domingo, 26 de febrero de 2012

Amigos Desconocidos Cap 61



Capítulo 61


Al atardecer, Gaston seguía huyendo de Rochi, como había hecho durante todo el día. No quería quedarse a solas con ella y tener que explicar lo que había pasado la noche anterior. Tampoco se fiaba mucho de su autocontrol. Estaba seguro que acabaría echándosele encima. Frustrado y ansioso, la había evitado durante horas. Y aunque había sido hábil para excusarse durante el almuerzo, no le quedaba más remedio que asistir a la cena.

Pero la idea de subir a su habitación le hacía palidecer. Pensar que podría encontrársela semidesnuda, cerca de la cama...

Recriminó a su cuerpo por reaccionar de nuevo ante esa imagen. Daba igual que no la viese. La tenía grabada en su piel. En su alma. No habría manera de poder borrarla de su ser. Y ella se iría y lo abandonaría pronto.

Se había repetido sin cesar durante todo el día que podría seguir adelante. En ningún momento se lo creyó. Y la frustración de la perdida inminente hizo que todo su cuerpo se llenase de ira, cólera ¡Odio! ¡La odiaba por querer abandonarlo! A ella no le importaba nada en el estado deplorable en el que lo dejaría. Ella con su sonrisa radiante y su mirada traviesa...

Golpeó la pared más cercana ¡Era malditamente perfecta! Sería mucho más fácil para él odiarla si no lo fuese. Podría aferrarse a cualquier defecto hasta que desapareciese de su vida. Pero no. Ella para torturarlo aún más tenía que demostrarle que era más inteligente, bella e ingeniosa que el resto. 

Pero si tenía un defecto. Un mal'dito defecto que la sacaba de la perfección. No lo amaba y lo abandonaría haciéndolo añicos. Si eso no era un defecto que bajase Dios y se lo dijese personalmente, porque dudaba que fuese a creer a cualquier otro.

Se sentía más dolido y afligido cuanto más amable se mostraba ella. Pensar que podía tratarlo con tanto cariño y después desecharlo, le hacía arder de rabia.

Sí, tenía un mal'dito defecto. Un gran defecto. El peor de los defectos. Gruñó y refunfuñó una y otra vez, consiguiendo enfadarse con el mundo. Y sobre todo con ella, por desear abandonarlo en escasos días.

Dándose por vencido fue a su habitación. Dio gracias al cielo por encontrársela vacía. Se duchó apresuradamente con la esperanza de que no volviese, y se vistió aún con más celeridad.

Rocio había buscado a Gaston por todas partes antes de bajar a cenar. Si tenía que fingir ser la novia de alguien, mínimo él tendría que aparecer en escena. Fuese cual fuese la gran crisis que pasara ahora por el enfermizo estado de humor de su ex amigo, amante, o como él se quisiese denominar. Ella ya había aceptado que cambiar de estado de ánimo en Gaston era tan normal como en una embarazada. Así que lo ignoraría y aguantaría un poco más. Unos días y sería libre, se dijo la joven con esperanza. Se alejaría de las acusaciones, malos entendidos, corazones rotos y amor no correspondido. Podría superarlo. No se había dejado derrumbar con anterioridad y no lo haría entonces.

Pensó en su pasado amoroso y se irguió con seguridad y aplomo. Lo que estaba viviendo en esos momentos no era ni la mitad de desolador de lo que ella había sentido hacía ya muchos años. Sola y abandonada. Así se había sentido. Así la habían dejado. Pero ya no estaba sola, o no se sentiría así. Tenía un futuro brillante por delante y montones de amigos que la apoyarían en lo que necesitase. No volvería nunca más a esconderse bajo las sábanas y llorar durantes semanas sin que nadie entrase a preguntarle cómo se encontraba. Alimentándose lo imprescindible y sintiendo que su corazón nunca se recuperaría.

Pero ella no había estado enamorada entonces y aunque le había costado darse cuenta, lo había superado. Podría ser que con el tiempo pensase lo mismo de Gaston. Podía ser solo un enamoramiento o un encaprichamiento. O...

O podría estar total y completamente enamorada y no superarlo jamás, se dijo irritada cuando entró en la habitación y se encontró con el magnífico hombre. Tenía el pelo húmedo y parecía salir de un anunció de moda masculina. Todas sus defensas se pusieron en guardia. No podía perder su tembloroso autocontrol. Él no debía saber cuales eran sus sentimientos.

- Hola desaparecido -dijo finalmente ella entrando en la habitación- Te he estado buscando por todas partes.

Quería dejar claro que no la intimidaba y consideró que el tono amistoso era perfecto para ello. Pero ver el ceño fruncido de él y la forma en que la miraba, le hacía pensar que se encontraba frente a un enemigo de guerra.

