podido imaginar. Y él le dio la espalda como si no estuviese presente.

No era su amigo. Él que estaba a su lado no era el mismo que ella conocía y amaba ¿Quién había engañado a quién durante tantos años? No podía creerse que la tratase con tanto desprecio.

No eran amigos ni tampoco amantes. Para él solo era un desahogo. Pero si pretendía tal cosa se podía ir buscando a otra. Podría estar enamorada e incluso, desesperada por no perderlo. Pero nunca, jamás, se dejaría tratar de una forma tan denigrante.

Se levantó de la cama de un salto y tiró de la sábana. Se la envolvió alrededor del cuerpo, dejando a Gaston desnudo sobre el colchón.

Él la miró sorprendido ¿Qué demonios estaba haciendo? La observó allí de pie, con el ceño fruncido y la sábana liada sobre su perfecto cuerpo ¡Era una diosa! Tan bella que era imposible no desearla.

Continuó mirándola embelesado mientras ella se colocaba las manos en las caderas, preparada para la batalla. Lo fulminó con la mirada, diciéndole sin palabras que se fuese preparando para lo que le iba a caer encima. Pero él hizo caso omiso a su advertencia y siguió admirándola.

No iba a dejar que nadie la humillase, se dijo Rocio furiosa. No es que desease que la abrazase. Solía evitar esas señales de afecto tras un encuentro sexual. Pero no recordaba ni una sola vez en la que él no la hubiese abrazado mientras dormían juntos. En este caso era diferente. Y podía entender que él la tratase más como una amante a la que no quiere tratar con mucho afecto, que como una amiga a la que desea cuidar y proteger con sus amorosos brazos. Pero no de esa forma. No apartándose de ella como si tuviese la peste. No podía, ni quería entender que él la despreciase de una forma tan vil justo después de llegar juntos al puro éxtasis ¡No se lo perdonaría!

- Ya has conseguido lo que querías. Ahora ¡lárgate! -le ordenó furiosa Rocio.
- ¿Qué? -dijo perplejo, no estando seguro de lo que había escuchado.
- ¡Que te largues! ¡Que te esfumes! ¡Desaparezcas! ¡Te vayas! ¡Ya! -gritó perdiendo la poca paciencia que tenía.
- Pero... yo... -es lo único que pudo decir antes de que ella lo echase de la cama a empujones- ¡Rochi! -la llamó agarrándola por los hombros- ¿qué te pasa? -preguntó confundido.
- ¿Que qué me pasa? ¿Que qué me pasa? -repitió rezando por encontrar algo punzante a su alcance.
- ¡Relájate! -le sugirió sentándola en la cama- Respira hondo y tranquilízate -le pidió él mientras la soltaba lentamente, esperando que no se le tirase encima para matarlo. La creía capaz. Sabía muy bien de lo que era capaz cuando tenía esa cara. La última vez que la vio así tenían once años y acababan de encontrarse con un grupo de niños que habían matado a un perro a golpes. Su ira fue tal que no midió las consecuencia y corrió tras ellos para golpearlos de la misma manera. Si él no la hubiese agarrado y calmado, solo Dios sabe lo que habría ocurrido. 

Con los recuerdos del pasado, todo su cariño se arremolino alrededor de ella. Se sentó junto a ella y la abrazó con ternura. No sabía si ella se sentía mejor cuando lo hacía. Pero él se sentía en la gloria cuando la tenía entre sus brazos. La sentía segura, protegida, y solo cuando ella no corría peligro, él podía ser feliz.

Rocio quería gritarle, reprocharle lo cruel y odioso que era. Pero estaba demasiado conmocionada por su repentino cambio de actitud ¡La iba a volver loca! ¡Que se decidiera de una vez! ¿Iba a ser un déspota y malvada mujeriego o su tierno y adorado amigo? ¡No podía ser ambas cosas! Iba a conseguir que le estallase la cabeza.

Gaston notó como ella se relajaba entre sus brazos. Le acarició suavemente el cabello y la miró a la cara. Tenía el ceño fruncido, como si no entendiese sus propios pensamientos. La abrazo un poco más y le besó con ternura la sien. Dejaría que se serenase un poco más antes de preguntarle qué le pasaba.

-¡Estás loco! -exclamó Rochi, tras recapacitarlo mucho. 

Gaston se sorprendió y se apartó confundido de ella ¿A qué venía ahora eso? No era él el que se había levantado como un energúmeno tirándola de la cama a empujones.

Lo había maltratado y encima se atrevía a insultarlo ¿Qué se creía? Se levantó de la cama de un salto y la contempló desde su nueva posición de superioridad, con el ceño fruncido. Si era una de sus tácticas para tenerlo como un perrito a sus pies, ¡estaba equivocada!

