sábado, 25 de febrero de 2012

Amigos Desconocidos Cap 48

Capítulo 48


Gaston continuó observando el magnífico cuerpo acurrucado contra él. Admirando cada centímetro de suave piel, voluptuosas curvas y sedoso cabello. Hasta que un sonido lo suficientemente fuerte para despertarla irrumpió en la habitación.

El teléfono de la sala sonaba sin parar. Decidió levantarse a toda prisa a cogerlo antes de que su bella durmiente se despertara para matarlo.

- ¿Quién? -preguntó soltando un suspiró al llegar lo suficientemente deprisa como para que dejase de hacer ruido.
- Cande ¿Donde esta Rochi? Todos la estamos esperando desde hace rato -explicó la chica preocupada.
- No va a ir -afirmó él relajadamente.
- Ella no se perdería el cumpleaños de un amigo sin avisar ¿Qué ha pasado? -quiso saber Candela algo irritada.
- ¡Esta dormida! -exclamó con un claro tono de diversión. Al otro lado de la línea hubo un silencio, que se rompió poco después por una risita. Gaston se desconcertó un poco. Entendía que ella supiese de lo que hablaba pero no sabía por qué eso le hacía gracia. Un colega se habría reído de su hazaña y habría bromeado sin parar. Pero Candela no era su amiga.
- Alguna vez le tenía que tocar ser la victima -comentó risueña. Hacía unos años no habría entendido nada de esa conversación. Pero tanto tiempo con alguien como Rocio le había enseñado mucho. Sobretodo a pensar mal, muy mal.
- ¿Qué quieres decir? -exigió Gaston notando como se tensaba todo su cuerpo de rabia. La había entendido. Sabía lo que quería decir. Y no se iba a parar a pensar que su pequeña ninfa torturadora había jugado a ese juego con otros hombres. La simple idea le hacía querer romper algo ¡La cabeza de todos esos tipos!
- ¡Nada! -se corrigió inútilmente. También había aprendido que era una bocazas y no paraba de meter la pata.
- ¡No irá! -gruñó Gaston, dando por finalizada la conversación. Con toda la intención de colgar y pagar su frustración con algún objeto valioso a su alcance.
- ¡Espera! -le ordenó Candela- Si esta dormida, la despiertas. Si se pierde esta cena, te aseguro que no querrás saber cual será su venganza.

Gaston meditó lo que decía la chica. Tenía razón, Rocio se las haría pagar. No le preocupaba un posible castigo, pero la idea de que rompiese su acuerdo, sí le preocupaba. Aunque él no había hecho nada que estuviese en contra de su acuerdo. Pero ella no estaba atada a ese trato. Podía romperlo cuando quisiese. Aún así se negó a verla rodeada de hombres.

- ¡No irá! -repitió ceñudo.
- Victorio está aquí. Si quieres venir tú también, lo pasaremos bien ¡Pero despiértala ya! 
- ¡No irá! -dijo justo antes de colgar.

No iba a ir a ninguna cena con todos los gigantones que trabajaban con ella. Él sabía como la miraban, como babeaban por ella ¡Todos lo hacían! Aún no sabía como soportaba todo aquello. Ella era una diosa deseada por todos los simples mortales. Sentía que tendría que luchar contra el mundo para tenerla. Por eso era mejor apartarla del mundo y tenerla solo para él.

Caminó hacía la habitación esperando poder descansar un poco y aliviar la angustia que se apretaba en su pecho. Pero esta se multiplicó al no ver a Rocio en la cama. Escuchó un ruido y se giró para verla salir del baño. Su fresca y deliciosa fragancia le llegó como una oleada de sensaciones. Ya estaba vestida y levemente maquillada. Aunque era evidente que se había duchado, no tenía el pelo mojado, ni había rastro alguno de prisa en su imagen. Había tenido suficiente tiempo para una ducha rápida y alistarse.

Ella le sonrió mientras se colocaba unos pendientes y recogía su bolso.

- ¿Quién era? ¿Cande? -preguntó Rochi sonriente, haciéndole saber que había estado despierta mientras él hablaba.
- ¡Sí! -corroboró tenso. No sabía qué hacer.
- La llamaré para avisarle que voy de camino -explicó la rubia ignorando su cara de pura furia.

¿Qué podía hacer para impedírselo? Aunque solo era un cena. No iba a pasar nada. Pero allí estarían esos musculitos que siempre la rodeaban. Nicolas, Rama, los guaperas de los camareros... ¡No, no iría!

- ¿Cuanto tiempo llevas despierta? -preguntó cambiando de tema para hacer tiempo.
- Un ratito. Poco antes de que sonara el teléfono. Me mordiste un pecho. Eso me despertó. Pero seguía adormilada hasta que te levantaste -explicó Rocio sin interés.
- Y aprovechaste para alistarte -le reprochó iracundo.
- ¡Sí! -corroboró ella devastándolo con una sonrisa- No te esfuerces Gas - le sugirió risueña- Por mucho tiempo que te tomes, no vas a conseguir que me quede.
- ¿Y si simplemente, no te dejo salir? -amenazó Gaston colocándose como un muro ante la puerta.

Ella como respuesta solo soltó una carcajada llena de seguridad, diversión y sensualidad. Lo hacía sentirse como un novato ante una maestra en las artes de la manipulación. Ella miró el reloj y sonrió.

- Cuatro orgasmos no harán que me pierda la cena. Pero puede que cinco sí ¿Quieres comprobarlo? -preguntó coqueta mientras se desabrochaba el vestido.