- ¿No puedes vivir sin mí? -espetó Gaston socarronamente.
- El mundo deja de girar si tú no estás allí para verlo -replicó la chica con sarcasmo- Pero si crees que voy a fingir ser tu novia mientras tú te libras de hacer el numerito, es que no me conoces.
- No recuerdo haber dicho nunca que te conozca -atacó él arrogantemente, con semblante inamovible.
- ¡Oh, sí! Lo olvidaba. Soy una arpía superficial que se hacía pasar por tu amiga para... -lo miró con diversión- ¿para qué crees que me "hacía pasar" por tu amiga? ¿Para tenerte cerca? -preguntó Rochi con desdén- ¿En tan buena estima te tienes que crees que alguien puede fingir toda una vida solo para tenerte cerca?
- Nunca he dicho tal cosa -protestó Gaston colérico- Puedes hacer con tu vida lo que quieras. De todas formas en unos días ya ninguno formará parte de la vida del otro.
- ¡Gracias a Dios! -afirmó Rocio furiosa por el recordatorio.
- ¡Sí, gracias a Dios! -repitió él saliendo a toda velocidad del cuarto.

Ella lo siguió, bajando por las escaleras. Ambos estaban furiosos con el otro y consigo mismo. Y sobre todo frustrados. Por mucho que se quisiesen convencer de que la ira era debida al comportamiento del otro eran conscientes de que era debido a la decepción de no encontrar amor en el otro. Rochi lo amaba y no estaba dispuesta a estar al lado de un hombre que la despreciaba cuando le venía en gana. Y Gaston deseaba a Rocio tanto que le dolía el pararse a pensar que nunca más la tendría entre sus brazos.

Llegaron hasta la mesa para la cena y se sentaron sin abrir la boca. Todos vieron que ocurría algo entre la pareja. Maria, que apreciaba sinceramente a Rocio, no quiso hacer comentarios al respecto. Pero Juan Pedro, que se había encaprichado con la rubia, si los hizo.

- ¿Problemas en el paraíso? -preguntó burlón el italiano- ¿Alguna pelea irreconciliable? -quiso saber con esperanzas- Rochi no te sientas obligada a estar junto a él solo porque estés hospedada aquí. Si lo deseas puedo buscar...
- ¡Silencio! -gruñó Nicolas con autoridad- No te metas en la vida privada de los demás.
- Solo quería hacerle saber a Rochi que no por estar lejos de casa está desamparada -afirmó Peter con diversión, mientras recorría a la chica con la mirada.
- Gracias por preocuparte por mi novia -dijo con sarcasmo Gaston, marcando cada palabra con clara posesión- Pero ella ya tiene quien se preocupe por su confort.
-Pues no lo parece. Más bien, parece que necesita que alguien la reconforte un poco más -aseguró el muchacho con picardía, guiñándole un ojo a la chica.

Gaston estuvo a punto de saltar por encima de la mesa y moler a palos al descarado frente a él. Pero una voz sorprendentemente segura y calida, se lo impidió.

- Muy generoso de tu parte el ofrecerte para darme dichas... comodidades -comenzó a decir Rochi- Pero suelo cubrir mis necesidades con bastante éxito yo sola -concluyó con la discusión educadamente.

Gimena en pro de acabar con la tensión reinante, comenzó a hablar sobre la cena de Nochebuena. Se veía muy ilusionada por el evento. Y Gaston cada vez más furioso. Estaba en un infierno en vida. La arpía mayor haciendo el papel de madre ejemplar con toda una familia a su cargo. El italianucho que se había propuesto sacarlo de sus casillas. Y Rocio que para más frustración suya le deja claro que no lo necesita, ni a él ni a nadie. Sabía que era independiente y no creía en el amor. Pero tuvo una esperanza de que todo fuese una fachada de chica dura para que no la considerasen vulnerable.

- Será un placer ayudaros en la cocina a ti y a Mery, para la cena de Nochevieja -dijo Rochi sacando a Gaston de sus pensamientos.
- Si tú no sabes cocinar -espetó Gaston malhumorado.
- Haré lo que pueda -contestó Rocio, intentando ser educada frente a la futura familia del muchacho.
- Creo que pediré una pizza para entonces -se burló Gaston desconsideradamente, con total seriedad- Solo Dios sabe con qué podrías envenenarnos.

Rocio se recordó que solo era una invitada en esa casa y no debería armar ningún escándalo. Se repitió que tenía que respirar profundamente e ignorar al insolente chico. Pero cuando este la miró con despreció y después sonrió a su futura hermanastra, explotó. Aunque educadamente.

- Tranquilo, procuraré que el veneno solo esté en tu plato o tu copa -replicó con una falsa sonrisa- Y para eso no necesito un día especial -comentó Rochi, antes de levantarse y verter su copa sobre la cabeza del malicioso joven.

¡A la porra la educación! se dijo irritada. Le gustaría haberle gritado, que para su información era muy buena cocinera. Cosa que sabría si cuando fuese a visitarla a su apartamento saliese en algún momento de su habitación. Pero no fue capaz de decir mucho o quedarse, porque sabía que acabaría intentando sacarle los ojos. Era un desgraciado sin corazón, que le hacía confiar en él de nuevo, solo para darle otra puñalada. Y ella como una id¡ota ayudándolo en su parodia. Pero ya había soportado bastante, se aseguró mientras llegaba hasta la habitación. Era hora de echar el telón ¡Se acabó la función!

Fin Capi...

*Mafe*

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