- No sé que demonios te hayas fumado o tomado. Pero en tu vida me vuelvas a tratar como lo has hecho antes -ordenó finalmenter Rochi levantándose para enfrentarlo.
- ¿De qué hablas? -replicó Gaston como si no fuese con él.
- Si estás acostumbrado a darle la espalda a tus conquistas después de obtener lo que quieres de ellas, me parece perfecto. Yo no tengo el más mínimo interés en dormir en tus brazos -mintió Rocio, agradeciendo sonar sincera- Pero que nunca más se te ocurra tratarme como un trozo de carne, al que después de serte útil lo desechas como si no valiese nada -protestó furiosa.

Gaston la miró perplejo. No se había dado cuenta de que en su intento de no parecer dependiente de ella, la había apartado con brusquedad. Entendía que se hubiese enfadado con él por dicho trato. Pero ahora era él el ofendido ¿No quería estar entre sus brazos? ¡Perfecto! No volvería a tocarla. Al menos, de una forma tierna y protectora. Ya se estaba descubriendo como era en realidad. No necesitaba a nadie que le diese cariño. Era tan fría como su madre. Una mujer sin corazón, que lo utilizaba para satisfacer sus egoístas propósitos. Él no significaba nada para ella.

- Solo quería dormir un poco -espetó Gaston en un tono neutro.
- Pues en tu casa tienes una cama muy cómoda esperándote -replicó Rocio.

Su orgullo le decía que recogiese su ropa y se largase de allí. Su cuerpo le decía que la abrazase, la besase y le hiciese de nuevo el amor. Pero no le hizo caso a ninguna de las dos. Se acercó lentamente, con pasos pesados y mirada fulminante. Le arrebató la sábana y se acostó tapándose con ella. No podía irse, porque sabía que si lo hacía nunca lo dejaría volver. Se juró que ese era el motivo y no que quisiese dormir con ella. El enfado solo se le pasaría si él estaba cerca. Si había aprendido algo de ella con los años era que sus enfados eran una tormenta que no se calmaba con ninguna suplica ni explicación. Pero se les pasaban rápido. Volvería a sonreírle en cuanto se calmase un poco. Eso sí, estaba seguro de que se lo recordaría de por vida. 

Estaba furiosa. Él muy ¡mbécil se había atrevido a ignorarla, meterse en la cama y taparse con su sábana dejándola desnuda en medio de la habitación ¡Desgraciado! No pensaba perdonarle por todo lo que le estaba haciendo. Si creía que se iba a salir con la suya, no podía ser más ingenuo. Pero no esa noche. Dormiría un poco y pensaría en la forma más adecuada de descuartizarlo sin que hubiese pruebas en su contra.

Rodeó la cama para acostarse en el lado opuesta al de él. Se acostó dándole la espalda con un gesto exagerado para que él notase que no lo quería cerca, y tiró de la sábana dejándolo sin su protección. Gaston sonrió satisfecho. Estaba furiosa y probablemente estuviese imaginando formas de torturarlo, cada una más dolorosa que la anterior. Pero no era un enfado real. Cuando ella se enfadaba de verdad con él podía ver la decepción en sus ojos, la pena en sus palabras, y no permitía que estuviese en la misma habitación que ella. Solo la había visto una vez así, el día que le dijo que se iba de la ciudad para vivir con su madre. Desde ese día hasta que se marchó no dejó que la viese. Tardó un mes, después de instalarse, en que ella le contestase a una carta o una llamada. Para ello solo había tenido que llamarla diariamente mañana, tarde y noche, y rogarles a todos sus conocidos que le diesen sus recados. Pero ella había cedido finalmente y habían vuelto a entablar la misma íntima relación.

Sonrió con el recuerdo de la pequeña rubia de ojos mieles llorosos porque él la dejaba. Recordó lo mucho que lo ayudó en los malos momentos aunque en la distancia ella no supiese qué le pasaba.

No pudo evitarlo, se giró la cogió por la cintura y le dio la vuelta hasta estrecharla contra su pecho. La apretó con toda la fuerza que le fue posible sin hacerle daño y hundió el rostro en su pelo. 

Rocio protestó y pataleó intentando quitárselo de encima. Pero notó su cuerpo tenso y un suave estremecimiento que lo recorría. Algo le pasaba. Se dijo que eso a ella no debía importarle. Pero le importaba. Cedería y le daría ese abrazo que él necesitaba. Pero después lo mataría por haberla tratado mal.

Ella se acurrucó sobre su pecho y él saboreó el contacto sintiéndose de nuevo en paz. Y abrazados, ambos conciliaron el sueño.

Fin Capi...


*Mafe*

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