Capitulo 1
UN BEBÉ!
¡En la
puerta de su casa!
Aquello no
podía estar sucediendo. Debía de haber algún error.
Rocio continuó mirando sin comprender a la mujer que llevaba un capazo con un bebé y que aseguraba que estaba allí para dejárselo.
Rochi sacudió la cabeza con seguridad, agitando la sedosa melena rubia que le llegaba a hasta
el final de la espalda.
-Nunca he
creído esa historia sobre las cigüeñas -dijo Rochi
irónicamente-.Y siento decepcionarte, pero creo que ha habido algún
error...
-Ningún
error -le aseguró la otra mujer alegrementeen-. Eugenia me dio
instrucciones detalladas de cómo llegar hasta aquí, y exactamente con quién
tenía que dejar al
bebé. Después de verla, no tengo ninguna
duda -la joven se rio-. ¡Las dos son idénticas!
Rochi dejó de escuchar en el
momento que mencionó el nombre de su hermana
gemela, aunque la invadió el resentimiento al oír el último comentario. ¡Eugenia y ella podían ser parecidas
físicamente, pero ahí acababa la
similitud!
Rochi
retrocedió, sujetando la puerta abierta.
-Tal vez sea mejor que pases
-suspiró-. Con el bebé
-añadió a regañadientes.
-Me llamo Janey Reynolds, y
soy la niñera de Alai
-dijo la otra mujer mientras avanzaban por el pasillo alfombrado.
Janey llevaba el enorme capazo
delante de ella, y lo depositó en el sofá una vez que estuvieron en el confortable salón de Rochi
-Rocio Igarzabal -se presentó
distraídamente, mirando el capazo como si en él hubiese un extraterrestre.
-Bonita, ¿verdad? -dijo Janey
cuando Rochi se inclinó
con cuidado por un lado del capazo.
Para Rochi era como cualquier
otro bebé: rosa, muy
arrugada, con muy poco pelo... ¡y, afortunadamente, en ese momento tenía los ojos
cerrados!
Rocio se apartó del capazo
como si la hubieran aguijoneado. Definitivamente allí había un bebé.
-Deduzco que trabajas para mi
hermana Eugenia -miró
a la joven con los ojos entrecerrados.
Janey Reynolds debía de tener
unos veinte años, tenía
un rostro franco y amistoso, con algunas pecas y un pelo rubio rojizo peinado hacia atrás.
Su delgada figura estaba enfundada en una
camiseta y unos pantalones vaqueros
entallados. Un atuendo ideal para
cuidar a un bebé.
Mientras que la ropa de Rochi...
una blusa de seda
del mismo color azul cobalto que sus ojos y unos pantalones de seda negros que moldeaban
su estilizada figura y
que habían sido diseñados por ella misma para que fuesen estilosos y cómodos a la vez. Pero desde luego no eran
a prueba de bebés.
-Como niñera de Alai -afirmó Janey, sin dejar de sonreír-. Creía que Eugenia
se lo había mencionado... -frunció el ceño ligeramente.
Dado que Rocio y Eugenia no se
habían visto desde hacía un año, Eugenia probablemente ni siquiera estaba embarazada en
aquella ocasión. Lo que obligaba a la pregunta... ¿quién era el padre del niño?
-Por favor, siéntate -la
invitó Rochi, sentándose en una butaca frente a la joven-. ¿Y llevas mucho tiempo trabajando para mi
hermana? -preguntó en tono conversador, totalmente confusa.
Janey sacudió la cabeza.
-Desde el día que salió de la
clínica. Hace unas seis semanas.
-Entiendo -dijo Rochi
lentamente... sin comprender nada.
Eugenia había dado a luz hacía
seis semanas... parecía increíble que su hermana gemela hubiese pasado un embarazo y un parto
sin que Rochi lo supiese.
Janey parecía un poco menos segura de sí misma.
-Eugenia está en Estados
Unidos. Tiene que quedarse allí el fin de semana por lo menos -dijo lentamente-. Pensaba
que la había llamado.
-¿Llamarme? -Rochi estaba completamente perdida.
-Para decirle que cuidase a Alai
durante unos días
hasta que vuelva -explicó Janey con el ceño fruncido-. Verá...
-¡Qué!
