Dilema... y un... no hay tal crisis! capitulo 25

Al llegar me sorprendió verlo apoyado de mi carro, comencé a caminar mas rápido y me detuve a unos pocos pasos, tenia la mirada fija en el asfalto, las manos en los bolsillos y un cigarrillo en la boca, parecía salido de una película de los 80.

- que paso??- no me atrevía a acercarme. Alzo la vista y vi tanto odio, resentimiento y dolor, si sobre todo dolor, que di un paso hacia atrás.

- Lleva tu carro a tu casa yo te sigo. – no entendía que pretendía pero aun así sin decir una palabra me monte en mi auto y comencé la marcha hacia mi departamento, tenia un nudo en el estomago.

Al llegar me estacione y baje, al pasar frente a su auto me abrió la puerta he indico que entrara, me acomode en el asiento del copiloto y en ningún momento se escucho la voz del otro.

El cielo cada vez se notaba mas nublado y yo había perdido cualquier noción del tiempo. Me sorprendió ver que salíamos de la ciudad pero no me atreví a decir una palabra.

Viajamos sin parar, ni hablar en ningún momento, la brisa y el ronroneo suave del carro fueron la razón de mi sueño y desperté nose cuanto tiempo después al sentir como el carro se estacionaba. Me levante más dormida que despierta y lo vi mas relajado.

- eres hermosa cuando duermes – me dijo con una sonrisa triste y no pude mas que sonrojarme como un tomate.

- Gracias – me salio con la voz ronca por el sueño – donde estamos?? – preguntes con la misma voz ronca achinando los ojos para desemperezarme. –

- Estamos en las afueras de la ciudad, en un lugar al que a mi me encantaba venir de pequeño y hace mucho no vengo… venis?? – me pregunto rodeando el carro, se acerco a mi puerta y la abrió tendiéndome un mano, la tome con fuerza y me pare lentamente.

- Que es este lugar?? – nunca había ido allí era como un gran valle con un lago en el centro y a las orillas del lago una ruinas como de un castillo pequeño y antiguo, la escena parecía salida de un cuadro, la brisa fresca refrescaba y movía las hojas de los pocos árboles que rodeaban el lago.

- Son las ruinas de una fortaleza – comento.

- Una fortaleza en medio de un valle?? No parece muy lógico –

- Era como un medio de distracción en realidad se acomodaban en lo alta de aquella montaña – dijo señalando un cerro que quedaba del otro lado. – cuando atacaban la fortaleza, ellos bajaban y rodeaban al enemigo.

No dije nada mas, me limite a mirar el hermoso paisaje que se alzaba ante mí. Camine hacia el lago lentamente mirando todo a mi alrededor, me sentía como en un sueño.

- es hermoso!! La primera vez que vine me quede sin habla – lo mire y me sonrío, pero seguía siendo esa sonrisa triste – aun ahora 20 años después, cada vez que vengo me quedo sin habla, no logro acostúmbrame a tanta belleza.

- Es increíble – dije con un nudo en la garganta. – la brisa fresca me soltó un poco el moño y unos mechones rebeldes cayeron por mi cara, tenia la intención de amarrarme bien la coleta pero Ramiro se acerco a mi y aparto mi mano.

- Te vez hermosa así, no te arregles el pelo – sople un mechón que caí sobre mi cara como vi que hacían en una película y para mi sorpresa el gesto me salio perfecto, rama sonrío.

- Estoy despeinada – dije haciendo puchero como una nena, rama soltó una carcajada. Acaricio mi mejilla.

- Sos increíble – dijo mirándome a los ojos. – vamos ven – me tomo de la mano y me guío por un camino hasta las ruinas.

Parecía una casa de campo muy grande con una torre en una esquina, en sus buenos tiempos abría pensado que era solo una casa colonial, con una torre añadida, era de piedra y aunque vieja no se veía muy destruida fuera de las telarañas y la maleza, tenia ventanas muy grandes a lo largo y un techo de tejas muy destruido.

Nos detuvimos frente a la puerta de madera que se encontraba medio abierta, lo mire y me adelante un paso; pude sentir la aspereza de la madera bajo mis dedos al empujarla, con un chirrido sordo se abrió. La primera habitación era como una sala enorme, estaba completamente vacía fuera de una pequeña silla rota recostada a la pared.

-que hago aquí?? – le pregunte a ramiro volteándome hacia el que me miraba fijamente.

- ven – me tomo de brazo y me guío por pasillos desolados de la casa, casi corríamos y su mano se aferraba a mi brazo arrastrándome con urgencia. Llegamos al final de la casa, una habitación, sin ventanas, sin puertas, sin salidas.