--Gaston? —dije, con la esperanza de que mi cuerpo no temblara de
esa manera solo por decir su nombre.
—Hey —él dijo, girándose a medias hacia mí, la luz que se suponía
brillaba sobre el jardín trasero y exponía a los potenciales ladrones o la
hierba o lo que sea estaba allí solo por él en este momento, solo brillando
sobre él, y él es magnífico, y lo besé. Lo besé, y él me besó, debería haber
tocado su cabello, debería haber memorizado la sensación de su boca, debería
haber hecho más que solo pensar ―si, esto es, si esto es por lo que he
estado esperando, así es como tenía que ser”.
—eugenia está muy preocupada —dije, pero las palabras llegaron
demasiado rápido, como si al no sacarlas lo suficientemente rápido de mi boca
dejaría de pensar. Deja de querer—, a ella le gustas mucho —y ahora mi voz se
estaba agrietando pero yo no estaba triste, no lo estoy. Me obligué a mi misma
a sonreír, extendiendo mi boca anchamente—, ella incluso te hará algo para
comer. Ella nunca ha hecho eso por otro muchacho. Él me miró, y yo me pregunté
si él podía mirar dentro de mi cabeza, si podía ver las palabras que yo no
había dicho en voz alta, y que no me iba a atrever a decir.
—¿Te encuentras bien? —él dijo, todavía mirándome, sentí mi
sonrisa deslizarse, desvanecerse, y el silencio que cayó sobre nosotros era tan
lleno que no pude escuchar nada, ni el silbido de mi corazón latiendo en mi
pecho, ni los sonidos a nuestro alrededor; insectos, el viento, y los otros
distantes estruendos en la vida de otros en casas construidas cerca pero no
demasiado por que cuando miras por la ventana todo lo que pretendemos estar
viendo es lo nuestro.
Pero Gaston no es
mío. —Estoy bien
—dije. Miré sobre mi hombro, atrapé una vista de eugenia moviéndose por la
cocina, con gracia fluida incluso cuando hacía algo tan ordinario como hacer
palomitas. Ella pondría manteca extra solo porque sabía que a mí me gustaba, yo
sabía eso sobre ella justo como se que ella tuvo varicela cuando tenía cuatro
años y tenía una cicatriz en su tobillo derecho debido a eso, el único lugar en
el que se había marcado, su madre le dijo que había sido mala por haber hecho
eso y la hizo llorar. —Estoy bien —dije de nuevo, y esta vez cuando miré hacia Gaston
me obligué a mi misma a mirarlo con eugenia la primera vez, aquella primera
noche en la fiesta al final del verano, y luego todos los momentos que
vinieron, después de la escuela, semanas de ellos juntos. Semanas. Lo hacía
porque tenía que ver lo que era real. —Deberías entrar y hablar con ella
—dije—. Te daré cinco minutos de privacidad y entonces voy a entrar, agarro mis
cosas y me voy. Él miró al suelo. —¿Estas? —él limpió
su garganta—. ¿Puedo preguntarte algo? Si. No. Si. Cantaba internamente,
me forcé a encogerme de hombros, a decir ―claro_ sin
palabras porque justo ahora no podía manejar ninguna. —Yo… rocio —él dijo
acercándose un paso. Mis dedos se encogieron dentro de las zapatillas,
esperando. Esperando a lo que sea que estuviera por venir—. Yo solo… Tengo que
saber algo. ¿Recuerdas… te acuerdas de la fiesta antes de que la escuela
empezara? ¿Tú estabas en el estudio y yo entré y, hablamos? _Asentí. Vi su
tórax trabajar, pálida piel atrapada por el brillo de la luz que caía sobre la
oscuridad. —Yo realmente quería seguir hablando —él dijo. Las palabras salieron
en un susurro—, y cuando llamé a tu casa al día siguiente, no llamé por eugenia,
rocio. Yo quería hablar contigo. —¿Conmigo?
—¿Conmigo? —Si
—él dijo, y su voz fue áspera, intensa, y nosotros estábamos demasiado cerca
como para tocarnos, pero no lo estábamos, no lo estábamos.
Pero podía sentir todo a nuestro
alrededor. Con cada respiración que yo tomaba estaba la promesa de su piel
tocando la mía, y yo quería aquello.
Quería que nos besáramos de nuevo, quería que él me
besara, lo quería a él. Lo quiero, y él me está mirando cómo me miraba la noche
pasada. Él me está mirando como si quisiera besarme.
—gaston —dije, sonando como una
súplica. Tenía miedo de esto, de él, de mí, sobré él y yo, pero no lo
suficiente, no como debería. Entonces su cabeza bajó hacia la mía y yo me elevé
en mis pies, anhelando encontrarlo, y entonces… Y entonces la mamá de eugenia
gritó: —¡¿Quién
diablos aparcó su auto en mi cochera?!
Que se besen ya!!!!
ResponderEliminarJoder... esto no puede ser real... Móni no puedes dejarlo ahí y esperar que no me de un paro cardíaco...
ResponderEliminarLo sabía... siiiii... el siempre la qizo.. el no quiere a eugenia... q amor... me encanto.. este cap... el bso y ste momento me tienen delirando... seeee.... punto aparte... porq cornos tenia q llegar justo en este momento la mama de euge.. xq???
i love sta noveee. spero el siguiente... estado: Terminal