Rocio se levantó bruscamente, completamente
horrorizada de lo que acababa de decir la joven. Se quedó de pie, tan alta y esbelta como
cualquier modélo. Excepto que
no era modelo; diseñaba ropa. RocIgarzabal se estaba convirtiendo en una de las principales marcas de diseño del
mundo, y la propia Rocio era uno de los mejores escaparates de su propia ropa... alta, elegante, con una
serena belleza que la prensa encontraba tan fotogénica como cada una de sus nuevas colecciones.
Pero esa serena belleza se
había alterado definitivamente en ese momento.
-Estoy segura de que has entendido mal a Eu-genia -le dijo a la joven, decidida a no dejarse llevar por el pánico.
-No lo creo -Janey sacudió la cabeza, todavía frunciendo el ceño-. Como le he dicho, Eugenia
está en Estados Unidos...
-Eso lo he entendido -le aseguró Rochi con calma-. Simplemente no veo lo que tiene que ver eso conmigo. Me has dicho que eres la niñera de Alai…
-Y lo soy -Janey Reynolds
empezaba a parecer molesta-.
Pero mañana me caso -sonrió tímidamente-,
así que obviamente no puedo cuidar a Alai hasta que Eugenia vuelva. Su hermana me aseguró que no tendría problemas para cuidar a Alai unos días -se mordió con preocupación el labio
inferior tras su última revelación.
Por supuesto que Rochi tenía
problemas. ¡No sabía
absolutamente nada de bebés, y estaba demasiado ocupada con su vida como para ocuparse
de las
responsabilidades de Eugenia!
-¿Tienes un número de
teléfono donde pueda localizarla? -le preguntó con impaciencia. Janey se mostró consternada.
-Siempre está de noticia en
noticia, y normalmente
es ella la que me llama...
Rocio se preguntó qué sería «normalmente» para su hermana periodista; Eugenia no se detenía
ante nada para conseguir una
exclusiva. O cualquier cosa que
quisiese. ¡Rochi lo sabía por experiencia...!
-¿Exactamente cuánto tiempo
lleva mi hermana en
Norte América? -preguntó con sagacidad.
-Casi una semana -le reveló Janey de mala gana. Increíble, siendo su hija tan
pequeña. Aunque cualquier
cosa era posible con Eugenia.
-Entonces no tienes ninguna
manera de contactar con ella -Rochi habló casi para sí misma-. Y te casas mañana, así que
naturalmente no vas a poder cuidar al bebé durante un tiempo... -miró interrogativamente a la niñera.
-Me voy dos semanas de luna de
miel a Barbados -contestó Janey, consciente de que aquello era una completa sorpresa para Rochi.
A sus veintinueve años, Rocio
ni siquiera se había
planteado tener hijos. Era una profesional, y sus diseños eran los únicos «niños» en los que
estaba interesada.
Euge tenía una cara increíble.
La ruptura entre ellas
había sido definitiva hacía un año aproximadamente. ¿Cómo tenía el valor de
dejarle a su hija después de cómo se había portado entonces...?
Y por supuesto, no ayudaba nada
el hecho de que sabía que Gas iba a ponerse completamente furioso con esa
situación.
Oh, a paseo Gaston y lo que pensase sobre la
situación. Si iba a
estar tanto tiempo en casa el fin de semana como había estado los últimos meses ni
siquiera se
enteraría de que había un bebé en la casa.
-Supongo que es demasiado tarde para
contratar a una niñera
temporal hasta que Eugenia vuelva... Janey hizo una mueca
-¿Un viernes a las seis de la
tarde? Un poco difícil, me parece.
Entonces por qué no había
llevado al bebé antes. Maldita Eugenia. Aquello era cosa suya.
-Siento muchísimo todo esto, señorita Igarzabal. Rochi sacudió la cabeza.
-Puedes estar segura de que
soy muy consciente de que nada de esto es cosa tuya -suspiró-. Creo que será mejor que vayas a recoger
las cosas de Alai al coche. Debes de estar deseando irte -añadió sin más dilación, preguntándose cómo se
las iba a arreglar.
Pero Eugenia no le había dejado otra opción.
Teniendo en cuenta lo volcada
que estaba hacia su
carrera, Rochi no podía imaginarse lo que había hecho que su hermana tuviese esa niña. Era
cierto que Eugenia siempre
había sido la que, cuando eran niñas, se quedaba en casa jugando con las muñecas, mientras que ella
se subía a los árboles con los hijos de los vecinos, pero parecía como si el
nacimiento de Alai hubiese
sido un pequeño contratiempo en la vida de su hermana, un pequeño bache antes de continuar haciendo su vida.
Janey vaciló de camino al coche.