Eso no se lo esperaba. Estaba confundido. Y excitado, muy excitado. Aunque sabía que era una trampa ¿Cómo no caer en ella teniéndola desnuda frente a él?

Corrió hacía ella besándola apasionadamente. Devorándola. La llevó hasta la cama. Las caricias volaban en uno y otro sentido. Y la unión fue exigente y profunda. Ella lo torturaba con movimientos suaves y profundos, encima de él. Gaston tenía claro que quería demostrarle que ella dominaba la situación ¡Y así era!

Ella lo miró con una sonrisa malévola que lo advirtió de que algo se traía entre manos. La vio erguirse sobre él y desplazar una pierna de un costado, para unirla a la otra, que se encontraba en el otro costado, por encima de sus narices. Su fragancia lo devastó al tenderse sobre él de espaldas y cubrirle un hombro y un brazo con su dorada melena, sin deshacer la unión. Su delicioso trasero aplastado contra el estomago de Gaston era demasiado para su autocontrol. Pero cuando se arqueó lo suficiente para que la penetración fuese profunda pese a estar de espaldas y con las piernas muy unidas, él no aguantó más y soltó un desesperado gemido.

- ¡Eres perversa! -gruñó contra la suave curva del cuello de la chica.
- ¡Gracias! Me esmero cada día para no decepcionarte -se mofó ella entre gemidos.

¡Y Dios sabía que lo lograba! No creía que algo así pudiese ser. Era un hombre experimentado, muy experimentado. No entendía como era posible que nunca hubiese probado tal deliciosa postura. Probablemente porque no muchas mujeres podía curvarse como una gata en celo como esa perversa ninfa hacía. 

Observó las cumbres de sus pechos que se exponían ante su mirada y las atrapó con sus exigentes manos. La tenía a su completa disposición. Sin embargo, era muy consciente de que solo en un sentido de comodidad. Él podía acceder a cada centímetro del cuerpo de la chica. Pero era ella quien dominaba la situación.

Había visitado ya muchas veces el paraíso junto a ella. Pero cuando ella se contoneó sobre él y notó la estrechez que ahorcaba su miembro, descubrió que el paraíso tenía una puerta trasera hacía un lugar mucho mejor.

¡No!, se corrigió ¡No era el paraíso, sino el infierno! Un infierno lleno de pura y maravillosa lujuria.

La chica lo miró satisfecha de haber logrado lo que pretendía. Se separó de él y se tendió sobre su pecho descansó su mentón sobre sus manos apoyadas contra el suave bello Rubio del torso bajo ella. Pudiendo mantenerle la mirada fijamente.

- ¿Te ha gustado? -preguntó Rochi con una carcajada burlona.
- No ha estado mal -respondió, manteniendo su orgullo. O intentándolo. Era un experto en la materia, se recordó Gaston algo inseguro.
- ¡Oh! -susurró mordiéndose el labio inferior provocativamente- Algo me dice que has aprendido algunas cosas esta noche -espetó sardónicamente.
- ¡Tienes mucho que enseñar! -protestó irritado. No soportaba la idea de que hubiese estado con tantos hombres. Y aún menos que lo controlase tan endemoniadamente bien.
- ¿Quieres aprender más? -preguntó Rocio coqueta.
- ¿Eh? -musitó sorprendido. Quería mantener un poco de dignidad y no ponérsele de rodillas y suplicarle que le dejase hacerle el amor el resto de sus vidas. Pero la oferta era demasiado tentadora para negarse.
- Si quieres -dijo Rochi mordisqueando el lóbulo de su oreja- morir de deseo y satisfacción esta noche, podemos llegar a un trato -le explicó mientras hacía pequeños círculos con un dedo sobre los diminutos rizos Rubios de su pecho- Yo voy a la cena y tú dejas de darme problemas.

Iba a protestar. Él no era uno de esos id¡otas a los que se ganaba con unas caricias. No iba a ceder porque ella...

Se olvidó de lo que iba a decir y del mundo cuando ella le lamió suavemente el cuello mientras le acariciaba la nuca.

¡Perversa y manipuladora! ¡Pero que bien lo hacía!

Se tuvo que rendir. Y aunque no lo dijo, fue claro que aceptaba. Pero no sería un patético pelele más. No la esperaría mientras ella se iba con otros.

- Candela dijo que Victorio también ha ido -comentó Gaston algo inseguro. Ella le sonrió comprendiendo a qué se refería.
- Dúchate rápido y nos vamos -dijo Rocio y se levantó a toda prisa. Gaston vio como recogía su ropa y entraba al baño. Minutos más tarde ambos estaban listos para marcharse.

Rochi nunca en todo su vida había tenido una prueba de autocontrol parecida. Al parecer él no había notado lo nerviosa que estaba. Lo había abordado muy segura de lo que haría. No era la primera vez que lo hacía. Pero sí era la primera vez que se derretía de placer al hacerlo. Aún así había conseguido aparentar mantener sus emociones bajo control. No sabía cómo. Merecía un premio por ello. Se tomaría una copa nada más llegar al restaurante, quizás dos. Cuando lo vio ducharse, frotándose todo su delicioso cuerpo bronceado, decidió que sería una botella entera.

Solo Dios sabía cómo había conseguido salir de esa cama y no se había degradado hasta el punto de suplicarle que la amara. Pero había logrado contenerse ¡Sería botella y media!

Fin Capi...

*Mafe*


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