-Alai tiene que comer dentro
de unos minutos. ¿Quiere que me quede y le enseñe cómo preparar el biberón...?
Rochi agradeció su
ofrecimiento. Y se aprovechó de ello sin reparos.
Parecía bastante sencillo
mientras observaba cómo lo hacía Janey... incluso cambiarle el pañal
no parecía
tan horrible. Inmediatamente después de darle de comer y
cambiarla, Alai se volvió a dormir. ¡Qué fácil!
-Esto... le dejaré mi número de
teléfono, si quiere.
Janey
parecía reacia a irse cuando llegó el momento... dándose cuenta
obviamente de que Rocio era una completa novata en cuanto a bebés, y
probablemente
temiendo por la seguridad de Alai.
Lo que era
más de lo que se podía decir de Eugenia. Rochi se daría el gusto
de pedirle una adecuada retribución a su hermana por el fin de semana.
¡Aquello era lo peor que Eugenia le había hecho!
Bueno... casi.
-Es muy
amable por tu parte -dijo Rochi, dejando la tarjeta de Janey junto
al teléfono-. Pero estoy segura de que no lo necesitaré -añadió con
seguridad.
Cuatro
horas después no estaba tan segura de ello. Todo había parecido
muy fácil cuando Janey había dado de comer y había cambiado a la niña,
pero
poner esa teoría en práctica demostró ser mucho más difícil de lo que
parecía.
Para
empezar Rochi no podía sujetar al bebé y darle de comer al mismo
tiempo. Y el pañal no se quedaba en su sitio. Al final lo sujetó con
unos imperdibles.
Aproximadamente una hora
después, la niña había comido, estaba cambiada y se había vuelto a
dormir
en su capazo, dándole a Rochi la oportunidad de ponerse al día con sus tareas antes de
irse a la cama.
Parecía que acababa de
quedarse dormida cuando se despertó con el llanto de Alai en la habitación de invitados. El
inicial lloriqueo aumentó en enormes proporciones antes de que Rochi se hubiese despertado lo suficiente para
ocuparse de ello.
Rochi se preguntó cómo
demonios aguantaban eso las madres durante semanas, a veces meses, mientras entraba dando tumbos
en la cocina, intentando sujetar a Alai envuelta en una toquilla en un brazo y calentar el biberón
con la otra mano.
No por tenerla en brazos la
niña había dejado de llorar. El escándalo que estaba armando Alai retumbaba en su cabeza y en toda
la cocina.
Al fin el biberón estuvo
preparado y se sentó en una de las sillas de la cocina para darle a la niña su leche. Solo para encontrarse
con que no la quería, rechazando el biberón repetidamente con su lengüita rosa, ¡y empezando a
berrear de nuevo!
Rochi tenía los nervios
destrozados del llanto. Su primer instinto fue telefonear a Janey Reynolds, pero una mirada al
reloj le hizo ver que la una de la madrugada no eran horas de llamar a nadie.
¿La una de la madrugada...?
Janey había dicho que la niña
comía aproximadamente
cada cuatro horas, y solo hacía tres horas desde que había comido por última vez.
¿Estaría enferma? ¿Tendría fiebre? ¿Qué...?
-¿Qué demonios pasa aquí?
Rochi levantó la vista
sobresaltada, mirando hacia la puerta, y haciendo una mueca al ver a su marido. Lo que le faltaba.
¿Cuándo había llegado a casa?
Hacía tiempo, por su
aspecto... estaba obviamente desnudo bajo el batín de seda negro anudado a la cintura, y
tenía el pelo rubio revuelto
de dormir.
Ella sin embargo no había
podido ponerse la bata cuando había salido corriendo de la cama para ver qué le pasaba a Alai ; solo
llevaba un pijama de seda gris perla, ¡y la niña le había escupido la mayor parte de la
leche encima!
Rochi se levantó bruscamente,
meciendo a la niña
en sus brazos, cuyos berridos se habían convertido en hipos y sollozos.
-¿A ti qué te parece? -replicó
ella con impaciencia.
Gaston parpadeó, entrecerrando sus ojos verdes en las duras facciones de su atractivo rostro.
-Me parece un bebé... pero
estoy seguro de que debe ser una pesadilla. ¡Nosotros no tenemos ningún bebé!
Teniendo en cuenta que Gas y
ella se habían casado
hacía más de un año, y habían dormido en habitaciones separadas desde el principio de su
matrimonio, eso era de
lo más improbable.
Gaston y ella tenían lo que
podía considerarse un matrimonio de conveniencia, matrimonio que les convenía a los dos. Al menos,
hacía un año. Rochi no estaba segura de que siguiese siendo así.
Para ninguno de ellos. Pero por
diferentes razones...
-Qué astuto, Gas -dijo ella burlonamente-. Aunque eso no ayuda a resolver el problema de cómo hacer que Alai deje de llorar -añadió, cansada,
mientras el bebé continuaba llorando-. No esperaba que estuvieses ya en casa -observó
acusadoramente
-He terminado pronto de
trabajar -dijo él distraídamente, entrando en la cocina con paso decidido, quitándole a la niña de los
brazos, y mirando con el ceño fruncido la carita en forma de corazón-. ¿Qué pasa, Alai? -murmuró en tono
tranquilizador-. No
podemos ayudarte si tú... -se detuvo, mirando a Rochi con el ceño fruncido-. ¿Has probado a
cambiarle el pañal?
Rochi miró fascinada a su alto
y arrogante marido atravesando la cocina con Alai. Gaston era uno de los
hombres más guapos que Rochi había visto en su vida, y poseía un magnetismo físico del
que ella no se había
percatado cuando se casaron.
¿Cuándo había cambiado aquello?
No estaba realmente segura.
Solo sabía que sentía una profunda sensación de insatisfacción en su matrimonio, un anhelo de algo
más.
-¡Rocio! -gritó Gaston,
impaciente al no recibir respuesta a su pregunta.
Ella se irritó con resentimiento.
-Janey dijo que no había que
cambiarla hasta que no comiese...
-Y estoy seguro de que tiene
razón... ¡si no fuese porque Alai está completamente empapada!
Gaston puso cara de asco mientras abría la toquilla en la que estaba envuelta la
niña para mostrarle el pijama mojado.
Rochi sintió que el calor
invadía sus mejillas, sintiéndose una incompetente. No controlar una situación era algo que
le resultaba muy incómodo. ¡Y más en presencia de Gaston!
La razón por la que la niña no dejaba de llorar
resultó
obvia cuando Rochi le quitó el pijama y encontró que el pañal se
había movido hacia un lado mientras Alai dormía. El pañal estaba casi seco. La situación
era peor todavía porque Gaston no dejaba de observar sus acciones
con sus burlones ojos verdes entornados, haciendo que se sintiese más
incompetente
que nunca.
¡Nunca perdonaría a Eugenia por eso!
-A ver, déjame -murmuró Gaston
impacientemente.
Cansado de
los esfuerzos de Rochi para cambiar el pañal, se hizo cargo él
mismo, consiguiendo un resultado perfecto en cuestión de segundos. Para disgusto de
Rochi.
-¿Desde cuándo eres un experto en bebés?
-murmuró ella con
resentimiento mientras Gas ponía a Alai ropa limpia aparentemente sin esfuerzo.
Minutos
después la niña estaba limpia y seca, el llanto había cesado y
empezaba a quedarse dormida en los fuertes y confortables brazos de Gaston.
-No soy
ningún experto, Rochi -dijo él con desdén-. Es cuestión de sentido
común. Además...-se encogió de hombros-. Soy diez años mayor que Peter; me
divertía cuidándolo cuando era niño.
Rochi se
puso tensa ante la mención de su hermano pequeño. Por acuerdo
tácito ni Gaston ni ella hablaban de Peter o Eugenia desde el primer día
de su
matrimonio. El motivo era bastante simple; no había nada que decir de
ninguno de ellos.
Y Rochi no pudo evitar
sorprenderse de que Gas hubiese mencionado a Peter.
Aunque le dio la perfecta
oportunidad para su siguiente comentario.
-Gas, Alai es hija de Eugenia -le
dijo sin rodeos, observando
con los ojos entrecerrados su reacción.
No hubo ninguna. Al menos ninguna visible para
Rochi. Pero eso
también era típico de Gaston. Su marido era un hombre que no mostraba sus sentimientos, excepto la burla que
parecía ser parte de su naturaleza. Aunque Rochi estaba segura de que por dentro se le había removido
algo.
Porque si sus vidas no hubiesen
sido alteradas hacía
quince meses por el egoísmo de Eugenia, ¡«él» podía haber sido el padre de Alai...!
me encanta la novela vas a seguir subiendo besos
ResponderEliminarME ENCANTOOO!!.. ESPERO EL PROXIMOO! :)
ResponderEliminarme gusto la nove
ResponderEliminarMe encanta tienes que seguir escribiendo
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